1er Congreso Internacional "Pobres y Pobreza en la Sociedad Argentina"

Universidad Nacional de Quilmes - Argentina

Noviembre 1997

Ponencias publicadas por el Equipo NAyA
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4, 5, 6 y 7 de noviembre 1997 - I Congreso Nacional sobre el tema: "Pobres y pobreza en la sociedad Argentina"

El debate europeo acerca de las nuevas dimensiones de la pobreza y la exclusión social.

Autor: Dra. Beatriz WEHLE

Introducción

Después de décadas de crecimiento económico sostenido y de la generalización de un amplio sistema de protección social, el fenómeno de la pobreza ha resurgido en los países ricos. En Europa, después de varias décadas de crecimiento y de generalización de la protección social, las interrogaciones acerca del tema de la pobreza, toman una nueva envergadura en el contexto de este fin de siglo.

Si bien en cada región la pobreza tiene características específicas, desde mediados de los años 1980, la pobreza ha aumentado también en los países ricos. El tema de la pobreza y la exclusión social aparece paradojalmente presente en el debate político europeo generando diferentes proposiciones. La paradoja se plantea al observar que la pobreza se ha extendido en ciudades de abundancia y de excedentes agrícolas, donde los niveles de vida están bastante alejados de los que eran hace un siglo. En 1992, existían en Europa 53 millones de pobres, contra 38 millones en 1975.1 Y ello a pesar que la seguridad social brinda una importante protección contra las enfermedades, el desempleo, la ancianidad y además, en la mayoría de los países de la Unión Europea, existe un salario mínimo instituído legalmente.2 Se estima que en Europa, el número global de pobres varía entre el 10% y el 15% de la población total, pero hay que señalar que existen importantes disparidades entre los países. En Grecia, España, Portugal e Irlanda la proporción de personas que viven en situación de pobreza oscila entre un quinto y un cuarto de la población,3 mientras que en la mayoría de los países del norte de Europa la pobreza toca a menos del 10% de la población. Pero, en el caso de Bélgica, el 20% de los hogares se encuentran en situación de inseguridad y precariedad y el número de personas beneficiarias del minimex (ingreso mínimo garantizado para personas carenciadas) ha aumentado triplicándose entre 1981 y 1996.

Por otra parte, existen fuertes disparidades regionales. En 1993, en el centro y el norte de Italia, la proporción de familias pobres era inferior al 8%, mientras que en el sur esa proporción superaba el 20%. En España, en once provincias de un total de 43, la proporción de familias pobres estaba entre el 30% y el 40%, contra menos del 20% en todo el país.

A pesar que el derecho a un salario decente, a la ayuda social, a la vivienda, a la educación son derechos generalmente incluidos en las leyes, en las últimas dos décadas, las restricciones de la política económica, la precarización laboral, la disminución de salarios y los recortes en la seguridad social han tenido consecuencias sobre diferentes sectores de la población y, particularmente, sobre los sectores más débiles.

En la Europa de fin del siglo XX, la situación social resulta totalmente inédita: globalmente los países europeos producen cada vez más riquezas, pero, paradojalmente, también aumenta el proceso de precarización. En 20 años, después de la crisis de 1973, el PIB ha aumentado en todos los países europeos. Sin embargo, el número de desempleados no ha cesado de multiplicarse. En Gran Bretaña, el ingreso medio ha aumentado en un 37% entre 1979 y 1993. Sin embargo, este crecimiento de la riqueza estuvo acompañado de una creciente desigualdad social: el ingreso del grupo más desfavorecido (alrededor de 14 millones de británicos) disminuyó en un 18% y, un niño sobre tres crece en la pobreza, contra uno sobre diez en 1979.4 En Francia, donde el problema de la exclusión social se halla en el centro del debate político, en un estudio publicado por el INSEE se señalaba, en 1996, que los hogares afectados por el desempleo están entre los que más sufren la pobreza, particularmente aquellos donde la persona desempleada es la referencia del hogar y, más aún cuando se trata de familias numerosas o monoparentales.5 Sin embargo, en las dos últimas décadas la Unión Europea ha desarrollado crecientes esfuerzos en la lucha contra la pobreza y la exclusión con una serie de programas y acciones hacia las poblaciones más desfavorecidas. Actualmente, la Unión Europea va por el Cuarto Programa (Pobreza IV) de acciones en ayuda a las poblaciones desfavorecidas y en acciones preventivas dirigidas hacia poblaciones a riesgo.6 Además, através de diferentes fondos estructurales como los Fondos Europeos de Desarrollo Regional (FEDER), los Fondos Europeos de Orientación y Garantía Agrícola (FEOGA) y los Fondos Estructurales Europeos (FSE) se busca ayudar a las regiones más desfavorecidas e integrar a las poblaciones más vulnerables. Por otra parte, con algunas variantes según los países, existen sistemas de ingreso mínimo garantizado para personas carenciadas en la mayoría de los Estados miembros. En Dinamarca, Gran Bretaña, Holanda, Alemania, el sistema existe desde los años 60, en otros países desde los años 70, como el minimex en Bélgica y en Irlanda el Supplementary welfare, al que se agregó en 1984 el Family income supplement y en 1986, se creó el ingreso mínimo garantizado en Luxemburgo y en Francia, desde 1988, el ingreso mínimo de inserción (RMI).

Pero, aunque en el artículo 117 del Tratado de Maastricht, se afirma que la lucha contra la exclusión forma parte de la política social de la Unión Europea, y en el artículo 118, figura que esa política alcanza a las personas excluídas del mundo del trabajo, el Tratado de Maastricht, firmado en diciembre de 1991, limita considerablemente las posibilidades de acción de la Unión Europea. Fuente de críticas y pedidos de revisión, el Tratado de Maastricht plantea el principio de subsidiaridad, que atribuye ante todo a la responsabilidad e iniciativa de los Estados miembros, como garantes de su cohésion nacional, regional y local, la lucha contra la exclusión.7 En los últimos años, han aumentado las críticas al Tratado por su escaza visión social de los problemas de la población, ya que ésta sufre el peso de las políticas económicas de los gobiernos que tratan de ajustarse a los objetivos de la Unión Monetaria fijados en el Tratado de Maastricht. Producto de esta creciente preocupación de la opinión pública europea, en 1997, durante la última reunión de los países miembros de la Unión Europea en Amsterdam, y a pedido del gobierno francés del socialista Lionel Jospin, se agregó una cláusula social que trata de afirmar una voluntad mayor de los Estados miembros en la lucha contra la exclusión.

