V Congreso de Antropologia Social

La Plata - Argentina

Julio-Agosto 1997

Ponencias publicadas por el Equipo NAyA
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ETNICIDADES Y TERRITORIALIDADES POSIBLES
Construir los límites de "unos" y "otros".

Andrea Ajón*

Introducción

El presente trabajo se propone mostrar los primeros avances de un proyecto de investigación cuyo objetivo general consiste en indagar si los modos de representar la identidad nacional argentina remiten a una identidad étnicamente diferenciada, durante el período de entreguerras y los primeros cuarenta. Este objetivo comprende la interrogación acerca de las conexiones establecidas con las prácticas estatales destinadas a operar en la demarcación social y territorial de los otros internos. Interrogarnos por las ideas de nación que circulaban en el campo intelectual y por dichas prácticas de demarcación, nos introduce directamente en la discusión teórica en torno a las vinculaciones entre identidad, etnicidad y territorio.

"En el siglo XIX, la Argentina era una causa y un programa. Ya en la tercera década del siglo siguiente, la Argentina apareció como un problema que admitía pocas resoluciones optimistas. Las visiones sintéticas del Centenario que depositaban en el futuro la resolución de la unidad racial, cultural y lingüística ... no convencen en los años treinta. Para entonces el 'ser nacional' tiene fallas profundas cuyo diagnóstico se impone, ..."(Sarlo, 1983). Esta cita nos introduce directamente en el tema del presente trabajo. La pregunta acerca de "¿quiénes somos los argentinos ?" o afirmaciones tales como "la nación argentina es un 'crisol de razas'", o "los argentinos venimos de los barcos", nos son familiares y forman parte del saber cotidiano, más allá de las diferencias generacionales. Sin embargo, la familiaridad de tales frases no deja de esconder oscuras incertidumbres acerca de su contenido; y como es sabido, la insistente preocupación por definir la singularidad de nuestra nacionalidad estuvo presente tanto en los intelectuales positivistas, en los escritores ligados al "primer nacionalismo cultural", como en los divergentes nacionalismos de los años veinte y treinta. Tales inquietudes intelectuales solo pueden entenderse en el propio contexto histórico en que fueron formuladas y básicamente en relación al proceso de construcción simbólica y material del Estado.

En este sentido, y ya introduciéndonos en el propósito de este trabajo, se puede pensar que la conformación del Estado nacional moderno necesita para legitimarse de la invención de la "nación"(Anderson,1989 :14). Los tratamientos teóricos para abordar la relación entre nación y estado son abundantes y complejos y se orientan especialmente hacia el caso de los Estados Nacionales de Europa occidental (Recalde, 1982 ; Jáuregui Bereciartu, 1986 ; Blas Guerrero, 1984 ; Gellner, 1988). En general estas discusiones teóricas han nutrido los trabajos centrados en la formación de los estados nacionales latinoamericanos. Y en el caso de Argentina algunos historiadores han analizado la herencias del desmembramiento de la metrópoli española en la construcción de una nación todavía ambigua, que apenas empezaba a delinearse durante la organización y consolidación del Estado. Evidentemente no reproduciremos aquí estas discusiones pero si digamos que encuadran la perspectiva que aborda nuestro objeto de análisis (Chiaramonte, 1989, 1991 ; Halperín Donghi, 1985, 1995).

Veamos porqué. Recuperemos nuestro punto de partida que consiste en interrogarnos acerca de los modos de representar la identidad nacional argentina, más precisamente si se trata de representaciones étnicas de la nacionalidad. Por lo tanto, nos preguntamos sobre las construcción de una forma de identidad colectiva: la nacional estatal. Con lo cual estamos entrando por una particular vertiente : aquella que articula las representaciones de la nación a la existencia de un Estado delimitado jurídicamente con ejercicio legítimo de la soberanía sobre el ámbito geográfico delimitado por sus fronteras1 .

Sin embargo, si en las primeras décadas de este siglo, la Argentina era pensada como problema (Sarlo, 1983 : 246) es porque múltiples imágenes de la nación podían coexistir y proyectarse. En el fondo se trataba de construir una idea de nación a partir de la organización de las diferencias internas derivadas de las herencias culturales de la inmigración masiva2 .

En síntesis, este encuadramiento para problematizar la cuestión de la identidad nacional argentina, nos lleva a pensar que los debates intelectuales que tematizaron este tópico muestran una tensión permanente entre, por un lado, la "unidad de la nación" que a su vez remite a la diferenciación entre "lo propio" y "lo ajeno", el "adentro" y el "afuera", y por otro el reconocimiento de las diferencias internas a esa "unidad". En esta tensión juega un rol clave la delimitación territorial del Estado, que muy lejos está de expresar una continuidad geográfica cultural. Sin embargo, dicha delimitación suele utilizarse como estrategia discursiva que expresa la delimitación de una nacionalidad3 .

Por lo tanto, nos proponemos analizar este contrapunto entre las ideas que circulaban acerca de la nación y las prácticas estatales destinadas a operar en la demarcación cultural y territorial de los otros internos, sin perder de vista la mediación de la delimitación territorial de la nacionalidad.

Etnicidades y territorialidades posibles : reflexiones teóricas.

En un trabajo anterior (Ajón, 1997a) planteábamos que las reflexiones teóricas existentes en torno a la noción de etnicidad en la literatura antropológica dan cuenta de la complejidad que encierra dicha noción y de sus variadas interpretaciones4 . Como es sabido, en los primeros años de la década del setenta se pensaba que la proliferación de estudios sobre etnicidad no sugerían un mero cambio terminológico sino que significaban un viraje o punto de inflexión teórico y epistemológico5 .

Tomando como base para este análisis la sistematización de las filiaciones teóricas del concepto de etnicidad elaborada por Briones (1996), digamos que en general desde los enfoques primordialistas de la etnicidad, pasando por los formalistas e instrumentalistas, existen una serie de recurrencias conceptuales. En efecto, dicha categoría parece aludir a aquellas identidades colectivas que se materializan en la formación de "grupos" (minorías) que se identifican así mismos (adscripción categorial, dimensión subjetiva de la identidad étnica) y que a su vez son identificados por "los otros" (dimensión objetiva/contrastación/diferenciación) a partir de un conjunto de marcas culturales. La idea subyacente de grupo6 , bastante elástica y ambigua, remite al reconocimiento de esas marcas culturales por parte de los pertenecientes al grupo como por parte de los otros culturales (alterización). Aún en aquellas posturas que definen la etnicidad a partir de la movilización de los "vínculos primordiales"7 (lazos afectivos anclados en distintos referentes vivenciados como "dados" y preexistentes), tales marcas no se interpretan como dadas. Sin embargo, la lectura de estas posturas nos lleva a pensar que las marcas culturales pueden reificarse en diferentes marcos históricos y naturalizarse sus contenidos. Precisamente que los vínculos comunitarios se representen en el imaginario colectivo como esenciales y preexistentes, admite que se les otorgue una funcionalidad política en determinados contextos históricos8 . Sería el caso de aquellas posturas que se preocupan menos por analizar las condiciones de génesis de los límites étnicos que por explicar porqué las identidades étnicas, en ciertos contextos históricos, se convierten en fuente legítima de demandas políticas ; es decir, porqué se utiliza la adscripción étnica para revertir relaciones de poder y desigualdades económicas9 .

Ahora bien, no perdamos de vista que en nuestro caso el interés radica en la relación identidad nacional-etnicidad o si se prefiere nacionalidad-etnicidad. Poner en relación estas categorías supone un debate complicado (Gillespie, 1997). En principio, y de modo muy general, consideramos que la 'nación' es una categoría histórica, resultado de un proceso de construcción simbólica, y cuya "emergencia" ha sido el producto de las condiciones materiales ligadas a la consolidación del capitalismo industrial y de los estados modernos (Ajón,1995 :cap.1; Recalde,1982 :327-329)10 . En efecto, así entendida e independientemente de las formas de representar la nación (es decir de las perspectivas ideológicas que "inventan" sus contenidos), esta claro que no se define por atributos esenciales, naturales e inmanentes. Y es precisamente la necesidad que el poder político tiene de sostener y salvaguardar la legitimidad del poder del Estado, lo que genera prácticas y discursos tendientes a fortalecer un sentimiento colectivo de pertenencia a esa nación limitada por las fronteras del Estado. Esta puesta en discusión y relación de categorías que suelen circular como dadas y naturalmente heredadas, han sido poco profundizadas especialmente por la antropología local (Guber, 1997).

Sin embargo, algunas líneas pueden abrirse si se rescata el proceso de construcción de "hegemonías culturales" en la consolidación de la nacionalidad (Briones, 1995 ; Hall, 1996). A partir de ello, podemos pensar que para que todos los ciudadanos del territorio del estado nación, se perciban así mismos como connacionales, es prioritario que determinados sujetos, instituciones y agencias hegemonicen los contenidos culturales de "la" nación.

