LA BÚSQUEDA DEL YO EN EL ENTORNO NATURAL Y CULTURAL DEL OTRO

M. en C. ROSA MARÍA CHÁVEZ DAGOSTINO

Mtro. EDMUNDO ANDRADE ROMO

 CENTRO DE ESTUDIOS PARA EL DESARROLLO TURÍSTICO SOSTENIBLE

CENTRO UNIVERSITARIO DE LA COSTA, UNIVERSIDAD DE GUADALAJARA, MÉX.

La historia puede ser considerada desde dos puntos
de vista, dividiéndola en la historia de la naturaleza
e historia de los hombres. Sin embargo, no hay que
dividir estos dos aspectos: mientras existan los
hombres, la historia de la naturaleza y la historia
de los hombres se condicionan recíprocamente.

Karl Marx

Buscar, cual verbo transitivo, implica un complemento de objeto directo que posibilite la realización o materialización de la acción. Estos objetos, en la eterna búsqueda del yo, quedan delimitados en el presente trabajo en los entes naturales, específicamente los relacionados al medio ambiente y los de índole social, expresados en la cultura.

Lo anterior presupone un binomio indisoluble entre lo natural y lo artificial, entendiendo por artificial en este caso concreto a la expresión humana, es decir, la cultura.

Los modelos  de estos binomios son infinitos, lo que garantiza la gran riqueza de la diversidad de los entornos en que la cotidianidad del ser humano se expresa, así como la expresión misma se multiplica en lo expresado.  Por tanto, la diversidad o diferenciación de lo propio, permite la construcción del yo, que en tanto está estático existe ensimismado de su identidad, en sus propios entornos naturales y sociales, en su origen.

El novelista mexicano, Carlos Fuentes, refiere que durante los siglos XVIII y XIX, en América Latina la intención literaria era la construcción de la identidad de los pueblos latinoamericanos y que  durante el siglo XX, la tendencia literaria optó  por la diversidad, sin negar la identidad, sino enriqueciéndola.

El brote social a favor de la defensa de lo natural o mejor conocido como el movimiento ecologista, adquiere nuevas dimensiones en este contexto, ya que con la globalización, entre otros asuntos, se denotan las implicaciones que con el daño a la naturaleza inciden en la cultura, particularmente, en la identidad.  Lo que explica el activismo férreo de algunas organizaciones, ya que al defender los entornos naturales, se defienden los entornos sociales. Quizá su manifestación más agresiva sean lo globalifóbicos.

Si bien es cierto que nada es estático o querer aislar entornos ya sean naturales o sociales sería un grave error, lo cierto es que tanto medio ambiente como cultura son dinámicos y quizá mucho más de lo que presuponemos, por lo que la interacción dada no sólo es propicia, sino necesaria, más aun, ambos componentes son siempre juzgados con distintos grados de subjetividad por individuos o agrupaciones, en tanto unos claman por los espacios verdes y medios naturales con fauna nativa, para otros el verdadero sueño reside en la urbe de hierro y cemento lejos de incomodidades y bichos, so pena de ser excomulgados estos últimos, parodiando la anécdota relativa a los jejenes durante la conquista de los pueblos  de Anahuac.

Por otra parte el fenómeno  cultural depende  del contexto natural.

El componente naturaleza ha impactado a los seres vivos que tuvieron que adaptarse a las condiciones, pero que también modificaron.

La cultura permitió al hombre registrar estos cambios, pero a su vez, ésta fue producto de la interacción hombre naturaleza.

La búsqueda, entendida como actividad humana, dicta sus propios métodos y artimañas, uno de tantos ha sido el viaje o desplazamiento del hombre en el tiempo y espacio, lo que le permite el contraste, el asombro, la conquista, la migración y, lamentablemente, la destrucción, en el peor de los casos.

La posibilidad de viajar ha permitido al hombre desarrollar la capacidad de comparar,  en dicho ejercicio se evalúa y con ello, dependiendo de la sensibilidad del sujeto, se logra cierto grado de reflexión del propio yo y sus entornos a partir del otro y de lo otro.