El debate sobre el problema de la exclusión social en Europa sigue abierto. El aumento del desempleo, el crecimiento del trabajo precario, las dificultades de inserción profesional, la ruptura de lazos familiares siguen produciendo situaciones de exclusión que afectan a los grupos de población más vulnerables: mujeres, jóvenes, niños, ancianos y personas solas, como asimismo a los trabajadores menos calificados y los inmigrantes de países limítrofes. Y dado el peso que ha tomado el crecimiento de estas y otras situaciones que caracterizan la pobreza en la sociedad moderna, se ha generado no solo un aumento de la desigualdad social, producto de fuertes desequilibrios de ingresos, sino que por otra parte, se ha hecho más complejo su estudio.

1. Los términos del debate europeo

En el sentido común, el término pobreza hace referencia a la falta de recursos materiales. Sin embargo, el debate acerca del concepto de pobreza puede alcanzar interpretaciones más amplias. Los conceptos clásicos que definían la pobreza, no alcanzan actualmente para delimitar y orientar políticas adecuadas, dado que la pobreza, que caracteriza la sociedad contemporánea, produce un fenómeno difícil de cernir con el vocabulario de otras épocas o de otras sociedades. En el debate europeo, el término pobreza incluye diferentes situaciones como la exclusión, marginalización, la precariedad, los pobres y los nuevos pobres.

El tema de la exclusión social en el debate europeo ha generado un buen número de definiciones. Muchas de esas definiciones constituyen otros tantos puntos de partida en la lucha contra la pobreza y la exclusión.

En Europa, en el lenguaje corriente la noción de exclusión social, como resultado de su hiper utilización mediática, tiende a reemplazar la de pobreza. Sin embargo, la noción de exclusión es compleja, además, hay que aclarar que muchas de las definiciones, que agrupan situaciones diferentes de pobreza, no necesariamente llevan a la exclusión.8 El debate se alimenta de las definiciones y acciones en la lucha contra este fenómeno social y especialmente de las diferentes posiciones críticas, pero frente a la gran cantidad de trabajos que, en los años 90, han contribuido al debate sobre la pobreza y la exclusión social y para no caer en ambigüedades, ni en una simple enumeración de efectos o, como lo señala Pierre Bourdieu,9 en "propósitos pensados a la ligera sobre cuestiones mal planteadas", resulta necesario clarificar algunos conceptos.1.1. Algunas aclaraciones conceptuales como punto de partida.La existencia de pobres y de pobreza no es un fenómeno nuevo en el mundo. Sin embargo, si desde épocas remotas todas las sociedades han conocido el fenómeno, las formas y las dimensiones de la pobreza han variado de una época a otra, y muchas veces de una región a otra. Ello ha generado también diferentes maneras de abordar la cuestión que modifican las actitudes que se toman hacia los pobres y las formas en que ellos se representan la pobreza.

La insuficiencia de recursos, la exclusión de un modo de vida material y cultural dominante, la precariedad de la situación social, que delimitan las características esenciales de las poblaciones afectadas por el flagelo de la pobreza, constituyen una base de discusion compartida que permite una primera aproximación a los términos del debate en la sociedad contemporanea.

En principio, la significación inmediata del término pobreza hace referencia a la carencia de recursos (materiales), sin embargo su interpretación puede ser múltiple. Los trabajos que analizan la pobreza a partir de la consideración de las necesidades alimentarias insatisfechas para la supervivencia han buscado calcular ese mínimo de distintas maneras.

Uno de los problemas para la medición de las necesidades alimentarias básicas reside en la dificultad para partir de normas comunes, ya que los alimentos considerados indispensables pueden variar de una sociedad a otra. Los conceptos de tiempo y espacio, y aspectos tales como las distintas categorías de la población o grupos socio- profesionales, impiden aplicar globalmente una norma básica para diferentes contextos. Sin embargo, no debe confundirse esta "relatividad" de la pobreza absoluta con la pobreza relativa.

La distinción entre pobreza absoluta y relativa no es puramente de forma. Tanto el debate acerca de los términos, como el debate sobre como medir y analizar el fenómeno no son neutros. La discusión hace a distintas visiones del fenómeno y por lo tanto, a distintas posiciones para dar respuesta al problema. La pobreza absoluta, según Serge Milano, evoca un nivel de vida mínimo, indéntico en todo lugar y tiempo. La pobreza relativa, por el contrario, evoca un nivel de vida normal, variable con la época y con la sociedad. La pobreza relativa toma en cuenta no solo el mínimo vital, sino también los aspectos indispensables para desarrollar una vida "normal", es decir, relativa a una sociedad dada. Diferentes niveles de pobreza pueden encontrarse según el nivel de desarrollo económico y su época. Se puede utilizar el término privación.10 Esta perspectiva tiene el mérito de considerar que el mínimo vital no se reduce exclusivamente a la satisfacción de las necesidades alimentarias y que hay otras manifestaciones de la pobreza.La idea que la pobreza no constituye una realidad homogénea, sino por el contrario multiforme y multidimensional, es un concepto compartido y un punto de partida presente en numerosos trabajos. M.A. Barthe, distingue tres figuras de la pobreza: la pobreza trabajadora, los nuevos pobres y el Cuarto mundo. La primer categoría incluye las personas con trabajo y un ingreso regular pero modesto que no le permite alcanzar un mejor nivel de vida. Los sistemas de protección social no lo protegen totalmente de los riesgos de caer en la pobreza como consecuencia de la pérdida del empleo, divorcio, problema de salud o fallecimiento. El segundo grupo concierne las personas con empleo precario y con incapacidad para asegurarse de un ingreso regular que le permita tener derechos para acceder a los sitemas de protección social. El tercer grupo depende directamente de la asistencia social, concentrando las mayores dificultades: falta de empleo o con empleo precario (generalmente, no declarado) con ingresos irregulares o inciertos y siempre bajos. 11 La pobreza, ya sea absoluta o relativa, se ha instalado en el debate de la sociedad moderna y, en ese debate, la tendencia a expresar la pobreza en términos de exclusión social no es ajena al debate europeo.

Definiendo la pobreza contemporánea como la situación de individuos o de hogares afectados por la insuficiencia de recursos, la exclusión de un modo de vida material y cultural dominante y la precariedad del estatus social, P. Valtriani (1993) distingue tres tipos de pobreza: 1) monetaria, con una insuficiencia más o menos aguda de capital económico (ingresos, patrimonio, empleo); 2) sociológica, con insuficiencia de capital cultural y social (educación, formación, relaciones sociales) y 3) psicológica, con insuficiencia de capital psicosociológico (salud). A partir de esta definición de la pobreza, donde la exclusión constituye un componente de esa realidad, P.

Valtriani, establece las fronteras de las poblaciones concernidas, delimitando las características de siete tipos de población, que marcan los límites de la pobreza contemporánea: 1) La población más fácil de identificar: mendigos, lumpen-proletariado, vagabundos del siglo XIX y sin domicilio fijo de finales del siglo XX. 2) La población compuesta de individuos inválidos en situación de precariedad física o mental. Esta categoría, a diferencia de la anterior dispone de un domicilio. 3) Población que sufre de insuficiencia de recursos y de exclusión.

