1er Congreso Internacional "Pobres y Pobreza en la Sociedad Argentina"

Universidad Nacional de Quilmes - Argentina

Noviembre 1997

Ponencias publicadas por el Equipo NAyA
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JORNADAS "POBRES Y POBREZA EN LA SOCIEDAD ARGENTINA"

Universidad Nacional de Quilmes-Centro de estudios e investigaciones laborales del CONICET.

6 y 7 de noviembre de 1997. Buenos Aires.

"Significaciones de lo laboral y transformaciones en la subjetividad"

Bialakowsky Alberto Rosana Kuravsky Marisa Bilder Andrés Chan

Noviembre de 1997.-

Introducción1

Las profundas transformaciones producidas en las últimas décadas en torno al trabajo - relaciones laborales, mercado de trabajo, procesos productivos, construcción de actores y sujetos colectivos- nos obligan a reconceptualizar algunas de las nociones tradicionales a partir de las cuales la sociología del trabajo desarrolló sus basamentos tanto teóricos como epistemológicos.

"La resignificación del trabajo abarca desde la inclusión del trabajo en una relación social, hasta la constitución del sujeto. Efectivamente, la primera consideración que surge es que si se trata de una relación social, implica, por un lado, la constitución del trabajo como proceso histórico y como espacio de fuerzas contrapuestas. De ahí que el significado del trabajo, en el inicio de su constitución conceptual, presente un cruce entre la alienación y el poder, entre la constitución del colectivo y la representación sindical, el "ser genérico" y la propia subjetividad."2 Es en esta línea que nos proponemos avanzar en el análisis del trabajo desde una matriz teórica capaz de ampliar las formas de conceptualización, de interpretación y categorización de todo aquello que involucra de algún modo al trabajo humano, en otras palabras, mostrar las relaciones sociales que se construyen en el trabajo y que a su vez le dan soporte y significación.

Desde inicios de la década del 80', la profundización de tres grandes tendencias ha transformado radicalmente tanto las formas de participación en el mundo del trabajo como las de integración social. La reorganización de los procesos productivos, las modificaciones del rol del Estado y el debilitamiento de las armazones institucionales de protección laboral y social, suponen la ruptura de los patrones tradicionales de inserción laboral, remitiendo a nuevos modos de gestión de la mano de obra que se cristalizan en situaciones de mayor heterogeneidad y precarización de las relaciones laborales.

Si durante los 80' la sociología laboral se interrogaba acerca de la constitución de una economía negra y de un mercado de trabajo ilegal y la conformación de bolsones de informalidad que ponían en cuestión la estabilidad propia de un mercado todavía regulado, en los 90', asistimos a la formalización a través de una normativa jurídica que legaliza la flexibilidad laboral, promoviendo una multiplicidad de formas de contratación que hasta no hace mucho parecían ser más bien de tipo marginal.

"...la así llamada década perdida...culmina con la aceptación de los patrones informales en la formalidad y la instalación de un proceso de mercantilización de los elementos que constituían el salario indirecto. El trabajo va a la compraventa despojado cada vez más de los atributos que generaban responsabilidad sobre el trabajador que se contrata...la oferta de trabajo se realiza en creciente medida bajo propio riesgo, presentándose el trabajador como valor cada vez más puro, y por lo tanto desprendido de la corporeidad del que trabaja"3 Esto supone al menos la existencia de dos condiciones:* Una franja de trabajadores dispuesta a insertarse en el mercado de trabajo bajo cualquier condición (precariedad)* La ausencia de cobertura institucional estatal o sindical (desprotección)La aceleración de estos procesos supone una redefinición de las posiciones y las reglas de juego por parte de los actores involucrados (especialmente Estado y empresarios) que colocan al trabajador en una compleja trama de relaciones de dominación (con grados variables de conciencia y legitimidad) sustentada por la legitimación de la arbitrariedad que promueve la flexibilidad laboral.

Estos fenómenos no aluden sólo al nivel de los procesos productivos y las relaciones laborales, en términos objetivos, sino también los niveles subjetivo y simbólico.

Afectan, sin duda, tanto la supervivencia como los marcos de referencia y significación individuales y colectivos.

Pretendemos centrar nuestra indagación en la crisis del trabajo y sus consecuencias en la constitución del actor trabajador. Partimos del supuesto de que dicha crisis cuestiona los modos tradicionales de identificación con el trabajo y de construcción colectiva y que estos procesos tienen consecuencias profundas al nivel de los vínculos sociales y la constitución de la subjetividad, instalando la crisis en un nivel social más general.

Nos proponemos analizar el pasaje del "trabajador universal" al "trabajador precarizado" dando cuenta del proceso de desarticulación de la categoría histórica que alude al trabajo asalariado, cuyos atributos principales consistían en: la relación de dependencia, la formalidad, el convenio colectivo de trabajo y el salario indirecto.

Usualmente se define al trabajador precario como aquel que presenta una inserción endeble en la producción social de bienes y servicios, la cual se expresa en formas de participación intermitente, contratos de tiempo parcial, no sujeción a las leyes de indemnización por despido y otras normas del derecho laboral, así como el desempeño en ocupaciones de baja productividad y en ramas o sectores en vías de desaparición.4 Sin embargo, el fenómeno de la precariedad no debe ser entendido ni analizado sólo como un problema de carácter económico ni limitado al mercado de trabajo. Se trata además de una crisis que cuestiona el sentido y el significado del trabajo y se manifiesta a nivel del imaginario social y de las representaciones que los sujetos construyen acerca de los cambios acaecidos.

