V Congreso de Antropologia Social

La Plata - Argentina

Julio-Agosto 1997

Ponencias publicadas por el Equipo NAyA
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Breve Historia de la Gestión de Residuos Sólidos en la Ciudad de Buenos Aires

12-6-97
DOCUMENTO DE TRABAJO
Francisco M. Suárez

1 INTRODUCCION

            Este trabajo forma parte de una Investigación sobre Gestión de Residuos Sólidos en el Area Metropolitana de la ciudad de Buenos Aires, desarrollada por el área de Ecología Urbana del Instituto del Conurbano. El mismo pretende caracterizar las distintas formas que va adquiriendo la gestión de residuos sólidos en la ciudad de Buenos Aires desde una perspectiva histórica.

            Se parte del supuesto que las distintas modalidades de gestión de residuos están estrechamente ligadas con las políticas urbanas dominantes para cada período histórico. Debido a la  insuficiente sistematización y carencia de investigaciones previas sobre la temática, el presente texto surge a partir de un trabajo exploratorio y descriptivo construido por medio de la recopilación y análisis de las normativas municipales, de un relevamiento bibliográfico y cartográfico.

            De esta manera, se han identificado cuatro períodos en la gestión de los residuos en la ciudad de Buenos Aires; cada uno está definido por un proceso de tratamiento de los residuos.

 

            En el primer momento las directivas se concentran en alejar los residuos de la ciudad o bien arrojarlos en sus espacios intersticiales, "huecos", zanjas o áreas anegadizas. Es un tratamiento básicamente estético con algún matiz que lo orientan hacia la higiene y salud pública. Esta primera forma se ve satura por el crecimiento de la población y la emergencia de dos grandes epidemias. En un  segundo momento, la gestión de los residuos se caracteriza por establecer una distribución espacial de los vaciaderos, alejándolos del centro urbano y concentrándolos en el borde sur de la ciudad, en un basural municipal donde se recuperan materiales y se aplica como método de minimización la quema al aire libre ; en este período se expande el "cirujeo". Ante al volumen creciente de residuos y el problema de salubridad de los vaciaderos,  se aplica un tercer proceso que apunta prioritariamente a la minimización: la incineración. Esta no logra eliminar los vaciaderos y genera una importante contaminación atmosférica. Constituye un tratamiento que también estuvo asociado a la habilitación de áreas anegadizas mediante el relleno con escombros y cenizas, y tuvo en algún momento una orientación social a través del empleo oficial de cirujas. Finalmente; con una decidida intención de habilitar nuevas áreas de suelo para usos urbanos, de suprimir el cirujeo, de aplicar un manejo regional de los residuos y de eliminar el hollín y los gases  emanados de la incineración; surge el último método, conocido como relleno sanitario.

            El texto que sigue está organizado a partir de estos cuadro momentos identificados en el tratamiento de los residuos sólidos de la ciudad de Buenos Aires: alejar los residuos, concentrar los vaciaderos en el borde sur de la ciudad y quemar los residuos a cielo abierto, incinerarlos, y depositarlos en rellenos sanitarios (Se anexa un cuadro síntesis).

           

2.1 "...LAS RECOJAN Y ARROJEN FUERA DE LA CIUDAD"

            Es probable que los primeros basurales en el período de la Colonia hayan sido los propios pozos que se generaban al construir las casas o "tapias" (Zapata Gollán en Luqui Lagleyze, 1994). En este sentido, en  la ciudad de Santa Fe se realizó un estudio arqueológico  de los terrenos contiguos a las antiguas tapias, que permitió  encontrar, como desechos, fragmentos de cerámica española e indígena, alfileres y cuentas de vidrios que se conservan en el museo etnográfico de esa ciudad.

            Es posible que en Buenos Aires también estuvieran esos pozos de basura, pero el crecimiento urbano los "devoró" y no pudieron aprovecharse como fuente de información. 

            Lo que sí es sabido es que, durante la mayor parte del período colonial en Buenos Aires, la  basura se arrojaba en las calles, los arroyos o bien en los huecos (terrenos baldíos también utilizado como refugio de contrabandistas y vagabundos)

            El basurero más a mano era la calle; allí iban las aguas servidas, los residuos domésticos, los animales muertos. También los arroyos, por entonces llamados "Terceros", eran importantes sumideros de residuos[1]. El "Tercero del Sur" recibía gran parte de los residuos de la ciudad, y aun después de ser entubado en 1865 fue cubierto por basuras y escombros. A través de un estudio arqueológico, realizado en 1986 en el antiguo cauce del río, se recuperaron numerosos objetos que hacían parte de la vida cotidiana de los porteños de los siglos XVIII y XIX: botellas, platos, vasos, cubiertos, restos de muñecas de porcelana, armas, herraduras, botones, clavos, herramientas de trabajo, zapatos, todo tipo de fragmento de loza, cerámica, porcelana, cristal, vidrios, hierros, entre otros (Schávelzon; 1992).

 

            En los huecos eran dispuestos todo tipo de residuos, al igual que en los terceros, e incluso era costumbre generalizada no dar sepultura a los esclavos  y arrojarlos allí ( Martín, 1973).  El más céntrico era el "de las Animas", de cuatro manzanas, en Reconquista y Rivadavia, denominado así porque allí había funcionado el primer cementerio  de Buenos Aires. Otro hueco famoso fue el "de las Cabecitas" en la actual plaza Vicente López. Llamado de ese modo por ser destinado para arrojar las cabecitas de cordero del matadero entonces ubicado en el solar que hoy ocupa la plaza situada en la intersección de las calles Las Heras y Pueyrredón. Entre otros huecos, también se destacaban el "de doña Engracia", en la actual plaza Libertador; el "de la Yegua" comprendido entre las calles Belgrano, Venezuela, Pozos y  Sarandí; el "de los Ejércitos",  entre Independencia, Salta, Estados Unidos y Santiago del Estero y  el  "de los Sauces", hoy ocupado por la Plaza Garay. Estos antiguos sumideros  son detallados en un plano topográfico confeccionado por Adolfo Sourdeaux  (ver mapa  Nº xx) , en el mismo se puede distinguir la localización de borde urbano de los entonces vaciaderos de residuos.