Desempleados de larga duración, por ejemplo. 4) La gran mayoría de los pobres: obreros, empleados y jubilados pobres por escazo patrimonio, inconfort habitacional, ausencia de loisirs, calidad de vida mediocre. 5) La población que sufre de precariedad e insuficiencia de recursos. Por ejemplo, jóvenes en situación inestable y con futuro incierto. 6) Los trabajadores precarios que pueden caer en la pobreza absoluta si pierden su trabajo. 7) La población que padece restricciones y de una limitación de sus recursos monetarios.12 1.2. El debate acerca de los excluidos de la modernidad.Desde distintas perspectivas, sociólogos, economistas, antropólogos e historiadores europeos, han mostrado que los logros económicos de la modernidad han tenido repercusiones desiguales en la población. La prosperidad económica no solo no muestra signos de una disminución de la pobreza, sino que además ha generado nuevas formas de exclusión social. Sin embargo, hay que aclarar, como Pierre Rosanvallon bien lo señala, que el debate actual acerca de los fenómenos de exclusión se diferencia del antiguo debate, que asociaba las categorías de explotación con la exclusión social.13 La exclusión en la sociedad contemporánea, a diferencia de la exclusión en la antigua sociedad industrial, conduce al aislamiento y a la atomización, que en ciertas categorías de la población puede llevar a la pertenencia a grupos marginales (como bandas juveniles, grupos delictivos, drogadictos) que son socialmente rechazados y que, en una gran parte de los casos, se diferencian por características de tipo étnico.

En Europa, la emergencia del término exclusión social, para designar una de las características salientes de los nuevos pobres, surge de los análisis de trabajos que han investigado el aumento de los fenómenos socio-económicos que hacen a una sociedad cada vez más dual. En esta perspectiva, el debate sitúa los términos del problema no tanto en el crecimiento económico, ni en la producción de riquezas, sino en la manera de repartirla y de tener acceso a ella.

El dualismo social se plantea a partir de la creciente división social entre los que participan de los beneficios de la modernidad, gozando de ingresos suficientes y estables y, aquellos otros que, excluídos de los beneficios de la modernidad, viven con ingresos insuficientes y trabajan en situación precaria. Sin embargo, las fronteras entre los "incluídos" y los "excluídos" del sistema no son fáciles de delimitar, por lo que, el debate encuentra serias dificultades para situar la exclusión en una categoría homogénea de la sociedad.

En ese sentido, es útil señalar el aporte del "interaccionismo", que analiza la exclusión como un fenómeno polimorfo e incluye diversas manifestaciones de la diferencia que conducen a la no-participación de los excluidos: diferencia sufrida individualmente (anomia), diferencia voluntaria y colectiva (marginalidad), diferencia voluntaria e individual (desviación) o sufrida colectivamente (estigma). Desde esta perspectiva,14 que sigue la reflexión inaugurada por la escuela de Chicago (Georg Simmel) y orienta la sociología desviacionista, la exclusión no resulta un problema social nuevo, sino más bien una manera nueva de describir las dificultades para establecer un vínculo social entre los individuos.

2. El proceso en espiral que conduce al aumento de la exclusión social.

La exclusión y la diversidad de contenidos que esa palabra encierra,15 resulta incomprensible si no se analizan las diferentes vías que la generan, y que no pueden disociarse del funcionamiento global de la sociedad. El desempleo y el proceso de aumento de la precariedad laboral, ligados a un aumento de las desigualdades en términos de ingresos conducen a un proceso de exclusión y de marginalización que se acentúa en la medida que se suman otros obstáculos, como dificultades familiares o ligadas ya sea a la educación, a la vivienda o a la salud.

Los trabajos que parten de una noción de exclusión incluyendo el fenómeno de ruptura en las relaciones sociales y una gran dificultad para acceder a derechos sociales, incorporan la idea de exclusión como un proceso donde se van acumulando en el tiempo una serie de rupturas con las formas esenciales de vida en sociedad. Partiendo de esta noción de exclusión social, Christian Gros-Jean y Claudine Padieu (1995), consideran la exclusión como un proceso donde se acumulan en el tiempo las rupturas con las formas esenciales de lazos sociales que implican participación al modo de vida social dominante y que, para otros miembros de la sociedad son elementales, tales como una alimentación adecuada, educación, salud y empleo.16 Si bien los efectos del desempleo y la precariedad laboral se encuentran, generalmente, en el centro de la espiral que lleva a un aumento de la exclusión social, la falta de vivienda, de formación, de salud, de ruptura de lazos familiares van sumando una acumulación de impedimentos, que conducen a situaciones de gran precarización.17 En ese proceso de ruptura de los lazos sociales y de dificultades para acceder a los derechos sociales elementales, en primer lugar, podemos situar el caso de los desocupados de edad avanzada y de escasa calificación, quienes al pasar por un largo periodo de tiempo sin encontrar trabajo, reducen sus posibilidades de inserción y su situación no puede dejar de degradarse.

Pero, aunque la causa principal de la pobreza generalmente la constituye la ausencia o la precariedad de un ingreso ocupacional, los problemas habitacionales no son ajenos al proceso de exclusión social. A los problemas de vivienda, como malas condiciones habitacionales y hacinamiento, en muchas ciudades europeas se les puede sumar los problemas de exclusión urbana y suburbana.

En otra vuelta, en la espiral del proceso de exclusión, se pueden sumar los problemas que conciernen a la falta de formación. En los países europeos, donde la evolución del mercado de trabajo penaliza en mayor medida a los trabajadores poco calificados o sin capacitación, el fracaso escolar ha pasado a ser percibido como causa del desempleo, la pobreza y la exclusión social. Y aunque la percepción del fracaso escolar como causa de la exclusión social es bastante reciente, tres casos se destacan por sus características de exclusión a partir del fracaso escolar individual: la exclusión a un mínimo de capacitación; la ruptura de los saberes necesarios para poder participar "normalmente" a la vida social y económica; la exclusión total por la incapacidad de leer y escribir.

Los problemas de salud se agregan también a la espiral de la pobreza. Ya que la precarización tiene como consecuencia no solo obstaculizar el acceso a una alimentación equilibrada y variada, sino también a los sistemas de salud preventiva. Los pobres se encuentran particularmente expuestos a problemas de salud, especialmente, a problemas cardíacos, obesidad, diabetes y ciertas formas de cáncer.

Por otra parte, como lo ha señalado el Consejo de Europa, el proceso de exclusión hace que grupos enteros de personas se encuentren, parcialmente o totalmente, fuera del campo de aplicación efectiva de los derechos del hombre. Estos últimos caracterizados como los derechos de la población en los países europeos a una cierta calidad de vida mínima y a poder participar en las principales instituciones sociales y profesionales, derechos no siempre explicitados en términos jurídicos. En ese sentido, la negación o el no respeto de los derechos sociales es una vuelta mucho más sútil en la espiral de la exclusión de diversos grupos de población.

