V Congreso de Antropologia Social

La Plata - Argentina

Julio-Agosto 1997

Ponencias publicadas por el Equipo NAyA
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Apuntes sobre los conceptos de "etnicización/Nacionalización", "formación del estado-nación", "situación de frontera", "situación social" y "relaciones interétnicas" aplicados al estudio de materias "étnicas".

V Congreso Argentino de Antropología Social. Julio 1997.
Comisión de Trabajo: Identidad y Etnicidad.
Ponente: Axel César Lazzari, M.A.
Sección Etnología-Etnografía. Instituto de Ciencias Antropológicas. FFyL.UBA. MN/UFRJ.

Etnicización/Nacionalización como hegemonía.

La etnicización/Nacionalización supone la noción de hegemonía si se la analiza como un proceso con efectos creativos, regulativos y coactivos de sujetos/identidades -"indios", "estado", "nación", etc.- ejercido sobre la materia antagónica de lo social. Más específicamente, la idea de hegemonía implica reflexionar sobre los conflictos e incertezas de dominio que llevan fragilidad y mutabilidad a una situación, en la que los potenciales intereses de grupos potenciales -en este caso, los ranqueles- son mediados por los intereses potenciales de potenciales grupos dominantes. Enfocada desde este ángulo, la creación de "no sólo un unísono de metas económicas y políticas sino también (de) una unidad moral e intelectual" (Hall cit. Brow 1990:3), deviene, a la vez, en un problema práctico de sentido social para los agentes históricos y en un problema teórico de hegemonía para los analistas.

Los imperativos de mediación y de acondicionamiento de cierto género de particularismos -en oposición a otros- vis-à-vis el proyecto de una comunidad imaginada -en oposición a otras- (Anderson 1989), en el marco de la formación de un estado capitalista, coloca la génesis y reproducción de categorizaciones étnicas en torno a grupos indígenas como "ese aspecto de la formación de identidades que es producido por y subordinado a programas nacionalistas, planes que intentan crear a partir de la heterogeneidad una homogeneidad arbitraria..." (Williams 1989:439).

El sentido de etnicización/Nacionalización se explica mejor trayendo a colación la idea de estatidad. Siguiendo a Oszlack, la estatidad da a una determinada formación histórica los siguientes atributos: "1) capacidad de externalizar su poder obteniendo reconocimiento como unidad soberana dentro del sistema de relaciones interestatales; 2) capacidad de institucionalizar su autoridad, imponiendo una estructura de relaciones de poder que garantice su monopolio de los medios de coerción; 3) capacidad de diferenciar su control, a través de un conjunto funcionalmente diferenciado de instituciones públicas con reconocida legitimidad para extraer establemente recursos de la sociedad civil...; 4) capacidad de internalizar una identidad colectiva, mediante la emisión de símbolos que refuerzan sentimientos de pertenencia y solidaridad social y permiten, en consecuencia, el control ideológico como mecanismo de dominación" (Oszlack 1978:532).

El enfoque de esta última dimensión de la estatidad, centrada en la operación política de signos y símbolos que crean comunicación/comunidad nacional, se resiente de cierta unidireccionalidad si no se toma en cuenta el papel igualmente reproductor de los conflictos estructurales del estado capitalista que cumplen sus agencias al especificar y regular la emergencia de diferencias étnicas y de otros tipos (regionales, raciales, populares, de género, etc.) en el ámbito de las identidades genéricas (nación, ciudadanía, etc.); diferencias que se actualizan en textos, prácticas discursivas y sociales.

Las categorizaciones étnico-estigmatizantes así incitadas pautan tentativamente a los agentes que llegan a portarlas accesos subordinados tanto al mercado económico como a las esferas política y cultural de un estado-nación. Tal es el sentido preciso que le doy a la figura hegemónica de etnicización/Nacionalización.

