Políticas turísticas y peronismo. Los atractivos turísticos promocionados en Visión de Argentina (1950)

Claudia Troncoso[1]

Carla Lois[2]

1. Introducción. “Conocer la patria es un deber”

De diversas maneras, ciertos lugares y paisajes, canonizados como atractivos o imágenes representativas, articulan intereses, ideas y representaciones sociales con los atributos materiales del lugar. A partir de determinadas imágenes paisajísticas se pretende evocar en un hipotético espectador determinadas reacciones –el orgullo, la alegría, o la “fruición placentera” (Silvestre, 1999: 121)- o estimular formas de consumo.

Un aspecto central de la actividad turística es la construcción social de destinos, establecerlos como lugares atractivos, interesantes, agradables u originales, dotarlos de infraestructura y servicios para los visitantes, y publicitarlos. En ese proceso de construcción de la atractividad (Bertoncello, 2002) de los lugares se naturalizan ciertos valores positivos, como si esos valores estuvieran naturalmente adscriptos a los lugares y sus paisajes. Para ello se apela a la apreciación de elementos y procesos naturales o de objetos históricos y culturales así como también a la valoración de las condiciones específicas que ofrece el lugar para desarrollar ciertas actividades de ocio y esparcimiento. El proceso de valorización de ciertos atributos o cualidades de los lugares, su transformación en “atractivos”, se inscribe en un contexto específico y no es unívoco ni inmutable a lo largo del tiempo.

Existe un amplio consenso acerca de que en la década del ’30 adquirió cierta consistencia un repertorio de imágenes paisajísticas que sintetizaban “la Argentina”. En un trabajo muy exahustivo, Silvestri (1999) demuestra que existe un conjunto de imágenes canonizadas de la Argentina basadas en paisajes “sublimes y naturales”, construido hacia la década del ’30 y que, con variaciones mínimas, ha perdurado hasta la actualidad[3].

Desde los años 30, el crecimiento de la actividad turística fue impulsado por la concreción de obras de infraestructura a cargo del gobierno nacional (como, por ejemplo, la construcción de la red caminera a nivel nacional), por emprendimientos a cargo de gobiernos locales (como fue el caso de las obras de remodelación emprendidas por la municipalidad en la ciudad de Mar del Plata; Ballent, 1999) y por la iniciativa privada focalizada en los nuevos espacios destinados al turismo, como la fundación de los balnearios de la costa bonaerense (Bertoncello, 1993). Otras instituciones no gubernamentales, como el Automóvil Club Argentino (ACA) y el Touring Club Argentino (TCA), también cumplieron un rol importante en la promoción del turismo, especialmente a partir de la década de 1930 de la mano de la creación de la red caminera nacional.

Hacia mediados del siglo XX, en el marco de la primera presidencia del general Perón, el turismo adquirió algunas valoraciones novedosas. Si bien es cierto que la legislación laboral no era del todo innovadora y que el carácter masivo del turismo tampoco era un proceso inédito, intentamos sostener que comenzaron a instalarse nuevas formas de pensar e imaginar las prácticas turísticas: la percepción del turismo como un derecho laboral y social, y las políticas del tiempo libre impulsadas por el gobierno peronista -que incluyeron la oferta de “turismo sindical” orientado específicamente a trabajadores como alternativa a otras formas de turismo de la época más vinculadas a sectores de la población de mayores recursos (Scarzanella, 1998: 67-68)- instalaron la idea de que “conocer la patria es un deber”. Aunque este eslogan era utilizado desde, por lo menos, la década anterior[4], su uso durante la gestión peronista[5] pone de relieve que el turismo no era sólo una modalidad de ocio ni tampoco sólo una actividad económica, sino que también era una forma de crear conciencia ciudadana y nacional.

Es sabido que el gobierno peronista apeló, con especial énfasis, a elaborar, cristalizar, difundir e internalizar en la sociedad un conjunto de símbolos: fechas conmemorativas[6], lugares míticos, objetos, eslóganes e imágenes de diverso tipo (Plotkin, 1993; Ciria, 1983; De Ípola, 1982; Sarlo, 1994). Por supuesto, la difusión de esas imágenes de paisajes como expresiones de las potencialidades del país no escapó a estos procedimientos y adquirió tonos de propaganda. Así fue que, en diversos ámbitos y recurriendo a una amplia variedad de materias significantes, la divulgación de imágenes fue parte importante del impulso a la actividad turística: se realizaban exposiciones sobre productos regionales para cada área del país, se organizó el Primer Salón de Arte de los Parques Nacionales y Norte Argentino (1948) y se exhibieron películas[7]; publicaciones elaboradas ad hoc procuraron "despertar el deseo de conocer el país" (AGPNyT, 1950: 8), al igual que otros textos, como guías turísticas[8], folletos[9] y afiches[10].

A estas formas de promoción del turismo en la Argentina se le suman la organización de algunos eventos como el Tercer Congreso Interamericano de Turismo en San Carlos de Bariloche (1949) y algunas fiestas típicas con exposiciones de productos regionales y actos culturales organizadas por la División Atracciones y Deportes Regionales del Departamento de Turismo. Por otra parte, la Administración General de Parques Nacionales y Turismo (AGPNyT) tomaba parte activa en la movilización de contingentes, además de tener ingerencia en cuestiones relacionadas con la construcción de hotelería (a través del Ministerio de Obras Públicas) y la fiscalización de la iniciativa privada en este rubro (AGPNyT, 1949).

Es en este punto donde cabe introducir la complejidad del proceso de construcción de la atractividad de los lugares: en las prácticas de promoción del turismo se pretende naturalizar la atractividad como un atributo intrínseco de los lugares y para ello se estimula la experiencia visual, la apreciación de imágenes, como si de ello emanaran los valores positivos que encarnarían los paisajes. Sin embargo, en la interpretación, en la valorización e incluso en la naturalización de esas imágenes y “en la conmoción personal ante tal o cual paisaje operan fuertemente tramas de construcción cultural, esquemas de visión epocales o de larguísima duración, imposibles de escindir de los que vemos, y que las representaciones aparecen disparadas no necesariamente por aquello a lo que se refieren, ni construidas en su inspiración” (Silvestri, 1999: 113).

Especialmente en lo que se refiere a la percepción visual, resulta iluminadora la idea del ojo “como órgano cultural”, de la que deriva que la visión se transforma en una “actividad eminentemente interpretativa [que] se vale de convenciones, patterns, categorías y métodos de inferencia que son producto de una determinada experiencia cultural” (Ballent, 1999: 198).

En la Argentina, una de las formas de canonización de los paisajes emblemáticos de la supuesta diversidad natural y cultural del país puede leerse entrelíneas en las políticas de manejo y gestión de la Administración General de Parques Nacionales y Turismo. Utilizando diferentes recursos y apelando a diversos registros, durante la gestión peronista se interpeló a un sujeto “turista”: se buscó seducirlo con los paisajes para el disfrute de su tiempo libre y se pretendió también generarle el compromiso moral y patriótico de conocer la “diversidad geográfica” del país. Porque, pese a que ciertas frases explícitas y las secciones bilingües de la obra sugieren que entre los destinatarios imaginados se esperan lectores extranjeros, no puede negarse que también se esperan lectores locales que aprecien la potencialidad turística del país que la gestión peronista busca desarrollar.