El proceso en espiral que conduce al aumento de la exclusión social, no es uniforme y no tiene el mismo ritmo y duración en cada caso. Desde esta perspectiva, se observa el grado en que están implicadas las diferentes categorías de la población en el proceso de exclusión. Considerando que la exclusión no es un modelo estático, sino la culminación de un proceso que va generando distintas desafiliaciones y que implica una trayectoria entre la situación de donde se viene y aquella en la que se está, R.

Castel, muestra la importancia del análisis de la zona de vulnerabilidad, que incluye una mayor fragilización, reduciendo los logros adquiridos.18 Una de las cuestiones más difíciles que se plantea en este debate reside en la dificultad para acercar los problemas personales que sufren los excluidos, que son individuales y los procesos o mecanismos socio-económicos subyacentes, que son ante todo globales. Si los análisis de Robert Castel permiten combinar el largo plazo (el de las transformaciones sociales) y el corto plazo (el de las trayectorias individuales), otras perspectivas, al poner principalmente el acento en los individuos, se situan dentro de una definición liberal de las dimensiones de la pobreza.

3. Las dimensiones de la pobreza desde la posición liberal

Para la perspectiva liberal, la pobreza debe analizarse desde la dimension individual. Poniendo el acento sobre la diversidad de situaciones de exclusión, la visión liberal muestra que la exclusión no resulta comprensible si no se analizan las diversas situaciones que conducen a ella.

Desde la posición liberal, analizar la exclusión social requiere ante todo comprender los procesos que llevan a los individuos a caer progresivamente fuera de los circuitos económicos rentables.

Esta concepción lleva a considerar la pobreza como una cuestión individual, un asunto que concierne a los individuos en particular y que, por lo tanto, no se puede esperar que sean los otros (la sociedad) los que resuelvan el problema personal de ciertos individuos. Cada individuo debe situarse en la condición de "self-empowerment" y resolver su situación individual.

Salama y Valier (1996) analizan diferentes posiciones enfrentadas acerca de la pobreza (Hayek versus Rawls) y concluyen que para el liberalismo y para el Banco Mundial "la exclusión no se debe a la organización social; ella es un fenómeno individual, y la política social no puede ser más que una política de beneficencia para unos cuantos individuos excluidos".

Desde esta perspectiva, las situaciones de exclusión pueden analizarse, no como rupturas totales de los lazos sociales, sino como momentos de dificultad de inserción. La exclusión se refiere al conjunto de personas que se alejan de una situación tipo: tener un empleo estable y de tiempo completo, una vida familiar o relacional satisfactoria, una vivienda confortable, un nivel educacional correcto y adaptado a las ambiciones personales, acceso a los servicios de salud e ingresos suficientes.

Para la posición liberal, al definirse la integración social en función del sistema de pertenencia del individuo a la sociedad, se incluye su adhesión a un sistema de valores y su implicación en el futuro del mismo. Al partir de la idea de integración, como el reconocimiento de la utilidad del lugar que ocupa el individuo en el sistema social, y al ser la exclusión lo contrario de la integración, los individuos excluidos sufren el descrédito de dejar implicitamente de ser reconocidos como parte del sistema.

Desde esta lógica, se llega rapidamente a una suerte de descalificación social de aquellos individuos que se alejan de una situación tipo dentro del sistema. Serge Paugam (1991) considera la descalificación social de los individuos como el descrédito de aquellos de los cuales se puede decir que no participan plenamente a una vida social.

Es el descrédito que se relaciona con la calidad de asistido. Analizando las personas que recurren a la asistencia social en Francia, y particularmente los beneficiarios del RMI (ingreso mínimo de inserción), Serge Paugam, distingue tres fases diferentes que caracterizan el proceso de descalificación social. La fase de fragilidad concierne a las personas con un ingreso irregular producto del desempleo o de un empleo precario, que se benefician de una intervención económica puntual. La situación de dependencia agrupa a las personas asistidas que son objeto de un seguimiento regular, dado que sus dificultades son más importantes (deficiencias físicas o mentales). Por último, los marginales que se situan fuera del dispositivo oficial de asistencia, pero que pueden beneficiarse de ayudas puntuales, generalmente de tipo caritativas.19 Al vincular los problemas de exclusión social con las trayectorias individuales, sin considerar los procesos sociales más globales que inciden sobre las situaciones individuales de pobreza, el tratamiento de la pobreza se situa fundamentalmente en la solución en el itinerario individual. Desde esta lógica conceptual y al diluirse poco a poco el rol del Estado Benefactor, se pierde también la noción de comunidad solidaria, de interés general y de bien común.

En síntesis, la crisis del Estado benefactor, en países como Gran Bretaña y EEUU, pero también en Suecia, Alemania o Francia colabora con esta visión e influye en el tratamiento de la pobreza.

4. Las perspectivas críticas a la posición liberal de la pobreza

Una de las principales críticas a la lógica liberal acerca de la pobreza, parte de la idea que la exclusión no es un fenómeno que pueda disociarse del funcionamiento global de la sociedad. Salama y Valier (1996) criticando la vía liberal de lucha contra la pobreza, señalan que "no basta con distinguir y catalogar a los pobres, sino que es necesario analizar los sistemas de valores y las normas que respaldan esas desigualdades, los procesos económicos globales que les otorgan materialidad, y las estrategias políticas que las legitiman".20 El argumento de base de la mayoría de las perspectivas críticas, que parten de la fractura social que marca la exclusión, considerando a ésta como un fenómeno indisociable del sistema social global, está presente también en la sociología de la acción desde sus principales gestores Alain Touraine y François Dubet.

Desde la sociología de la acción, el análisis toma en cuenta la ausencia de actores y de conflictos como un elemento decisivo que dificulta el proceso de integración.

A partir de la idea, que lo colectivo se constituye cuando el individuo deviene sujeto de la historia sobre la base de un conjunto de valores comunes, se llega a la búsqueda de nuevas reglas comunes que conducen a otras pistas de análisis en el tratamiento de la pobreza.

Por otra parte, la corriente de la sociología de lo cotidiano (Jean Baudrillard, Michel Maffesoli) analiza como ciertos individuos acceden a una forma de solidaridad de tipo comunitario que se funda "no ya sobre el contrato entre los individuos, el proyecto, la construcción de una historia, sino en el agrupamiento, aunque el mismo sea efímero, sobre valores, emociones y sentimientos compartidos".21 En este caso, la exclusión resulta de una ausencia de comunicación entre esas personas (individuos aislados o comunidades ignoradas) y la sociedad y la dificultad para poder reconocer los valores respectivos. En los aspectos conceptuales, las perspectivas críticas a la posición liberal acerca de la pobreza ponen el acento en los peligros que puede generar el hecho de situar al individuo en el eje de la problemática. La visión liberal de la pobreza es considerada peligrosa, fundamentalmente, por su ambigüedad, porque al circunscribirse al individuo, al "self-empowerment", se diluye la noción de interés general, de bien común que da sustento a la acción del Estado.22 Mientras que desde una perspectiva absolutamente liberal, la exclusión es vista simplemente como un fenómeno individual de dificultad de inserción, dentro de las perspectivas que consideran que la exclusión no es ajena al sistema social global, existen un buen número de posiciones integradoras.