Algunos autores (Ascanio, 2001; Rodríguez, 2001) sostienen que finalmente en este trance del individuo terminan imponiéndose los entornos de origen, los propios, sin embargo, nadie duda de la fuerza de atracción y el impacto, sutil si se quiere, de lo distinto, lo diferente, lo ajeno, llegando, en casos extremos, al cuestionamiento mismo del yo.

El plano de lo estético y su grado de desarrollo en el viajero, determinará, de alguna manera, la fuerza del impacto.

De los viajeros o narradores de viajes como Herodoto, Homero, Marco Polo o Alejandro Magno, existen excepcionales relatos donde el asombro y el reconocimiento se expresan libremente sin cortapisas ni limitaciones y siendo el Ulises de Homero el odiseo, viajero o aventurero  por excelencia, basta remitirnos a las páginas excelsas de la literatura griega para darnos cuenta que el hombre emprende viajes para descifrar su destino, viajes circunstanciales como el del propio Edipo, hecho rey y descifrador de los enigmas de una cultura distinta que finalmente le reveló su identidad.

En la literatura estos aspectos son muy recurrentes: Lugares que sugieren; ambientes ajenos que despiertan un yo distinto; culturas o costumbres que revelan secretos: tradiciones extrañas que incitan, en fin, recurso literario este que enfrenta al yo y sus entornos con el otro y lo otro, lo que se traduce como anagnórisis o reconocimiento a partir de algo propio o externo.

Viajeros otros como Charles Darwin que durante aproximadamente 5 años recorrió el mundo visitando África, Oceanía y América del Sur y Alfred R. Wallace, que también invirtió cerca de 12 años viajando al Amazonas e Indonesia, desde el ámbito de lo natural narraron y reflexionaron en torno a entornos distintos, concluyendo  la diversidad  de ambientes y organismos, y, según sus ideas, estas variaciones son esenciales, en particular las que se originan para que los individuos se adapten al medio  (aunque en realidad no supieron explicar estas variaciones ni como pasaban a las generaciones futuras), cuestionando al hombre mismo y por ende revolucionaron  los conceptos de identidad de la época.

En suma, viajar, en la actualidad, nos permite vincularnos con el otro y lo otro, la intensidad y las huellas que esta interacción genere, estarán determinado por muchos factores, sin embargo la facultad sobre la apreciación estética en cada individuo frente a los nuevos elementos, necesariamente condicionarán de manera conciente la adopción de una actitud determinada.

Podemos revisar los casos en que el individuo viaja, independiente de la intencionalidad y contextualidad que motivó el viaje, ya en el caso de las conquistas, viajes al fin que se traducen en experiencias o vivencias  que enfrentan a un yo con un otro; un referente natural o medio ambiente con lo otro, y cualquiera que haya sido el final, siempre el viajero-conquistador cauto, observador, sensible reconocerá las formas y se dejará maravillar por el asombro de lo nuevo, novedoso o extraño, caso tales como las misiones en América Latina, que dieron fe y testimonio de las culturas aborígenes, de sus costumbres y usanzas; describieron el entorno natural en que los naturales del lugar desarrollaron su cotidianidad, de cómo los elementos naturales adquieren significados distintos, de la magnificencia de paisajes jamás imaginados, a veces tomados como señales divinas, efecto de los entornos en el yo, todo al paso de la destrucción de pueblos o la construcción de nuevas sociedades y por tanto nuevos entornos tanto sociales como naturales, este último se puede ejemplificar con la proliferación de la palma de coco en el trópico de América a partir de los viajes.

Es tal el efecto de los encuentros que en la historia de las crónicas podemos advertir que la expresión humana llega a crear mitos y ficciones ante la imposibilidad de la descripción más apropiada de la realidad, ya que ésta misma estaba fuera de sus propios imaginarios.