De lo anterior desprendemos la importancia de discutir la categoría de etnicidad en el marco de la estatalidad moderna (Williams, 1989 ; Alonso, 1994). Esto sugiere interpretar la etnicidad como posible resultado de prácticas estatales que operan en los procesos de diferenciación cultural y que intentan construir un sentido colectivo de pertenencia a la nación a partir de la incorporación de la diferencia11 . Por lo tanto, discursos (provenientes de distintos ámbitos sociales) y prácticas estatales involucran, al tiempo que promueven, representaciones dicotomizadas de la nación, en tanto y en cuanto operan demarcando cultural y territorialmente a los otros internos. Muy sugerente nos resulta el argumento de Alonso (1994), en especial por la temática que aquí se analiza: "...pienso que los antropólogos deberían examinar cómo la representación y organización del espacio están implicadas en la formación y la desigualdad étnica, en las estrategias estatales de incorporación y apropiación asimétrica y en la compleja dialéctica entre jerarquía e igualitarismo, heterogeneidad y homogeneidad, en la imaginación de las naciones"12 . Y agreguemos cómo entiende la autora la noción de etnicidad puntualizando "(...) la formación del estado también genera categorías de un Yo y un Otro, en el marco de una política determinada. En contraste al nacionalismo, la etnicidad es en parte efecto de proyectos de particularización de la formación estatal, proyectos que producen formas jerarquizadas de imaginar la pueblitud ..."13 .

A partir de este cuadro general, sugeriremos una primera conceptualización de la noción de etnicidad que combine parte de las miradas antropológicas como geográficas, poniendo básicamente en relación dicha categoría con el proceso de formación de identidades nacional estatales. Nuestro propósito es flexibilizar esta noción sin reducirla a cualquier forma de grupidad (Briones, 1996) y reconocer que no siempre puede resultar una categoría operativa para la investigación de procesos de diferenciación cultural. En este sentido, consideramos que en la investigación teórica y empírica debe manejarse dicha categoría con todas las contradicciones que ella connota14 .

Sobre este punto podemos pensar en etnicidad, como una categoría analítica que remite al proceso histórico de formación de identidades colectivas visibilizadas a partir de ciertos rótulos que aluden a los referentes a partir de los cuales se construye tal identidad colectiva. Si bien estos rótulos no necesariamente coinciden con límites político-administrativos, pueden cumplir la función de mostrar la demarcación de los colectivos sociales en un orden cultural y territorial. Dichas identidades colectivas construidas históricamente y visibilizadas a través de sus rótulos resultan de un complejo juego de prácticas y representaciones tanto colectivas como individuales. En particular, nos interesa indagar la etnización que resulta de prácticas instituidas por el Estado, con lo cual nos permitimos pensar que la etnización de determinados colectivos sociales puede instituirse desde múltiples agencias sociales.

En síntesis, consideramos que la etnicidad involucra una doble dimensión cultural y territorial. ¿Cómo poner en juego esta dos dimensiones ? A partir de una tercer noción que es la de límite. En efecto, marcas culturales15 y rótulos terminan prescribiendo relaciones de inclusividad y exclusividad. La funcionalidad del límite reside precisamente en objetivar relaciones de inclusión y exclusión.

En lo que a la dimensión cultural ser refiere, nos parece que la perspectiva de Geertz (1987) sobre la cultura se conecta con nuestra mirada de la 'etnicidad', ya que entiende a la cultura como un concepto semiótico, una trama de significaciones socialmente producida. Esta conceptualización de la cultura se desliga de la preocupación ontológica, para centrarse en las producciones de sentidos y valores (Geertz, 1987 :24-25). De este modo, la cultura (en contraposición con aquellos que tienden a objetivarla reduciéndola a un conjunto de valores tradiciones, normas, conductas, etc.) consiste en un contexto de significaciones interpretables dentro del cual los procesos sociales, acontecimientos, instituciones pueden convertirse en fenómenos inteligibles a través de una "descripción densa" (27). Partiendo de este modo de entender lo cultural, pensamos que la etnicidad como proceso involucra una malla de significaciones, representaciones e imágenes cuyos rótulos expresan las múltiples alteridades a los que los individuos se exponen en sus prácticas cotidianas.

En lo que hace a la dimensión territorial, varios son los puntos sobre los que deseamos detenernos. En primer lugar, partimos de la conceptualización que plantea Escolar acerca de territorio, quien lo entiende como el ámbito geográfico delimitado de ejercicio excluyente del poder (Escolar, 1992 :12)16 . Según nuestra opinión, esta idea de exclusión/inclusión no necesariamente implica una delimitación jurisdiccional o política-administrativa. En este sentido es que podemos poner en relación etnicidad y territorialidad. Recordemos nuestro concepto mediatizador : límite (límite cultural y territorial). De tal modo que territorio puede o no coincidir con un ámbito demarcado por fronteras o límites políticos. Sin embargo, el territorio estatal no es un territorio como cualquier otro, en la medida que connota ciertas representaciones sobre la identidad nacional. Sobre este punto volveré más adelante. Según Sack (1986) territorialidad es "...el intento por parte de un individuo o grupo de afectar, influenciar o controlar personas, fenómenos y relaciones, a través de la delimitación y el establecimiento de un control sobre un área geográfica. Este área será llamada territorio." (Sack, 1986 : cap.1) . Por lo tanto no todas las áreas geográficas constituyen territorios, y no todos los territorios se mantienen estables en el tiempo como tales. De lo anterior se desprende la significatividad que reviste precisamente la delimitación para ejercer la autoridad o el control : un territorio es tal cuando sus límites son usados para ejercer el control legítimo. Esos límites, inestables y cambiantes históricamente, le otorgan especificidad a aquellas áreas geográficas que constituyen territorios.

Al comienzo de este trabajo señalábamos que nuestro objetivo consiste en poner en relación etnicidad e identidad nacional. Dijimos que nos interrogamos por procesos de etnicización instituidos por el Estado, por lo tanto se trata de procesos que se inscriben en los límites del territorio estatal. Esta relación no es un detalle menor : hay un límite, entonces, que se representa en el imaginario colectivo como límite incuestionado. En el proceso de construcción de la nacionalidad estatal moderna, la ligazón entre la representación de la nación y las fronteras del Estado (el territorio estatal), se operacionaliza a través de un recorte territorial objetualizado en el mapa. La internalización del "mapa del país" o el "mapa de la patria", insistentemente introducido por el sistema escolar, termina acentuando y naturalizando la incuestionabilidad de ese recorte17 . Tal recorte "nos dice" que todos los ciudadanos que habitan dentro de ese territorio son sujetos nacionales con igualdad de derechos y deberes. Esto nos lleva a pensar que más allá de las distancias geográficas, culturales y políticas, pareciera que esta significado metafórico del mapa goza de cierta inmunidad ideológica, en la medida que ha servido históricamente para neutralizar resistencias y conflictos provenientes de distintos ámbitos sociales y territoriales subnacionales : por encima de aquellas distancias están los "intereses de la nación". Sin embargo, en la actualidad consideramos que esta metáfora esta muy desprestigiada y deteriorada.

Ahora bien, si el Estado a través de sus diferentes esferas e instituciones puede promover prácticas que fortalecen en el imaginario colectivo esa identificación positiva entre Estado, territorio y nación, también puede generar prácticas y mecanismos de exclusión del otro, imponiendo los límites de colectivos sociales diferencialmente etnicizados. Tal como señaláramos anteriormente, las prácticas estatales participan en la construcción material y simbólica de múltiples territorialidades. Por lo tanto, ese límite percibido e imaginado como natural y dado, el límite del territorio del Estado, encierra otro límites internos. El sentido de pertenencia al territorio del Estado no excluye territorialidades posibles al interior de aquel.

Partiendo de este encuadramiento teórico cabe plantearse los siguientes interrogantes : ¿cuál es la Argentina con la se identifican los argentinos a partir de los años veinte ?, ¿es posible o no pensar la nacionalidad argentina en base a lazos étnicos comunes ?, ¿qué diversidad de identidades nacionales se producen y circulan a partir de las transformaciones culturales generadas por la inmigración masiva ?, ¿se dieron prácticas estatales destinadas a forzar la identificación de la nación con una comunidad étnicamente homogénea ?, ¿cómo se pretende desde el Estado organizar las diferencias culturales ?, ¿qué visiones se contraponen desde la producción intelectual ?. Estas preguntas todavía están siendo investigadas y constituyen una buena guía para discutir la permanencia histórica de ciertos mitos nacionales : "la Patria es una e indivisible".

"La Argentina como problema" : construir los límites de "unos" y "otros" en las ideas y las prácticas estatales.

En este punto nos proponemos revisar este contrapunto entre las ideas y algunas prácticas estatales que han tendido a forzar en determinados sentidos esa identificación positiva, de la que se habló en párrafos anteriores, entre Estado, nación y territorio. Anteriormente se había planteado que las prácticas estatales a la vez que pretenden uniformizar y homogeneizar a la "comunidad nacional", operan demarcando cultural y territorialmente a los 'otros internos'. Como bien se sabe, si nos remontamos al período de organización del Estado nacional argentino y de construcción de un proyecto de nación, parece existir acuerdo en reconocer que ambos ejes se llevaron a cabo a costa de la ocupación de áreas consideradas vacías (la "metáfora del desierto"18 ) y del fomento a la inmigración de origen europeo, identificada con el progreso y la civilización (Minvielle y Zusman, 1996 ; Halperín Donghi, 1980 ; Oszlak, 1982 ; Guber, 1997). En este sentido, "inventar la nación" suponía también el control y dominio efectivo del territorio estatal, a través de prácticas de integración y fragmentación territorial de la población (como la ocupación militar de los territorios indígenas y la formación de colonias agrícolas de inmigrantes). Dada los límites de este trabajo, no es posible revisar aquí cómo se ha ido gestando este proyecto (para lo cual existe abundante bibliografía) pero sí mostrar ciertas permanencias ideológicas en el período que investigamos (entreguerras y los primeros cuarenta) que conservan puntos de contacto con los discursos y prácticas políticas generadas a partir de la organización del estado nacional a fines de siglo pasado. Para ello es necesario incursionar por aquellos relatos que desde el campo intelectual problematizaban la cuestión nacional.