El debilitamiento de las armazones institucionales produce un quiebre en los esquemas, tanto materiales como simbólicos, de protección, de certidumbre, de confianza y de proyección, que sirvieron como mecanismos de integración y contención social.

Desde nuestra perspectiva, el proceso de precarización adquiere de este modo como rasgo central: la fragilización y el deterioro del vínculo laboral que desestabiliza a su vez la dinámica de interacción y autoreconocimiento en el espacio social en general.

Nuestro análisis tendrá en cuenta dos ejes: conformación y crisis de la identidad laboral y nuevas formas de vulnerabilidad relacional. Plantearnos la reflexión sobre la precariedad a partir de estas dimensiones nos permitirá dar cuenta de sus implicancias en el posicionamiento del sujeto trabajador, pero además visualizar las articulaciones que existen entre precarización laboral y social. Como propone Castel, un proceso convergente: "...de desenganche en relación al trabajo y en relación a la inserción relacional..."5 CONFORMACION Y CRISIS DE LA IDENTIDAD LABORAL:a) COLECTIVODesde una primera aproximación general, podemos referirnos al colectivo laboral como el nexo o lazo social que se produce en y a causa del proceso de trabajo. No se trata sólo de la organización, sino del sentido colectivo que da cuenta de los soportes necesarios para la realización del proceso de trabajo en términos de relaciones sociales -paradojales- de dominación y participación.

El atributo fundamental de los colectivos laborales, aunque no siempre el más reconocido, es el de proveer de contenido y significación al trabajo mismo, posibilitando una redefinición del sentido "naturalizado"; de lo que usualmente se entendía por trabajo desde el interior del propio proceso.

"Así como el significado del trabajo lo encontramos en la relación social que se establece como soporte del proceso de trabajo, lo reivindicativo propiamente dicho también lo hallamos dentro de esa relación como una crítica activa. La resistencia individual sólo expresa un segmento de dicha crítica. La reivindicación trasciende el orden individual (...) desnuda el núcleo del proceso de trabajo, es decir, el poder que funda la relación social"6 La construcción social del trabajador y su identidad se plasman así en estos espacios colectivos a los que abordamos partiendo de la centralidad del proceso de trabajo como materialidad inescindible. De este modo descubrimos el soporte social que le subyace y las formas de conflictividad y cooperación que emergen de la relación.

La conformación del colectivo aparece para el trabajador mediatizada por varios componentes o elementos que se hallan en relación directa con su ser-hombre en situación de trabajo: el significado que los propios sujetos dan a su trabajo, sus propias definiciones acerca de las condiciones de trabajo y los deseos y expectativas respecto de las tareas en función de su identificación sectorial. 7 )Tomando como ejemplo el período de la organización del trabajo taylorista- fordista, podemos evidenciar la emergencia y consolidación de colectivos de reivindicación sustentados por matrices referenciales signadas por la homogeneidad en las formas de trabajo. La estructura sindical respondía a la forma general de un modelo de organización cuyo rasgo fundamental residía en la homogeneidad (homologación) de calificaciones y condiciones salariales, de los derechos laborales y como consecuencia, también de las formas de lucha sindical.

En este sentido, la noción de pertenencia se construyó en un complejo entramado de vivencias, discursos y representaciones socialmente compartidas, favorecidas por un contexto de condiciones relativamente homogéneas que fueron sin duda, una fuente generadora de poder para los propios trabajadores.

Marx planteaba como primera condición para la conformación del colectivo la reunión de las masas en grandes fábricas, bajo el mismo patrón. El espacio de trabajo común promueve la identificación entre los pares, a partir del reconocimiento de las condiciones de trabajo socialmente compartidas. Es precisamente el sufrimiento común, un momento fundante de identificación, todavía especular que precede a la generación de conciencia colectiva.

El segundo momento es la identificación del otro; la conformación de la identidad por oposición al diferente/opositor/ enemigo que surge del reconocimiento del sujeto de la dominación, responsable del sufrimiento colectivo. La construcción de ese otro como el gran Otro supone la instauración de un antagonismo de base, inherente a la estructuración del campo de la relación.

La identidad, tal como la definen Dessors y Molinier "...es una conquista que se capitaliza en el orden de lo singular pero que opera en el orden de la intersubjetividad. La realización de sí mismo pasa por la mirada del otro". (8 )La identidad laboral gestada durante la etapa industrial estaba fuertemente asociada a esquemas de protección, seguridad, y estabilidad propios de un contexto de regulación del mercado laboral signados por el derecho al trabajo y al pleno empleo.

La crisis de esa concepción del trabajo, el quiebre de la noción de trabajador universal y el deterioro de los colectivos laborales que históricamente operaron como marco de referencia y de construcción de sentido suponen, en los escenarios actuales, una seria dificultad de conformar mecanismos de identificación capaces de sustentar la identidad del sujeto como trabajador, y también, en consecuencia, como actor social.

Las transformaciones del mercado laboral y del sistema de trabajo exigen redefinir los instrumentos conceptuales para leer estos nuevos fenómenos. La heterogeneidad de situaciones laborales producto de los procesos de flexibilidad, precarización y la segmentación del mercado laboral cuestionaron fuertemente los antiguos mecanismos de identificación de los trabajadores y los fundamentos culturales que definían la acción sindical.