En este trabajo proponemos examinar cuáles fueron las estrategias discursivas articuladas para construir una Argentina turística (atractivos, destinos, valorizaciones y prácticas turísticas) en el contexto del primer gobierno peronista. Nos interesa analizar, en términos generales, la configuración de una Argentina turística y, asociado a ello, la construcción de la atractividad de ciertos elementos y lugares, en el marco de la gestión peronista, que, por otra parte, es un momento de expansión de las prácticas turísticas. En términos más específicos, examinaremos las prácticas discursivas involucradas en la construcción de un repertorio de imágenes turísticas en un documento de promoción del turismo elaborado por una oficina gubernamental.

En la primera parte del trabajo exploraremos el desarrollo de las instituciones y de las prácticas turísticas en la Argentina durante la primera mitad del siglo XX. En la segunda parte analizaremos Visión de la Argentina, una publicación de la División Propaganda del Departamento de Turismo de la Administración General de Parques Nacionales y Turismo (1950), que tuvo “por finalidad divulgar en el mundo entero el inmenso caudal de bellezas panorámicas que atesora la República Argentina, incluyendo en esta visión el bosquejo de su desarrollo económico, vinculado íntimamente a su paisaje, y la pintura del elemento humano, cuya presencia señala la fisonomía inconfundible del carácter nacional” (AGPNyT, 1950: 8).

2. El turismo y las prácticas turísticas en la Argentina hacia mediados del siglo XX

La difusión y la expansión de la práctica turística en la Argentina durante la primera mitad del siglo XX se inscribe dentro de los procesos de consolidación de una esfera del ocio nacida como contrapartida a la esfera del trabajo, propia del orden industrial moderno. Las condiciones de vida en las ciudades -lugar de origen de los turistas- en la primera mitad del siglo XX signadas por la insalubridad fueron uno de los motivos para el desplazamiento de la población en busca de lugares con condiciones que permitieran una cierta restauración física -muchas veces prescripción médica mediante- entre ellos los balnearios marítimos, las áreas serranas y las localidades con aguas termales (Bertoncello, 2002; Mantobani, 1997). Dentro de la esfera del ocio, el turismo se consolidó como una de las prácticas más difundidas, en muchos casos apoyado por una legislación laboral que otorgó ciertos beneficios a los trabajadores para hacer uso de su tiempo libre, que, así, trasformó al turismo en un derecho laboral y social (Bertoncello, Castro y Zusman, 2003). En este sentido, el turismo transformado en derecho para un sector cada vez más creciente de la población, pasó a ser considerado no como un lujo sino como una necesidad[11]. Al mismo tiempo, el turismo funcionó como una actividad económica dinámica, que se manifestó tanto en la expansión de una oferta de bienes y servicios ofrecidos por distintos agentes económicos orientados a satisfacer e inducir las demandas de los turistas. Las características de lo que se dio en llamar turismo masivo, que se consolidó en la primera mitad del siglo XX, se componían por la oferta y el consumo masificado de paquetes turísticos estandarizados que combinaban fundamentalmente los servicios de viaje y alojamiento (Urry, 1996; Marchena Gómez, s/f).  

En la Argentina, el desplazamiento de turistas durante el primer gobierno peronista hacia diferentes destinos continuó con la tendencia en aumento de las décadas precedentes[12]. Sin embargo, es posible identificar un conjunto de medidas que incentivaron y le dieron ciertas especificidades a las prácticas turísticas en este período. Una de ellas fue la política laboral, que a partir de una serie de medidas, como el aumento de los salarios, la generalización del descanso semanal, de los días feriados obligatorios y pagos, el sueldo anual complementario y el derecho a vacaciones anuales pagas, favoreció las condiciones para el acceso al turismo de sectores más amplios de la población, fundamentalmente los asalariados urbanos (Schlüter, 2001; Bertoncello, 1993; Scarzanella, 1998). En repetidas ocasiones el mismísimo presidente Perón se refirió al impulso que su gobierno le otorgaba a la promoción turística orientada hacia los sectores populares. Un ejemplo de ello son las palabras de Juan Domingo Perón que se reprodujeron en una publicidad que realizó la Administración de Parques Nacionales y Turismo en 1946 y apareció en la revista Automovilismo: "Organizaremos viajes colectivos, se construirán campamentos y se habilitarán colonias de vacaciones y hoteles económicos en la sierra y en el mar, para que este programa no se limite a un pequeño sector del pueblo, posiblemente el que menos necesita oxigenarse, sino a todos los que pueden desplazarse y aprovechar 15 ó 20 días al año, con un pequeño desembolso y reparar sus energías" (ACA, 1946; Nº 327)[13]. En el discurso peronista, el turismo se transformaría así en una actividad regeneradora, cuyos principales beneficiarios deberían ser los trabajadores.

Otro de los aspectos centrales para el desarrollo y expansión del turismo llevado adelante durante el gobierno peronista fue la ampliación y la mejora de la infraestructura de comunicaciones. La consolidación de una red caminera que abarcara todo el país (complementando la red ferroviaria) fue un punto clave en el desarrollo de la actividad turística, especialmente con la rápida difusión del automóvil, porque permitió o mejoró el acceso de los turistas a los distintos destinos. Aunque el mayor impulso de la construcción de caminos fue durante la década de 1930 (especialmente a partir de 1932 con la creación de la Ley Nacional de Vialidad) y los principales motivos para el trazado de esta red estaban vinculados a las necesidades que imponía la producción agropecuaria (Ballent, s/f), pronto el turismo se posicionaría como una actividad económica que participaría en la configuración de la red vial. Fue así que, en el año 1938 se inauguró la Ruta Nacional Nº2, que unía la Capital Federal con el principal centro turístico en ese momento, la ciudad de Mar del Plata[14].

Si bien la red caminera fue diseñada y llevada adelante por el Estado, tanto el ACA como el Touring Club Argentino reclamaron y alentaron su concreción. En este sentido, ambas instituciones realizaron diferentes acciones que apoyaron o complementaron el plan gubernamental. Algunas de ellas fueron la producción de cartografía turística[15] y el impulso de proyectos de señalización. Asimismo, el ACA[16] implementó junto a YPF (que financió el proyecto) una red de estaciones de servicio, construidas y administradas por el ACA, extendida por todo el país (Ballent, s/f).

Así, el primer gobierno peronista heredó una red vial sobre la cual realizó pocas modificaciones. Incluso, como señala Ballent (2002), a partir de 1946 los intereses del Ministerio de Obras Públicas de la Nación estuvieron orientados con más fuerza hacia el desarrollo de la aeronavegación. No obstante ello, los reclamos del ACA y del Touring Club Argentino en cuanto a la realización de mejoras en la red vial siguieron vigentes[17].

Los trabajos de infraestructura encarados por el gobierno nacional durante el primer gobierno peronista se coronaron con la planificación, construcción e inauguración de un emprendimiento que se orientaba a múltiples usos: el complejo de Ezeiza[18]. El núcleo de este complejo era el aeropuerto internacional (inaugurado en 1949[19]) y en torno de él se articulaban conjuntos habitacionales, instalaciones deportivas, educacionales, asistenciales y sanitarias, a las que se accedía a través de una vía rápida de comunicación, la autopista Ricchieri (Ballent, 2002).  