Desde nuestro punto de vista, si alguna especificidad se le puede asignar al período de entreguerras es la diversidad de miradas intelectuales que registran y organizan las diferencias culturales derivadas del impacto inmigratorio (favorecido por una política de "puertas abiertas"). Anteriormente, cuando se cumplía el Centenario de la Revolución de Mayo, las imágenes de una nación asimilacionista, eran las que circulaban con mayor fuerza en el ambiente intelectual de la época. Las representaciones de la identidad nacional se construían apelando a la integración de criollos y extranjeros en una rara fusión que pretendía significar y resumir el "alma nacional"19 . En ese contexto cabía preguntarse si se estaba desnacionalizando la "cultura argentina". La mirada positiva del inmigrante europeo característica de la generación del ochenta, ahora era reemplazada por una mirada temerosa, que precisamente venía a encontrar en el "aluvión inmigratorio" las causas principales de la decadencia moral del país. En este marco cobraba sentido el retorno a lo gauchesco y a la tradición criolla (Prieto, 1988)20 especialmente desde el discurso literario.

Sin embargo, apenas se incursiona en la producción intelectual de la década del veinte, se percibe la ausencia de miradas unívocas y transparentes. Ruptura con el ideario del Centenario y tal vez cierto eclecticismo ideológico resuman las matrices de esta época. Por una parte, circularán las primeras variantes de los nacionalismos21 y por el otro lado, irrumpe el discurso de la vanguardia literaria que, desde otros escenarios estéticos e ideológicos, viene a eclipsar aquellos discursos nacionalistas.

En relación a 'los nacionalismos' en sus distintas variantes, aquí los entendemos como discursos provenientes del campo intelectual y/o político cuyo núcleo temático explícito es la identidad nacional. Estas estrategias discursivas pueden, en ciertas circunstancias, producirse con carácter programático con proyección política. El nacionalismo en sus distintas orientaciones, en definitiva, se propone construir explícitamente los contenidos legítimos de la nación. Por lo tanto, se trata de discursos que circulan produciendo diversos sentidos de "lo nacional" y que en consecuencia compiten por la hegemonía de uno de ellos. Ya hacia fines del veinte se puede hablar de una progresiva autonomización de estos discursos, que se venían expresando en periódicos y revistas nacionalistas22 como en el surgimiento de organizaciones civiles con práctica militante23 (Buchrucker, 1987). Como es sabido, a partir de la segunda presidencia de Yirigoyen, estaban planteadas las condiciones históricas y político-institucionales, para la circulación de discursos marcadamente autoritarios, jerárquicos y corporativos que cristalizarán en la revolución militar de septiembre de 1930 (Navarro Gerassi, 1968), a los que la literatura que se ha ocupado de ellos, suele calificarlos de "discursos nacionalistas" (Guber, 1997). Por eso se suele hablar de la emergencia a partir del treinta de un nacionalismo restaurador o esencialista. Sin embargo, la complejidad que presenta el conjunto de discursos enmarcados en el nacionalismo, no permiten reducir esta denominación solo a las corrientes de derecha (Guber, 1997).

Paralelamente, se produce en este contexto un procesamiento intelectual alternativo de esa ""cultura de mezcla"" de la que nos habla Sarlo (1988), conocida como la vanguardia (Altamirano y Sarlo, 1983). Muy brevemente se puede señalar que los escritores enmarcados en el vanguardismo resemantizan el tópico de la "argentinidad" rompiendo absolutamente con las mitologías campestres, gauchescas y con las marcas de un criollismo ruralizado. La apropiación intelectual de la singularidad de "los argentinos" se establece desde las crecientes transformaciones materiales que se estaban produciendo especialmente en la ciudad de Buenos Aires, como también desde un lugar fuertemente crítico hacia el campo intelectual ya consagrado24 . Bajo nuevos patrones estéticos nutridos de la radicalidad de las vanguardias europeas, los principales exponentes del vanguardismo literario, recuperan los valores de la urbe moderna y asumen la tarea de controlar el uso legítimo de la lengua. El principal referente será la revista Martín Fierro, aparecida en 1924 ; su trascendencia cultural y social fue tal, que se suele hablar de "martinfierrismo" para dar cuenta del movimiento intelectual-artístico que se gestó en torno a ella. No es casualidad el hecho que la más importante revista de la vanguardia se denomine Martín Fierro, y que sea precisamente con ese nombre que pretenda hegemonizar las innovaciones estéticas e intelectuales rompiendo con el sistema preexistente. La invocación a esta figura mitologizada del gaucho, en este caso remite a la reafirmación de un nacionalismo lingüístico (Sarlo,1983: 154-155), la diferenciación de la lengua oral y escrita extranjera, connota la depuración de la lengua criolla25 . "En el discurso de Martín Fierro la nacionalidad es una naturaleza. (...)el tema de argentinos viejos, hijos de familias tradicionales, dueños de apellidos netamente criollos, y gringos despliega una de sus peripecias en los debates de la vanguardia" (155). En este sentido, se puede pensar que estos debates que irrumpen en el veinte y se resignifican en el treinta, son posibles en parte gracias a las transformaciones culturales ocurridas a partir de la inmigración masiva, que han promovido la exposición de los sujetos a diversas alteridades. De modo que en este contexto, las experiencias cotidianas provocaban cierta organización de aquellas diferencias en el orden de las ideas. Las disputas planteadas, muy discutidas y relativizadas, entre los intelectuales enmarcados en el "boedismo" y los martinfierristas, dan cuentan no sólo de la competencia por la hegemonización de la "argentinidad natural" sino de las diferencias de estatus y posición social.

De algún modo la temática de la identidad nacional y la necesidad de problematizarla y construir sus contenidos, no deja de estar presente en la historia intelectual contemporánea. Reconstruir la complejidad de las representaciones de la idea de nación no resulta fácil dado precisamente la multiplicidad de respuestas dadas. El período de entreguerras es muy rico en este sentido, ya a que a partir del veinte desaparecen las transparencias ideológicas, se resemantizan las representaciones heredadas del positivismo y de la reacción nacionalista del Centenario, y se abren nuevas avenidas (algunas cargadas de mayor tinte político) que nutren los ensayos del treinta, las reflexiones de los discursos nacionalistas (es la etapa que crea las condiciones para la emergencia posterior del peronismo). Nuevas preguntas surgen cada vez que se observa, que en la vida intelectual argentina de esta etapa, era posible la coexistencia de revistas como La Nueva República, Criterio, o Sur (King, 1989). Los treinta signados por la inestabilidad política (la "década infame"), el ascenso del fascismo en Europa, la recesión económica, obligarán a construir desde distintos lugares los atributos legítimos de la nacionalidad. ¿Son estos atributos formas "etnicizadas" de imaginar la nación ? Todavía nos encontramos dilucidando este interrogante.

Ahora bien, ¿se puede plantear algún correlato entre las ideas que circulaban en esta etapa y las prácticas que desde el Estado se promovían ? Estas dos instancias tienen su propia lógica y no se muestran hasta ahora como reflejo una de otra. Según Guber (1997) "...a diferencia de otros países, en el nuestro la cuestión étnica no ha alcanzado el nivel de las políticas de Estado. (...) no han habido, en general, planteos secesionistas ni agrupaciones partidarias fundadas en un pretendido origen cultural común y diferente a la sociedad mayor; las políticas sociales no establecen cuotas según la afiliación étnica, nacional o racial..." (62).

Sin embargo, si bien es cierto que no han habido planteos secesionistas, sí en cambio podemos pensar que efectivamente se han promovido prácticas tendientes a intervenir en la demarcación cultural y territorial de la población (etnización como proceso de particularización instituido desde el Estado). Surge del análisis que la cuestión étnica se presentaba como una cuestión de real interés para el Estado.

Al comienzo de este trabajo planteábamos que nos interesa abrir interrogantes en relación con aquellas prácticas y mecanismos de exclusión del otro y de construcción de los otros internos. ¿Acaso las políticas de formación de colonias indígenas y apropiación por la fuerza de sus territorios, no constituyen un ejemplo muy trabajado desde la antropología local ?. En general, se ha reducido el análisis de la relación etnicidad-identidad a los grupos indígenas nativos (Bargman, Barua, y otros, 1992 ; Guber, 1997 : 59) ocupando un lugar secundario los tratamientos sobre otros procesos de formación de identidades colectivas (nacionales y subnacionales). Retomando la reflexión teórica de la primera parte, la categoría de etnicidad, involucra una doble dimensión cultural y territorial, que se construye en torno a la diferencia. Y no solo participan en este proceso de formación de identidades colectivas, componentes subjetivos (adscripción), sino también objetivos, y parte de ellos pueden promoverse desde prácticas estatales que operen en este sentido26 . Sin embargo, queda abierta todavía la posibilidad de considerar que dicha categoría carece de especificidad y por lo tanto que no se adecua a la comprensión de cualquier proceso de diferenciación cultural27 .