La precarización se generaliza y con ella se incrementa la diferenciación entre los trabajadores rompiendo los lazos históricos de constitución de la solidaridad. El trabajo pierde los atributos que lo definían, las identidades laborales se ven erosionadas y los vínculos al interior del espacio de trabajo, desgastados, promoviéndose nuevas formas de conflicto muchas veces no visible y no conciente, y con escasas posibilidades de reivindicación.

La heterogeneidad se presenta como una compleja yuxtaposición de egoísmos localizados, donde muchas veces los sujetos sólo tienen espacio para el reclamo atomizado y para la reivindicación individual. (9 ) Lo colectivo, como expresión del vínculo social entre pares, capaz de dar un contexto y un sentido a la propia existencia, pierde ese lugar privilegiado en los procesos de promoción y construcción de identidad, y al caer los modelos unívocos, tradicionales de identificación colectiva, poco a poco la precariedad se acepta, se introyecta y se naturaliza.b) OFICIOA partir de la etapa de postguerra se fue construyendo un sujeto trabajador cuyo modelo y significado estaba dado por el reconocimiento y valorización de su oficio como elemento significativo en los procesos de constitución de identidad.

Sin embargo, la dinámica del proceso capitalista fue expropiando paulatinamente los saberes del oficio, por una parte, objetivándolos y depositándolos en sistemas tecnológicos cada vez más complejos; por otra parte, acotando y fragmentando el dominio de la organización al quedar cada vez más concentrados el poder y la gestión en el capital. En otras palabras, dicho proceso alude a una lógica capaz de '... poner fuera del sujeto lo que lo sujetaba en su identidad autónoma, su saber - hacer (oficio) y su saber organizativo. (10 )La caracterización que podemos hacer del sistema capitalista de producción se basa en diversas formas de apropiación y expropiación del sujeto en tanto trabajador. En refrencia a la dinámica de expropiación, es posible aludir a un primer momento de expropiación de los medios de producción; expropiación técnica del saber (taylorismo) y en la última etapa, la expropiación de "la propiedad del puesto de trabajo" (jurídicamente garantizada durante la etapa del Estado Benefactor). (11 )En un contexto de fragmentación de los vínculos laborales que hacen a la trama misma del proceso de trabajo "...más débiles resultan los contactos entre pares y la cooperación cede paso a la competencia horizontal, el compañerismo no impregna el proceso de trabajo y, por lo tanto, su significado." (12 ) Aludiendo específicamente al oficio, Gorz ha descripto los cambios que vienen sufriendo el sentido y el significado del trabajo:

`En el pasado ... la práctica de un oficio implicaba una forma de vida, una posición en la sociedad y una identidad de grupo definida, de la cual daba pruebas la pertenencia del trabajador a un sindicato. La identificación con el propio trabajo equivalía a proclamar una cultura definida y una posición social'. (13 )En la actualidad, gran parte de los oficios y competencias profesionales tradicionales van adquiriendo un carácter provisional y cada vez más inseguro; ni la tradición de un oficio ni el acceso a determinado nivel de capacitación formal garantizan la estabilidad en el puesto de trabajo.

En un contexto donde el trabajo ya no confiere un sentido de pertenencia a un grupo definido, las múltiples formas de precariedad parecieran adquirir una fuerte centralidad en la configuración de una subjetividad en crisis:

"Los costos subjetivos que implica la fractura de la cultura laboral en tanto soporte de la identidad son enormes (...) las hipótesis de "desgaste subjetivo" son mayores, pero ya no solamente en el sentido de un trabajo que implica riesgos de insalubridad sino que la propia relación social implicada en un tipo de trabajo precario prefigura de antemano un sufrimiento ..." previo y adicional. (14 ) Las representaciones de los trabajadores en torno al oficio y a la capacidad laboral aún hoy siguen estando muy ligadas al anterior modelo de identificación colectiva y social; no se llegan a visualizar las profundas transformaciones que también a nivel subjetivo los cambios estructurales están produciendo.

En el proceso de transición del `trabajador universal' al trabajador precarizado, aquellos elementos que constituían un determinado esquema de construcción de identidad vinculados al oficio podrían estar actuando en forma negativa, es decir, en detrimento de las propias posibilidades de reinserción y adaptación al nuevo contexto. Todos los aspectos que hacían al oficio (un saber altamente especializado, poco flexible o con escasa capacidad de reconversión), desarrollado en largos procesos subjetivos de interacción e integración, pueden llegar a operar como obstáculo frente a las demandas que plantean las nuevas formas de organización del trabajo y las nuevas formas tecnológicas.

Se trata, por un lado, del carácter rígido y monovalente que el oficio tradicional implica en cuanto a las competencias laborales actualmente requeridas. Por otro lado, en tanto esas dificultades son internalizadas como desaciertos o imposibilidades individuales, las respuestas subjetivas tienden a fomentar la auto- responsabilización.

En síntesis, el oficio se presentaría como un importante obstáculo para la resignificación de las propias capacidades acotando o quebrando las posibilidades productivas y organizativas tanto individuales como sociales.

NUEVAS FORMAS DE VULNERABILIDAD

A partir del análisis desarrollado respecto del deterioro de la condición de trabajador y del vínculo con el trabajo, nos interesa plantear un conjunto de interrogantes acerca de las implicancias de la crisis del trabajo sobre el escenario de lo social.