Este complejo tenía una importancia crucial para el turismo. No sólo porque era la puerta de llegada al país del turismo extranjero sino también porque se constituyó en un atractivo en sí mismo, como tantas otras obras de infraestructura (por ejemplo, los embalses). Como señala Ballent (2002) los movimientos generados por las operaciones propias del aeropuerto constituían un espectáculo. En 1951 se publicitaban las “Excursiones justicialistas a las grandes obras de la Revolución” organizadas por la Dirección de Turismo y Parques del gobierno de la provincia de Buenos Aires[20]. Estos paseos, que duraban toda una jornada, realizaban un circuito que incluía varias obras llevadas a cabo por el gobierno peronista en el Gran Buenos Aires y la Capital Federal, entre ellas las instalaciones de Ezeiza. Asimismo, en el contexto de la movilización de contingentes desde los parques nacionales hacia Buenos Aires que organizaba la AGPNyT, Ezeiza era uno de los puntos dentro de los circuitos de visitas (AGPNyT, 1949).  

El incremento de la capacidad hotelera fue explícitamente uno de los pilares de la promoción del turismo durante el primer gobierno peronista[21]. Por un lado, el Ministerio de Obras Públicas se lanzó, a partir 1947, a la construcción de hoteles en distintas localidades del país; por otro lado, varios hoteles preexistentes pasaron a manos estatales y fueron administrados directamente por la AGPNyT[22]. Al mismo tiempo, se incentivó la acción privada en materia de construcción hotelera. Uno de esos estímulos fue la implementación, desde 1947, de un sistema de créditos; ese tipo de crédito, denominado Préstamo Nacional Hotelero, era otorgado por el Banco Hipotecario Nacional. En ello, también intervenía la AGPNyT: la iniciativa privada era examinada por la AGPNyT, que, por ejemplo, evaluaba las propuestas privadas teniendo en cuenta la localización prevista para las construcciones, la conveniencia desde el punto de vista turístico y el estilo arquitectónico de las mismas (AGPNyT,1948; AGPNyT,1949). De esta manera, la gestión pública organizaba la red hotelera y supervisaba la intervención privada, a la que consideraba complementaria[23].

Sin embargo, el Estado nacional y el capital privado no eran los únicos administradores de los hoteles. También participaban los sindicatos, los ministerios nacionales y la Fundación Eva Perón. Los sindicatos, por ejemplo, se beneficiaron del Préstamo Nacional Hotelero para la construcción de sus propios hoteles y, además, en algunas ocasiones utilizaban parte de la capacidad hotelera que administraba la Fundación. La Fundación Eva Perón por su parte también utilizaba los hoteles administrados directamente por la AGPNyT y algunos ministerios. Además, desde la década de 1930, el ACA inauguró varias áreas de recreación, especialmente en los nuevos balnearios emergentes de la costa atlántica bonaerense (Ballent, s/f).  

Aparte de la política laboral y de la creación de infraestructura vial y hotelera, la promoción de la actividad turística que se realizó desde el gobierno incluyó estímulos para inducir el desplazamiento de turistas, como los descuentos en las tarifas ferroviarias para grupos de turistas (Scarzanella, 1998) y la organización de viajes colectivos. La AGPNyT fue una de las dependencias que organizó este tipo de viajes para contingentes de trabajadores y alumnos (en este último caso, en acción conjunta con el Ministerio de Educación de la Nación). También los sindicatos promovieron el desplazamiento de sus trabajadores hacia las localidades del país donde se encontraban los hoteles administrados por estas organizaciones. Además, entre los distintos gobiernos provinciales se realizaron acuerdos para el intercambio de turistas (Scarzanella, 1998).

Por otro lado, la práctica turística implicó la valorización o la revalorización de ciertos lugares constituidos en destinos turísticos. La política turística encarada por el primer gobierno peronista buscaba “poner las bellezas de la patria al alcance del pueblo”[24] y para esto fomentó el turismo popular en distintas áreas: por un lado, en aquellos lugares ya consolidados como destinos turísticos disfrutados por la oligarquía y los sectores medios (fundamentalmente Mar del Plata, las sierras de Córdoba y la zona del lago Nahuel Huapi) y por otro, en lugares que se incorporaron más recientemente (los parques nacionales y algunas localidades provinciales) (Scarzanella, 1998).

3. Los atractivos turísticos en Visión de Argentina

El turismo, entendido como una práctica social propia de las sociedades modernas valoriza ciertas características de distintos lugares, especialmente aquellas que resultan más distantes con respecto a la cotidianeidad de los turistas, es decir, las que se separan de la esfera del hogar y del mundo del trabajo (Urry, 1996). Esta valorización de ciertos elementos, cualidades, condiciones, procesos (materiales o intangibles, naturales, culturales o históricos) los constituye en atractivos turísticos y en tanto tales pueden satisfacer distintas necesidades de los turistas. Esta valorización, o mirada turística (Urry, 1996) -en la que tienen un papel importante diversas prácticas vinculadas a los medios audiovisuales y gráficos en la difusión de imágenes-, implica la existencia de ciertas expectativas generadas en el turista, basadas en una serie de signos preestablecidos que remiten a ciertos lugares y que el turista espera encontrar en los destinos turísticos (Urry, 1996; Pretes, 1995).

Este proceso de valorización de ciertas características de los lugares o construcción de atractividad varía de acuerdo a diferentes períodos históricos, diferentes sociedades y grupos sociales e involucra la participación de varios actores (sociales, políticos, económicos) que también van a definir, organizar y orientar la práctica turística e inducir el consumo del turismo como producto (Bertoncello, 2002; Pretes, 1995).

"La Administración General de Parques Nacionales y Turismo presenta esta obra que tiene por finalidad divulgar en el mundo entero el inmenso caudal de bellezas panorámicas que atesora la República Argentina, incluyendo en esta visión el bosquejo de su desarrollo económico, vinculado íntimamente a su paisaje, y la pintura del elemento humano, cuya presencia señala la fisonomía inconfundible del carácter nacional."

Esta cita corresponde al primer párrafo de Visión de Argentina[25]. En estas frases se enredan todos los presupuestos que parecen haber regido la selección del elenco de fotografías: los paisajes de la Argentina conjugan la “belleza panorámica”, que se presta al goce estético, y la potencialidad económica, que racionalmente se ofrece como la prueba irrefutable del destino de prosperidad económica. Al mismo tiempo, la configuración y la explotación de esos paisajes tendría un sello específico y particular vinculado con “el carácter nacional”. Naturaleza, desarrollo económico y argentinidad son los tres tópicos fuertes que organizan esta obra.

La obra propone un "turismo de imagen", un recorrido ilustrado por todos los rincones del país que ameriten una mirada positiva, signada por el disfrute o la admiración. También es una invitación a seleccionar un destino y transformar el turismo de imagen en un "turismo de presencia"[26].

Desde el título mismo se advierte que la propuesta del libro es poner una realidad delante de los ojos y persuadir al lector para una experiencia de los sentidos. En rigor, en todo el libro se percibe un fuerte énfasis en la expresión visual: a lo largo de sus 176 páginas de texto en castellano hay más de 160 fotos[27] y mapas[28], con escuetos epígrafes bilingües que apenas indican el nombre del objeto o paisaje y la jurisdicción[29] en que se encuentra. El último capítulo es una síntesis de la obra en inglés, probablemente destinada a los lectores que recibirían este libro en el exterior.

Desde el prólogo de la obra se nos afirma que la Argentina tiene múltiples atractivos y la abundancia de fotografías[30] parece querer ponerlos delante de la vista del lector. El repertorio de imágenes es muy variado, y sin dudas, la pretensión estética enlaza a este corpus aparentemente tan heterogéneo de paisajes naturales, edificios históricos y escenas folclóricas.