El objetivo de esta ponencia es enriquecer y cualificar este planteo conceptual general de modo tal que pueda ser una herramienta útil para el análisis e interpretación de las materias "étnicas" con que nos enfrentamos intuitivamente al introducirnos en el campo de la "historia indígena", del "indigenismo" y de las "relaciones blanco-indio".

Con estos fines a la vista, la sustancia de este trabajo discutirá una serie de conceptos tales como "formación del estado-nación", "situación de frontera", "situación social" y "relaciones interétnicas" (en tanto modo de hegemonía homólogo al de "etnicización/Nacionalización").

Formación del estado-nación en situación de frontera.

En alguna medida, la falta de consideración de los mecanismos simbólicos de diferenciación interna de la nacionalidad se debe al apego a esquemas finalistas que normativizan ciertas tendencias de desarrollo donde cabría esperar una mayor ponderación histórica de los procesos sociales concretos. Dichos esquemas teleológicos revelan estar cooptados por ese mismo discurso nacionalista que pretende para lo nacional un singular origen prístino y un no menos unívoco vector de realización.

Un paliativo a este inevitable corrimiento hacia el mito -en el sentido de un régimen de verdad basado en la expulsión del acontecimiento- es la formulación eliasiana de formación del estado-nación.

Elías apunta con esta noción a un proceso de desarrollo social de larga duración, con dirección pero sin meta, caracterizado por incrementos arrítmicos tanto en la integración territorial, poblacional e cultural como en la diferenciación funcional de la sociedad y de la economía pulsional de los individuos (Elías 1972a y 1990).

Ahora bien, uno de los loci de concreción de estas arritmias evolutivas puede ejemplificarse con los procesos periféricos del capitalismo naciente. En este sentido, el modelo de una situación de frontera puede aportar elementos cualificadores a las condiciones particulares en que se procesan históricamente relaciones sociales estatalizadas. Dichas condiciones particulares son las que se establecen con la colonización de las poblaciones indígenas americanas.

La situación de frontera.

En nuestro uso, este concepto alude a la diferenciación funcional de una sociedad que pervive y se reproduce en base a la integración desigual (o en semi-exclusión) de territorios, poblaciones y culturas.

La situación de frontera, como toda abstracción, admite varios niveles de concreción empírica. Una opción maximalista la vincula a un esquema evolutivo general de la historia de la humanidad que puede expresarse también como "civilización". Esta continuidad, que atraviesa formaciones sociales y períodos históricos diferentes, integrándolos en una dinámica de expansión demográfica, ocupación territorial y organización política (cfr. Clementi 1987:14) entra en una conocida tensión con enfoques minimalistas que no admiten ni la definición global ni la omnipresencia de las situaciones de frontera. Ambas perspectivas pueden venir asociadas a un "retorno de lo reprimido" bajo la forma de celebraciones épicas de la civilización y de la nación, sin perjuicio de reservar algún lugar para el lamento humanista "de lo que no se ha hecho y se pudo hacer...en nuestro adánico espacio telúrico" (cfr. íbidem:23). Ante estas aproximaciones al estudio de la frontera conviene recordar la sugerencia metodológica de Elías de enfocar todo proceso social amplio haciendo pie simultáneamente en su direccionalidad estructural y en su fugacidad situacional construida desde la agencia de los individuos involucrados.

En cuanto a su aspecto sustantivo, los estudios de frontera distinguen básicamente una frontera social de una frontera espacial y demográfica. En los análisis concretos se mezclan las consideraciones de los "tipos de sociedad" y "sujetos" que genera la frontera y que sirven a la elaboración de un "carácter nacional" (cfr. Clementi op.cit.:15 y Zavala 1965:48-57) con los trabajos sobre migración, urbanización y colonización (cfr. p.ej. Willems 1977).