Además debemos apuntar que la experiencia es recíproca, lamentablemente pocas referencias tenemos al respecto, no obstante un título nos permite y avala esta cuestión: La visión de los vencidos (León-Portilla, 1992), donde desde la óptica contraria se narra el impacto del grupo local y donde éstos se sitúan como el yo frente al otro.

Lo mismo o de manera muy similar acontece en los otros viajes: viaje-aventura, viaje-investigación, viaje-migración y el mismo viaje-guerra.

La diversidad social (cultura) y natural (medio ambiente), y la conciencia de ello permiten al hombre los referentes necesarios en lo material y en lo abstracto para el efecto de individualización y con ello, a través del proceso dialéctico entre el yo y el otro; el yo y lo otro, la elaboración de un neodiscurso en el que inciden los términos de ética, tolerancia, respeto, diversidad, ecología, sustentabilidad y biorresponsiva.

Anteriormente nos referíamos a la idea expresada por Carlos Fuentes en cuanto a la elaboración de la identidad de los pueblos latinoamericanos por medio de la literatura y del paso hacia la diversidad, un ejemplo dramático de la exageración, no de la construcción de identidad, sino de la aberración de la intolerancia racial, la vivimos durante el siglo XX, con las discriminaciones y guerras avaladas por el fascismo, lo que despertó en la sociedad, una nueva actitud para con el otro, al menos en el discurso y en las instituciones internacionales, ciertamente este aspecto humano ante el otro y de igual manera ante lo otro: lo natural o medio ambiente, ni es propio del siglo XX ni está ausente en el presente. Por tanto una doble amenaza es la constante: la destrucción del hombre a través del hombre mismo o por el daño irreversible ocasionado en el medio ambiente, mas ante tal actitud, las sociedades construyen o intentan construir nuevos escenarios donde se ejerza una convivencia humana plena.

Nuevamente el viaje adquiere significados nuevos, ahora como una práctica humana de convivencia, de interacción con el otro y con lo otro, con el fin de establecer semejanzas y de reconocer diferencias, aquí cabría mencionar lo expresado por  Francesco Frangialli (2001) en su discurso sobre día mundial utilizado como lema por la OMT: "El Turismo: Instrumento para la paz y  el diálogo entre las civilizaciones"  

Regionalización y globalización o las partes y el todo, como una especulación necesaria ante paso avasallador de la tecnología: medidor entre los sistemas sociales y naturales en que el hombre se ve inmerso y en determinados casos atrapado.

Viajando el hombre ha adquirido conciencia de tiempo y espacio, de suerte tal que la ecuación tiempo-espacio da como resultante la distancia, misma que se resuelta con la velocidad de la tecnología de punta lo que permite la manipulación del tiempo-espacio con los nuevos y sofisticados sistemas de comunicación y transporte, lo que nos ha habilitado a desplazarnos prácticamente a cualquier lugar en cuestión de momentos.

Lo anterior desarrolló, en la economía capitalista, un nuevo concepto de viaje,  dotándolo de facilidades ya no para el conquistador, migrante, aventurero, investigador o guerrero, sino que en su versión más amplia y enajenadora, reinventó el fenómeno social del turismo.

Para ello preparó los megadesarrollos de acogida y diseño mediante la publicidad, tantos mundos imaginarios como es capaz de desearlos, sometiendo en su gran mayoría entornos sociales y naturales, regionalizando la oferta y globalizando la demanda. Viajar, ahora presupone un nuevo actor o sujeto: al turista; ser visitado, ahora obliga a ser diferente, en algunos casos a fingir siendo los mismos.

En ambos casos el encuentro se realiza, los aspectos estéticos entran en función, se desarrollan nuevas prácticas sociales de coexistencia, los entornos naturales son apreciados desde referentes distintos y por tanto revalorados por propios y extraños, las tradiciones y costumbres reviven y amplifican sus significados ante la presencia del turista o viajero.

Luego entonces lo que era cotidianidad y naturalidad se transforma en producto con valores comerciales llegando a ser patrimonios o atractivos ante el asombro del lugareño y regocijo del visitante.