Ahora bien: no se tratan de imágenes aleatorias y, a simple vista, resulta que, tanto las imágenes como los textos, se concentran en realzar una supuesta atractividad intrínseca de lugares, objetos, edificios y tradiciones. El criterio que subyace a la construcción de ese repertorio no es evidente ni coherente a lo largo de toda la obra. Sin embargo, pareciera sobrevolar un imperativo máximo: decir o mostrar algo “lindo”, atractivo, de cada provincia. Volveremos sobre este punto más adelante, después de analizar las particularidades estilísticas y composicionales de las imágenes que incluye el libro, y su relación con los textos entre las que aparecen insertas.

A pesar de una clara división en capítulos, los temas de los textos y las fotos no se ajustan estrictamente al recorte de cada sección o capítulo. Más bien, desde diversos ángulos siempre se vuelve sobre tres tópicos: la naturaleza, el trabajo y las obras públicas. Si quisiéramos escindir cada uno de estos tópicos para abordarlos analíticamente en forma separada tendríamos, por un lado, la dificultad empírica de seccionar los textos y las imágenes porque esos tres tópicos no son tratados de modos mutuamente excluyentes; pero, por otro lado, también destruiríamos el esqueleto argumentativo de esta obra: la idea de una Argentina naturalmente bella, trabajadora y en desarrollo.

En la sección “Parques Nacionales”, los paisajes se ofrecen magníficos, imponentes y eminentemente naturales. Tienen la particularidad de parecer escenografías o pinturas, donde la naturaleza se muestra como confeccionada o compuesta armoniosamente. La composición de paisajes es una estrategia recurrente en Visión...: las fotografías y las descripciones poéticas se esmeran en presentar paisajes muy diversos, pero todos ellos armónicos. Todas las imágenes parecen estar esperando a un espectador que las disfrute. Por ejemplo, en una de las fotos, el primer plano muestra a un hombre de espaldas, observando el paisaje (bucólicamente natural, incluso enmarcado por el follaje de un árbol) desde un punto de vista similar al que se le ofrece al lector.

Las imágenes de paisajes naturales son complementadas con pintorescas descripciones que refuerzan una mirada romántica sobre la naturaleza sublime y armoniosa. Uno de esos casos es el texto que acompaña una foto de Corrientes, provincia de la que se dice que es:

"un trozo de tierra lujuriante, de variadísima naturaleza, que deleita al que cruza sus extensas y frondosas praderas, sus bosques siempre saturados con el perfume de sus lianas, sus montes de naranjos cuajados de azahares, todo bajo el beso ardiente de un sol que da vida a una gama infinita de colores" (AGPNyT, 1949: 22).

Otra estrategia para crear atractividad, sobre todo cuando los elementos naturales no parecen ser tan elocuentemente bellos, es hacer hincapié en el trabajo humano como la fuerza capaz de modificar la naturaleza. Así, los paisajes llanos, aparentemente menos atractivos que las voluptuosas cataratas o las montañas andinas nevadas, se ofrecen a la vista transformados en paisajes productivos, donde la naturaleza cumple la función de ser un recurso explotable económicamente y una fuente inagotable de riqueza. Esta forma de mirar es llevada a un extremo en el caso de la provincia del Chaco, de la que hay apenas una sola fotografía en todo el libro y cuyo tema es, precisamente, no la llanura chaqueña ni el Impenetrable sino la cosecha de algodón. Asimismo, el breve texto que refiere a las características generales del Chaco refuerza esa lectura:

"El progreso del territorio del Chaco es el fruto más hermoso del esfuerzo argentino. Enormes dificultades debió superar el hombre para transformar aquellas comarcas en las ricas regiones que tienen hoy personalidad económica propia, con fuentes de riqueza cuyo porvenir productivo es incalculable" (AGPNyT, 1949: 28).

La lectura y la valorización de la naturaleza en clave económica tal vez es uno de los rasgos distintivos de esta obra, acorde a una postura reconocible en otros textos de la gestión peronista[31]. La tierra, por ejemplo, es uno de los recursos naturales que se valora por su potencialidad económica. Significativamente no son las pampas trigueras, que habían sostenido el desarrollo económico de la Argentina hasta los años ’30, las más retratadas[32]. Tal vez, porque de esas provincias se han rescatado, sobre todo, sus aspectos históricos y su vida cultural (muy desarrolladas en el capítulo 1: “El país turístico”) y porque el pujante desarrollo industrial se veía como más moderno que la antigua organización agropecuaria[33]. En cambio, son muchas las imágenes que muestran hombres trabajando la tierra para producir algodón, cítricos o vid y, así, representan la variedad de cultivos y la diversidad de las economías regionales. Específicamente, en el capítulo “El país económico” las imágenes dan cuenta de las diversas actividades, desde la producción agropecuaria pampeana, la cría de ovejas para cueros y lanas, la vendimia, la producción de cítricos y el algodón hasta la extracción de petróleo y gas natural.

Los ríos, aprovechados para la generación de energía eléctrica, también muestran esa estratégica alianza entre naturaleza y productividad económica[34]. Este vínculo aparece reforzado por la potencialidad transformadora de la voluntad humana[35]: es elocuente que, respecto del puerto de Buenos Aires y las condiciones naturales poco favorables del estuario rioplatense para la instalación portuaria se dice: “había que hacer una puerta para la tierra, y se hizo” (AGPNyT, 1949: 15).

Por otra parte, las represas y los diques no sólo son reguladores del caudal hídrico para la generación de energía; también son espacios de recreación, dotados de infraestructura turística.  Por ejemplo, una foto de San Luis tiene el siguiente epígrafe: “San Luis. Lugar de turismo. Dique Potrero de los Funes. Paisaje desde el hotel Caballito Blanco” (página 46).

Las aguas termales, que desde fines del siglo XIX constituían un destino turístico principalmente elegido por personas que buscaban sus beneficios medicinales, tienen un lugar destacado en Visión.... A lo largo de dos páginas se describen las cualidades de las trece aguas termales que existían y se explotaban turísticamente en la Argentina en 1950 y se ilustra con una fotografía del hotel casino de Río Hondo (Santiago del Estero).

En la sección “La población argentina” hay fotos de paisajes urbanos vinculadas a asuntos culturales y deportivos, como la foto de la sala del Teatro Colón (página 90), el estadio de River Plate (página 99), la regata en el río Luján (página 100) y la del match de box (página 98). Adjetivos tales como “intensa”, “febril” y “moderna” intentan poner a la ciudad de Buenos Aires a la altura de las grandes metrópolis del mundo; asimismo, la variada oferta cultural era uno de los rasgos de su modernidad.

En el mismo capítulo hay fotografías de personajes del folclore nacional, como el gaucho[36] y el indio[37]. Estos íconos, que encarnaron la mística del ser nacional desde los relatos de viajeros ingleses al Río de la Plata en las primeras décadas del siglo XIX y luego fueron recuperados como tales en la literatura nacional emergente (Prieto, 1995), reforzarían el carácter nacional de la obra, que pretende mostrar, sobre todo a un hipotético turista extranjero, una Argentina que crece hacia el futuro (pujante, laboriosa, sólida y conectada con el resto del mundo) pero que también tiene un pasado y una historia como nación. En este sentido, las imágenes también levantan los mitos y creencias populares típicas de algunas regiones[38], edificios históricos[39], museos[40], ruinas[41] y monumentos[42].

En este capítulo destinado a la población, el tópico del trabajo aparece nuevamente como un valor positivo y admirable, digno de ser reconocido y admirado[43], con imágenes que muestran gente trabajando, particularmente en actividades agrarias[44].