En este sentido, entendemos que la multidimensionalidad que adquiere dicha crisis puede verse reflejada a partir de la intersección de los espacios de lo productivo, lo relacional y lo simbólico. De este modo, el proceso de precarización laboral y social se perfila en base a diversos aspectos: una creciente dificultad para los sectores desfavorecidos de asegurar la propia subsistencia; la percepción de una amenaza generalizada de pérdida del puesto de trabajo y de los derechos adquiridos; el resquebrajamiento de un cúmulo de "certezas" y "seguridades" en torno al trabajo; el debilitamiento de la identidad laboral y la creciente atomización del espacio social en el que el sujeto trabajador se inscribe.

En la modernidad, el trabajo se constituye como eje central de estructuración de lo social: eje de pertenencia, identificación e integración. Es la inserción y relación con el mundo del trabajo la base de sustentación y el principio organizador de la vida a nivel individual y colectivo.

Con anterioridad a los años 80', las nociones de estabilidad, derechos laborales y lazos colectivos aparecen ligadas, para la mayoría de los trabajadores, a una situación de bienestar y a la posibilidad de concretar un recorrido de ascenso social. Sin embargo, los últimos veinte años dan cuenta del proceso de deterioro y quiebre en la historia laboral de amplios sectores de la sociedad, reflejando la progresiva desarticulación de ese modelo de protección e integración.

Podemos observar como las experiencias de debilidad en la inserción y las situaciones de exclusión del mercado de trabajo, suponen una ruptura sobre los propios proyectos vitales de los sujetos. En la actualidad, adquiere primacía una fuerte sensación de incertidumbre respecto del futuro, poniéndose en cuestión no sólo una forma de inscripción en el espacio laboral, sino además, una forma de construcción de un proyecto de vida, encuadrado en la pertenencia a una cultura laboral y en un imaginario de articulación social.

Diversas trayectorias de empobrecimiento y profundización de las carencias materiales, así como la pérdida de referentes colectivos y una mayor debilidad de las redes sociales, configuran un escenario donde el trabajador se recorta cada vez más como un sujeto sumido en la amenaza y el miedo.

Es posible rastrear la introyección de una forma de miedo político durante el último régimen militar, a lo cual se agrega un miedo con base en lo económico-laboral a partir de las situaciones de hiperinflación, ajuste y desempleo en la actualidad. La generalización de estos miedos sociales compartidos -resultantes de los procesos históricos mencionados- señala una serie de transformaciones sociales y subjetivas que impactan en la construcción del lazo social.

Se asiste a un aumento de situaciones donde los sujetos ven fragilizada su inserción o quedan por fuera de los circuitos de producción y por lo tanto, de utilidad y de reconocimiento social.

Por un lado, la experiencia de la precariedad laboral genera en el trabajador angustia y sufrimiento, dada la desvalorización de los saberes y oficios, la pérdida de credibilidad en el sindicato, la sensación de insatisfacción con la tarea y las condiciones en que se realiza.

Por otro lado, la exclusión de la esfera productiva supone para el sujeto la privación de un espacio central de sociabilidad. Al deterioro en sus condiciones de vida, se le suma el deterioro en su prestigio social y en su bienestar psíquico, ambos asociados a sentimientos de incapacidad personal y a la autoculpabilización por su situación de desempleo.

En consecuencia, se proyecta a nivel de las representaciones la imagen de una sociedad hostil que divide a los individuos o grupos en categorías cerradas, donde las experiencias del no - trabajo suponen la ruptura de múltiples lazos sociales tanto a nivel objetivo como simbólico.

En este contexto, los modos de relación social conllevan desconfianza, descreimiento y repliegue individual. Las situaciones de riesgo se acrecientan ante la pérdida del empleo o su precarización, ante el aumento de la violencia familiar, social; al mismo tiempo que las redes sociales de pertenencia y los entramados de sentido se debilitan y no cumplen ya un rol de contención e identificación con otros actores o grupos.

Los límites que impone la crisis se visualizan a nivel de las prácticas sociales al quedar reducidas o relegadas formas de organización comunitarias y solidarias.

La ausencia de un lazo solidario, no sólo se ve en los espacios laborales sino también en un nivel social más general. La incapacidad de que el tejido social opere como malla de contención ante la crisis promueve y potencia situaciones de aislamiento, anomia, privatización del conflicto y repliegue a los espacios privados.

Cobra preponderancia aquella modalidad de construcción y de percepción de lo real basada en valores estrechamente vinculados a una lógica de mercado, netamente instrumental, donde la representación acerca del valor del sujeto se asienta sobre la base de su valor en el mercado, en relación a su rol productivo y a su capacidad de consumo de mercancías.

Asimismo se visualizan los límites que impone la nueva configuración económica y productiva en la centralidad que adquieren las nociones de autonomía y competitividad, diluyendo de este modo un conjunto de significaciones construídas en el modelo anterior de trabajo.

Uno de los interrogantes que alcanza singular relevancia, es en qué medida estos mecanismos de construcción simbólica que se promueven a partir de la desarticulación del trabajador tradicional, pasan a formar parte de la dinámica social y especialmente, de un imaginario centrado en una lógica individualista.

La crisis implica, desde esta perspectiva, la emergencia de un nuevo imaginario que se presenta como fragmentario. Los imperativos de la competitividad dificultan la identificación con el par dentro de un proceso que es de carácter social pero que queda totalmente opacado e invisible como tal para los sujetos.