En ese sentido, Salama y Valier (1996) comparten el concepto de exclusión, que desde de la mayoría de las visiones críticas se sitúa principalmente a nivel macro social, y buscando que la ética social no se halle reñida con el desarrollo económico, plantean una tercera vía entre el liberalismo y el voluntarismo político, considerando que "la lucha contra la pobreza y las desigualdades sociales constituye una necesidad primordialmente ética, que no es contradictoria con la eficiencia económica". Desde esta última perspectiva, la exclusión puede resultar de la dificultad de inserción o de integración individual, pero, también está indicando la ausencia de una cohesión más global.

También, desde una perspectiva integradora, la posición de P. Rosanvallon (1995) resulta ilustrativa en el sentido de recrear los lazos entre economía y sociedad, cuando señala que actualmente se asiste a una separación progresiva de la seguridad social y de la solidaridad y que la evolución demográfica, la brecha creciente entre los cotizantes y los beneficiarios de la seguridad social se conjugan haciendo que los mecanismos productores de solidaridad vayan perdiéndose, probablemente, en forma irreversible (estos mecanismos reposaban en el sistema de seguridad social, fundado sobre la creciente "mutualización" de los riesgos sociales, de suerte tal, que el Estado Providencia se identificaba con la seguridad social). P. Rosanvallon, propone pasar de un Estado Providencia pasivo a un Estado Providencia activo. Este último llevaría a un enriquecimiento de la noción de derecho social, buscando nuevas vías de inserción más allá de los procedimientos estandarizados para poder adaptarse a la especificidad de las diferentes situaciones de exclusión. En síntesis, la propuesta de P. Rosanvallon parte de la idea de reconsiderar la formulacion del contrato social, reformular la definición de lo justo y lo equitable, refundar la solidaridad reinventando las formas de solidaridad y redefinir los derechos por una mejor articulación entre democracia y progreso social.

5. Algunos de los interrogantes que se plantean acerca de la lucha contra la exclusión.

El debate sobre la lucha contra la exclusión plantea una serie de interrogantes sobre los resultados efectivos de las políticas sociales y las formas de organización y gestión de las ayudas sociales.

En primer lugar, la dislocación de los principios organizadores de la solidaridad y el fracaso de las políticas sociales para ofrecer una integración real a los sectores que sufren la exclusión social constituye uno de los principales interrogantes.

Hay que señalar que este debate difiere de tonalidad, según como se haga sentir la crisis del sistema de seguridad social, pero a pesar de las fuertes divergencias que se plantean en el debate acerca del tratamiento de la pobreza, podemos observar la paradoja que mientras las situaciones de pobreza se vuelven cada vez más irreversibles, paralelamente, muchos grupos de población van quedando fuera del sistema de seguridad social.23 Desde una perspectiva crítica a las políticas oficiales de ayuda social, Robert Castel (1995) señala que si en el pasado han existido sociedades excluyentes (en la India con el sistema de castas, la sociedad esclavista en los Estados del sur en Norteamérica y el sistema feudal en la Edad Media en Europa), hoy en día se pueden distinguir dos lógicas de exclusión: 1) aquella que procede por comportamientos discriminatorios oficiales (como en Francia, cuando en el verano de 1995 el Ministro de la Integration et de la Lutte contre l'exclusion, preconizaba desplazar a las familias de los indeseables) y 2) aquella que resulta de procesos de desestabilización y genera dificultades de integración ligadas al acceso al trabajo, a la vivienda, a la educación y a la salud24 . Frente a políticas sociales carentes de resultados Debordeau (1994) se cuestiona acerca de las causas que dan origen a la exclusión y siguiendo las observaciones de Vincent de Gaulejac e Isabel Taboada Leonnetti, que analizan los procesos que conducen a la exclusión social, señala que aunque los factores que llevan a la exclusión son numerosos (pérdida del empleo, ruptura familiar, problemas de salud ..) más allá de ellos, se trata de encontrar los factores que le dieron origen pasando de una identidad positiva a una identidad negativa.25 Robert Castel (1995) se interroga sobre las dinámicas sociales globales que son responsables de los desequilibrios actuales y ubica el proceso de exclusión dentro de la sociología del trabajo. Sin embargo, no considera el trabajo en tanto proceso técnico de producción, sino como soporte privilegiado de inscripción en la estructura social y, de allí, su posibilidad de construir "zonas" de cohesión social. La asociación "trabajo estable-inserción relacional sólida" caracteriza una zona de integración. Por el contrario, la ausencia de participación a una actividad productiva y el aislamiento relacional conjugan sus efectos negativos y producen exclusión o más bien desafiliación. La vulnerabilidad social es una zona intermediaria, inestable, que conjuga la precariedad laboral y la fragilidad de los soportes sociales más próximos. Robert Castel no analiza la precariedad laboral como un determinante absoluto, mecánico o único y de una vez para siempre. La precariedad laboral puede ser compensada por una fuerte relación familiar, de vecindad o de redes de solidaridad comunitaria. Mientras que en el caso, de poblaciones que dependen de la asistencia social, la seguridad de una ayuda material no compensa la ausencia de lazos sociales. La cohesión social, para Castel, depende de las "relaciones" entre estas tres zonas. En este sentido, la lucha contra la exclusión se asimila a la lucha por el restablecimiento de los vínculos sociales, ya sean estos los lazos que unen a los individuos entre ellos o los lazos comunitarios que favorecen el sentimiento de pertenencia a la sociedad en su conjunto.26 Desde una posición crítica a la perspectiva que analiza las situaciones personales de exclusión como circunstanciales y aleatorias, Pierre Rosanvallon (1995) considera que los fenómenos de exclusión en la sociedad contemporánea han pasado a ser una situación estable para amplios sectores de la población. Por lo tanto, la lucha contra la exclusión no puede ser considerada únicamente en términos de riesgo pasajero como implícitamente lo suponía el principio de solidaridad que sostenía al Estado-Providencia (ya que ese principio reposaba sobre la idea de que los riesgos estaban igualmente repartidos y eran de naturaleza aleatoria). Se pasa aquí, entonces, a una perspectiva donde se percibe que las situaciones de ruptura, que conducen a la pobreza no son fácilmente reversibles.

Por otra parte, la discusión sobre los pro y contras de una asignación universal abrió nuevos interrogantes al debate sobre la lucha contra la exclusión social.