Por ahora nos limitamos en presentar ejemplos detectados en la investigación empírica que nos sugieren que se trata de prácticas que explícita o implícitamente instituyen procesos de etnicización (en el sentido explicado en la primera parte de este trabajo).

Se organizará la presentación de ellas a partir de tres ejes : - las políticas inmigratorias selectivas.

- la creación del Instituto Etnico Nacional.

- la resistencia política a la provincialización de los territorios nacionales.

Dado que actualmente nos encontramos en pleno desarrollo de la primera parte del proyecto de investigación, el objetivo de este punto será simplemente mostrar porqué determinadas medidas implementadas desde el Estado pueden convertirse en indicios de procesos de etnicización. Es decir, si en el proceso de formación estatal nacional argentino no parecen haber intervenido argumentos referenciados en la base étnica de la población (Guber, 1997), o bien si la problemática étnica, para decirlo de algún modo, se ha reducido en el ámbito académico al estudio de poblaciones indígenas, ¿cómo pueden explicarse determinadas prácticas que apelan implícitamente o no a la singularidad "étnica" de la nación ?, ¿se trata de apelaciones que sugieren una visión "racializada" de la nacionalidad ?, y podríamos agregar un último interrogante, ¿cómo han coexistido, por una parte, políticas tendientes a naturalizar la identificación de la ciudadanía con la delimitación geográfica de la Nación estatal (Escolar, 1995) y, por otro parte, políticas tendientes a operar en la demarcación territorial-cultural de los otros internos (a expensas de la "invisibilización" de otras identidades ?.

Veamos brevemente los tres tópicos anteriormente mencionados.

Las políticas selectivas de la inmigración

Argentina ha sido caracterizada históricamente por ser un país abierto a la entrada de inmigrantes desde las primeras etapas de organización del Estado Nacional, como un país que promovió una política asimilacionista de "puertas abiertas" (Villalón,1996). Caracterización impregnada muchas veces de una visión optimista que vincula la inmigración masiva con un período de prosperidad y crecimiento económico (Armus, 1984). Sin embargo, también es sabido que la apertura no estaba pensada y diseñada para favorecer la inmigración de cualquier origen nacional (Devoto, 1989 ), y que el poder político ha neutralizado y reprimido los conflictos sociales cuyos orígenes se asociaba al impacto de ideologías foráneas : Ley de Residencia (1902) y Ley de Defensa Social (1910).

Si bien la selectividad de la inmigración estaba presente en la Ley de Inmigración y Colonización de 1876 (Ley 817 o Ley Avellaneda) ya que sentaba las bases para definir jurídicamente al inmigrante deseable que era el europeo (Devoto, 1989 :167), será a partir de la década del treinta que la política inmigratoria se vuelve marcadamente restrictiva (Senkman, 1981 ; Novick, 1997). En efecto, las medidas legales, administrativas y policiales tendientes a controlar la entrada de extranjeros, refuerzan los criterios de asimilabilidad. A partir del treinta, cuando la recesión económica internacional se agudiza, el flujo inmigratorio declina, lo cual pude llevar a pensar que las restricciones tienen que ver con proteger el mercado productivo interno y las fuentes de empleo. Así surge de aquellos puntos referidos a la necesidad de asegurar la entrada solo a aquel que viniera con empleo seguro28 . Sin embargo, los sucesivos decretos que incorporaban modificaciones a la Ley 817, dan cuenta de la permanencia de argumentaciones fundadas en la idea de orígenes nacionales más adaptables que otros al "carácter" y "paisaje nacional" . Asimismo, se proponía vigilar la entrada de refugiados o perseguidos por causas políticas o religiosas : disposiciones para "salvaguardar el carácter nacional...de la irrupción de conglomerados humanos dominados por ideologías o sentimientos nocivos y perturbadores (...) o que proceden de centros sociales cuyos caracteres no concilian con las finalidades del espíritu argentino" (Senkman, 1981 :609). A lo largo del treinta, en el contexto de inestabilidad política que imponía la restauración conservadora, no faltarán decretos de las características señaladas que definen el inicio de una política inmigratoria de puertas cerradas29 .

¿Puede pensarse que desde el discurso político oficial y las prácticas estatales se prescribe una nación culturalmente homogénea ?. Cuándo se promueve la selección étnica de la inmigración, ¿desde que concepción de nación se parte ?. ¿Qué sentido presentaba en este período, operar sobre la selectividad de la inmigración (y por ende promover la idea de continuidad cultural y territorial de la nación), si es que en Argentina "...la cuestión étnica no ha alcanzado el nivel de las políticas de Estado" ?30 .

Los argumentos presentados en párrafos superiores se mantienen posteriormente y de modo bien explícito en los discursos pronunciados por J. D. Perón durante la etapa abierta por la Revolución militar del 4 de junio de 1943. De algún modo la "metáfora del desierto" que permitía justificar desde el proyecto vigente, las campañas militares de fines del siglo pasado (Menvielle y Zusman, 1996), sigue estando presente en la Argentina del treinta y cuarenta. Si bien para este momento, ya se habían eliminado las restricciones que implicaba para el Estado la existencia de pueblos indígenas en el logro del progreso y la civilización, todavía siguen en pie los argumentos que interpretan como una amenaza para la "defensa nacional", la extensión enorme de un territorio "vacío". Aquella metáfora se actualiza. La necesidad política de ocupar los "espacios vacíos" constituye una cuestión de Estado (Ajón, 1995a). Veamos en palabras de Perón este argumento : "la política argentina ...es de poblar, buscando aumentar en lo posible el número de habitantes con la introducción de hombres que sean sanos y buenos ; (...) atrayendo a los inmigrantes directamente a las zonas que le son destinadas y de las que no puedan salir por lo menos por largo tiempo" (discurso del Coronel Perón ante una reunión de dirigentes gremiales, sobre la política social del gobierno y sus planes para el futuro, 9 de abril de 1945).

La cuestión demográfica será uno de los tópicos claves en los discursos de Perón desde 1943, y también quedará expresada en el Primer Plan Quinquenal31 . En este sentido, el Estado es el aparato legítimo de intervención en la coordinación de dos problemáticas : la selección étnica de la inmigración y la distribución geográfica ("racional") de la población. Cuando en el ámbito académico anglosajón todavía no había estallado el "boom de los estudios étnicos" (Briones, 1996 :6), el Estado argentino denominaba "étnicos" a los criterios de selección de la inmigración. Y aquí tal vez tenga más sentido interpretar que se parte de una visión etnicizada de nación. Pero etnicizada tal como lo entiende Balibar (1990) cuando define su concepto de "etnicidad ficticia" para aludir a la comunidad instituida por el Estado nacional", donde el término ficción implica un sentido de "fabricación". Así , según Balibar, las poblaciones de un Estado son etnicizadas, es decir, "...representadas en el pasado o en el devenir como si ellas formaran parte de una comunidad natural, poseyendo ellas mismas una identidad de origen..." (130-131).

Pensamos entonces que el fundamento ideológico de propuestas selectivas de "los otros" extranjeros, y por ende, de los "unos internos", se construye en torno a una concepción naturalizada de nación, vale decir, considerándola singular, homogénea, con un origen en el espacio y en el tiempo, conformada por ciertos atributos, cuya reproducción debe garantizarse desde el Estado. Resulta interesante agregar otra glosa de Perón, más impactante que la mencionada anteriormente. Así decía en 1946 : "el problema es crear el trabajo y después seleccionar la inmigración (...).El aspecto antropológico es de una importancia extraordinaria no solo como causa de adaptación, sino porque es necesario traer una inmigración que resulte un abono para nuestra raza y no que sea inadaptable, que no se cruce, que forme colonias cerradas, (...) Los países como el nuestro...necesitan que las razas se mezclen y se adapten (...) la selección antropológica de la gente que ha de venir al país hay que estudiarla minuciosamente" (Segunda conferencia de prensa del Gral. Perón sobre el Plan Quinquenal, 2 de octubre de 1946).

Por lo tanto, desde el discurso oficial se considera que para garantizar la asimilabilidad del inmigrante a la "unidad espiritual y social" (ibid) del pueblo, se requerirá la promoción de un conocimiento científico de la población. Digamos que en esa visión etnicizada de nación conviven algunas claves del discurso positivista dominante en la Argentina de fines de siglo pasado (Terán, 1987).

Ahora bien precisamente en ese año que Perón reclama el estudio antropológico de la población, se crea el Instituto Etnico Nacional. En el próximo punto veremos sus funciones y cómo es compatible su creación con el inicio de la política inmigratoria selectiva.

El Instituto Etnico Nacional

En julio de 1946 se creaba el IEN. Entre sus objetivos principales figuraba realizar un relevamiento de la población nativa y de su distribución, lo que incluía el estudio de sus aspectos somato-físicos y socio-culturales, así como establecer pautas legitimadas científicamente que garantizasen una adecuada selección étnica de la inmigración.

El antecedente inmediato de este instituto fue la Oficina Etnográfica que estaba agregada a la Dirección General de Migraciones. El decreto que fundamenta su creación establece : "la necesidad de contar con estudios y elementos técnicos que permitan seleccionar y orientar racionalmente las corrientes migratorias en forma de facilitar la adaptación de los inmigrantes al medio en que habrán de radicarse y desenvolver sus actividades...". Las tareas a cargo de dicha Oficina Etnográfica eran el "estudio descriptivo del pueblo de la República con arreglo a factores étnicos y antropológicos que concurren a su formación ; el levantamiento de un mapa etnográfico de la República ; el estudio etnográfico y antropológico de las diversas corrientes inmigratorias posibles en orden a establecer sus respectivas condiciones de adaptabilidad y asimilación con respecto a nuestro pueblo y orientar la distribución geográfica del caudal inmigratorio en la forma más racional y conveniente para los intereses del país y de los propios inmigrantes."32 .