            Durante al vigencia de la ciudad  colonial,  el Gobernador o el Cabildo elaboraron algunas directivas sobre limpieza pública  que resultaron inoperantes, en tanto que los problemas de higiene urbano se agravaban. Entre las primeras recomendaciones que se realizan respecto del aseo urbano, en 1609, se exhorta  a los vecinos a que los días de fiesta "limpien y allanen sus pertenencias so pena de incurrir en una multa de dos pesos para gastos de obra pública...".  En esos tiempos,  la falta de limpieza en las calles entorpecía el tránsito y facilitaba la profileración de mosquitos (Municipalidad de Buenos Aires; 1906).

            Algunos años más tarde, en 1637, el gobernador Diego Esteban Dávila ordena a todos los vecinos que limpien las calles y arrojen la basura en el campo los días sábados.  La multa por no atender esta regla era de dos pesos, uno iba para los pobres del hospital, otro para el denunciante. Pero si el contraventor era  negro o indio  le correspondían cien azotes en la Plaza Pública (Municipalidad de Buenos Aires; 1906).

    

            Mientras que la falta de medidas sanitarias apropiadas provocaban  epidemias como la de 1678, vecinos y gobernadores apostaba a las peglarias religiosas para que la justicia divina perdonara las culpas de la entonces "aldea porteña".

            A partir de 1766, se nombra comisarios especiales para que se cumplan las disposiciones sobre basura y limpieza, y establece que los residuos deben disponer en las zanjas fuera del pueblo. Entre las disposiciones emanadas de la administración local se recomienda a los artesanos, carpinteros, herreros, que no arrojen sus desperdicios a la calle, sino que los lleven a las zanjas. Se insiste también en que no arrojen animales muertos ni carne podrida a la ribera del río. Se prohíben las matanzas en el bajo del río "pues estando inmediato a la orilla pueden resultar  en detrimento para salud pública". Se insta a que no se pelen perdices  y se dejen las plumas en las calles, "...y si quisieran pelarlas las recojan y arrojen fuera de la ciudad".  

            Preocupado por la limpieza pública el Virrey Vértiz crea la figura de alcalde de barrio, quien debía velar por el aseo de las calles. Unos años después el Virrey Arredondo los dota de carretillas y peones para dicha tarea estableciendo que "cuidarán diariamente del aseo y limpieza pública [...] harán quitar todas las inmundicias, basuras y animales muertos, y que se conduzcan a los sitios que en cada cuartel señale al efecto¨ (Municipalidad de Buenos Aires; 1906). Entre otras tareas, el alcalde de barrio tenía también la responsabilidad de cegar los pantanos.

            En las primeras décadas de vida independiente, las recomendaciones hacia los vecinos seguían siendo semejantes. La responsabilidad de la limpieza  pública y el control de contraversiones recayó en la policia  hasta la creación de la Municipalidad.  La recolección se realizaba en el área céntrica  y  los residuos eran arrojados en los huecos de la ciudad. Uno de los primeros reglamentos policiales  ordenaba a los dueños de los solares que fueran huecos la construcción de una pared de ladrillos para ocultarlos (Matín, 1973).

            En 1856, con la creación la Municipalidad de Buenos Aires y el Concejo municipal, se hace explícita la incumbencia acerca de la gestión de residuos de las nuevas autoridades. Son ellas quienes se ocuparán del servicio de recolección y de establecer las tasas de alumbrado, barrido y limpieza.

            Al constituirse la Municipalidad se divide en 5 comisiones de trabajo; una de ellas, la  comisión de higiene,  asume competencias  respecto de la desinfección del aire, de las aguas y del despeje de "materias infectas". Al año siguiente se recomienda al departamento de policía  no permitir animales muertos en la calle ni depósitos de basura, los que deben ser arrojados a lugares distantes y tapados con tierra.  En 1858, la Municipalidad  establece los siguientes sitios como  vaciaderos: al norte, el hueco "de las Cabecitas"; al oeste el horno "de Bayo"; y al sur el hueco "de los Sauces", junto al mercado mayorista de Constitución. En tanto, para el traslado de los residuos se contrata a un servicio privado.  Para 1862 la administración de la limpieza de la ciudad de Buenos Aires significaba cerca de un 10% de las erogaciones del municipio.

            En 1865  se prohíbe arrojar escombros en las plazas, calles y riberas de la ciudad; se establecen multas para quienes contravengan estas disposiciones.

2.2. LA RELOCALIZACION DE LOS VACIADEROS EN EL BORDE SUR DE LA CIUDAD

            En los años siguientes a las epidemias (de cólera en 1867, de fiebre tifoidea en 1869 y de fiebre amarilla en 1871) los problemas relacionados a la higiene y salubridad van a impulsar fuertes cambios en la configuración social y física de la ciudad.  Mientras las clases altas abandonaban el sur de la ciudad  y se ubican en el área norte, los vaciaderos de residuos siguieron el camino contrario. Tendieron a eliminarse en el norte, como el hueco "de las Cabecitas" que se transformó en la plaza Vicente López, y a concentrarse en el sur y el borde de la ciudad, siguiendo el camino de los hospitales y asilos de mendigos y huérfanos[2].