Al caracterizar el fenómeno de desafiliación social, Castel reflexiona acerca de la emergencia de un "individualismo negativo" aludiendo a "...individuos sin apoyo, y por lo tanto desunidos, que llevan su individualidad como una carga (...) No es complacer la subjetividad, sino que los sujetos se vuelven individuos por carencia..." 15 El proceso de precarización social remite a una profundización de la vulnerabilidad entendida a partir de dos facetas: el debilitamiento de las protecciones instituidas bajo la "sociedad salarial" y la fragilización de los soportes sociales -familiares, comunitarios, de clase, etc.- y de un imaginario acerca de lo social como espacio de inscripción y como posibilidad de proyección y transformación colectiva.

CONSIDERACIONES A PARTIR DEL MATERIAL EMPIRICO

El análisis que presentaremos a continuación se desprende de un conjunto de entrevistas en profundidad e historias laborales efectuadas a personas que han pasado por períodos de desocupación o que en la actualidad se encuentran precarizadas, luego de haber tenido una inserción formal y en relación de dependencia.

En relación al desarrollo teórico acerca del proceso de conformación y crisis de la identidad laboral, tomamos como eje central al trabajo como elemento organizador de la vida a nivel individual y colectivo, asignador de sentido de un sujeto-fuerza de trabajo y de un sujeto-actor social. Se consideraron como variables de análisis: a) el colectivo laboral; b) el oficio.

En segundo término, y siguiendo lo desarrollado sobre la fragilización de los vínculos sociales, se consideraron como variables relevantes: a) la autoresponsabilización; b) percepción del cambio; c) el sufrimiento; d) representación del futuro.

COLECTIVO LABORAL

Tanto la identidad laboral como la percepción de un colectivo capaz de sustentar y dar sentido a la propia situación de trabajo se hallan en el contexto actual resignificados por la presión, la incertidumbre y el miedo que implica la posibilidad del "no trabajo".

El efecto ejemplificador y disciplinador de los despidos de los propios compañeros promueve y potencia la fragmentación, la desconfianza y la competencia, dificultando la conformación de estrategias individuales y colectivas de resistencia frente a las nuevas exigencias.

"...igualmente los cambios fueron muy bruscos. No recibimos el dinero del fondo compensador, desapareció la obra social que teníamos (...) aparte, qué íbamos a hacer, a todos nos preocupaba mantener el trabajo"

"...encima me dicen que no me conocían ahí en la empresa ni los patrones, ni los muchachos jóvenes de ahí que laburaban de chofer, viste, salieron en contra mía (...) Lo que pasa es que la empresa los arregló con guita..."

Si bien en términos generales el deterioro de la imagen sindical era previo al proceso de reestructuración y a la generalización de la precariedad, su ausencia (y en algunos casos su presencia "negativa") contribuyó a posibilitar y acelerar estos cambios.

"Para mí los sindicatos son todos...una manga de atorrantes...para mí viven del obrero. Te descuentan todas las quincenas y ni la obra social ya te garantizan. No defienden al obrero para nada. Ellos se olvidan que fueron igual que nosotros, obreros, trabajadores...A ellos cuando están arriba los compran los patrones, el gobierno, entonces no hacen nada de nada".

"El sindicato negoció el retiro y punto".

"Nunca habían tenido un carácter confrontativo (...) Además, en el "revoleo"de la transición también hicieron sus propios negocios".

A los aspectos mencionados respecto de la amenaza sobre la propia fuente de trabajo, se suman estas percepciones del lugar del sindicato en los procesos de reforma laboral.

Esto contribuye no sólo a obstaculizar la reflexión crítica y la acción reivindicativa, sino que además promueve sensaciones de derrota ante la arbitrariedad de los cambios.

OFICIO

La precarización generalizada de las situaciones de trabajo deja un interrogante abierto: hasta que punto el conjunto de los saberes previos se vuelven efectivamente perimidos y obsoletos? Desde nuestra perspectiva, estas transformaciones deberían ser pensadas también como estrategia de desvalorización (material y simbólica) del trabajo y del trabajador.

El proceso comienza por lo general con la rutinización de las tareas o el quite de responsabilidades. Esto promueve una desvalorización ( y auto-desvalorización) de los saberes que trae profundas consecuencias no sólo en términos de salario o jerarquías, sino fundamentalmente en relación al lugar que se ocupa como trabajador y a la constitución de la propia identidad.

"Después de pasado un tiempo la empresa empezó a contratar diversas empresas que hacían parte del trabajo que yo tenía a cargo" (...) Transcurrido un cierto tiempo prácticamente no tenía trabajo. Por una gestión me ofrecieron pasar a gas residual o bien abonarme al despido. Finalmente opté por retirarme."