Definitivamente ambos a partir de estas experiencias son distintos, son diferentes, efectúan cambios desde la perspectiva del yo y del otro.

La masificación del turismo y la mayor frecuencia de encuentros provoca en casos extremos modificaciones radicales, lo que da motivo a los investigadores sociales fincar sus objetos de estudio en dichas transformaciones o adaptaciones, al investigador del área natural le seduce determinar los impactos y alteraciones a los ecosistemas, el análisis de los indicadores de sostenibilidad, el daño o resistencia del medio ambiente ante la presión por las sobre cargas o densidades no previstas y sus consecuencias, en fin se crea todo un debate en torno a los entornos involucrados entre turistas y anfitriones.

Desde la economía se convalida al fenómeno turístico como la actividad económica más rentable y con grandes expectativas, llegando a establecer a la actividad del turismo como una de las alternativas de desarrollo económico para los pueblos o comunidades sumergidas en la pobreza y olvido de las gestiones gubernamentales en pro de una mejor calidad de vida.

Sin duda el turismo genera riqueza, misma que finalmente retorna a los grandes capitales inversionistas y la derrama económica en las comunidades son mínimas, no obstante y sobre el deterioro de lo social y ambiental, la población percibe los beneficios de esta nueva empresa.

Una situación específica digna de ser comentada son los procesos de transición en los pueblos costeros, estudiados por la antropología marítima o costera, donde se torna la actividad principal, la pesca, en la prestación de servicios turísticos en los desarrollos de sol y playa, modelo que enfrenta actualmente su desgaste y las críticas por su presencia destructora.

En el turismo alternativo pretendemos que los sujetos no abandonen sus actividades originales, pero quién puede afirmar que el pescador es mejor que el guía de turistas o viceversa, nuevamente la subjetividad determina la opinión según el grupo de pertenencia.

Supongamos el casos en que el éxito o clímax de un destino turístico masivo empieza a ceder y emprende la caída, ya por la competitividad, ya por el deterioro y corrupción de sus entornos o por fuerza gravitacional, este mundo físico en que nos vemos inmersos, y con ello la riqueza y sustento se mudan, dejando toda una comunidad perpleja y sin muchas opciones, ya que no es rentable y satisfactorio retornar a la actividad de antaño, la pesca. Los mismos sujetos visitados, a fuerza del mercado, dejaron de ser, para ser distintos en colaboración del otro, su contexto natural se les revela de distintas maneras, obligando al replanteamiento colectivo sobre nuevas formas de ser y generar actividades económicas emergentes.

Por citar un ejemplo del supuesto anterior, bien podemos aludir las islas de San Andrés y Provincia, Colombia en el Caribe  que a fines de los 80´s el emporio turístico sufrió un vuelco que obligó a una reconstrucción y planificación total, a fin de atraer nuevamente a los turistas.

En tanto el viajero-turista, sigue visitando mundos distintos donde cultura y naturaleza le acogen de maneras sugestivas incitándolo a ser distinto, inciden en él de tal manera que lo absorben durante el fragmento de tiempo o estancia en dichos lugares.

La actividad turística, no podemos cegarnos ante ello, posee una fuerza creativa en aras de la mercadotecnia, así como una capacidad de renovación realmente impresionante, tan sólo en México podemos observar dos ejemplos que contrastan entre si, la invención de un destino turístico, que de la nada se erige sobre las ruinas de una cultura enterrada, la maya, por cierto vestigios en el olvido que adquieren su rango de patrimoniales a partir del valor añadido por el turismo, nos referimos al desarrollo turístico masivo en Cancún, que siendo uno de los principales éxitos como proyecto en México sigue posicionado a nivel internacional, caso contrario al desarrollo de Punta de Mita, en el estado de Nayarit, México, ubicado en la punta norte de la Bahía de Banderas, sitio medio del pacífico mexicano, donde se movió o trasladó materialmente toda una comunidad legendaria, cediendo las zonas costeras para desarrollos privados, no obstante que el lugar registra vestigios prehispánicos, aquí la comunidad removida no disfruta de los beneficios del turismo ya que éste es muy exclusivo.