Desde el aporte de intelectuales de distintas posiciones se ha venido discutiendo la idea de asignar a cada individuo, desde el nacimiento hasta la muerte y sin ninguna condición de contrapartida, un ingreso de base que le permitiría a cada uno cubrir sus necesidades básicas, al monto establecido para cada persona se le sumaría un monto por hijo según la edad del mismo. Esta alternativa que se presenta como una tentativa para reconciliar la asistencia social con la dignidad cívica, parte de la idea que una gran parte de la riqueza de la sociedad moderna en los países del norte desarrollado proviene de un fondo heredado e indivisible de generaciones anteriores, por lo tanto, la riqueza no es solo un simple resultado de la gestión de los agentes económicos. La asignación universal permitiría realizar una distribución equitativa de ese fondo heredado.27

6. Las críticas a los efectos perversos de las ayudas sociales

A pesar que en Europa existe cierta convergencia entre las políticas sociales de empleo, resulta muy difícil alinearlas sobre un modelo uniforme.28 Los diferentes dispositivos de ayudas sociales son criticados desde diferentes posiciones por su eficacidad incierta en función de su objetivo: ayudar a la inserción social facilitando el acceso a un empleo y limitando los efectos de la exclusión.

Por un lado, está la posición liberal, cuyo discurso se asienta en la crítica a todo tipo de cargas patronales, juzgándolas excesivas. Desde una posición diferente, Jacques Le Goff, critica los efectos perversos del tratamiento social de las políticas oficiales de empleo en Europa como, por ejemplo, el efecto substitución, es decir, el despido de empleados que son reemplazados por nuevos empleados subencionados por las diferentes ayudas al empleo y señala que la escaza efectividad de las ayudas al empleo en Francia29 , donde de entre cinco y diez beneficiarios, según los análisis, uno solo accede finalmente a un empleo relativamente durable.30 Por otra parte, otras críticas a las políticas de lucha contra la pobreza, consideran que la ayuda social pueden generar situaciones no deseadas, ya que, aunque las ayudas sean absolutamente necesarias, en algunos casos ellas pueden producir un efecto de marginalización doble: tanto por el reducido monto de las ayudas como por el carácter asistencialista de éstas.

Dentro de este grupo de críticas, si bien se señala que las ayudas en favor de los pobres no son desestimables, el monto individual de esas ayudas es muy reducido e implica mantener a los pobres en condiciones de vida muy inferiores al resto de la población y, por lo tanto, no solucionan el problema de exclusión social, dado que no permiten a la persona salir de la marginalidad. Por el contrario, esta política puede aumentar la exclusión, ya que a causa de la falta de trabajo y de dinero, las personas dependientes de las asignaciones sociales, no pueden acceder a una alimentación sana.31 La reducción de la protección que otorga la seguridad social (que pesa más fuerte sobre los más desfavorecidos, a pesar de las medidas que tratan de tomarse en su favor) y, en ciertos casos, el tratamiento social de la misma pobreza, que cuando trata de paliar deficiencias individuales, lo hace dejando al beneficiario en una situación de dependencia y marginalidad, contribuyen a consolidar la exclusión social.

Otras críticas incluyen también el carácter asistencialista de ciertas prácticas que tienden a negar la significación social de las situaciones individuales de precariedad y terminan por responsabilizar a los beneficiados de las ayudas por su situación. Esas prácticas "asistencialistas" que muchas veces acompañan las ayudas pueden contener un sello de estigma social que marca al individuo que recibe la ayuda, afectando su integridad y dignidad personales. En este sentido, Salama y Valier (1996) criticando las perspectivas que ponen el acento en el crecimiento económico para reabsorber la pobreza y que focalizan el eje de la lucha contra la pobreza en políticas asistencialistas para los más pobres señalan que "limitada a la acción contra la extrema pobreza, la política social tiende a perder su carácter universal, para transformarse en un simple paliativo reservado sólo a los excluidos del mercado. Se puede hablar de una concepción residual de la política social". Se critica la concepción clientelista de la ayuda social de las políticas asistencialistas porque "el clientelismo, hermano mellizo de la corrupción, ofrece salidas individuales a la miseria y, de esa forma, se acumulan obstáculos para un mejoramiento del conjunto de la situación de los pobres". 32 Estos efectos son contraproducentes porque, en vez de aumentar las posibilidades individuales, para salir del círculo cerrado de la marginalidad, llevan a la persona a mantenerse en una situación pasiva que acentua la exclusión.

7. El papel del movimiento asociativo en la lucha contra la pobreza.

Si partimos de la constatación que los derechos económicos, sociales y culturales, reconocidos por la Asamblea General de las Naciones Unidas del 16 de diciembre 1966, se incluyeron en la Declaración Universal de los Derechos del Hombre, podemos preguntarnos en que medida estos, como muchos otros derechos sociales, son realmente aplicados.33 Este desfasaje que existe, paradojalmente, aún en el caso europeo, donde se supone que estos derechos son respetados, ha dado lugar a muchas dudas acerca de la eficacia de la lucha contra la exclusión social.Frente a esa situación y a veces esperando que el mercado juegue su rol, la ayuda humanitaria através del movimiento asociativo se ha ido posicionando como una necesidad en el mundo. En las dos últimas décadas, el movimiento asociativo se ha expandido alcanzando alrededor de 500.000 ONGs en el mundo y su rol se acrecienta, no solamente frente a situaciones de conflicto y poblaciones subalimentadas.

Tanto en los países del sur, donde la pobreza urbana y rural sigue creciendo, producto de situaciones estructurales, agravadas muchas veces por graves crisis debidas a conflictos armados o catástrofes naturales, como en los países del norte "desarrollado", donde el "cuarto mundo" sigue creciendo con el aumento de la precarizacion y la exclusion social, las redes y simpatizantes del movimiento asociativo se extienden por el mundo alcanzando más de 6 millones de líderes y alrededor de 800 millones de simpatizantes.

Como lo señala, Ricardo Petrella, fundador del grupo de Lisboa, cuando se refiere al mundo asociativo como una sociedad civil mundial que representa la consciencia moral del mundo, el movimiento asociativo ha pasado a representar una visión humanista a escala planetaria.34 Asociaciones como Oxfam o Save the Children Fund se preocupan por el crecimiento de la pobreza en Gran Bretaña. Mike Anderson, director de Save the Children Fund, señala: "Nosotros no decimos que la pobreza sea la misma en Hull y Ho Chi Minh Ville, pero sus efectos sobre la marginalización y la discriminación de los niños se parecen".35 Las ONGs en Europa ensayan acciones que aprendieron de su experiencia de ayuda en el tercer mundo. En 1988, en Ecuador, durante una grave crisis económica, en la cual como es habitual, la población soporta el mayor esfuerzo, una ONG ecuatoriana organiza revistas comunitarias para mejorar el equilibrio nutricional e informar a los consumidores sobre la calidad y el precio de los productos, ofreciéndole a las mujeres reducciones de precio a cambio de su trabajo en las actividades de la revista. Una gran cantidad de proyectos similares, que tienen por objeto la lucha contra la pobreza se han creado en Gran Bretaña y otros países europeos.