Posteriormente se consideró que dicha oficina debía convertirse en una entidad de mayor peso institucional, con lo cual se decide transformarla en Instituto Etnico Nacional bajo la dependencia de la Dirección General de Migraciones, Ministerio del Interior. Con el correr de los años, dicho organismo fue cambiando de dependencias, acorde con la política de planificación que estaba en auge por entonces, que creaba permanentemente secretarías, consejos o direcciones de planificación. Hasta el momento no se han encontrado trabajos que se hayan ocupado de estudiar la historia de esta institución33 , y aparentemente según se deduce de los Anales del Instituto, habría funcionado hasta 1951 o probablemente 195234 .

Las restricciones de la política inmigratoria que empiezan a delinearse en el treinta, se resuelven más claramente a partir de mediados del cuarenta, cuando desde el Estado se implementan medidas que buscan aumentar el conocimiento empírico de la población : conocer el territorio y su población científicamente ; es este acento puesto en la cientificidad del saber, permitirá legitimar las prácticas desarrolladas. Tal como se mencionara anteriormente, tanto en los discursos como en las prácticas se representa a la nación como una única esencia biológico - cultural, una comunidad amalgamada por la tradición y lazos de sangre.

Veamos como se perfilan estas imágenes organicistas de la nación, en la descripción de las funciones del IEN: en relación "al pueblo extranjero : 1-distribución de la masa humana en el suelo de la nación ; su adaptación al medio ; su origen físico y mental ; su índice cultural. 2-la inmigración considerada bajo los siguientes principios : relación entre el hombre, la fauna y la flora ; planos de orientación étnica para el futuro ; defensa del patrimonio étnico con relación al tipo humano a recibirse ; selección conforme a su origen para su incorporación definitiva ; aplicación de las leyes de aclimatación y adaptación para el transplante humano perfecto ; asesoramiento sobre nuevas corrientes de sangre considerando al animal - hombre con preferencia al hombre-aldea y prescindiendo del hombre-urbe...". El IEN estaba constituido por cuatro divisiones : educación, ejército, inmigración y social-policial. Los trabajos administrativos contarían con secciones vinculadas a aquellas divisiones. Por ejemplo : "- sección transplante para establecer si el inmigrante soporta el clima ; en que condiciones se realiza el transplante ; fomentar el mestizaje en las regiones cálidas con pueblos puros, nunca nórdicos ; si la inmigración asimila el país o el país a la inmigración ; - sección inmigración para determinar [entre otros puntos] sus causas, su forma, su finalidad ; - sección geohumana, mantendrá una estrecha relación con el IGM, Dirección de Meteorología, ...". Asimismo como función específica se plantea la "formación del pueblo de la Nación y preparación de los planes para solucionar todo lo concerniente al problema 'pueblo argentino'. Orientar al pueblo hacia un nacionalismo consciente y orgulloso, crear su mentalidad nacional (...). Despertar en el hombre ... el concepto de arraigo a la tierra, (...) formar el hombre físico y psíquicamente ... con caracteres típicos, definidos que determinen el hombre argentino. Estudiar y aplicar conclusiones sobre mestizaje físico, el mestizaje de las ideas... ; crear una cultura propia."35 .

De lo anterior se desprende que este organismo resultaba funcional a la política de planificación estatal que se venía consolidando ya desde 1943 ; y amparándose en los reclamos por un mayor conocimiento de la población (oferta de recursos humanos) se podía fundamentar las prácticas tendientes a operar en la composición de esa población y en la ocupación del territorio. El conocimiento empírico suponía estudios somato-físicos de la población extranjera y nativa. Gran parte de las actividades del IEN consistían en salidas de campo a distintas provincias donde los integrantes de las comunidades indígenas o las colonias agrícolas de extranjeros, eran objeto de mediciones físicas e intelectuales, relevamiento que se completaba con descripciones de las formas de vida y del medio natural.

Cabe agregar que el énfasis colocado en la necesidad de seleccionar la inmigración promoviendo estudios de ese tipo, se encuentra presente también en el punto Migraciones de "Fundamentos y finalidades de la política social argentina" donde en lo que respecta concretamente a migraciones internacionales, se señala lo siguiente : "Selección originaria y de ingresos. Especialización somato-física, psíquica y razas (...). Finalidades : asimilación del extranjero a nuestra nacionalidad y mejor distribución de las fuerzas de trabajo. Etapas : selección originaria y de ingresos. Estudio de la distribución y redistribución de la población. Distribución, ubicación y protección. Creación de nuevos centros (...)"36 .

Era de esperar que estas ideas se viabilizarán a partir de la implementación del Primer Plan Quinquenal (1947-1951), donde se señala la necesidad de "promover y aumentar la nupcialidad, la natalidad y establecer una política de colonización acorde a las necesidades económicas y sociales del país".

En efecto, esta política cobra sentido ya que se considera que la sub-explotación de la oferta de riquezas naturales del territorio estatal se vincula con la ocupación demográfica escasa y dispersa.

Creemos que estos ejemplos constituyen puntas claves a la hora de analizar las modalidades que asumen las prácticas estatales que han operado efectivamente en procesos de demarcación cultural y territorial (para este último caso sigue dominando la "metáfora del desierto"); en definitiva, estos procesos se promueven desde determinada forma de imaginar la nación y la "cultura nacional", desde donde se justifican los criterios de asimilabilidad de los 'otros culturales' (en este período los inmigrantes "seleccionados").

La construcción de la ciudadanía y la provincialización de los territorios nacionales Este punto lo planteamos como una posible línea de análisis que puede enriquecer la comprensión de las prácticas estatales comentadas. Especialmente para reconocer cuáles eran las vías que operaban en las relaciones de inclusión y exclusión, no solo en términos culturales sino políticos.

Como es sabido la inmigración masiva producida a partir de mediados del siglo pasado, instala un debate político acerca del problema de la nacionalización de los extranjeros y la potencial conversión de aquéllos en ciudadanos con derechos políticos (Halperín Donghi, 1987 :214). Aquello que se encontraba de positivo en la posibilidad de aumentar el electorado por esta vía, para así romper con el atraso económico y político, ya avanzada la primera década de este siglo, podía sugerir lo contrario. En este caso prevalecían los reparos por los marcos políticos de referencia de estos inmigrantes, como el anarquismo y socialismo (Baily, 1984), a lo que se suma una activa participación social a través de las organizaciones gremiales o bien asociaciones ligadas a los distintos orígenes nacionales (Romero y Gutiérrez, 1995 :74-75).

Ahora bien, se puede pensar en establecer un contrapunto entre el problema de la nacionalización de los extranjeros con fines electorales y las efectivas restricciones impuestas a la participación parlamentaria de los habitantes de los territorios nacionales.

Es decir, que cuando nos preguntamos por la formación de la identidad nacional no podemos excluir interrogantes acerca de la construcción de la ciudadanía política. Esto es así, dado que mientras se fuerza desde los aparatos de Estado, la hegemonía de una nación con determinados atributos y se utiliza esta categoría para fortalecer la unidad o estandarización de los sujetos (ciudadanos), asimismo se procede a excluir aquellos que se apartan de los criterios de inclusión establecidos37 . En este sentido, si bien la historiografía contemporánea pondera el valor de la Ley Saénz Peña de 1912 como punto de inflexión en la historia política nacional, dado que inaugura la consagración de los derechos políticos (Romero y Gutiérrez, 1995 :155-156), lo cierto es que no todos los habitantes del territorio nacional gozaban de estos derechos hasta los primeros años del cincuenta. Una diferente y/o complementaria lectura de la reforma electoral del '12, sostiene que el objetivo de ampliar los derechos políticos era funcional a la legitimación del poder económico de la clase oligárquica (Barbero y Devoto, 1983 :36-37 ; Romero y Gutiérrez, ibid).

El sufragio secreto y obligatorio será un derecho y un deber de los ciudadanos de las provincias y la Capital Federal. La lenta transformación de los habitantes de los territorios nacionales en ciudadanos con los mismos derechos, dependerá del cumplimiento o no de los requisitos establecidos que habilitan la provincialización de aquellos territorios38 . Requisitos referentes a la entidad jurídico-política (el territorio nacional) y no al habitante territoriano, ya que éste con solo trasladarse a una provincia e inscribirse en las listas electorales, adquiere el derecho de voto (Favaro y Arias Bucciarelli, 1995 :9-10). Sin embargo, el radicalismo a través de los gobiernos de Yrigoyen y Alvear, promovió proyectos para agilizar la provincialización de Misiones, Chaco, La Pampa, Río Negro y Chubut, que no se efectivizaron ni se debatieron en la cámara (Ibid. 11). A lo largo del veinte, variadas serán las iniciativas de políticos e instituciones creadas al efecto, para revertir prontamente la injustificada permanencia de los territorios ; los reclamos por garantizar la representación parlamentaria y la elección propia de los gobernadores, se harán notar en la década siguiente39 .