            Al mismo tiempo la ciudad experimentaba un fuerte crecimiento demográfico duplicando su población cada 7,5 años, el censo de 1869 contabilizaba 187.126 en la ciudad de  Buenos Aires y el de 1995  663.854. Ante este espectacular crecimiento demográfico y respondiendo a los problemas epidemiológicos,  la municipalidad asume una serie de acciones orientadas al mejoramiento de  la higiene y el ordenamiento urbano. Se construyen  los desagües  en la calles, las cloacas y la red de agua potable;  y  en cuanto a la limpieza pública se establece un sistema que contempla  el barrido de calles y la extracción,  el  tratamiento y la disposición de residuos.

            Marcelo Torcuato de Alvear, primer mandatario de la ciudad después de la federalización en 1880, es el exponente  de una activa política orientada al orden y la higiene (Gutman; Hardoy, 1992).  Moderniza la administración de la ciudad creando por ejemplo la Oficina de Obras Públicas y la de Química Municipal; concreta numerosas intervenciones urbanas, entre las que se destacan la pavimentación y el ensanches de calles, la creación de espacios verdes, la forestación urbana, la construcción de edificios públicos (Gutierrez 1992).

            Esta política de orden e higiene  prioriza las áreas norte y centro de la ciudad dotándolas de servicios de infraestructura urbana, accesos, paisajes etc; y traslada al borde sur la enfermedad, la pobreza y la basura.

A partir de 1868 comienzan a darse algunos cambios sustantivos en cuanto al manejo de los  residuos, se ejecutan obras para realizar el traslado de la basura en tren, se determina un  sitio oficiales para disponer residuos y  se establece el método de la quema.  En ese año, la municipalidad  convoca a una nueva licitación del servicio ampliando el área y la frecuencia de recolección.  Los nuevos contratistas debían quemar los residuos según señalaba la resolución 3-2-1869.  El método de quema había sido concebido por el inspector Borches y consistía en la separación de metales y la incineración del resto.   En principio este método debía ser aplicado en el paraje "de los Sauces"[3] y luego en el vaciadero municipal ubicado contra el Riachuelo a  la altura de los barrios  Nueva Pompeya y  Barracas.  El mismo se inaugura en 1871, en un predio de 74 hectáreas, localizado  en un área topográficamente deprimida y despoblada, delimitada por las actuales calles Amancio Alcorta, Zavaleta y  Cachi, y el Riachuelo (Luqui Lagleyze, 1994). El área era anegadiza y estaba cubierta de vegetación y fauna acuática.

Por entonces la basura era recolectada sólo en el  centro de la ciudad (área comprendida por las calles Balcarce, 25 de Mayo, Uruguay-San José, Charcas y Independencia) y transportada por carritos hacia el depósito general de basura situado en las calles Rivadavia y Loria, allí era cargada en un tren rumbo a la quema municipal. El ramal dependía del Ferrocarril Oeste  y  era popularmente conocido  como "el tren de la basura", recorría desde la estación de transferencia, las calles Sánchez de Loria, Oruro, Dean Funes y finalmente Zavaleta. El tren de la basura funcionó hasta  1895, fecha en que se levanta el ramal  y los carros deben extender su recorrido hasta el basural.

El vaciadero también era receptor del producto del barrido de las calles, de los animales muertos en la vía pública y de los perros sacrificados, que para 1.909  alcanzaban a 8.442  víctimas (Municipalidad de Buenos Aires; 1910).

En 1887, la extracción de la basura  ocupaba 178 carros que recogían de 800 a 900 kg.  cada uno, utilizaba mensualmente 124 viajes de tren para transportar alrededor de 15 mil tn de residuos.  En el vaciadero  trabajaban 90 empleados, ocupados en quemar los desechos  y recuperar  materiales. La empresa contratada por la municipalidad vendía los materiales recuperados. Por ejemplo los huesos de animales muertos eran vendidos a una fábrica que por cocción a vapor, los transformaba en  grasa (Municipalidad de Buenos Aires; 1989). El aprovechamiento de los materiales recuperados comienza a retribuir significativos beneficios y, por lo tanto, en 1905, la Municipalidad establece un monto por los derechos de seleccionar y explotar los productos recuperados. Ese canon debía ser pagado por la empresa contratada para el servicio de la quema (Municipalidad de Buenos Aires; 1906).

Según los detallados informes Municipales (1901, 1910) la cantidad de residuos que ingresaban al vaciadero se fueron  incrementando progresivamente desde 180 mil Tn en 1887 hasta 250 mil en 1909, presentado la siguiente composición, por cada 511 Tn:

Elemento

 Tn

Carbón

    1

Cenizas y polvo

130

Vegetales

250

Carnes, pape, trapos, hierro, latas y cueros

   82

Huesos

   25

Madera

     4

Vidrios

     8

Loza

     5

Cascote

     6

En este período se rellenan con escombros de demolición y basura numerosos terrenos anegadizos para ser transformados en suelo urbano con distintos fines. De esta manera, se nivela el suelo para construir las actuales avenidas Leandro Alem, Libertador, Figueroa Alcorta, Huergo-Madero; los Parques Palermo y  3 de Febrero, la Plaza Colón; el Puerto de Buenos Aires (Schávelzon 1992).