La distinción mencionada entre espacio y población es difícil de sostener si se considera a éstos no como una especie de escena reificada donde tendría lugar la gestación de un determinado proceso social, sino como el objetivo mismo que persigue ese proceso (cfr. "ecogénesis territorial" en Raffestin 1986 y "biopoder" en Foucault 1986:168-176).

Poblaciones y territorios se gestan a través de mallas, nudos y redes - esto es, fronteras- que establecen mediaciones frente a un núcleo. Y es por este mismo movimiento que se van co-constituyendo como tales. Este proceso de ecogénesis territorial desterritorializa espacios "locales" y los vuelve a territorializar en otro esquema jerárquico, primero como "fronteras" y luego como "regiones". Es posible pensar esta dinámica hegemónica en homología al proceso de etnicización/ Nacionalización, ya que a través de éste se observa la oscilación entre la "desparcialización", la "tribalización" y la "identificación étnica" de poblaciones indígenas.

Ajustando el foco a un nivel de mayor especificación, se encuentran las tipologías de frontera.

Si se toma un eje espacio-temporal, se percibe en la bibliografía una preocupación por las fronteras "móviles" y "permanentes". Sin despojarme del todo de estas connotaciones de duración y localización, prefiero pensar la "movilidad" y la "permanencia" en función de tipos de organización social con estrategias particulares de territorialización y captación de población. Esto es, que mientras "movilidad" y "permanencia" espacio-temporal se predican de las fronteras, existiría otra "movilidad" y "permanencia" predicada de la situación de frontera. Me referiré a éstas últimas en términos de laxitud y consolidación.

El criterio discriminador de situaciones de frontera laxas y consolidadas es el grado diverso de institucionalización de un nexo estructural y de una interdependencia funcional entre dos ámbitos sociales (ver infra núcleo central con frontera social cerrada y sociedad de frontera). De esta manera, podrían encontrarse varias combinaciones posibles de fronteras móviles y permanentes con situaciones de frontera laxas y consolidadas.

Veamos algunos ejemplos de esto último referentes a la colonización de la araucanía y de la pampa rioplatense. En general, durante los siglos XVI y XVII, ambas áreas testimonian tanto fronteras móviles como permanentes, pero el rasgo más saliente de este período es la laxitud estructural de la situación de frontera.

Así, en el hinterland bonaerense la relativa permanencia de la frontera estaba determinada por la interfase de una economía ganadera de captura que podía convivir con la territorialización de los cotos de caza indígenas gracias a una situación de recursos abiertos en un amplio territorio; en la zona de araucanía, la poca movilidad fronteriza venía marcada por la retracción de las encomiendas mineras y la posterior militarización defensiva debida a la reacción indígena. En los dos casos, la débil institucionalización de nexos estructurales imprimía relativos sesgos de fugacidad a la agencia social en dichas circunstancias.

En el siglo XVIII, empero, se incrementa la movilidad de la frontera en ambas zonas, pero ya bajo una política estatal colonial más centralizadora. En el Río de la Plata, se reproduce una situación homóloga a la que se había registrado en araucanía un siglo antes: expansión sobre espacios (primeras estancias) y poblaciones (alianzas con pampas), culminando con la posterior militarización, en este caso, paralela a una merma del recurso ganadero provocada por un incremento de la caza y de los cazadores araucanos que se iban estableciendo en la pampa.

Hay que tener en cuenta que la nueva modalidad de la presencia araucana en la pampa, también es una nueva modalidad del "ser" araucano. Es decir, en estos supuestos "indios chilenos" no hay identidad transhistórica sino un efecto hegemónico producido por la gestación de nexos territoriales, poblacionales, políticos, económicos y culturales en araucanía, uno de cuyos principales instrumentos fue la organización, por parte de una burocracia interétnica, de una arena que creaba nuevos intereses sociales. Desde este punto de vista, la mentada "araucanización de las pampas" no es sino el efecto combinado de las estrategias de estatalización borbónica en araucanía y pampa con la reproducción social de los propios indígenas de ambas zonas. Si se concibe este fenómeno alternativamente "desde Chile" y "desde Argentina" o "desde los blancos" y "desde los indios" podría concluirse con apreciaciones valiosas pero parciales, tales como considerarlo en función de respuestas estratégicas adaptativas o conservación de un género de vida amenazado, en el mejor de los casos, o de expulsiones o invasiones, en el peor, cuando lo que aquí se indica de manera ostensible es la institucionalización avanzada de una situación de frontera a ambos lados de los Andes.