Vale la pena aclarar que la organización, gobierno y administración de los territorios nacionales quedan establecidas por ley del 16 de octubre de 1884, mientras que las posteriores reglamentaciones solo modifican cuestiones relativas a la justicia letrada, los consejos municipales y policía. Los gobernadores eran elegidos directamente por el Poder Ejecutivo.

Esta importante cuestión de la no provincialización de los territorios nacionales, constituye una vertiente interesante para analizar procesos y formas de exclusión de los otros internos en el orden político. En definitiva, en este caso se trata de aquellos sujetos diferencialmente marcados : excluidos de la participación política parlamentaria.

Recordemos que esta exclusión pasaba básicamente por el hecho que el gobernador era un simple delegado del Poder Ejecutivo Nacional y no existía la representación parlamentaria, sino un delegado territoriano con voz pero sin voto ; en el Territorio solo se constituía una legislatura cuando la población superaba los 30.000 habitantes y se designaba un juez letrado para ejercer el poder judicial (Vapñarsky, 1983 :33-34).

En este caso los criterios de exclusión se explican por causas básicamente de carácter electoral relativas a la composición de las Cámaras de Representantes, por eso tanto el radicalismo como el socialismo independiente proponen diferentes iniciativas para agilizar la provincialización de aquellos territorios que desde hacía tiempo habían superado el límite de población establecido40 .

Vale la pena agregar, que en el debate parlamentario producido en la Cámara de Diputados de la Nación en 1951, con motivo de la provincialización de los territorios de La Pampa y Chaco, se recuperan argumentos que justifican la demora en este cambio jurídico-político, según criterios de asimilabilidad de la población extranjera. En este caso, lo manifiesta un diputado del partido peronista cuando se mencionan en el debate, otros territorios que también esperan por una transformación. Así decía "es exacto que los territorios de Misiones y Río Negro tienen, como los de La Pampa y Chaco, población y autonomía económica suficientes para transformarse en provincias ; pero lo que el señor Monjardin [diputado radical por Buenos Aires] ignora es el problema que la inmigración extranjera plantea al territorio de Misiones, cuya población esta formada por un gran contingente de europeos, aún no asimilados definitivamente. Cuando esta población se asimile, habrá llegado la oportunidad de dar autonomía al territorio de Misiones." (en el debate citado : 1149)41 .

De este modo puede observarse que por lo menos en que lo atañe al discurso y las prácticas estatales, aún entrados los cincuenta, sigue presente la idea de promover y consolidar una idea de nación compuesta de atributos que dan cuenta de una unidad territorial y cultural heredada. El problema de los territorios nacionales y la exclusión ejercida sobre sus habitantes, impidiendo su participación real en el sistema parlamentario, sirve para reformularse preguntas a la hora de indagar procesos de etnicización instituidos desde el Estado.

A modo de síntesis provisoria

Al preguntarnos si los modos de representar la identidad nacional argentina remiten a una identidad étnicamente diferenciada (durante el período de entreguerras y la primera mitad del cuarenta), nos permitimos poner en relación básicamente tres categorías : identidad nacional, etnicidad y territorio. Los sentidos atribuidos a la primera se entienden en el marco del proceso de formación simbólico y material de la estatalidad moderna. La legitimación del Estado requiere inventar sus contenidos nacionales. Por lo tanto, y como quedó expresado en el presente trabajo, la delimitación territorial del Estado no juega un rol menor a la hora de analizar las representaciones de la nación. Así prácticas y discursos provenientes de los aparatos de Estado buscan fortalecer ese sentimiento colectivo de pertenencia a una nación imaginada como limitada por las fronteras del Estado. En efecto, uno de los principales instrumentos que han contribuído a esto, es la ineludible presencia del "mapa nacional" y del estudio de "su geografía" en el sistema educativo formal : ese proceso de reconocimiento cartográfico subjetivo y espontáneo, es de fuerte impacto simbólico a la hora de identificar la nación con el ámbito geográfico del territorio estatal.

Sin embargo, si bien el Estado a través de sus diferentes esferas e instituciones, promueve prácticas que asocian positivamente Estado-territorio estatal-nación, integrando los atributos de la nación en términos de continuidad geográfico cultural, también genera mecanismos de exclusión de los otros internos. Integración y exclusión se presentan como dos caras necesarias de un mismo proceso. Y es aquí donde surgen las preguntas por comprender el correlato entre, las ideas de nación, y las prácticas estatales tendientes a operar en la construcción de territorialidades y etnicidades posibles.

El análisis de este correlato, como mencionáramos anteriormente, supone poner en relación y discusión identidad nacional, etnicidad y territorio. Con la segunda de estas categorías surgen las mayores dificultades. Las contradicciones que emergen en cualquier intento por elaborar una conceptualización sustanciosa de la noción de etnicidad, obliga precisamente a incorporar tales contradicciones en la investigación teórica y empírica, flexibilizando sus significados tratando de rescatarla como categoría operativa. En principio, entendemos que etnicidad involucra una doble dimensión cultural y territorial : la noción mediatizadora de límite nos permite articular los procesos de demarcación, dada su funcionalidad en objetivar relaciones de inclusión y exclusión. Partiendo de esta primera conceptualización nos proponemos abordar la construcción de territorialidades y etnicidades posibles al interior del territorio estatal : jerarquizamos las prácticas estatales que promueven demarcaciones, inclusiones y exclusiones, bajo determinados modos de representar la idea de nación.

El proyecto de construcción de una nación integrativa y asimilacionista, vía fomento de la inmigración europea, planteado a partir del proceso de organización y consolidación del Estado, fue resignificado no sin conflictos, en etapas posteriores. Sin embargo, en ese recorrido, la invención de la nación legítima todavía conserva las herencias signadas por el mito del "crisol de razas", o bien por esa extraña amalgama de componentes indígenas, criollos y europeos : ¿de qué modo se organizaba esa "cultura de mezcla" en las ideas y las prácticas estatales, en la Argentina del período de entreguerras y la primera mitad del cuarenta ?, ¿se dieron prácticas estatales destinadas a forzar la identificación de la nación con una comunidad étnicamente homogénea ?, ¿cómo se reflexionan las transformaciones culturales producidas a partir de la inmigración masiva ?.

A partir del presente trabajo, nos propusimos abrir nuevas preguntas y caminos de indagación que inviten a revisar y discutir ciertas categorías de análisis , como identidad, etnicidad y territorio. Sobre todo consideramos necesario cruzar las lecturas provenientes de la división del trabajo académico, ya que solo así es posible enriquecer la interpretación de temáticas actualmente englobadas en el campo de los estudios sociales y culturales. A su vez, los interrogantes planteados a lo largo del trabajo también pueden llevar a reflexionar sobre el rol que le ha correspondido a las ciencias sociales en la construcción de los contenidos de la nación. Como sugiere Grimson (1997), "esas identidades [nación y grupos étnicos] han necesitado su sociología, su antropología, su historia y su geografía ..."42 .

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NOTAS

* Becaria de iniciación CONICET/Instituto de Geografía, UBA.

1 En este sentido la conceptualización de nación que propone Benedict Anderson se conecta con nuestra visión al reconocerla como "comunidad política imaginada - e imaginada como implícitamente limitada y soberana." (Anderson, 1989 :14).

2 Con respecto a la funcionalidad que la idea de nación reviste en limar e invisibilizar las diferencias internas, nos interesa el señalamiento de Guber (1997) : "para fundar su legitimidad los Estados modernos debieron crear una matriz témporo-espacial donde formaciones políticas y culturales hasta entonces independientes pudieran imaginarse como partes de una misma comunidad política, bajo un mismo gobierno, con las mismas leyes, una misma lealtad y un mismo destino. La Nación fue precisamente, una pretensión de continuidad histórica, cultural y espacial nacida de y reforzada por los aparatos estatales con el objeto de configurar una unidad indisoluble, la del Estado-Nación. (...) Según la proyectaba la generación del '37, y luego la del '80, la nuestra debía ser una nación abierta 'a todos los hombres de buena voluntad', sin distinción de cultura, credo o raza. Y aunque no sin conflictos, el Estado argentino fue sumamente exitoso en su compulsión asimilacionista." (61).

3 Así también lo sugiere Balibar (1990) cuando afirma que las 'fronteras exteriores' del Estado devienen también en 'fronteras interiores' , se trata que las primeras sean imaginadas como la proyección y protección de una personalidad colectiva interior (129).

4 Gillespie (1997) sintetiza esta complejidad cuando afirma "etnicidad es un término contradictorio al que se le asignan significados conflictivos que se contraponen entre sí, es un concepto que siempre se desplaza para abarcar nuevos significados, y que se articula de varias maneras en relación a diferentes intereses políticos. Sus significados derivan de la relación con otras formaciones discursivas [cultura y naturaleza, 'raza' y nación]" (41).

5 Cohen, R., 1978 ; Williams, B., 1989 :401-412 ; Hildalgo y Tamagno, 1992. Los nuevos procesos históricos y políticos abiertos por la descolonización pos segunda guerra mundial, planteaban la necesidad de revisar cierta terminología peyorativa. Pensar en términos de etnicidad permitía despejar de los senderos de la investigación antropológica cualquier connotación que redujera el espectro de preocupaciones a las "comunidades tribales", "grupos primitivos", "sociedades sin estado", al tiempo que prolongaba los esfuerzos por definir aquella categoría. Este viraje también es percibido por A. Cohen para quien, en el inicio de los setenta, los temas más tradicionales de la antropología (tribus, aldeas, comunidades aisladas) fueron transformándose en grupos étnicos, haciendo de la etnicidad un "fenómeno ubicuo" (citado en Williams, B., 1989 :402).