En cuanto al aseo de las calles, en 1873, se crea un impuesto de barrido librando a los vecinos de esa responsabilidad.  En 1885, durante la Gestión de Alvear, se pone  en marcha un verdadero desfile de limpieza compuesto por barredoras  mecánicas, carros regadores y algunos centenares de operarios que con su uniforme verde grisáceo  completaban el aspecto militar de la operatoria municipal.  Tanto el manejo de los residuos como el barrido de calles eran responsabilidad del Administrador General de Limpieza. A la totalidad del servicio de limpieza le correspondía casi el  15% de las erogaciones municipales (Muncipalidad; 1910)

Para julio de 1916, una huelga municipal a raíz de un conflicto entre el personal de limpieza y el administrador,  dejó la ciudad  cubierta de desperdicios, obligando a la Comisión Municipal a remover al administrador y a reanudar en forma inmediata la prestación del servicio. Los efectos de esta huelga dejaron en evidencia la vulnerabilidad de la ciudad ante la falta de  recolección de residuos y de barrido de calle.

 

Por su parte las obligaciones de los vecinos estaban contenidas en las ordenanzas 23-3-1871; 11-8-82 y la Resolución 1904. La primera es una normativa precursora de la preselección domiciliaria, la misma indicaba que "todas las basuras de residuos animales y vegetales emanados de la cocina, mercado, puestos y mataderos, serán prolijamente separados de las que provienen de los barridos de patios, cenizas y toda materia térrea y mineral". De esta manera el vecino debía colocar la basura en recipientes diferentes.  La segunda ordenanza mencionada reiteraba la histórica  prohibición de arrojar basura a las veredas y calles,  establecía multas para contraventores y le adjudicaba el poder de control a la policía. La tercera normativa obligaba a todas las viviendas sujetas a inspección municipal la utilización, para el depósito de basura, de un cajón de hierro dulce con tapa.

   

2.2.1. La Quema Municipal-El Barrio de las Ranas

En 1899 el Intendente Bullrich recibe un reporte de una comisión investigadora sobre tratamiento y eliminación de residuos. El informe describe la situación del Vaciadero de la siguiente manera (Municipalidad de Buenos Aires, 1904):

"Las basuras se conducen al vaciadero y allí se dispersan y revuelven en el suelo para extraerles las materias que tiene algún valor [...] luego se las amontona en las tituladas parvas de incineración, donde un fuego lento y poco duradero quema una parte del combustible, cuyo hedor no alcanza a quemar los residuos y sólo alcanza a desecarlos un poco [...] el desprendimiento al aire del humo y de las emanaciones envenenan todos los barrios circundantes".

"El suelo, impregnado de agua y residuos orgánicos se hunde bajo el pie y con frecuencia se ve escapar por sus grietas humos y vapores originados por la fermentación pútrida del terreno"

"Las basuras ya libradas de todas las materias utilizables y en pleno período de fermentación son llevadas en carretillas a las tituladas parvas u hornallas que en doble fila de un kilómetro de largo costean el camino central".

"Tan inapropiada es la combustión que las parvas se ven atropelladas por chanchos, vacas, caballos, perros y hombres que las revuelven en búsqueda de todo lo que puede ser alimento".

 

El vaciadero municipal era sin duda un factor más de contaminación del ya degradado Riachuelo,  debido a que las  lluvias arrastraban los materiales en descomposición y las cenizas de la quema (Brailosvky 1991). Simultáneamente  al  vaciadero municipal existieron otros importantes basurales, como el que se ubicaba en los antiguos bañados del Bajo Flores,  en la intersección del las Avenidas Lafuente y Castañera.

En torno al vaciadero municipal se originó un barrio marginal conocido como el "Barrio de las Ranas" o "Pueblo de las Latas". Para 1899 se estimaba la presencia de 3.000 hombres, mujeres y niños que hurgaban en la basura buscando trapos, vidrios, papeles, huesos, botellas que vendían principalmente a  los acopiadores (Caras y Caretas, 1899).  Al mismo tiempo, los  almacenes y barracones de la zona lindante al barrio se convirtieron en depósitos de los más variados objetos recolectados.

En ese barrio comenzó a llamarse "ciruja" al recuperador de residuos, en alusión a la analogía médica "cirujano de la basura", o bien "profesional que anda entre los huesos  (Llanes 1974;  Martín 1973) .   En tanto, el nombre del barrio, respondía a la gran presencia de batracios que habían encontrado su hábitat en las áreas anegadizas de la quema, siendo una clara alusión al entorno ambiental del basural.

El ranero vivía entre la basura y de la basura. Todo el conjunto de las unidades domésticas que allí residían se dedicaba a las actividades de recuperación y aprovechamiento de los residuos. Se separaban huesos,  vidrios, tarros de lata, vasijas, fragmentos de bronce, hierro, zinc, estaño; papeles, cajas, cajones. Los vidrios enteros separaban en frascos y botellas, para ser vendidos  a la industria farmacéutica los primeros y a las bodegas los segundos. El vidrio roto era separado por colores (verde, azul y blanco) y era comprado por las fábricas del ramo.

En la actividad del cirujeo podían distinguirse algunos roles, el recuperador que valiéndose de un rastrillo y garfios  separaba los objetos que tuvieran algún valor, el clasificador y el  custodio de las parvas de materiales separados  (Caras y Caretas, 1899) . También era común a  encontrar personas dedicadas a la crianza de cerdos.

El basural proveía a los habitantes del barrio de los materiales para la construcción de la vivienda,  ropa y alimentos.  Los famosos "chalet de lata" eran construidos con los envases de querosen (combustible importado cuyo gran consumo generaba  un importante sobrante de envases de lata) rellenados con barro y apilados en forma de muro (Martín;  1973). Las construcciones estaban impregnadas de humos y olores nauseabundos y rodeadas de insectos y roedores.

  

En cuanto a la alimentación el diálogo entre un periodista de la Revista Caras y Caretas (1899) y un habitantes del basural, exhibe el gran riesgo sanitario al que estaban expuestos los raneros.:

Periodista - ¿Hay para comer?