"El problema es, si me quedaba en Obras Sanitarias, sintiéndome mal como persona, porque estaba descartado, psicológicamente mal (...) Porque no daba para más, donde estaba yo no daba para más, por más que te dieran otro trabajo, era todo muy rutinario, yo quería hacer cosas, pero me chocaba con mis jefes que me decían "quedate quieto", ellos mismos te lo decían"

Los efectos que promueven estos cambios comprometen la constitución de la propia identidad, ya que, como dirían Dessors y Molinier, ésta se construye "...por medio del reconocimiento del hacer; donde me vuelvo lo que soy, en la expresión renovada del juicio de los otros acerca de la utilidad y la belleza de lo que hago. Dicho de otra manera, sólo accedo a mí mismo y al otro por la mediación de un "hacer considerado, tomado en cuenta.". (...) "Trabajar es entonces beneficiarse con un lugar para hacer y hacerse con los otros. Pero el trabajo puede, por el contrario obstaculizar la construcción de la identidad y ser fuente de sufrimiento." 16 "En el diario, antes, cada individuo que trabajaba en la empresa tenía su escritorio, su lugar ...su llave y su cajonera, ahí tenía sus cosas personales, entonces te tiraron tu mesa a la mierda, y ya no importa dónde te sientes, da lo mismo...a medida que iban comprando las computadoras, nos iban apilando en el fondo con tablero y todo. Una sensación como que era una topadora que te va empujando..."

AUTORESPONSABILIZACION

Luego del quiebre en la condición de estable y protegido, se observan en algunos de nuestros entrevistados una serie de nuevas percepciones respecto de sí mismos y de su propio pasado: la emergencia de formas de auto-responsabilización y culpabilización, capaces de cuestionar aquello que excede a lo propiamente laboral (social, familiar, etc.).

"Mire, realmente no puedo perdonarme no haberme preparado para tener una vida laboral o económica fuera de Gas (Gas del Estado). Creo que era mi responsabilidad como padre de familia. No lo hice en el momento adecuado y ahora estoy pagando las consecuencias..."

Estas nuevas significaciones operan negando el contexto de sentido anterior y los atributos propios del "trabajo universal" imponiendo una lógica de culpabilización individual que refuerza la negación del carácter social de estos procesos.

PERCEPCION DEL CAMBIO

Tal como se observa, el fenómeno de la precariedad constituye para el sujeto un punto de quiebre en relación a un modelo interiorizado y que daba sustento a un proyecto de vida.

"Mientras estuve en Gas del Estado mi única preocupación era ir a a trabajar. Todo lo demás estaba resuelto: cuándo y cuánto cobraba, la seguridad y la estabilidad, la excelente obra social, las vacaciones siempre resueltas con antelación...gozándolas desde mucho tiempo antes, qué se yo...no hay día que en algún momento no piense en eso. Hoy estoy convencido de que si no hubieran privatizado la empresa jamás me habría ido de ella, creo que hasta me hubiera jubilado."

La figura del trabajador precarizado se recorta cada vez más como un sujeto sumido en un contexto de desprotección.

Sin duda, la vivencia de la propia situación de malestar y deterioro, constituye la dimensión central en la construcción del discurso de este grupo de trabajadores.

"...cuando uno compara...no puedo acostumbrarme a esta precariedad, a esta inestabilidad, vivir a los saltos siempre. Todavía no me banco tener que trabajar y además ocuparme de conseguir más trabajo."

SUFRIMIENTO

Siguiendo el análisis respecto de las implicancias subjetivas de la precarización, entendemos que la alienación en el trabajo emerge en este contexto, como sufrimiento del sujeto, y quizás esto constituya una dimensión central en el abordaje de la problemática. Este sufrimiento podría interpretarse desde la ausencia de marcos de contención y de referencia, ligado a la desestructuración de una matriz referencial propia del Estado de Bienestar.

De una forma de estructuración de la experiencia de trabajo basada en un potencial de satisfacción/insatisfacción material y simbólica (visible en las representaciones del trabajo durante las décadas pasadas) se asiste actualmente a la deconstrucción de un andamiaje socialmente construído en torno a la categoría de trabajador asalariado. Dicha mutación puede ser leída a través de la irrupción del dolor y del padecimiento, productos de la experiencia de trabajo precario.

El corrimiento hacia una forma de relación con el mundo del trabajo donde la inestabilidad es permanente, remite a la angustia frente a la pérdida y el temor frente a un futuro inmediato incierto: un sujeto en situación de retraimiento y de evasión.

"...se lo confieso hasta con verguenza: hay momentos que la angustia y el miedo no me permiten continuar trabajando, debo hacer un alto, tomarme una cerveza y recién después de un rato volver a trabajar. Me aterroriza la posibilidad de enfermarme, tener un accidente, que se corte esta racha, qué se yo...tantas cosas..."

Por otro lado, la pérdida de la protección ante situaciones de enfermedad -que garantizaba una relación de dependencia- genera un temor adicional: el trabajo cotidiano es la única forma de satisfacer las necesidades básicas y por lo tanto, la posibilidad de enfermar impide alcanzar la propia subsistencia.

Continuando el análisis acerca del contenido que asume la precarización, resulta importante lo que otra entrevistada describe:

"...el ambiente acá es malo, vivo en un clima que no me gusta, porque no me saben valorar, agradecer lo que soy.

Cómo me van a tener desconfianza!". "...me quieren tener como en la prehistoria, me dan, me dan y me dan porque saben que yo necesito, y como hay falta de trabajo...".

"Acá estoy sufriendo, sufro pero tengo fuerzas."

Se evidencia en este caso un sufrimiento subjetivo que deviene del mismo contenido que asume la relación con el Otro: desvalorización de los saberes y habilidades, desconfianza, maltrato, etc. El reconocimiento del sufrimiento que experimenta nuestra entrevistada se sustenta en gran medida en la percepción de un conjunto de expropiaciones a las que se ve sometida, donde aparece la pérdida del tiempo de ocio, la ausencia de reciprocidad, la imposibilidad de suplir otras necesidades más allá de la necesidad de subsistencia, etc.