Como anticipamos, otro de los tópicos transversales de este libro son las obras públicas, sobre todo aquellas vinculadas con el transporte. En todos los capítulos se muestran vistas panorámicas de infraestructura de transporte y comunicaciones (caminos, aeropuerto, puertos, ferrocarril, puentes, estaciones ferroviarias). Muchas imágenes muestran caminos en lugares inhabitados, y, en algunos casos, sus respectivos epígrafes indican los puntos que esa ruta comunica[45]. Los caminos son, en algunos casos, el motivo central de la fotografía[46], y, en otros, un detalle de la imagen que garantiza la accesibilidad a lugares turísticos[47]. En términos generales, la red de comunicaciones parece ofrecer al turista la posibilidad de acceder a todos los rincones del país para disfrutar de los múltiples atractivos:

"Podemos trasladarnos a cualquier ciudad de nuestro país en pocas horas, volando a relativa poca altura, para contemplar los paisajes más maravilloso, desde la musical belleza del Aconquija hasta la sobrecogedora imponencia de los Andes, desde las abruptas quebradas jujeñas hasta el paisaje maravilloso de Tierra del Fuego, pasando por las llanuras tan típicamente argentinas" (AGPNyT, 1949: 160).

El tendido ferroviario, que por esos años alcanzaba su máxima extensión, es descrito en el texto e ilustrado con dos fotografías[48]. Se detalla su diseño radial con centro en Buenos Aires y la dirección de los ramales:

"Prácticamente todos los ferrocarriles comienzan en Buenos Aires; la red está constituida por 46.000 kilómetros de vía. El país es dueño de sus propios ferrocarriles desde el mes de marzo de 1948 en que el estado tomó posesión de las empresas de capital privado. El hoy llamado Ferrocarril General Roca se desparrama como una maraña por la provincia de Buenos Aires hacia puntos extremos como Bahía Blanca, Mar del Plata, Miramar y Carmen de Patagones. Desde allí parte la línea Zapala, por el valle del Río Negro, y también la que llega hasta San Carlos de Bariloche, en las orillas del lago Nahuel Huapi. El ferrocarril General Mitre tiene 6.000 kilómetros de vía férrea y une Buenos Aires, Córdoba y Tucumán. El ferrocarril Sarmiento llega hasta la Colonia Alvear, en la provincia de Mendoza. Y el llamado General San Martín va hasta Mendoza, de donde sale un ramal a la ciudad de San Juan. Los ferrocarriles conglomerados con el nombre genérico de General Urquiza sirven a la Mesopotamia. Pero la Argentina no se ha conformado en proporcionar líneas férreas a sus provincias y territorios sino que ha brindado a los países limítrofes la oportunidad de prolongar las argentinas dentro del territorio de ellos. Tal el caso de la línea internacional de Buenos Aires a La Paz (Bolivia) por La Quiaca; la de Buenos Aires a Asunción (Paraguay), la de Buenos Aires a Santiago de Chile, el que llega hasta Antofagasta desde Salta, y la unión con los ferrocarriles brasileños que se efectúa en Paso de los Libres mediante el puente a Uruguayana (Brasil). (AGPNy T, 1950: 145-146).

La acción del gobierno en materia de comunicaciones e infraestructura alcanza un punto de realización máximo en la jurisdicción de Ezeiza, a la que se le dedican, entre texto e imágenes, seis páginas del libro.

El texto y las imágenes[49] que refieren a la denominada “operación territorial de Ezeiza” (Ballent, 2002) pretenden realzar la importancia de la construcción del aeropuerto internacional de Ezeiza Ministro Pistarini, “el aeródromo más grande del mundo” (AGPNyT, 19 : 162), inaugurado en 1949. Pero, Ezeiza no es sólo el aeropuerto, sino que condensa un conjunto de intervenciones territoriales de profundas innovaciones realizadas durante la gestión peronista:

"Las pistas, barrios obreros, el hotel para viajeros y las diversas dependencias de la vasta obra social anexa al aeropuerto, así como todas las instalaciones que requiere el funcionamiento de un organismo tan completo , ocupan una superficie superior a 6.000 manzanas. Las grandes autopistas -doble cinta hormigonada- que conducen al monumental aeropuerto se hallan bordeadas de nutrido césped. Construidas para permitir una velocidad de 120 kilómetros por hora, puede recorrerse la distancia que media entre la Plaza de Mayo y el aeropuerto (33 kilómetros) en un tiempo inferior a 25 minutos. Próximo a Ezeiza, a la izquierda del camino se pueden ver las piletas de natación de agua salada y a la derecha los bosques en plena formación. Están después el barrio obrero con sus alegres chalets, el cinematógrafo y la iglesia, y por fin la magnífica colonia de vacaciones rodeada de un bosque de pinas y eucaliptus. Y así hasta llegar al aeropuerto" (AGPNyT, 19 : 163-4).

Transversalmente, en la propuesta turística que se lee en Visión... hay una preocupación constante por satisfacer todas las demandas de los potenciales turistas, lo que se traduce en la multiplicación de la oferta de destinos, actividades y opciones recreativas. En este sentido, se define una distribución temporal de actividades turísticas en todo el territorio en función de las condiciones de cada lugar:

"Si en los lagos del sur el turismo es deporte, en el norte descanso, en la Patagonia vastedad, en Córdoba es salud" (AGPNyT, 1950: 29).

"La rica variedad de climas en la Argentina favorece, por lógica, el desarrollo del turismo. En verano todos se vuelcan hacia las playas atlánticas o a las sierras de Córdoba y San Luis o a los lagos del sur, estos últimos preferidos por sus frescas temperaturas; en el invierno la afluencia mayor se manifiesta en Nahuel Huapí, por sus canchas de esquí; a Mendoza, por idénticos motivos; en el Norte y el Noroeste por su clima seco y benigno, o en el Nordeste por sus temperaturas suaves y cálidas" (AGPNyT, 1950: 76).

"Por supuesto, en esta fluctuación hay lugares como Córdoba y Nahuel Huapí que siempre mantienen su atracción sobre el turista, por sus sobradas bellezas naturales, pero en los últimos años un acrecentamiento del turismo de las clases populares, ha provocado el auge de todo lugar apto para el descanso y hacia ellos acude ininterrumpida corriente de viajeros sin reparar en la situación geográfica o la temporada climática" (AGPNyT, 1950: 77).

El calendario turístico se complementa con una serie de eventos relacionados con festividades cívicas, religiosas, semanas especiales y celebraciones vinculadas a la cosecha de distintos productos regionales[50]. Algunos de estos eventos son organizados por la División Atracciones y Deportes Regionales de la AGPNyT, la cual prepara “... un programa de atracciones regionales, mediante la institución de semanas especiales y la realización de fiestas típicas con exposiciones de productos regionales y programas de actos culturales. Se ha hecho presente, entretanto, en la Fiesta de la Vendimia, Fiesta del Azahar y proyecta las fiestas de la Yerba, del Algodón y otras para señalar en cada zona las respectivas zafras” (AGPNyT, 1947: 128).      

4. Conclusiones. Las postales peronistas de Visión de Argentina

Visión de la Argentina es una obra de promoción turística que configura una Argentina turística a partir de una selección y descripción de lugares y objetos atractivos. El territorio nacional se muestra cargado de potencialidades para el disfrute turístico[51]. En este sentido parecería que el desarrollo del turismo en la Argentina deviene de un destino marcado en el territorio[52].