6 El sentido común indica que en cualquier sociedad se da la existencia de grupos que nuclean a un conjunto de individuos llevados por diferentes criterios y fines compartidos a precisamente formar-parte-de. ¿Cuál es la especificidad que presentan los "grupos étnicos" ?, ¿qué los diferencia de otros procesos de formación de grupos ?. Al respecto, Briones señala "...si la etnicidad se convierte solo en la dimensión cultural de la grupidad, todo tipo de grupo acaba viéndose como potencialmente étnico, y la noción de etnicidad pierde fuerza para explicar porqué, para el sentido común, no todos somos étnicos". (Briones, C., 1996 : 15).

7 Smith, A., 1986 : 12. Este autor comenta que los "primordialistas", ven en los vínculos primordiales basados en la lengua, religión, raza, etnicidad y territorio, los orígenes de naciones y grupos étnicos, siendo éstos unidades naturales de la historia. Para Briones el mismo Smith enfoca esta cuestión acentuando lo dado y preexistente que connotan los "vínculos primordiales". En este sentido, recordemos que para este autor las características que definen a las comunidades étnicas son : un nombre colectivo, mitos de origen y descendencia, una historia común (memoria colectiva), una cultura singular compartida, la asociación a un determinado territorio, un sentido de solidaridad (Smith, 1986 :21-31).

8 Autores como Natan Glazer y Daniel Moynihan ven a los grupos étnicos como grupos de interés; lo cual supone que los conflictos étnicos entre distintos estados o en el marco de un mismo estado, den cuenta de la "eficacia estratégica de la etnicidad" en hacer reclamos legítimos sobre los recursos de ese estado (Glazer, N. y Moynihan, D., 1975 : 11 ; un análisis crítico de las limitaciones de este enfoque puede verse en Williams, 1989 :434-435).

9 Para Briones serían los enfoques instrumentalistas y en esta línea incluye a B. Williams (1996 : 12). Ver nota 6. Williams (1989) aborda la 'etnicidad' en el marco de los estados-nación, con lo cual aquella categoría viene a "rotular la visibilidad de aquel aspecto del proceso de formación de identidad que es producido por y subordinado a programas nacionalistas y planes - planes que intentan crear una homegeneidad putativa fuera de la heterogeneidad a través de un [proceso apropiativo de hegemonía]" (439, traducido del original en inglés).

10 Resulta oportuno recordar que es precisamente con el desmembramiento de los Estados Absolutos en Europa occidental a fines del siglo XVIII que se quiebra la relación entre propiedad y soberanía en la cual se sustentaba la legitimidad de dicho Estado. A partir de entonces es necesario reemplazar la legitimidad regia y construir los argumentos que sustenten el fundamento de la legitimidad del poder político en el conjunto de los ciudadanos. En definitiva, a partir del punto de inflexión que marca la Revolución Francesa se inicia la "implantación de los estados nacionales" y el "proceso de mitificación de la nación" (Bereciartu, 1986 :12-26).

11 Es importante recalcar que esta es la vertiente que se investiga en el proyecto de investigación en curso, lo cual no excluye el reconocimiento de procesos de etnización provenientes de otros ámbitos institucionales.

12 Alonso, A., 1994 :393-394 (traducido del original en inglés).

13 Ibid. : 391 (los destacados en itálica son nuestros).

14 Una referencia breve sobre las consecuencias de la apropiación actual de esta noción en las ciencias sociales y las revisiones dadas en los últimos años, puede verse en Grimson, 1997. Coincidimos con Gillespie cuando dice "es un término [etnicidad] que no podemos abandonar, pero que necesita ser deconstruído, para poder extraer temas que permanecen abiertos sobre diferencia cultural, histórica y política, y para cuestionar las definiciones biológicas de 'raza' y las suposiciones acerca de la homogeneidad étnica de las naciones" (Gillespie, M., 1997 :41).

15 En general en la literatura antropológica suele hablarse de diacríticos, en el sentido de signos visibles (Barth, 1976 :16).

16 Este autor analiza profundamente el origen etimológico de la palabra y a partir de allí pone en discusión las definiciones históricas y jurídicas actuales. Un análisis de este tono puede encontrarse también en Zila, M., 1995 : cap. 7

17 Estamos pensando en ese proceso de reconocimiento cartográfico subjetivo que asocia el ámbito geográfico del territorio estatal con una comunidad nacional percibida como homogénea. Esta vinculación es sintetizada por algunos autores en la idea de "representación patriótica" : sentimiento de identificación grupal de una comunidad nacional estatalizada con símbolos históricos y con el territorio de pertenencia legítima (Escolar, M., Reboratti, C. y Quintero Palacios, S., 1992). Interesantes conexiones pueden establecerse con lo que nos propone la antropóloga Alonso (1994) cuando afirma que "la transformación del espacio en territorio ... se apoya en la conceptualización del pueblo como aquel que vive dentro de una singular estructura [en inglés frame] espacial compartida" (382). Asimismo la autora señala citándolo a Makki, "...cómo la identidad entre pueblo y territorio es creada y naturalizada a través de la invención visual del mapa ..." (382, traducido del original en inglés, los destacados en negrita son nuestros). Esto se conecta directamente con lo que sugeríamos arriba acerca de la internalización del mapa del país, de ese reconocimiento cartográfico espontáneo de fuerte impacto simbólico en la representación de la identidad nacional. Alonso insiste en la necesidad de profundizar en este uso metafórico del mapa que configura la nación como limitada (383).

18 En el período en que se estaba organizando el Estado nacional, las áreas ocupadas por los indígenas desde el punto de vista de su organización económica y cultural no eran funcionales al proyecto de la élite política dirigente. Como se sabe, esta exigía la incorporación efectiva de aquellos territorios indígenas al mercado productivo, viabilizada con la implementación de políticas específicas, como lo fueron básicamente las campañas militares de 1879 y la organización de los territorios nacionales en 1884. Este proyecto se sostenía y autolegitimaba en una "representación imaginaria : la metáfora del 'desierto'. Esta metáfora permitió ejercer cierto tipo de dominación antes de emprender la ocupación. (...) la metáfora del desierto se aplicó aquí a un espacio ajeno a la llamada 'civilización', la tierra del indígena..."(Minvielle y Zusman, 1996 :78-79). En síntesis, "...la metáfora del desierto se constituyó en una estrategia discursiva con diferentes implicancias según los objetivos y momentos históricos. (...) ella actuó como forma de apropiación nominal, como estímulo para la ocupación efectiva y como artilugio político para justificar el pasaje de las tierras indígenas al estado-nacional sin el reconocimiento de los derechos indígenas sobre las mismas" (81).

19 Rojas por ejemplo señalaba en La Restauración Nacionalista (1909) que "...a pesar del progreso y de los cambios externos, hay en la vida de las naciones una sustancia intrahistórica que persiste. Esa sustancia es la que hay que salvar para que un pueblo se reconozca siempre a sí mismo" (pág. 62). Es necesario recordar que esa fusión, mencionada en el texto superior a esta nota, tiene connotaciones diferentes para Rojas y para Gálvez. El primero construye representaciones de la nacionalidad que amalgaman las raíces hispánicas, la cultura de gauchos, indígenas y descendientes de inmigrantes. Mientras que a Gálvez le interesa más recuperar las raíces hispanas y católicas de la sociedad en busca de la afirmación de la "verdadera" idiosincracia cultural amenazada por la inmigración (Galvez, M., "El diario de Gabriel Quiroga", en : Devoto y Barbero, 1983 :31-35) 20 Los exponentes más conocidos del llamado nacionalismo cultural serán Manuel Gálvez, Ricardo Rojas y Enrique Rodó. Desde una posición que reacciona contra los postulados positivistas (pero que esta lejos de evitar el eclecticismo), imbuídos de una concepción espiritualista y una recuperación ética y estética de la hispanidad, estos intelectuales también abordarán la cuestión del cosmopolitismo pero con el objeto de construir los rasgos propios de una nacionalidad criolla (Altamirano y Sarlo, 1983). Así "...el gaucho, el desierto, la carreta ya no son los representantes de una realidad 'bárbara' que hay que dejar atrás en la marcha hacia la 'civilización', sino símbolos con los que se trama una tradición nacional que el 'progreso' amenaza disolver" (95).

21 El abordaje interpretativo de las distintas corrientes del nacionalismo argentino es muy amplio y complejo. Se sugiere ver Buchrucker, 1986, Navarro Gerassi, 1968, Zuleta Alvarez, 1973, Barbero y Devoto, 1983, Rama, 1981. En general los historiadores que se han ocupado de esta temática coinciden en señalar los años veinte como el comienzo de las primeras formalizaciones explícitas del "nacionalismo" en Argentina ; mientras que a partir del treinta, al producirse el primer golpe militar, habrían alcanzado su máxima expresión las líneas más antiliberales y antidemocráticas. Dada la diversidad interna de grupos, corrientes y figuras, los distintos autores suelen sistematizar este "multicolor conjunto" en dos grandes vertientes : el nacionalismo "restaurador" ("doctrinario", de "elite") y el nacionalismo "popular". A su vez cada vertiente incluiría distintas variantes imposibles de resumirse en esta nota.