"Ahora no salgo, yo no vivo para mí, yo no tengo nada para mí, qué día tengo para mí, trabajo todo el año..."

Otros de nuestros entrevistados expresan:

"Me puse a trabajar de remisero y habré trabajado dos meses, que no me gustaba y no me rendía directamente, mientras tanto trataba de buscar otro trabajo. Hasta que se habrán condolido de mí, la verdad es que se me debía notar en la cara que eso a mí no me gustaba para nada..."

"Me tuve que quedar solo. Esto lo compré a contra gusto. Ya no quiero cortar más fiambre, no quiero estar más acá adentro, no quiero estar más, esto no me interesa, no me gusta, yo no soy almacenero...yo estuve en una oficina, yo no estaba preparado para esto...". "Este negocio yo lo odio, no me gusta, y no sabés cuánto me cuesta a la mañana poner la llave...Esta vida me cambió hasta el cuerpo, yo antes no era así, tan gordo, pero ahora no tengo tiempo para nada...voy a ver si en el verano cierro los domingos así estoy un rato en casa y descanso de todo esto y veo a los chicos."

En los relatos se alude al cambio experimentado al trabajar como cuentapropista en términos de una situación de aislamiento. Por otra parte, se evidencia un fuerte desgaste subjetivo que deviene "...del contacto forzado con una tarea desprovista de interés nace una imagen de indignidad...". "La insatisfacción en relación con el contenido significativo de la tarea engendra por su parte un sufrimiento cuyo punto de impacto es ante todo mental..."17 REPRESENTACION DE FUTUROEn los entrevistados se refleja una percepción fuertemente escéptica frente a la situación actual y futura, tanto personal como social:

"Yo veo que esto no va a mejorar...cada vez está más oscuro...hay sueldos más bajos, está mal para todos..."

"Yo pienso que más adelante esto va a ser peor"

"Yo no veo perspectivas para salir"

Como consecuencia de los múltiples deterioros en las condiciones de vida y de trabajo, se recurre a la comparación con un pasado 'mejor' (que en algunos casos conlleva una idealización del mismo).

"...yo la verdad me quedo con lo de antes, era más lindo (...) antes la gente era más sana, se ayudaba más".

"Lo único que espero es que las cosas cambien y volver a tener una vida digna, poder darle a mis hijos todo lo que necesitan".

La representación respecto del futuro aparece fuertemente acotada, y la restricción en las expectativas supone también una forma adicional de padecimiento.

"Por ahora lo que me interesa es mi proyección de trabajo...y de esa proyección de trabajo va a depender lo que pueda tener el día de mañana".

"Me duele en estos momentos no tener ninguna expectativa, te la van matando, aniquilando con cada decreto (...) yo a veces miro a mis hijos y me da pena por ellos, porque si yo en algún momento me quedo sin laburo qué va a ser de ellos me planteo yo..."

Frente a la amenaza y el miedo -en primer lugar el que representa la propia subsistencia familiar- se hace necesario limitar al máximo tanto las expectativas inmediatas como futuras. Lo que nuestros entrevistados manifiestan es la dependencia que todo proyecto futuro va adquiriendo en relación a la expectativa mínima de la obtención de un trabajo.

Podemos suponer que este ajuste en sus sistemas de expectativas es el resultado de una reducción concomitante en su estructura de opciones tanto laborales como sociales.

De hecho, el proceso de reducción sufrido no ha sido otra cosa que la retracción de posibilidades y expectativas colectivas propias de un momento anterior.

Sin embargo, si los límites se presentan para el sujeto como naturalización de lo posible, se desdibujan como límites, entendidos éstos como horizonte que puede ser modificado y ampliado tanto individual como socialmente. En este sentido, los límites sociales pueden llegar a introyectarse como una frontera simbólica cuyo corrimiento o ampliación se vuelve prácticamente "imposible".

CONSIDERACIONES FINALES

Centramos nuestro análisis en algunas de las dimensiones sociales y subjetivas que caracterizan al trabajador precarizado y su vulnerabilidad: la debilidad referencial, la dilución del colectivo, la naturalización de los límites sociales y el debilitamiento del oficio como lazo social.

En un contexto de abruptas e intensas transformaciones de los procesos de producción y ante la "mercantilización" de las reglas de juego, los sujetos promueven una multiplicidad de intentos de adaptación, muchas veces fallidos o erráticos, donde a la resistencia natural al cambio se le suma la desvalorización -y auto- desvalorización de sus saberes y experiencias.

Desde el material analizado se visualiza que el contenido del lazo social asume crecientemente los elementos del miedo y de la individuación como sus dimensiones preponderantes. La búsqueda de participación y de formación de redes sociales así como la percepción y vivencia de lo social como entidad de referencia, quedan claramente opacadas o reducidas. La construcción de vínculos sociales se ve atravesada por la precarización y la fragmentación.

Sin embargo, y aún frente a la pérdida de eficacia de lo colectivo y lo social (a nivel simbólico y material), y teniendo en cuenta trayectorias individuales descendentes, suponemos no estar ante un sujeto totalmente resignado sino frente a un sujeto que ha resignado su proyección social y un imaginario de cambio social.