Desde el punto de vista gráfico, Visión... abunda en paisajes construidos desde un punto de observación elevado y abierto que provoca una mirada general, panorámica y contemplativa. Este estilo es muy marcado en las fotografías prototípicamente turísticas, como las vistas panorámicas de áreas de esparcimiento y recreación, de fotografías de playas atlánticas, de parques nacionales y de la infraestructura hotelera de los principales destinos turísticos. Pero también se retratan así las ciudades y los paisajes rurales dedicados a la producción agropecuaria.

A lo largo de Visión de la Argentina, los textos y las fotografías se empeñan en llevar al espectador las singularidades de cada una de las provincias argentinas y de la Capital Federal: cada jurisdicción[53] es descrita y compuesta con elementos que permiten diferenciarlas entre sí, ya sea a partir de sus condiciones naturales, de sus actividades industriales o de imágenes pintorescas dispuestas en clave folclórica. Al mismo tiempo, en la distribución homogénea de los atractivos (todas las jurisdicciones tendrían, por lo menos, alguno) subyace la idea de equilibrio regional que la gestión peronista ya había aplicado en la planificación de otras actividades económicas y proyectos. Sin embargo, la atractividad pareciera no residir sólo ni en los lugares, ni en los edificios históricos, ni en las obras públicas, sino también en su argentinidad, en su capacidad de asumir algún valor de la identidad nacional. El esfuerzo que se hace a lo largo de las páginas de Visión... por decir algo o poner alguna fotografía (aunque sea sólo una, como en el caso de Chaco) de cada provincia sugiere que la atractividad preexiste al objeto. Así parece que el objetivo del libro es rescatar uno o varios atractivos para cada provincia, de manera tal que todas tengan alguno.

Las estrategias a las que se apela para ello consisten en organizar una mirada estética articulada en torno de la naturaleza, el trabajo y la moderna infraestructura desarrollada en la gestión peronista. La diversidad natural que aquí intenta mostrarse como evidente no es sino garantía del progreso económico (que, por ende, también sería evidente): la variedad de climas y de relieve sería la clave que permite una gran variedad de producciones regionales. En las imágenes están representadas todas las economías y productos regionales: azúcar, cítricos, vid, algodón, petróleo, gas, pesca, ganado ovino, explotación forestal, industrias frigoríficas y agrarias.

En síntesis, así planteado, el abanico de atractivos construidos en esta obra cubriría todas las expectativas del hipotético turista que la obra interpela: desde las preferencias por las grandes ciudades colmadas de actividades sociales hasta los bosques más cerrados. O, en otras palabras, la Argentina, leída desde las páginas de Visión... parece un país privilegiado -naturalmente dotado, culturalmente desarrollado y armónicamente organizado- para las pujantes prácticas turísticas.

Esta obra tiene un tono fundacional, que no menciona ni reconoce la historia que ya tenía el turismo hacia mediados del siglo XX en la Argentina. En este sentido, es curioso que Visión... no refiera a los antecedentes de los destinos turísticos ya consolidados como tales (probablemente porque esos destinos habían sido disfrutados casi exclusivamente por sectores altos de la sociedad). El discurso turístico que se construye en Visión... asume como premisas tanto la ahistoricidad de la práctica turística como la armonía del país en los más variados planos (geográfico, político, económico, histórico). Sugerimos que este tipo de discurso inaugurales tuvo, en el caso del turismo, un alto grado de eficacia, en tanto que aunque parece suficientemente demostrado que la masividad del turismo no fue un acontecimiento novedoso únicamente atribuible a las políticas de la gestión peronista, esa idea parece permanecer y formar parte del sentido común sobre el periodo. Tal vez este análisis pueda ser el punto de partida para profundizar acerca de la relación entre la expansión de la actividad turística, la configuración de una Argentina turística y las prácticas discursivas que promovieron el turismo durante las gestiones peronistas.


Anexo 1 Lista de imágenes

Bibliografía

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Fuentes

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Touring Club Argentino Turismo, Nº462 y 466 (1948), Buenos Aires.



NOTAS

[1] Instituto de Geografía, Facultad de Filosofía y Letras, UBA – CONICET.

[2] Instituto de Geografía, Facultad de Filosofía y Letras, UBA – CONICET.

[3] También Ballent afirma que la imagen de Mar del Plata adoptó sus principales rasgos en ese periodo (1999: 192). Ciertos emblemas de la “Mar del Plata masiva”, como la rambla, el Casino, el estilo arquitectónico de los chalets y la playa Bristol, entre otros, se han construido en la década del 30 y forman parte del paisaje estereotipado de Mar del Plata aun en nuestros días.

[4] En la Memoria de la Dirección de Parques Nacionales de 1935 se menciona el uso de este eslogan (Dirección de Parques Nacionales, 1936).

[5] El eslogan aparece en avisos publicitarios y guías turísticas para el Parque Nacional Nahuel Huapi publicadas por la Administración General de Parques Nacionales y Turismo.

[6] Entre las fechas conmemoradas por decreto del gobierno nacional a partir de 1948 está el 6 de noviembre, que celebra el Día de los Parques Nacionales, en homenaje a la fecha de la donación de tierras destinadas a ser reservadas como parque nacional que realizara Francisco P. Moreno en 1903 (AGPNyT, 1949; Schlüter; 2001).  

[7] Una de ellas fue "Parques Nacionales y Reservas del Sur" (1945).

[8] Entre ellas, la Guía Oficial de Nahuel Huapi (1947).

[9] Algunos de ellos sobre Copahue, Catamarca y La Rioja y sobre actividades como ski, alpinismo, camping, etc. (AGPNyT, 1947).

[10] Por ejemplo, los destinados a promocionar la Fiesta de la Vendimia y la del Olivo (AGPNyT, 1947).

[11] La idea de turismo como necesidad se expresó en repetidas ocasiones en las páginas de la revista mensual Automovilismo (editada por el Automóvil Club Argentino desde 1920 hasta la actualidad): “Nadie discute ya [...] que el descanso veraniego es una necesidad y no un lujo. Así lo ha entendido por lo demás una masa cada vez más numerosa de la  población, entre la que se desarrollado extraordinariamente en los últimos años la práctica del turismo y la afluencia a los lugares de veraneo. Un factor concreto de innegable importancia para ello han sido las vacaciones pagas, que inducen a un sector considerable del pueblo a disfrutarlas desplazándose -con sus familias- hacia los sitios adecuados” (ACA, Automovilismo, 1945: Nº 308: 8).   

[12] El crecimiento más importante en el número de turistas lo registra Mar del Plata: en la temporada 1933-1934 arribaron a la ciudad 89.996 turistas; en la temporada 1946-1947, 543.857 y alcanzó más de 1.000.000 a mediados de la década siguiente (Schlüter, 2001). Los parques nacionales también registraron importantes aumentos en el número de turistas hacia mediados de la década de 1940: en 1946 el Parque Nacional Nahuel Huapi recibió 16.000 turistas y en 1949, 45.266; por otra parte, el Parque Nacional Iguazú recibió menos de 18.000 en 1946 y 32.391 en 1947 (Scarzanella, 1998; Scarzanella, 2003; AGPNyT, 1950b).

[13] También Napoleón Irusta, responsable de la AGPNyT, manifestó en una entrevista realizada por la misma publicación al año siguiente: “Lo que queremos es que todos, sin distinción alguna: obreros, empleados, comerciantes o rentistas, conozcan mejor la patria y puedan disfrutar sin exclusiones del placer del viaje y del éxtasis que supone la contemplación periódica de las más destacadas bellezas nacionales” (ACA, 1947, Nº332: 19).