Pueden ser restaurantes o cafés comunitarios, "restaurants de coeur", cooperativas alimentarias, comidas que se distribuyen, etc. que forman una red de lucha contra la pobreza alimentaria (Food Poverty Network).

Las ONGs han pasado a ser uno de los principales operadores de la estrategia Europea en la lucha contra la pobreza. Sin embargo, la paradoja es que muchas veces las acciones de las ONGs resultan parches sobre situaciones estructurales que no se modifican. En ese sentido, como lo señala Ricardo Petrella, el rol de la sociedad civil y de las ONGs puede considerarse complementario a las acciones del Estado.

Ellas pueden amplificar el impacto de las políticas sociales del Estado. Pero las ONGs no pueden reemplazar al Estado.

Conclusiones

Las perspectivas desde la que se ha planteado el debate sobre la exclusión social provienen de diferentes concepciones del fenómeno en la sociedad contemporánea.

Esas diferentes visones implican distintas formas de encarar la lucha contra la pobreza y la exclusión social.

El debate sigue abierto mostrando las limitaciones de algunas posiciones y enriqueciéndose con nuevas críticas, que van marcando los límites que separan las fronteras entre excluidos y no excluidos.

Uno de los principales interrogantes que surgen del debate, se plantea acerca del carácter temporario o el carácter estable de la exclusión social, que lleva a grupos enteros de la población a permanecer en condiciones de pobreza.

Esta cuestión nos lleva a reflexionar y a preguntarnos: ¨en qué medida ese dilema, acerca del carácter temporario o estable de la exclusión social, no se halla en el centro mismo de las políticas de lucha contra la exclusión?

El fenómeno de la exclusión social en las sociedades modernas sigue abriendo nuevos interrogantes, a pesar que en ciertas ocasiones, la pluralidad de perspectivas puede cargar los términos de sobredeterminaciones, poco claras, generando confusiones y obstaculizando las comparaciones, pensamos que el debate europeo sobre las nuevas formas de exclusión puede ayudarnos a reflexionar sobre una gran cantidad de cuestiones no resueltas.

Concluimos esta ponencia con algunas de las muchas interrogaciones que deja abierto este debate, y en forma no exhaustiva nos hacemos las siguientes preguntas:

¨Debe plantearse la solidaridad en forma restringida o puede resultar mas conveniente partir de una visión amplia y global en la lucha contra la exclusión?

¨Puede contentarse la lucha contra la exclusión con fórmulas simples, tales como la reducción inmediata de las diferencias de ingresos? o pueden incluirse nociones que tomen en consideración no solo la igualdad de oportunidades para todos como punto de partida, sino también en la trayectoria de vida de toda persona?

¨Sobre qué bases se puede refundar el principio de solidaridad, considerando que en la sociedad contemporánea la solidaridad no resulta de una simple repartición horizontal de los riesgos sociales?

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NOTAS

1 A fines estadísticos, en los países de la Unión Europea, se contabiliza como pobre toda persona que dispone de menos de la mitad del ingreso medio del país concernido.

2 Los países europeos consagran entre el 22% y el 30% de su ingreso nacional al presupuesto social. MAZEL, Olivier (1996) L'exclusion. Le social à la dérive, Paris, ediciones Le Monde.

3 Anne-Marie MICHEL, "En Europe, l'escalade de la pauvreté", en Manière de voir, n§ 20, noviembre 1993, Le Monde Diplomatique.

4 Webster Jacqui (1996) "Grande- Bretagne: Les leçons du Sud", en Food for Development/Courrier de la Planete, Octubre 96.

5 María Teresa PIGNONI y Cecilia LEFEVRE, Donnés sociales 1996, publicación del INSEE, Paris, 1996.

6 El Primer Programa de estudios y proyectos piloto para combatir la pobreza fue entre 1975-80 y se basaba en que los mecanismos del Estado Benefactor no alcanzaban a los sectores más desfavorecidos. El Segundo Programa (1985-89) se concibe como continuidad del primero, pero se hace incapié en la articulación de las acciones en favor de los desocupados, las personas ancianas, las familias monoparentales, los inmigrantes refugiados y los marginales. El Tercer Programa (1989-1994) fue más ambicioso que los dos primeros en la medida que se trataba de un programa para la integración económica y social de los grupos desfavorecidos en el que se invirtió la suma de 55 millones de ECUS, o sea una inversión superior a los dos programas anteriores juntos en más de un 15%. MAZEL, Olivier (1996) L'exclusion. Le social à la dérive, Paris, ediciones Le Monde.

7 MICHEL, Anne-Marie (1993) "En Europe, l'escalade de la pauvreté", en Manière de voir, n§ 20, noviembre, Le Monde Diplomatique.

8 Para Mireille Elbaum, "la toma de conciencia acerca de las nuevas formas de la pobreza ha contribuído a poner en duda el objetivo global de la lucha contra las desigualdades y ha llevado a una utilización demasiado abusiva de la noción de exclusión". ELBAUM Mireille, "Justice sociale, inegalités, exclusion", en Revue de l'OFCE, n§ 52, abril 1995.

9 Pierre Bourdieu (1993) hace un llamado de atención señalando los effectos que pueden producir propósitos pensados a la ligera sobre cuestiones mal planteadas.

10 Serge MILANO, La pauvreté dans les pays riches, Nathan, 1992.

11 Citado por Guy Caire, "La pauvreté en France", en Revue des Affaires sociales, n§ 2-3, abril-septiembre 1995.

12 Patrick Valtriani (1993) "Un concept de pauvreté disjonctif", en Economie appliquée, diciembre 1993.

13 ROSANVALLON, Pierre (1995) La Nouvelle Question Sociale, Paris, Seuil.

14 La corriente del "interaccionismo", desde los años 60, incluyó el estudio del conjunto de hechos sociales sancionados por la sociedad y su incidencia recíproca y acumulativa.

15 La palabra exclusión, como lo ha señalado Julien Freund, corre el riesgo de sufrir la suerte de muchos otros términos, saturándose de sentidos, de no sentidos y de contra-sentidos". Citado por Marie-Thérèse JOIN-LAMBERT, "Exclusion: pour une plus grande rigueur d'analyse", Droit social, n§ 3, marzo 1995

16 Christian GROS-JEAN y Claudine PADIEU (1995) "Les exclus", en Revue des Affaires Sociales, n§2-3, abril-septiembre 1995.