Poblador - Ya lo creo, pescao y pollo vienen muchísimos, pero algunos están fieros. Aquellos están güenos (en referencia a dos pollos recién recuperados de un basural).

Periodista - ¿Y usted sabe de que han muerto?

Poblador - [se encoge de hombros y contesta] Puede ser que se haigan muerto augaos  (sig.)

Dada las condiciones de trabajo, hábitat y alimentación la población del Barrio de La Rana estuvo expuesta a numerosas enfermedades. En este contexto las cifras de mortalidad infantil eran altísimas: en 1899 se registraron 48 menores muertos por tétano. También tuvieron presencia el tifus y la difteria (Martín; 1973).

Cuando dejó de circular el ferrocarril y la basura llegaba en carros apareció lo que dio en llamarse el "ranero culatero", que se trepaba a las culatas de los carros para llevarse lo que ya había separado el conductor.

En relación al vaciadero afloraron otros personajes que también vivían de la recuperación de residuos pero no necesariamente residían en el barrio; es el caso del "tachero", que recogía ollas, pavas, lecheras, sartenes  y las reparaba para luego venderlas.

 

En 1911 la Intendencia Municipal resolvió el saneamiento del lugar y el Vaciadero fue trasladado al barrio de Nueva Chicago, cercano al Matadero Municipal, en otro nuevo borde la ciudad.  Los últimos habitantes de barrio fueron desalojados en 1917 y llevados a un asilo policial (Martín; 1973).

 

2.3. LA INCINERACION

El creciente aumento de población, la necesidad de minimizar el volumen de residuos, y el problema social y sanitario que implicaba la quema de residuos en vaciaderos; propició la implementación de un nuevo sistema de eliminación de desechos. Efectivamente entre 1895 y 1914 la población de la ciudad de Buenos Aires aumentó de 663.000 a 1.575.000 (Gutman, Hardoy; 1992) Entre 1895 y 1914 la población de la ciudad de Buenos Aires aumentó de 663.000 a 1.575.000 (Gutman, Hardoy; 1992)

Se estudiaron distintos método de manejo hasta que finalmente se optó por la incineración. Los ensayos acerca de la efectividad de la incineración tenía ya largos antecedentes. En 1887, la Dirección de Obras Públicas y la Oficina de Química de la municipalidad habían probado un horno incinerador con resultados satisfactorios. Luego se realizaron otras pruebas y finalmente en 1904 se construyó la usina incineradira de Nueva Pompeya,  a la le siguieron la de Chacarita en 1924 y al del Bajo Flores en 1928  (Prignano, 1991,  Romero-Romero, 1984). 

 

 

Por su parte, los edificios de propiedad horizontal incorporaron incinerados internos. Este método simplificó el sistema de gestión, pero al mismo tiempo invadió la ciudad de hollín y gases emanados de la combustión de residuos. El  primero ensuciaba a la ciudad y los segundo contaminaba el aire con la producción de altos volúmenes de dióxido de carbono y otras partículas contaminantes.

Respecto a las obligaciones de los vecinos, que no tenía incineración domiciliaria, las normativas promulgadas por la municipalidad se abocaron principalmente a establecer horarios para sacar la basura y definir las características del recipiente a utilizar. De esta manera a partir de 1967, se autoriza a utilizar la bolsa de plástico por su eficiencia e higiene.

 

En la década del '20, paralelamente a la instalación de las usinas, una serie de normativas intentaba regular la gestión de los residuos sólidos. En este sentido la Resolución Nº 1157, redactada  en 1925, procura evitar el cirujeo y el relleno de tierras bajas con residuos domiciliarios. En cambio la Ordenanza Nº 3093, redactada tres años después, destinaba las cenizas resultantes de la incineración al relleno de calles o terrenos bajos o pantanosos de la municipalidad, prohibiendo la venta de la misma a terceros. De esta manera, frente a las usinas se montó un sistema de traslado de las cenizas hacia las áreas anegadizas de la ciudad, así se rellenaron numerosos  terrenos inundables como por ejemplo parte de los Bajos de Flores.

En 1942, un novedoso decreto intenta incorporar a los cirujas  y su actividad  en el marco de la administración pública. Por un lado, la normativa reiteraba la prohibición de seleccionar residuos en la vía pública; por otro, encomendaba al Ente Autónomo de Industria Municipal (E. A.I. M.) la organización del servicio de selección y clasificación, empleando a los cirujas como jornaleros, en el ámbito de las usinas. El texto del decreto señalaba: "...deberá contemplarse la situación de las numerosas personas que hoy se ocupan de seleccionar y vender residuos, comúnmente conocidas con la denominación de 'cirujas', quienes tienen en tal actividad su medio común de vida y podrían agravar el problema de la desocupación al quedar sin trabajo". 

El tratamiento por usinas nunca  fue suficiente para resolver el problema de la basura en la ciudad. En principio el numero de horno era menor del necesario  para incinerar el creciente volumen de residuos que se producían, como consecuencia del aumento de la población.  Desde la puesta en marcha de este nuevo sistema la ciudad había crecido significativamente, hacia 1947 en Buenos Aires residían casi 3 millones de habitantes. Por otro lado, los mil milímetros de precipitaciones medias anuales  que registra la Ciudad  mermaban el rendimiento de los horno.  Estos dos motivos el  aumento del volumen de residuos y las condiciones climáticas desfavorables para el funcionamiento de los hornos trajeron como consecuencia que gran parte de los residuos destinados a ser incinerados en las  usinas fueron dispuestos en vaciaderos.