Durante el siglo XIX, la movilidad fronteriza se incrementa aún más. Pero la producción de nexos estructurales de semiexclusión iba acompañada ahora de prácticas administrativas más especificantes y tácticas, algunas de ellas surgidas a fines del siglo XVIII. Esta nueva situación de frontera, que adosa a la centralización la preocupación por la identificación y la vigilancia de territorios y poblaciones, se expresa en la analítica cultural con que se nos aparecen las fronteras en los documentos de época: "interiores", "exteriores", "agro-ganaderas", "indígenas", "misionales", "militares", etc. Todas ellas son el producto y la condición de la estatalización en una situación de frontera altamente institucionalizada que estructura dos ámbitos sociales: un núcleo central con frontera social cerrada y una sociedad de frontera.

Núcleo central y sociedad de frontera.

Con la idea de "núcleo central" pretendo captar un tipo de organización social en que la modalidad de apropiación de la fuerza de trabajo está caracterizada por el "cierre" del acceso a la tierra al pequeño productor. Este fenómeno se garantiza a través de "la institución de algún tipo de lazo jurídico de dependencia, vinculando de esa forma, sea a través de la relación con la tierra o directamente con el propio señor, la mano de obra a los detentores de la 'ciudadanía' plena, (y) capacitando a estos últimos a proceder, inclusive mediante el uso de métodos compulsivos, a la inmobilización de la mano de obra y a obtener regularmente el desempeño de las actividades productivas necesarias" (Oliveira Filho 1979:112).

La categoría de "sociedad de frontera" la reservo para describir esta otra esfera social que incluye espacios y poblaciones (indígenas o no) diferencialmente expuestos, por lo tanto no aislados, a las estrategias poblacionales y de territorialización por las cuales se constituye disciplinariamente un pool de fuerza de trabajo. La heterogeneidad sociocultural entre la sociedad de frontera y el núcleo con frontera social cerrada es relativa a la distancia estructural que los separa y los vincula simultáneamente en la misma formación estatal en situación de frontera.

Situación social.

Finalmente, la perspectiva de formación estatal en situación de frontera que vengo discutiendo, puede asimilarse, en otro plano conceptual, con la noción de situación social reelaborada como "situación histórica" por Oliveira Filho (1988). Según este autor, el uso que hace Gluckman (1939) del concepto trasciende la conjunción empírica de actores/ acontecimientos/ acciones en un momento dado, a los fines de enfocar la génesis de patrones de interdependencia entre los individuos o grupos seleccionados.

El carácter emergente de lo social que descubre el análisis situacional se especifica en el significado de la idea de interdependencia. Ésta no implica una reciprocidad balanceada sino, al contrario, una relación de dominación; por otra parte, no se procesa en un plano estructural sino a partir de la interacción de los individuos y grupos con sus metas y valores específicos, de modo tal que la interdependencia de una situación social remite siempre a "modelos o esquemas de distribución de poder entre diversos actores sociales" (ídem:57), cooperando y disputando en coyunturas mediadas hegemónicamente por los intereses políticos, económicos y simbólicos de alguno de ellos.

De esta forma, a través de este recorrido argumental por las nociones de formación del estado-nación, situación de frontera, núcleo central y sociedad de frontera y, finalmente, situación social, se reencuentra la idea central de hegemonía que orienta mi lectura del proceso de etnicización/Nacionalización de los ranqueles.