En este caso el yo (turista-residente) se impuso totalmente y con actitud hermética imposibilitó toda relación para con el otro, sin embargo el encuentro se dio, y el yo ahora interactúa con el entorno natural del otro y se construye distinto en el disfrute de lo que antes era ajeno y popular, hoy propio y particular. En contrapartida podemos encontrar a los viejos, como a don Vicente, alias el Marro, quien nunca estuvo de acuerdo con el trueque y sin embargo a sus setenta años, sigue luchando derrumbando muros colindantes en su nueva morada, ello se debe a que nunca vivió delimitado o acotado, es decir, el concepto de propiedad privada era muy limitado y aun se afana en afirmar que los muros o lienzos que delimitan terrenos son para los animales, vacas o burros, y que él no es animal, él, pescador de toda la vida ahora cómicamente una caricatura penelopezca, destruyendo por las noches, lo que le obligaba a ser distinto y sin lograr entender su entorno natural que no le refiere absolutamente nada, y no es que el muro de el Marro sea más o menos importante que el muro de Berlín, sino que este expresa realidades particulares ad doc al asunto aquí planteado.

R. Cansinos Assens (1990), en la introducción al Libro de las mil  una noches, de manera poética describe sintéticamente, de alguna manera, lo que a nosotros nos ha costado un lío: Todo en Oriente reposa adormecido durante el día ardiente y deslumbrante; es por la noche cuando la Naturaleza y los hombres se reaniman y empiezan verdaderamente a vivir.

La cita anterior expresa de manera singular como hombre y naturaleza adoptan una forma de ser compartiéndose, confabulándose contra el día, disfrutando la noche. 

Realmente la historia de la naturaleza y la de los hombres se condicionan recíprocamente, alterar uno de estos factores, necesariamente influirá en el otro.

Los problemas que la actividad turística masiva ha generado deja de manifiesto que el hombre se transformó a partir de que el viaje cambió a su actor principal haciéndolo turista, la economía explota el ocio del obrero y el mundo entero se visita a si mismo, se reconoce como distinto y admira la diversidad en los contextos naturales, en el mejor de los caso aprende de su experiencia y deja una enseñanza a donde quiera que va.

Esta actitud en el legendario viajero o en el turista, no muy común por cierto, ha creado que el turismo sufra transformaciones y adaptaciones, entre otros, la construcción de un turismo alternativo, éste engloba a todos aquellos tipos turísticos antagónicos al turismo masivo y depredador, en el turismo alternativo podemos enlistar el etnoturismo, ecoturismo, turismo rural, turismo religioso, turismo de aventura y turismo cultural, donde la característica principal es que esta nueva manera de viajar advierte al nuevo turista (el yo que viaja) que su anfitrión, el otro, le es complementario, es más le es necesario en tanto que ambos disputan la esencia de lo humano y el triunfo sólo será posible entre ambos. Viajar, es visitarse, contemplarse en fin es suma de sujetos; el nuevo turista (el yo viajero) viaja al medio ambiente del otro para entenderlo, asimilarlo y contemplarlo, en estos trances el yo cuestiona y reflexiona de la distinta manera de ser él en su medio ambiente, de cómo se le revela su entorno natural y lo aprovecha.    

 Este turismo alternativo es una posibilidad de empezar la verdadera búsqueda del yo en el entorno social y natural del otro.

 El hombre que busca ya en la cultura del otro, ya en medio ambiente ajeno, sin duda alguna merece el título de viajero, sin embargo ese viajero mitológico lo hemos degenerado o transformado, según sea el caso, en el turista o semidios divisa; en la caricatura de antropólogo, humanista o biólogo; en el literato en busca de las musas reducidas a hembras tropicales con exóticas fragancias y aromas de frutos afrodisíacos; o en aquel simple turista que comparte y se complementa del otro y de lo otro y resucita la odisea humana.