A fines de la década del '40 y comienzos de la del '50, alrededor de los vaciaderos y de los galpones de clasificación, se instalaron algunas "villas de emergencia"[4], donde las familias subsistían de la venta de los materiales recuperados. Este es el caso de la Villa Nº 20 que creció en torno al vaciadero de Bajo Flores, o de Villa "Piolín" o Villa Nº 12, cuyo asentamiento se produjo a raíz de un galpón de depósito y clasificación de residuos en el Avenida Cruz y las vías del ferrocarril  General Belgrano (de la Torre; 1983).  También existieron  casos en que en torno a población marginal  se instalaron basurales y almacenes de acopio de materiales recuperados, como sucedió en inmediaciones del Albergue Warnes[5]

Es probable que este asentamiento junto con el de Villa Dorrego y la Villa Retiro recuperaran desechos de zona norte de la ciudad, en tanto que los habitantes de las  villas nº 12 y 20, lo hicieran en la zona sur.  Estos circuitos quedaron al manifiesto cuando los habitantes del Albergue Warnes fueron trasladados al área sur de la ciudad, ya que dicha relocalización fue combatida por recuperadores y acopiadores de dicho sector de la ciudad[6].

Más tarde, los planes municipales de erradicación de villas de emergencia también apuntaron a la eliminación de basurales. En este sentido el plan de 1967, tuvo como una de sus meta las recuperación de los Bajos de Flores para la creación del Parque  Deportivo y Recreativo Almirante Brown (de la Torre; 1983). Por otra parte, la presencia de este basural azotado por las frecuentes crecidas del Riachuelo, y de la población que vivía de recuperar residuos; significaban para las autoridades comunales un peligroso vector epidemiológico ante la aparición de alguno casos de tifus.  Finalmente el gran plan de erradicación de villas de la Capital, iniciado en 1977 durante el gobierno militar, coincidió con el proceso de saneamiento de basurales de la ciudad. Sin duda los ideólogos de esta política urbana comprendieron la asociación entre marginalidad social y residuos, y aplicaron planes de saneamiento ambiental y políticas de exclusión social en forma simultánea.

Por su parte, en el conurbano bonaerense, donde no se aplicaba el método de incineración, comienzan a formarse  extensos basurales siguiendo la expansión urbana, el incremento de la localización industrial y el crecimiento de la población[7]. Muchos de los mismos se localizaron en tierras anegadizas de las cuencas de los ríos Matanza, Luján y Reconquista, junto a industrias y villas miserias (Chiozza; 1983). Otros surgieron aprovechando las cavas de ladrilleras y tosqueras abandonadas.  Unos y otros espacios fueron utilizados por las adminsitraciones locales del Area Metropolitana de Buenos Aires  para disponer los residuos. De eta manera surgen numerosos vaciaderos consocidos como los "basurales municipales" . Ante el surgimiento de numerosos basurales el gobierno de la provincia de Buenos Aires intenta suprimirlos a través del decreto Nº 10.961/ (año ? ), pero la falta de un sistema alternativas de tratamiento y de mediadas de control hicieron que la normativa carecíera de eficacia.     

     

 

2.4. EL RELLENO SANITARIO

En el año 1977 se elimina la incineración domiciliaria[8] y municipal y se crea a escala regional una Sociedad del Estado, el CEAMSE,  que tiene jurisdicción sobre la disposición final de los residuos del área metropolitana de Buenos Aires.  Dicha área, en un comienzo, estaba definida por los siguientes municipios: la ciudad de Buenos Aires, Vicente López, San Isidro, San Fernando, Tigre, General Sarmiento,  General San Martín, Tres de Febrero, Morón, Moreno, La Matanza, Merlo, Esteban Echeverría, Almirante Brown, Lomas de Zamora, Quilmes, Avellaneda, Lanús, Florencia Varela, Berazategui, Berisso, Ensenada y La Plata.

Mediante la Ley 8.782-77 que aprueba el convenio entre la Municipalidad y la Provincia de Buenos  Aires, se manifiestan los principales objetivos de la nueva política de residuos, entre los que se destacan:

-La habilitación de áreas anegadizas mediante el relleno sanitarios para diversos fines, espacios verdes, equipamiento público como autopistas, etc. Como así también solucionar el problema de las inundaciones.

-"...desterrar el problema social del cirujeo, natural consecuencia de los basurales a cielo abierto y del abandono de las técnicas de la incineración de residuos".

-Eliminar el problema ambiental derivado de la emisión de particulas contaminantes.

Este sistema de relleno sanitario se montó sobre cuatro áreas de la Región Metropolitana de Buenos Aires: zona norte (Bancalari), González Catán, Villa Domínico y La Plata. En cada una de estas área se establecieron distintos centros de disposición que operaban hasta llegar al límite de su capacidad receptora de residuos, para luego convertirse en áreas recuperadas. A Junio de 1994 se habían recuperado 707,87 hectáres, muchas de las cuales han sido habilitadas como parques recreativos (Hardoy, 1994). 

A partir de la gestión del CEAMSE en la Capital Federal se han creado tres estaciones de transferencia  (Pompeya, Flores y Colegiales), donde se recepcionan todos los residuos generados por la Municipalidad de la ciudad de Buenos Aires que luego son trasladados al relleno de Villa Domínico. Estas estaciones de transferencia fueron creadas por la alta concentración de residuos per cápita y por la distancia relativa del Distrito Federal a los rellenos (Hardoy 1994).

El método utilizado consistía básicamente en la disposición final de residuos previamente compactados en terrenos naturalmente aptos[9] o previamente impermeabilizados. Por su parte cada municipio debió responsabilizarse de la recolección y el transporte  de los residuos hacia el correspondiente relleno sanitario. La mayor parte de las administraciones locales han contratado para esta tarea a empresas privadas, de esta manera, con el correr de los años, surgieron numerosas empresas de recolección y transporte de residuos.