Dos modos de hegemonía: Etnicización/Nacionalización y relaciones interétnicas.

Desde la incómoda convivencia entre la estructura y el acontecimiento, entre la continuidad y la discontinuidad que impone este modelo histórico-sociológico que pretende captar las metamorfosis situacionales (con contenido hegemónico) de una formación estatal en situación de frontera, se desprende el argumento que diferencia etnicización/Nacionalización de relaciones interétnicas.

Si tal como B.Williams afirma, el estado-nación instituye la nacionalidad de ciudadanos y los grupos étnicos, esto obviamente no se verifica ex nihilo sino mediante compromisos y rupturas con esquemas de poder preexistentes entre diversos grupos sociales. En este sentido, cabe preguntarse si la etnicización/Nacionalización, regulada y administrada idealmente por agencias estatal-nacionales, no encuentra su precoz genealogía en el estado dinástico colonial.

En otras palabras, la etnicización/Nacionalización, ¿está asociada a una situación hegemónica de un estado-nación perfecto o, adoptando una mirada de varios siglos, puede encontrársela en organizaciones sociales con atributos de estatidad? ¿Son homólogas, o simplemente análogas, las condiciones de surgimiento y de reproducción del fenómeno? Ensayaré una respuesta, que además de deslindar "etnicización/ Nacionalización" de "relaciones interétnicas", pueda permitir discriminar entre dos modos de hegemonía concebidos como acontecimientos estructurales1 cruciales.

En las colonias hispanoamericanas, el "nacionalismo" criollo -muy ligado al localismo de la "patria"- evidentemente preexistió a la organización de los estados nacionales republicanos. Elaborado a lo largo de siglos de administración rutinaria, se oponía por igual al metropolitanismo peninsular como a la república de indios y a los sectores mestizos bajos. Era, sin embargo, una "nacionalidad" de élite que no estaba impelida por estrategias de homogeneización cultural entre ella y otros sectores sociales, sino al contrario, por analogizaciones genéricas que habilitaban espacios para fuertes impulsos de distinción (en vísperas de las revoluciones este nacionalismo se muestra, sin embargo, más abarcativo). Al no existir un formato de ciudadanía universal, el nacionalismo criollo no implicaba la etnicización de las poblaciones indígenas que, de este modo, seguían conservando su estatuto relativamente separado. He aquí un acontecimiento estructural: entre estado dinástico colonial y poblaciones indígenas se dan relaciones hegemónicas interétnicas.

Efectivamente, en el estado patrimonialista dinástico los espacios y las poblaciones estaban integrados en virtud de una referencia jerárquica al monarca que les devolvía el espejo legítimo en el que podían reflejarse sus rangos recíprocos. La fuente de homogeneidad no era una mirada transversal incomodada con los escollos y obstáculos ubicados en su perspectiva, sino una mirada vertical que se elevaba por encima de los particularismos hacia un mismo y general punto de fuga. Este esquema era patentizado tanto en la concepción general de la legitimidad de los Austria como en la de los Borbones. No obstante, existían algunas diferencias entre ambos argumentos legitimadores, en consonancia con las fases sui generis de estatalización que acompañaban. El derecho real de los Austria se basaba en la doctrina de que el rey era el vicario del papa y por transitividad del "pueblo de Dios". Existía la ficción de que el monarca era un regulador de una sociedad estamental que lo incluía y debía respetar. Estas trabas culturales al intervencionismo no impidieron la centralización creciente del poder estatal a expensas de la élite colonial, pero la medida de su éxito siempre estuvo marcada por la práctica del famoso lema "se acata pero no se cumple" que revelaba, hacia fines del siglo XVII, una situación de autonomía política de facto de la colonia frente a la metrópoli.