[14] Para ese entonces también otros destinos turísticos como los parques nacionales impulsaron las mejoras en la insfraestructura vial (Ballent, s/f).

[15] Por ejemplo, en la revista Automovilismo ( Nº334 de 1947) el artículo sobre la presentación de las nuevas cartas de rutas que publicaba el ACA.

[16] En el caso específico del Automóvil Club Argentino, la variada gama de intervenciones en el campo del turismo fue regida por una política global que abarcaba desde convenios con YPF y el desarrollo de infraestructura en algunos lugares turísticos (fundamentalmente, campings) hasta la publicación de guías de hoteles, cartas ruteras y la organización de competencias automovilísticas por las rutas nacionales (más tarde, conocidas como turismo carretera).

[17] En una editorial de la Revista Turismo (publicación mensual editada por el Touring Club Argentino desde 1909) se señala: “Por medio de la pavimentación de nuevas rutas hacia lugares de descanso, como la tan reclamada entre Dolores y Mar de Ajó, podría facilitar el acceso de tantos veraneantes que ahora no se animan a afrontar los riesgos del camino de tierra muchas veces en malas condiciones...” (Touring Club Argentino, Turismo, Nº462, 1948: 3).

[18] Para un análisis detallado sobre la importancia simbólica de Ezeiza y el proceso de construcción de este complejo remitimos al trabajo de Ballent (2002).

[19] No es casual la dedicación de numerosas páginas de Visión de Argentina al complejo de Ezeiza, ya que la obra se llevó adelante y se inauguró durante la gestión de Juan Pistarini en el Ministerio de Obras Públicas de la nación, ministerio del cual dependía la Administración General de Parques Nacionales y Turismo. Por otra parte, es de suponer que la denominación del aeropuerto con el nombre del ministro que estaba aún en funciones haya sido un reconocimiento al gestor de la obra (Ballent, 2002). 

[20] Esta publicidad apareció en la Guía Peuser de Turismo de 1951, reproducida en Schlüter, 2001. 

[21] Reproducimos una expresión publicada en Visión... que ilustra esta política hotelera: “La gran iniciativa marcha a pasos agigantados hacia una total realización: que haya un hotel de turismo allí donde la naturaleza ofrece un atractivo o donde el viajero quiera pasar unos días de descanso” (AGPNyT, 1950: 174).

[22] En la Memoria correspondiente a 1948 la AGPNyT exhibe cifras plasmadas en una serie de ilustraciones que dan cuenta del crecimiento de la capacidad hotelera en manos del Estado (de 350 plazas que administraba en 1939 se pasa a 1618 en 1948; AGPNyT, 1949). 

[23] "Todos estos establecimientos forman parte de la red de Hoteles Nacionales de Turismo- construida a todo costo por el Ministerio de Obras Públicas de la Nación y regidos por la Administración General de Parques Nacionales y Turismo- que en conjunto, diariamente, puede ofrecer más de 2.000 camas para turistas en todos los rumbos del país. Esto en lo que respecta a la acción gubernamental en los lugares apartados, puesto que por su lado el capital privado ha levantado en cada punto principal de turismo establecimientos hoteleros cuyo conjunto hacen de esta industria una de las más poderosas de la República" (AGPNyT, 1950: 172).

[24] (Argentina, 1950: 455).

[25] Visión de Argentina es una publicación de 196 páginas que se organiza en ocho capítulos: El país turístico, Los Parques Nacionales, El clima, La población argentina, Las colonias de vacaciones, El país económico, A través de la Argentina y An outline of Argentina.

[26] "No ha sido la intención publicar una guía cuya minuciosidad hubiese obligado a conferir a esta obra distinta característica de la que posee, pero si su lectura y la observación de sus grabados llegase a despertar el deseo de conocer el país, el lector -convertido entonces en turista- hallará confirmado con creces lo esbozado aquí” (AGPNyT, 1950: 8). Las expresiones turismo de imagen y turismo de presencia fueron sugeridas por Anahí Ballent.

[27] Aunque la obra está organizada en capítulos, las imágenes no se ajustan estrictamente a la propuesta temática de cada una de las secciones: las fotos de caminos y puentes no son exclusivas de la sección “A través de la Argentina” (dedicada a la red de comunicaciones), ni las de producción agropecuaria o industrial, de la sección “El país económico”. La imágenes acompañan el relato, que está organizado, desde el punto de vista narrativo, por provincias pero sin ningún criterio aparente.

[28] Hay cuatro mapas, sin título, intercalados en las páginas de Visión.... El primero de ellos (página 86) aparece dentro de la sección “La población de Argentina” pero sus signos parecen remitir a la localización de actividades turísticas o paisajes y destinos para la recreación (sombrilla playera en la costa bonaerense, paseo a caballo en las sierras cordobesas, las cataratas del Iguazú en Misiones y los lagos del sur, entre otros).  El segundo (página 106) está incluido en el capítulo “El país económico” e ilustra la diversidad de la producción económica nacional: los bosques del sur, la producción ganadera pampeana, la producción vitivinícola cuyana, los cítricos de la mesopotamia y el petróleo patagónico, entre otros). El tercer mapa (página 138, en el capítulo “A través de la Argentina”) es el único que tiene referencias: vías aéreas, vías férreas y carreteras; el resultado es un mapa atravesado totalmente en varias direcciones por líneas que comunicarían los distintos puntos del país; apenas si se percibe el carácter radial con centro en Buenos Aires de la red de comunicaciones. Finalmente, en la contratapa hay un mapa con división política, coloreado en naranja (los territorios limítrofes, no identificados con los Estados correspondientes, están pintados uniformemente de marrón) y es acompañado por un texto que dice: “La República Argentina está dividida políticamente en 1 distrito federal, 14 provincias, 8 gobernaciones, 1 gobernación marítima y 1 zona militar. La superficie total del país alcanza a 4.025.695 km2 en los cuales está incluido la soberanía territorial argentina en el sector antártico. Su población se estima en 17.000.000.” Todos estos mapas, independientemente del tema que representen, utilizan la misma estrategia gráfica: cubren con íconos toda la superficie del territorio argentino y dan la apariencia de una distribución homogénea del fenómeno en cuestión.

[29] El estatus político-administrativo de las jurisdicciones (provincia, territorio nacional y capital federal) solía indicarse junto al nombre en cuestión.

[30] Para una lista de las fotografías incluidas en Visión... ver Anexo 1.

[31] Ajón (1995) abordó la presencia de ciertas imágenes y mitos geográficos en los discursos de Perón como formas de argumentación para los proyectos de aprovechamiento racional de los recursos económicos del país impulsados por el Estado. En este trabajo la autora cita un fragmento de uno de sus discursos: “...en los textos de geografía del mundo entero se lee que somos el país de la carne y el trigo, de la lana y el cuero. Es indudable que una gran obra social deber ser realizada en el país; tenemos una excelente materia prima, pero para bien moldearla es indispensable el esfuerzo común de todos los argentinos...” (“Significado de la defensa nacional desde el punto de vista militar”, 10 de junio de 1944, 59-60, en Curso de Cultura Superior Universitaria, Cátedra de Defensa Nacional, UNLP, 1945, citado en Ajón, 1995).