Es de destacar que la capital Federal y los diversos municipios del Area Metropolitana de la ciudad de Buenos Aires, debieron aceptar la imposición de un régimen de tratamiento de residuos, quedando imposibilitados para desarrollar una gestión alternativa. El nuevo sistema significó un importante aumento de costos para las administraciones locales, ya que ahora debían trasladar sus resiudos a mayores distancias y  pagar para disponerlos .

Los grandes montos de dinero que los municipios tenían que desembolsar para implemertar el nuevo sistema de gestión de residuos, sedujeron a importantes grupos económicos nacionales  como los liderados  por los empresarios Macri y Roggio  quienes crearon las empresas recolectoras de residuos:  Manliba y Cliba respectivamente. Estas empresas se responsabilizaron de recolectar los desechos del 75%  del territorio de la Capital Federal  (Reato 1996).

A partir del desembarco  de los grupos económicos en la gestión de residuos,  se reflejaron en la en la calidad  del servicio las alianzas y los conflictos entre el poder político local y el empresariado del más alto nivel.

De esta manera, en octubre de 1992 los conflictos entre el  grupo Macri  y el Intendente Carlos Grosso que antecedieron a la renuncia del funcionario,  también se hicieron sentir con el olor de la basura acumulada en las calle de la ciudad.

  

Por  otra parte, ante las dificultades económicas para afrontar el costo de la gestión de residuos algunos municipios del AMBA  optaron por desviar parte de sus residuos a basurales clandestinos.

Si bien el CEAMSE se proponía desde un comienzo solucionar integralmente el problema de las residuos, según cálculos realizados para fines de la década del '80 se detectaron en el AMBA 100 basurales clandestinos, cubriendo 600 hectáreas en su totalidad y con un contenido de 5 millones de m3 de residuos (Federovisky 1990). El mismo reporte también estimó la presencia de 300.000 personas produciendo su sustento económico de la recuperación de residuos.

A partir de la epidemia del cólera desencadenada en el año 1991, el CEAMSE inició un plan de saneamiento de basurales clandestinos. De todas maneras los basurales clandestinos se siguen regenerando en algunos municipios del área metropolitana de la ciudad de Buenos Aires.

3. CONSIDERACIONES FINALES

La cuestión de los residuos presenta algunas continuidades  histórica como por ejemplo  la ubicación de los sitios de disposición de residuos y la forma en que se han incorporado a la ciudad luego de su sanemiento. Los mapas de época señalan que son un claro fenómeno de borde de la mancha urbana,  ubicados por lo general en sitios de baja renta como terrenos anegadizos o bien en depresiones originadas por tosqueras y ladrilleras. Este tipo de localización sin duda acentúa el riesgo ambiental de las áreas perifericas de la ciudad.  En este, Di Pace et al  (1991, 20) señalan que "existen muy pocos estudios sistemáticos que demuestren fehacientemente la degradación de las áreas periurbanas, a pesar de ser zonas en las que el deterioro es comprobable de manera empírica".

 Por otra parte, con el crecimiento de la  mancha urbana muchos sitios de disposición de residuos se incorporaron a  la ciudad como  espacios verdes: las plazas Vicente López, Garay, Lavalle,  España, Constitución,  el parque Almirante Brown y otros.

Las diversas epidemias que se desencadenaron en Buenos Aires  fueron un importante  impulso para que la autoridades tomaran medidas respecto del manejo de los residuos. De esta manera, tanto la gran epidemia de fiebre amarilla de 1871, como la de cólera de 1991,  han sido  motivos de  políticas de gestión y saneamiento ambiental.  Por otra parte, el crecimiento demográfico y el consecuente aumento de producción de residuos ha impulsado la aplicación  de nuevos métodos de tratamiento, minimizando el volumen y luego mejorando su disposición.  Hubo también medidas vinculadas a salvaguardar la estética urbana, cuya expresión más burda fue la  de construir un paredón en los frente de los hueco,  a lo que luego le siguió una reorientación geográfica de vaciaderos eliminándolos en el área norte y relocalizándolos en el sur.

 Por su parte, los distintos planes de saneamiento de basurales no sólo respondieron a razones de higiene y estética urbana sino también  acompañaron a  políticas de exclusión social.  Los realizados en  los  basurales de Parque Patricios,  Bajo Flores,  y otros ubicados en el perímetro de la Capital, fueron coincidentes con planes  de expulsión de  barrios marginales. En este sentido los basurales de residuos sólidos y los asentamientos de  población marginal urbana recibieron un tratamiento similar, ya que ambos fueron erradicados.    

Se hace presente también una política de producción de suelo urbano, aunque en muchos casos de baja calidad. La práctica de relleno de áreas deprimidas se puede detectar en los cuatro momentos analizados,  principalmente  mediante escombros aunque también con residuos y cenizas. Se desarrollaron algunos intentos de recuperación de desechos pero su importancia no ha sido significativa como método de tratamiento de residuos.

Luego de este recorrido surgen algunas líneas a desarrollar que podrían aportar  mayor potencial explicativo. En cuando a la localización de los basurales es relevante indagar en qué medida la renta del suelo y el costo del flete han sido factores determinantes en el tipo de ubicación de los sumideros de residuos.  Respecto a la incorporación de los mismo a la ciudad como espacios verdes es necesario analizar si la calidad de los suelos resultantes de los basurales abandonados o saneados no  permitieron  realizar edificaciones.