Esto puede visualizarse más claramente al tomar en cuenta las representaciones que construyen los trabajadores jóvenes,18 cuya inserción reciente en el mercado de trabajo está signada, desde su inicio, por la inestabilidad y la precariedad. El significado mismo del trabajo se conforma desde la noción y vivencia de la precariedad: el trabajo, para los jóvenes, es sinónimo de trabajo precario, en tanto comienzan a naturalizarse las nuevas condiciones laborales como las únicas opciones posibles.

Asimismo, la introyección de estos condicionamientos se relaciona con la fuerte reducción en términos del contenido significativo del trabajo y los valores asociados al mismo. La búsqueda se restringe a la satisfacción de necesidades básicas e inmediatas de subsistencia y esta inmediatez dificulta la construcción de vínculos colectivos en el espacio laboral, la identificación con los pares, las posibilidades de lograr un aprendizaje y acumulación de saberes, etc.

Al analizar la construcción de subjetividad en los jóvenes, autores como Molitor o Galende, destacan la introyección de valores centrados en la capacidad de competencia, la eficacia, la rapidez, la ambición y la afirmación del poder personal. "En nuestro tiempo privacidad e individualismo han cobrado un sentido positivo en la experiencia de los individuos, y van conformando una utopía de realización personal por fuera, con indiferencia, del conjunto social. El éxito del individuo ya no está ligado al reconocimiento en la vida y los intercambios con los otros sino que consiste en la pura afirmación personal." 19 Podríamos reflexionar entonces sobre la mencionada reducción o invisibilidad de lo social en el sujeto, que por hipótesis supone alguna forma de padecimiento subjetivo. La pregunta se traslada a la relación entre la profundización del padecimiento y los mecanismos subjetivos que sirven de sostén frente a ello.

Ante la experiencia de la precariedad, podemos observar un individuo que padece como trabajador precario, pero que en cierta medida ofrece resistencia a ello desde su propia proyección a futuro: representación que empieza a construírse como un "Mercado" de bienestar futuro, es decir, que se compone de una búsqueda ligada a necesidades individuales, y de una forma de apropiación del "producto" también de carácter fuertemente individual.

Entendemos, entonces, que desde el análisis presentado acerca de la fragilidad laboral y social tanto en adultos como en jóvenes, se desprenden múltiples interrogantes respecto de la emergencia de un nuevo tipo de trabajador y de la construcción de una nueva matriz subjetiva y referencial, aspectos centrales para la comprensión e interpretación acerca de las modalidades de producción y representación de lo social en las próximas décadas.

NOTAS

1 Una versión preliminar de este trabajo fue presentada en el Segundo Congreso de Estudios Sociales del Trabajo, organizado por ASET en el mes de setiembre de 1996, con la colaboración de la Lic. Cecilia Lusnich.

2 Bialakowsky, Alberto; Fernández, Beatriz: "Las articulaciones Laborales: Los estibadores del puerto de Buenos Aires". Centro Editor de América Latina. Bs.As.

1994.Pág.23.

3 Bialakowsky, A., Lusnich, C. "Procesos de formalización de la Informalidad" en Flexibilidad y Condiciones de Trabajo Precarias, Agacino, R. Y Echeverría, M. De., PET, Santiago de Chile, 1995, pág. 33 y 34.

4 Ver Feldman, S. y Galín, P.: "Nota Introductoria" en Galín, P. y Novick, M.: "La Precarización del empleo en Argentina" CEAL/ CIAP/OIT/ CLACSO. Buenos Aires, 1990.

5 Castel, R.: "La dinámica de los procesos de marginalización". Revista Topía, pág.19.

6 Bialakowsky, Alberto y Fernández, Beatriz. op.cit. Pág. 67.

7 Ver Touraine, Alain: "La conciencia obrera" en Eduardo Rojas y Proietti, Ana (Comp). "La sociología del trabajo". Centro Editor de América Latina. Buenos Aires, 1992

8 Dessors, Dominicque y Pascal Molinier. "La Psicodinámica del Trabajo" Seminario Intensivo de Investigación. PIETTE/ CONICET. Buenos Aires, Julio de 1994.

9 Rosanvallon, Pierre, "Las formas de la solidaridad" en Eduardo Rojas y Ana Proietti (Compiladores) "La Sociología del Trabajo" op. cit.

10 Bialakowsky A. `Qué significa el trabajo', pág. 7.

11 Ver Bilbao, A.: "El Trabajador Socializado"en Revista de Sociología del Trabajo Nro. 4. Madrid, 1988.

12 Bialakowsky A. `Qué significa el trabajo', op. cit., pág.2.

13 Gorz A.: "La declinante relevancia del trabajo y el auge de los valores pos- económicos" en Espacios de Reflexión. Area de Investigaciones UTPBA, 1994 pág. 27.

14 Bialakowsky A. y Lusnich C., `Procesos de Formalización de la Informalidad', op. cit., pág. 34

15 Castel, R. op. cit., pág. 30.

16 Dessors, D. y Molinier, P. , op. cit., pág. 3.

17 Dejours, C.: "Trabajo y desgaste mental",Ed. Humanitas,Buenos Aires, 1990, págs. 56 y 72.

18 Nota: en la etapa actual de la investigación se realizaron entrevistas a jóvenes trabajadores en situación precaria, a fin de establecer una comparación con el grupo de entrevistas que presentamos en este trabajo.

19 Galende, E. "De un horizonte incierto", Paidós, Buenos Aires, 1997, pág. 67.

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