[32] Sólo tres imágenes retratan las actividades vinculadas al modelo agroexportador: “Capital. Puerto (Dársena Norte, Vapor ‘Alcántara’ y edificio Kavanagh)” (página 109); “Santa Fe. Elevador de granos en el puerto de Santa Fe” (página 111) y “Buenos Aires. Cosechadoras en un trigal” (página 112).

[33] "Ya en la etapa definitiva de nuestra organización económica era muy difícil hacer nacer un país poderoso de una llanura que hay que cultivar; y más difícil todavía hacer que ese país de llanura se convirtiera en un inmenso país industrial. Este es el trabajo argentino del momento" (AGPNyT, 1950: 111).

[34] "Como si sus panoramas naturales no fueran suficientes, Córdoba ofrece sus diques y caminos para completar las impresiones que en ella se recogen. El dique de San Roque embalsa 350.000.000 de metros cúbicos de agua; el de Río Tercero tiene la capacidad extraordinaria de 730.000.000, y el de San Jerónimo, el de los Alazanes y Cruz del Eje son los más importantes" (AGPNyT, 1950: 31).

[35] En un artículo titulado “La Argentina modifica su Geografía” de la publicación Turismo también se puede observar esta idea:

"Hombres argentinos, con el sólo poder de su mente, su voluntad y su par de brazos, han inutilizado nuestros mapas de quince años atrás. [...] El marrón de los mapas fue trocado en el glorioso azul de dos lagos, uno de ellos el lago artificial más extenso de Sudamérica y que se llama hoy 'Los Lagos de Embalse de Río Tercero', de Córdoba". [...] Lléguese luego a la rotonda del otro lado y observe cómo el río, luego de su gigantesca gravidez de lago, se hace río otra vez y se pierde serpenteando, entre los cerros. Pero vea, por sobre todo, la maravilla de esta cascada artificial de 40 metros de altura, que en las tardes luce un increíble arco iris en su blanquísima espuma" (Touring Club Argentino, 1948; Nº 466: 16).

[36] Figura "Gaucho ensillando su caballo (página 88).

[37] Figura "Indio tocando el erke, en Yavi" (página 102).

[38] "La Rioja. Talla de San Nicolás de Bari" (página 41); "La Rioja. El "niño alcalde", imagen de la iglesia de San Francisco, La Rioja" (página 43).

[39] "Salta. Portada del convento de San Bernardo" (página 37).

[40] "Santa Fe. Vista desde el Museo Histórico Provincial hacia la Iglesia San Francisco" (página 27); "Buenos Aires. Museo Pampeano, Chascomús. (página 56).

[41] "Misiones. Ruinas de San Ignacio" (página 25).

[42] "Salta. La ciudad de Salta. Vista desde el monumento a Güemes" (página 36).

[43] "Y en las expediciones turísticas que se realizan es instructivo tanto para el argentino como para el extranjero atender el espectáculo que le ofrece el trabajo argentino que allá, en el bosque chaqueño, es férreo resonar de hacha en los duros quebrachos para dar que hacer a las trepidantes máquinas de las fábricas de taninos; que es relámpago de hacer en el cuchillo cañero, para abastecer del dulce tallo la mugidora opresión de los trapiches; que es alegre vendimia para rebalsar de jugo los clásicos toneles de roble de las grandes bodegas; que es el ingresar incesante de los rebaños a los frigoríficos” (AGPNyT, 1950: 107; los destacados son nuestros).

[44] "Mendoza. Vendimiadora" (página 92); "Mendoza. Recolectores de peras en San Rafael" (página 94); "Tucumán. Zafra" (página 95).

[45] Algunos ejemplos de este tipo de imágenes son: “La Rioja. Vista panorámica del camino de acceso al dique Los Sauces” (página 148); “Santa Fe. Aspecto del camino hacia Rosario.” (página 148); “Entre Ríos. Camino hormigonado entre Paraná y Crespo” (página 143); “La Rioja. Un aspecto de la Cuesta de Miranda.” (página 149).

[46] Pág. 13: “Capital. Monolito de indica el kilómetro cero de los caminos nacionales” (página 13).

"Buenos Aires. Camino Buenos Aires-Rosario" (página 142). .

"Entre Ríos. Camino hormigonado entre Paraná y Crespo" (página 143).

[47] "Mendoza. Hotel Termas de Villavicencio. Al fondo, desarrollo del camino internacional a Chile" (página 49).

[48] "Salta. Aspecto de la ruta ferroviaria de Salta a San Antonio de los Cobres" (página 144).

"Salta. Estación Chorrillos (2.111 m), en el trayecto ferroviario Salta-San Antonio de los Cobres" (página 145).

[49] "Buenos Aires. Pasajeros ascendiendo a un avión de la FAMA en el aeropuerto de Ezeiza" (página 163).

"Buenos Aires. Vista aérea de las modernas instalaciones del aeropuerto" (página 164).

"Buenos Aires. Vista aérea de la autopista de acceso al Aeropuerto "Ministro Pistarini" en Ezeiza" (página 165).

"Buenos Aires. Público esperando la llegada de un avión en el mismo Aeropuerto" (página 166).

"Buenos Aires. Visitantes en el Aeropuerto "Ministro Pistarini" " (página 167).

[50] Entre las festividades cívicas puede destacarse: durante mayo: Semana de Mayo en Capital Federal;  en agosto: Semana Sanmartiniana en Corrientes; en noviembre: Semana de la Tradición en San Antonio de Areco y Día de los Parques Nacionales. Entre las festividades religiosas: durante abril: Semana del Calvario en Tandil y Fiesta de la Virgen del Valle de Catamarca; en setiembre: Peregrinación a la Virgen de los Milagros en Salta; en  diciembre: Procesión náutica en Luján. Por otra parte, en octubre se celebraba la Semana de Rosario, en noviembre la Semana de La Plata y en diciembre la Semana de Bariloche. Por último en marzo se festeja la Fiesta de la Vendimia en Mendoza, en setiembre la Fiesta del Algodón en Resistencia y en noviembre la Fiesta de la Zafra en Tucumán (Schlüter, 2001).

[51] En el prólogo se hace referencia al “extraordinario acervo turístico del país” (AGPNyT, 1950: 7) oculto en sus accidentes geográficos.

[52] Un fragmento de Visión de Argentina en referencia a la zona de los Andes patagónicos expresa esta idea:

"Los elementos decorativos se asocian en el gran escenario de la naturaleza: la nieve y el sol bruñen el claro cristal del lago profundo que sirve de espejo al valle floreciente o al bosque rumoroso. Estamos en el reino de la araucaria gigante, que hace señas a los cielos purísimos. Todo ha convertido a esta región en la Meca del turismo". (AGPNyT, 1950: 68)

[53] Es llamativa la falta de imágenes de la Antártida porque en esa época las reivindicaciones de la soberanía argentina sobre una porción del continente Antártico eran fuertes y crecientes (incluso el decreto 8.944 de 1946 prohibió la publicación de mapas de la República Argentina que no incluyeran en Sector Antártico con la inscripción “Arg.”). La única mención a la situación planteada por el caso antártico es el siguiente párrafo: “Como entidad estatual, como unidad política, social, económica y geográfica, la Argentina, o para mejor decir, su territorio, está constituido por cuatro soberanías, que son: la territorial, la insular, su soberanía marítima y la soberanía Antártida. La soberanía marítima está dada sobre todo, por la extensa y profunda plataforma continental que se introduce hasta trescientos kilómetros mar adentro. De este parapeto netamente argentino forman parte las islas Malvinas” (AGPNyT, 1950: 65).


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