22 Por ejemplo el diario La Fronda, el periódico "La Nueva República" en 1927 dirigido por Rodolfo Irazusta ; una corriente tradicionalista católica tendrá su espacio en la revista "Criterio" aparecida en marzo de 1928.

23 Como la conocida Liga Patriótica Argentina, la Liga Republicana y la Legión de Mayo ; Buchrucker (1987) caracteriza el período comprendido entre 1912 y 1928 como defensivo desde el punto de vista ideológico, donde el "peligro rojo" y "democrático" favorecían la proliferación de posturas antiliberales y anticomunistas que confluirían en lo que el llama "nacionalismo uriburista" (32-44).

24 "Como momento revolucionario de la transformación de las relaciones intelectuales, la vanguardia propone no solo cambios estéticos : también un concepto radical de libertad, el desprecio de las instituciones sociales y artísticas, el rechazo de las formas aceptadas de la carrera literaria y la consagración" (Sarlo, 1983 :130). Sarlo señala que la dirección principal de esta ruptura con el espacio intelectual consagrado se dirige hacia la revista Nosotros.

25 Muy claramente lo indica Sarlo cuando menciona las diferencias de programas entre los martinfierristas y los escritores de Boedo : "Toda relación con el lenguaje que haya sido mediada por la represión de la lengua extranjera, producirá una literatura teñida por el origen espurio del escritor" (1983 : 155).

26 Resulta interesante recuperar el trabajo de Hall sobre la utilidad de la perspectiva gramsciana en la discusión y revisión de las teorías sobre etnicidad y racismo. Especial interés reviste para nuestro trabajo el papel "educativo" y de "director" del Estado, o su "carácter ideológico", como también los roles de otras instituciones sociales en reproducir diferencias en la sociedad (Hall, 1986).

27 Respecto de la necesidad de rediscutir esta noción en relación a la noción de diferencia, sugerimos ver Gillespie (1997). La autora propone desvincular en términos reduccionistas, la noción de etnicidad de la de nacionalismo, imperialismo, inmigración ; sosteniéndose en Hall (1988, 1993) sugiere que la etnicidad induce a pensar en el discurso de la diferencia, localizado y posicionado en distintos lugares. La etnicidad se convierte en uno de los ejes del discurso de la diferencia ; otro cuestión será analizar los modos en que estas diferencias han sido tematizadas, tomadas como objeto de prácticas discriminatorias, o bien naturalizadas (Gillespie, 43)

28 El decreto del 26 de noviembre de 1932, ampliado el 14 de diciembre, "...inició la restricción total de la inmigración. El primer considerando del decreto expresaba que 'en defensa de los trabajadores radicados en la Argentina, no sería prudente (...) autorizar la entrada al país de quienes no tengan de antemano asegurada una ocupación remunerativa o la subsistencia" (en este último caso se permitía la entrada de aquellos que fueran llamados por sus parientes (Senkman, 1981 :608). Cabe aclarar que este autor utiliza como fuente "El fenómeno Migratorio", Ministerio de Agricultura, publicación del Instituto de Derecho Internacional de Buenos Aires, 1942, tomo I. Por nuestra parte se aclara que varios decretos de los primeros años del treinta no han sido encontrados (o no se publicaron o bien no se encuentran los tomos respectivos en los archivos).

29 Los antecedentes de estas medidas corresponden a los decretos del 31 de diciembre de 1923 (reglamentación de la ley 817) y del 28 de junio de 1927 (se impide el ingreso de mujeres solas con hijos menores o sexagenarios).

Los decretos posteriores son del 7 de octubre de 1930 (reglamentación de la entrada de tripulantes), 8 de noviembre de 1932 (disposiciones sobre la entrada de indeseables al país), 14 de diciembre de 1932 (complementa al anterior), 19 de enero de 1934, 11 de julio de 1934, 28 de julio de 1938.

30 Esta pregunta corresponde al planteo de Guber (1997 :62) en relación con la ausencia en Argentina de "planteos secesionistas ni agrupaciones partidarias fundadas en un pretendido origen cultural común y diferente a la sociedad mayor (...) ; las políticas sociales no establecen cuotas según la afiliación étnica, nacional, o racial (...), los cuestionamientos a presidentes y a regímenes no se han formulado en términos étno-nacionalitarios". Si aquí se esta de acuerdo en la ausencia de reivindicaciones sociales o de otro tipo fundadas en identidades étnicas, en cambio, se considera que efectivamente el Estado no ha sido indiferente a la "cuestión étnica" o a la necesidad de normar sobre los procesos de diferenciación cultural y territorial (etnicización). Por lo menos, creemos que los ejemplos mostrados en el trabajo dan cuenta de esto.

31 En el punto Fuerzas Armadas del Primer Plan, se propone el "Desarrollo antropogeográfico de la Patagonia". En el marco de una política que sostiene la importancia estratégica de la "defensa nacional", la Patagonia se presenta como una región de especial interés geopolítico. Así queda expresado en dicho Plan : "la Patagonia ... se encuentra expuesta a los ataques de un enemigo extracontinental ... Por tratarse de una región sin población ni recursos (...) ha de constituirse un objetivo de atracción para el enemigo (...). Por ello ...figura en el plan de gobierno fomentar en esa zona la radicación de población argentina y de una seleccionada inmigración,..." (Primer Plan Quinquenal, pág. 60. Los destacados son nuestros).

32 Decreto 9435 del 30 de marzo de 1946, en : Decretos del Poder Ejecutivo Nacional, tomo VI, 1946.

33 Exceptuamos el proyecto de tesis de maestría de A. Villalón, op.cit.

34 A fines de diciembre de 1951 el IEN pasó a depender de la Dirección Nacional de Investigaciones Técnicas, lo cual marcaría la intención de ampliar las áreas de investigación más allá de lo estrictamente relacionado con las migraciones.

35 Extraído de M. Constanzó, "La antropología y el problema de la población en Argentina", en : Acta Americana, volumen IV, n°3, julio-septiembre de 1946.

36 En "El pueblo quiere saber de qué se trata" (discursos pronunciados por Perón durante 1944). Los destacados en itálica son nuestros.

37 Al respecto agregamos la siguiente interpretación de Briones (1995) sobre la funcionalidad integrativa y diferenciadora de la noción de nación : "construcciones hegemónicas de la nación operan siempre sobre dos frentes. Mientras en el frente interno la imagianarización de la nación como comunidad abarcativa contribuye a coordinar la 'voluntad colectiva' enmascarando diferencias constitutivas, dentro de arenas internacionales permite organizar un sistema jerarquizado de hegemonías rivales", y más adelante agrega "la noción de nación también crea otros internos (grupos excluídos de lo que se considera núcleo definitorio de los atributos nacionales)..." (39).

38 Las condiciones fueron establecidas por la Ley 1532 de Organización de los Territorios Nacionales de 1884 y consistían en que la población no debía ser inferior a 60.000 habitantes y presentar bases productivas sólidas. Los Territorios estaban comprendidos por : Misiones, Formosa, Chaco, Pampa, Neuquén, Río Negro, Chubut, Santa Cruz, Tierra del Fuego y Los Andes. Este último se dividirá en 1943 en tres porciones que pasan a formar parte de las provincias de Jujuy, Salta y Catamarca (decreto del 21 de septiembre de 1943), las posteriores provincializaciones corresponden a La Pampa y Chaco, en 1951 (mediante la sanción de la Ley 14.037 reciben el nombre de Eva Perón y Presidente Perón respectivamente . En : Souto, 1997); Misiones, 1953 ; Formosa, Neuquén, Río Negro, Chubut y Santa Cruz en 1955.

39 Al respecto nos resulta interesante la interpretación de Vapñarsky acerca de la ausencia de censos nacionales en este período. Este autor señala "es verdad que las leyes no obligaban al gobierno a convertir en provincia a un territorio sólo porque hubiera superado el mínimo de 60.000 habitantes. Pero durante la década del treinta ya hubiera sido una suerte de escándolo público que más de la mitad de ellos estuvieran oficialmente en condiciones de serlo y no obstante se los mantuviera en su condición política marginal. A esta razón puede atribuirse que no se efectuaran más censos de territorios nacionales después de 1920" (41-44). Esta razón es muy sugestiva y resultaría significativo indagarla.

40 Favaro y Bucciarelli (1995) se refieren al proyecto presentado por Yrigoyen en 1919 promoviendo la provincialización de La Pampa, Chaco y Misiones y fomentando la creación de cuerpos legislativos de elección popular en Río Negro y Neuquén ; también el proyecto de Alvear en 1922 para la creación de cuerpos legislativos en los tres primeros territorios nombrados. En este marco se producirán, según los autores, un serie creciente de petitorios y presentaciones de proyectos y petitorios viabilizados a través de organismos creados al efecto como la Liga Territorial para la Representación en el Congreso y la Junta Permanente Pro Representación Parlamentaria del los Territorios. A partir del treinta se profundiza el debate ; el crecimiento del socialismo favorecido por la proscripción del radicalismo hasta el '35, dinamizó este debate en la esfera pública, en la medida que esto permitiría ampliar sus potenciales votantes (10-15).

La exposición de los antecedentes promoviendo la provincialización, que se remontan a 1904, pueden encontrarse también en el debate de la Cámara de Diputados de la Nación con motivo de la provincialización de La Pampa y Chaco del 19 y 20 de junio de 1951.

41 Las palabras destacadas son nuestras.

42 Revista Causas y Azares, N°5 :32.

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