17 El "Centre de recherche pour l'étude et l'observation des conditions de vie" de Francia -CREDOC- distingue tres mecanismos para analizar la exclusión: 1) el impedimiento; 2) la caída y 3) la reproducción. El impedimiento afecta a los jóvenes, impedidos de acceder a un empleo estable. Para la caída, puede vastar con la supresión de una indemnidad social, un divorcio u otro problema familiar. Y, por último, la acumulación de impedimentos lleva a que la persona pobre termine siendo más pobre.

18 CASTEL, Robert, (1995) "Les pièges de l'exclusion", en RIAC, n§ 34, otoño 1995.

19 PAUGAM, Serge (1991) La disqualification sociale, Paris, PUF.

20 SALAMA, Pierre y VALIER, Jacques (1996) Neoliberalismo, pobrezas y desigualdades en el Tercer Mundo, CIEPP, Miño y Dávila.

21 Citado por Marie-Thérèse JOIN-LAMBERT, "Exclusion: pour une plus grande rigueur d'analyse", Droit social, n§ 3, marzo 1995.

22 PETRELLA, Ricardo (1996) Los límites de la competitividad, publicación del Centro de Estudios e Investigaciones de la Universidad Nacional de Quilmes.

23 Actualmente en Francia, menos de un desempleado sobre dos percibe una indemnización ligada al seguro de desempleo y uno sobre diez una ayuda del régimen de asistencia social: en total la tasa de cobertura global es inferior al 60%, en neta disminución en relación al periodo 1988-92; más del 40% de los desempleados no perciben nada. Ello producto de las reformas sucesivas de la seguridad social, que se tradujo en una disminución de la cobertura del seguro de desempleo y del monto medio de las asignaciones de ayuda. MAZEL, Olivier (1996) L'exclusion. Le social à la dérive, Paris, Le Monde éditions.

24 CASTEL, Robert, (1995) "Les pièges de l'exclusion", en RIAC, n§ 34, otoño 1995.

25 Citado por DEBORDEAU, Danièle (1994) "Désaffiliation, disqualification, désinsertion", en Recherches et Prévisions, n§ 38, diciembre 1994, CNAF.

26 CASTEL, Robert, (1995) "Les pièges de l'exclusion", en RIAC, n§ 34, otoño 1995.

27 Para aquellos que esten interesados recomendamos consultar los valiosos aportes que se hicieron a este debate desde la cátedra sobre ética social de Philippe Van Parijs en la Universidad Católica de Lovaina, Bélgica y ver Philippe Van Parijs (1992) Arguing for Basic Income. Ethical Foundations for a Radical Reform, Londres, Verso.

28 En Europa, las políticas sociales de empleo dificilmente pueden alinearse sobre un modelo uniforme. En primer lugar, la inserción reglamentada, según una política de cuotas que ha beneficiado particularmente a los trabajadores incapacitados. Durante mucho tiempo esta fue la política dominante en Suecia que mantiene una política de intervención fuertemente selectiva hacia los jóvenes y aquellos que llevan largo tiempo desempleados. En segundo lugar, la inserción negociada, cuyo parangón ha sido Alemania (Alemania contaba con 4.159.000 desocupados en febrero 1996). es un dispositivo que se funda en complejos mecanismos de regulación social con la implicación del Estado. Por último, la inserción concurrencial, que ilustra la práctica británica, fiel a un liberalismo que privilegia una doble función de ajuste: 1) a través de políticas de formación específicas, incitaciones financieras a los empleadores y 2) flexibilidad a través de la neutralización de "rigideces" de orden institucional (en particular desconectando el salario de los jóvenes del de los adultos). LE GOFF, Jacques (1997) "Pour une redistribution des emplois" en Manière de voir n§ 35, Le Monde Diplomatique, Paris, septiembre 1997.

29 En Francia, el desempleo alcanzaba a 3.100.000 personas en febrero de 1996. LE GOFF, Jacques (1997) "Pour une redistribution des emplois" en Manière de voir n§ 35, Le Monde Diplomatique, Paris, septiembre 1997.

30 Del millón y medio de personas que en Francia reciben alguno de los 55 dispositivos de ayuda al empleo del Ministerio de Trabajo (facilidad de contratación, exoneración de cargas, pasantías...) hay que agregar los 500.000 desempleados "retirados" del mercado de trabajo por mecanismos de pre-pensión, de dispensa en la búsqueda de empleo, entre otros. MAZEL, Olivier (1996) L'exclusion. Le social à la dérive, Paris, Le Monde éditions.

31 En Gran Bretaña, las mujeres embarazadas, cuyos ingresos provienen de las asignaciones sociales, para lograr una alimentación conforme a las recomendaciones médicas deben consagrar el 65% de su presupuesto a la alimentación. A diferencia de otros países europeos, como Suecia y Noruega, el Reino Unido no estima las asignaciones de acuerdo a la relación entre los ingresos, los gastos en alimentación y las exigencias nutricionales. El gobierno británico encargó a un comité estudiar como luchar contra la degradación de la situación alimentaria. El informe, publicado en abril 1996, recomendó crear una red nacional de acción y una base de datos de contactos útiles. Pero si bien estas proposiciones son pertinentes, ellas no fueron muy lejos, porque el gobierno rechazó que el comité aborde el debate sobre las asignaciones sociales a los desempleados.31

32 SALAMA, Pierre y VALIER, Jacques (1996) Neoliberalismo, pobrezas y desigualdades en el Tercer Mundo, CIEPP, Miño y Dávila.

33 En el primer punto de dicho pacto los Estados reconocen el derecho de toda persona a un nivel de vida suficiente por ella misma y su familia, incluyendo la alimentación, la vestimenta y la vivienda. Los Estados firmantes se comprometen a tomar las medidas apropiadas para asegurar la realización de este derecho y reconocen a este efecto la importancia esencial de una cooperación libremente consentida. Los Estados reconocen el derecho fundamental que tiene toda persona a estar al abrigo del hambre y se proponen adoptar, individualmente y por medio de la cooperación internacional, las medidas necesarias, incluyendo los programas concretos: a) para mejorar los métodos de producción, de conservación y de distribución de bienes alimenticios, a través de la completa utilización de conocimientos técnicos y científicos, por la difusión de los principios de educación nutricional y por el desarrollo o la reforma de los regímenes agrícolas, de manera de asegurar la puesta en valor y la mejor utilización de los recursos naturales; b) para asegurar una repartición equitativa de los recursos alimentarios mundiales en relación a las necesidades, teniendo en cuenta los problemas que se les plantean tanto a los países importadores como a los países exportadores de bienes alimenticios. (Revista Food For Development y Courrier de la Planète, Octubre 1996)

34 PETRELLA, Ricardo (1996) Los límites de la competitividad, publicación del Centro de Estudios e Investigaciones de la Universidad Nacional de Quilmes.

35 Webster Jacqui (1996) "Grande-Bretagne: Les leçons du Sud", en Food for Development/Courrier de la Planete, Octubre 96.

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