No fue hasta el absolutismo borbónico que, secundado por el regalismo que atribuía al rey el vicariato de Cristo y ya no del papa, se impulsó una reorganización de los esquemas de poder en las colonias. Detrás de la relativa pérdida de poder de las élites criollas a favor de una burocracia de carrera y un ejército profesional bastante bien controlado desde la metrópoli, estaba un fuerte intervencionismo estatal que tendió a ajustar en una perspectiva más corta, y por tanto más especificante, aquella mirada vertical antes aludida (Anderson op.cit.:57-76; Brading 1990:80; Elliot 1990:15-6).

En todo caso, Austrias y Borbones desarrollaron estrategias políticas propias de una organización de estatidad guiados por un modelo cultural en el que la complementariedad de las diferencias -jerárquicamente reconocidas- era una meta buscada. Y si el ideal de una república de indios era imposible de concretar -como lo demuestra la historia de los espacios fronterizos de araucanía y de pampa-norpatagonia- surgían instituciones, a mi entender funcionalmente subrogantes, tales como la concesión de autonomía territorial a los araucanos en el siglo XVII, los discursos de celebración de su cualidad guerrera, la burocracia interétnica, las estrategias parlamentares durante el siglo XVIII, etc. Si bien ellas eran la "otra cara" de la guerra, también hay que tener en cuenta que en dicha guerra no se enfrentaban "naciones" sino un "rey" y aquellos que le negaban homenaje y tributo. Si se quiere, se enfrentaban y relacionaban etnías diferentes.

Por lo tanto, si bien la estatidad colonial desencadena procesos de identificación analógica que implican distinciones identitarias, lo hace según una perspectiva jerárquica, vertical o de cismagénesis complementaria (sensu Bateson 1967).

La construcción de grupos étnicos, en cambio, remite a una diferente génesis de las diferencias. Su constitución como sujetos se da en un espacio horizontal/vertical frente una nacionalidad de ciudadanos, estableciéndose con las poblaciones indígenas un vínculo de cismagénesis simétrica, i.e. de continua expansión de la separación, pero, al mismo tiempo -y esto es decisivo- procesando diferencias complementarias. He aquí el otro acontecimiento estructural: entre un estado nacional y poblaciones indígenas se dan procesos hegemónicos de etnicización/Nacionalización.

De modo tal que, en el caso de las formaciones coloniales de estatidad, el procesamiento hegemónico de identidades funciona creando una constelación jerárquica de elementos, donde cada uno encuentra su identidad en el resto, mientras que en las formaciones estatal-nacionales, las situaciones hegemónicas se dan entre y por confrontamiento de elementos con identidad plena, constantemente incitados a "delegar" al otro, la administración y el gobierno del ser propio. Por esta razón, las estrategias de hegemonía estatal modernas, de la cual la etnicización/Nacionalización es un tipo específico, expresan el deseo imposible de una complementariedad de los simétricos, deseo cercado laboriosamente por el terror y la fascinación que ejerce sobre la modernidad el hecho de la diferencia.

Pues bien, ¿existe homología o analogía2 entre los fenómenos de relaciones interétnicas y de etnicización/Nacionalización? ¿Son parte de una misma estructura de relaciones, en la que el origen no puede pensarse separadamente de su desarrollo? Desde la óptica que aquí enfoco la cuestión, la respuesta es que son fenómenos homólogos, comparables en un mismo patrón. De lo contrario no se entendería el sentido de la explicitación previa que hemos hecho respecto de los criterios comparativos (formación del estado-nación, situación de frontera, situación social). No obstante, siempre pervive la duda de si estos acontecimientos estructurales que hemos identificado, son un efecto de un pensamiento que parte de uno de ellos (el de la etnicización/Nacionalización) en busca de una fórmula metafórica para construir un fundamento original (en las relaciones interétnicas), que es de por sí inalcanzable.