En la mediada que el turismo alternativo vaya ampliando horizontes y dándose tal como es, sin ficciones ni mundos recreados, carentes de toda significación, huecos y artificial, antes bien mostrándose reales, cotidianos y naturales, en esa medida la reciprocidad se da sin límites, plena, con asombros y algunas decepciones, el turista deja de ser ficción explotada, deja su estrés y su monotonía, truncándose en ser receptivo y mortal,  con la responsiva de una cultura propia por compartir y de un medio ambiente por conservar.

Un turismo alternativo que busca descubrir novedades y estimule el desarrollo personal (Bringas y Ojeda, 1998)

Un turismo alternativo que con tropiezos, construye su propio discurso y sus propios sujetos, donde lo sustentable o sostenible (en lo natural y social) sea consecuencia dela actitud humana y no un acto forzado por la voluntad de un ideal elitista y utópico, donde la calidad de vida no se cuestiona por la obviedad de lo innecesario del término.

Un turismo alternativo donde los roles del yo que viaja y el tú (el otro que recibe) no se diferencian, donde la natura (sic) no es enigma ni magia, no representa al otro, sino que es el contexto espacial para que los sujetos ejerzan su facultad múltiple de ser.

Un turismo  tal que deje de ser alternativo, un viaje que implique ya no la búsqueda, sino el encuentro, ya no el otro, sino el tú, ya no lo otro, sino la naturaleza. Encuentro del hombre con el hombre en el marco del respeto de las diferencias que no nos singulariza, antes bien nos pluraliza y posibilita como especie cosmopolita que venera y se debe a su entorno natural particular: nuestro medio ambiente.

Sin duda alguna cualquiera que sea nuestro interés con respecto al turismo alternativo en general y del turismo cultural en lo particular, debemos orientar nuestros esfuerzos hacia la juventud, ya que como herederos, ellos reinventarán el viaje cuantas veces sea necesario, llama la atención un movimiento de jóvenes a nivel internacional que a través de ONG´s  u otras agrupaciones organizan viajes donde la premisa principal es la de convivir, trabajar y conocer otras culturas, en el caso de México, con sede en Puerto Vallarta, Jalisco el grupo “Nuestra Tierra” ha venido trabajando esta idea con excelentes resultados, sobre todo cuando la experiencia vivida por los jóvenes es de índole formativa. Cabe destacar que esta nueva concepción de viajar aunado con el trabajo, en principio revalora al trabajo mismo, no como la práctica remunerado o la de la simple ayuda, sino como el pretexto de convivencia.

Quizá lo más revelador a fin de cuentas de viajar, no es la explicación del yo a partir de que existo, sino la implicación misma de la existencia a partir de la coexistencia, máxime cuando el otro es distinto en sus entornos cultural y natural.

Por último y como rubro que se nos queda en la mesa, ya el viaje ha llegado a lo insólito o lo increíble, donde los entornos realmente se imponen, donde la naturaleza se amplifica a lo físico e infinito, nos referimos a los viajes derivados del turismo espacial, sin duda una experiencia válida de la búsqueda del yo en el entorno natural (físico) y ¿social?  del otro, si es que el otro existe.

BIBLIOGRAFÍA

Ascanio, A., 2001: El turismo cultural: Gestión de partes interesadas y la complicidad del equilibrio. Congreso virtual de turismo. Argentina. 2001. www.equiponaya.com.ar.

Assens, R., 1990: Estudio literario-crítico de “Las mil  una noches”. México.

Bringas, N., y Ojeda, L., 1998: El ecoturismo: ¿una nueva modalidad del turismo de masas?. México.

Frangialli, F., 2001: Discurso relativo al Día Mundial del Medio Ambiente. OMT. República Islámica de Irán.

León-Portilla, M., 1992: La visión delos vencidos. México.

Rodríguez, J., 2001: La reinvención cosmopolita de la autenticidad.  Congreso virtual de turismo. Argentina. 2001. www.equiponaya.com.ar.


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