Sea o no posible indicar ese fundamento original o referente a-discursivo para este esquema, resta el hecho de que, a su interior, el significado de relaciones interétnicas se acotará para aquellas situaciones en que no están comprometidos órdenes sociopolíticos estatal-nacionales en la definición de esquemas hegemónicos de distribución de poder económico, político y cultural entre grupos. Esto no significa en absoluto que hablar de "relaciones interétnicas" excluya la idea de procesos integración global de núcleos y fronteras que construyen a las partes interactuantes en diferentes posiciones estructurales. En todo caso, la característica de las relaciones de hegemonía entre etnías tiene que ver con situaciones en que los procesos de integración y diferenciación territorial, poblacional y social son bastante laxos (ver supra situación de frontera).

Subrayo el hecho de la co-constitución de los términos étnicos de la relación porque suelen levantarse, por un lado, ciertos aromas lockeanos perfumando un "estado de naturaleza" donde pactan unidades étnicas autónomas y libres a los fines de darse un código que gobierne su interacción, y por otro, vahos culturalistas que señalan en esas etnías datos refractarios a una relación de dominación únicamente concebida como "externa".

Para finalizar, esta discusión me parece importante cuando se confrontan ciertas teorías de formación social para el área que trabajo. Vuelvo a la llamada "araucanización de las pampas". Allí prevalece una perspectiva que insiste en ver el proceso migratorio de los araucanos a la pampa, y su interacción con los indígenas de este territorio, como un fenómeno "intertribal". Aquí es donde entran en juego presupuestos histórico-culturalistas que, lanzados a la busca unilateral de un "género de vida", "ethos" o "Geist", remarcan la unicidad y primordialidad de entidades históricas, oscureciendo, simultáneamente, no sólo el papel estructurador de los núcleos/fronteras y de los modelos hegemónicos en la consolidación de tal fenómeno, sino también la estrategias no necesariamente adaptativas, propias de los agentes "indigenas" y "blancos".

Recapitulación.

He partido de la noción de etnicización/Nacionalización, discutiendo su pertinencia como un modo específico de procesamiento hegemónico de identidades/sujetos sociales. Su valor radicaría en que apunta al entendimiento de la dispersión regulada del dominio, a través de su triple carácter estructural, procesual y situacional.

Seguidamente, a través de la discusión de ejemplos históricos de la formación de los hinterlands/poblaciones de araucanía y pampa-norpatagonia, he deslindado una serie de conceptos implicados en el de etnicización/Nacionalización, tales como formación del estado-nación (direccionalidad no teleológica, arritmicidad, dimensiones "materiales" y "simbólicas"), situación de frontera (laxitud/consolidación en combinación con movilidad/permanencia de fronteras, nexos estructurales entre núcleo central y sociedad de frontera), situación social (emergencia). Finalmente, he apuntado una comparación ejemplificada entre los referentes de los conceptos relaciones interétnicas y etnicización/ Nacionalización a fin de distinguirlos como modos diferenciales de construcción hegemónica de identidades.

Si esta exposición analítica puede ser apropiada críticamente como un conjunto de herramientas útiles para el análisis e interpretación de las materias "étnicas" con que nos enfrentamos intuitivamente en el campo de la "historia indígena", del "indigenismo" y de las "relaciones blanco-indio" el objetivo de esta ponencia estará plenamente cumplido.

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NOTAS

1 Usamos esta figura inspirándonos en la forma narrativa con que Rousseau, en su ensayo sobre de "Origen de la Desigualdad entre los Hombres", modeliza la contingencia necesaria de ciertos hechos que alteran el sentido del flujo temporal. Vide "instante feliz", "azar funesto", "desde el momento en que".

2 Entiendo por "analogía" la similaridad entre dos pares de términos o entre los términos mismos. La "homología" la pienso como una forma de analogía pertinente, acotada por una causa o sistema ontológicamente próximo. Si se me permite una analogía, la homología es del orden de la comparación adecuada, del universo de lo sui-generis mientras que la analogía remite al orden de la semejanza no domesticada.

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