 Por último, reviste  interés ahondar en cómo ciertas programas de gestión y saneamiento ambiental han sido una manifestación encubierta de políticas urbanas  de exclusión social (prohibición del cirujeo, erradicación de barrios marginales y sus basurales asociados)  


BIBLIOGRAFIA

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CHIOZZA, Elena 1983 Buenos Aires Historia de Cuatro Siglo, tomo II, ROMERO, José Luis; ROMERO Luis Alberto comp

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Di PACE, María; FEDEROVISKY, Sergio; HARDOY, Jorge 1991 "Problemas ambientales en la ciudades argentinas" en Medio Ambiente Urbanización Año 9- Numero 37, Buenos Aires.

FEDEROVISKY, Sergio 1990 "El CEAMSE", Instituto Internacional de Medio Ambiente y Desarrollo IIED América Latina, trabajo mimeografiado, Buenos Aires.

GUTIERREZ, Ramón 1992 Buenos Aires Evolución Histórica, Fondo Editorial Escala, Buenos Aires GUTMAN, Margarita; HARDOY, Jorge Enrique 1992 Buenos Aires Historia urbana del Area Metropolitana, Editorial Mafre.

HARDOY, Jorgelina 1994 Gestión de residuos sólidos domiciliarios en el área metropolitana de Buenos Aires. Estudio de caso: Municipio de San Fernando. tesis de Licenciatura, Departamento de Geografía, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires.

LLANES, Ricardo 1974 El Barrio de Parque de los Patricios, Municipalidad de Buenos Aires.

LUQUI LAGLEYZE, Julio 1994 ¨Las basuras de los porteños¨, Gerencia Ambiental, Año 1 Nº 8, Buenos Aires

MARTIN, Luis 1973 "El Pueblo de las ranas y el Barrio" Ateneo de Estudios Históricos, Nº 15 Octubre-Diciembre.

Municipalidad de Buenos Aires 1889 Censo General de Población 1887, Edificación, comercio é industria de la ciudad de Buenos Aires.

Municipalidad de Buenos Aires 1904 Tratamiento y Eliminación de la Basura, informe teórico-práctico de la comisión especial.

Municipalidad de Buenos Aires 1906 Censo General de Población 1904, Edificación, comercio e industria de la ciudad de Buenos Aires.

Municipalidad de Buenos Aires 1910 Censo General de Población 1910, Tomo II y III

Municipalidad de Buenos Aires 1901 Memoria Municipal 1898-1901

PRIGNANO, Angel Oscar 1991 El Bajo de Flores, un barrio de Buenos Aires, editado por la Junta de Estudios Históricos de San José de Flores, Buenos Aires.

SCHAVELZON, Daniel 1992 La Arqueología Urbana en la Argentina, Centro Editor de América Latina, Buenos Aires.

Anexo Normativo sobre residuos, Municipalidad de Buenos Aires 1856 Creación de la Municipalidad de Buenos Aires, puesta en función de la Comisión de Higiene.

Resolución 13/3/1857
Adjudicación de responsabilidad a la Policía como órgano de control de las normas de higiene pública; recomendaciones acerca de sitios donde arrojar la basura y los animales muertos. Responsabilidad de la Comisión de Higiene en el desecamiento de pantanos con escombros y tierra.

Resolución 27/8/1858
Designación de un Vecino como responsable de la disposición de basura. Se establecen sitios para depositar los desechos.

Acuerdo 18/6/1861
Se debate la necesidad de licitar el servicio de recolección y realizarlo más regularmente.

Ordenanza 12/10/1865
Prohibición de arrojar escombros, multa de contravención.

Resolución 3/2/1869
Se resuelve proceder a quemar los residuos. Se prohíbe a los vecinos depositar la basura en la parte exterior de las viviendas, debiendo conservar los depósitos detrás de la puerta; se establecen multas a la contravención de esta norma.

Resolución 2/3/1869
Se establece una multa a quienes arrojen basura o animales muertos en las calles y plazas.

Ordenanza 23/3/1871
Se establece un sistema de separación domiciliaria Ordenanza 11/8/1882
Se dispone la obligatoriedad por parte del vecino de entregar los residuos al agente municipal de recolección.

Ordenanza 9/10/1893
Se llama a licitación la explotación y destrucción de los residuos bajo el método de la quema.

Resolución 27/7/1904
Se declara obligatorio el uso de cajón de hierro dulce con tapa para el depósito de basura.

Resolución Nº 1157 9/10/1925
Se establece que la basura se debe quemar en su totalidad y se prohíbe el "Chiffonage". Se prohíbe rellenar terrenos bajos, pantanosos o inundables con residuos domiciliarios Resolución Nº 2928 12/12/1928
Se resuelve la construcción de 250 cámaras subterráneas destinadas a recibir los residuos del barrido de calzadas.

Resolusción Nº 3094 18/12/1928
Se resuelve divulgar instrucciones a los vecinos sobre la mejor y más práctica forma de aprovechamiento y eliminación de las basuras. Se prevé estudiar y ensayar la destrucción y aprovechamiento de los residuos orgánicos por medio de métodos biológicos.

Decreto 24/4/42
Se encomienda al Ente Autónomo de Industria Municipal (E.A.I.M) la organización de un servicio de selección y clasificación de residuos para la venta. Se dispone la incorporación de "cirujas" como jornaleros para realizar la dicha tarea en las usinas. Se prohíbe la recolección y el transporte de basura domiciliaria a toda persona no autorizada.

Decreto Nº 1720 11/4/1956
Se establecen horarios para sacar los desechos, y se determinarán las características de los recipientes.

Se llama a licitación pública para la provisión de camiones con caja recolectora de residuos a compresión.

Decreto Nº 5657 1967
Se autoriza a colocar los residuos en el exterior de la vivienda en bolsas de plástico.

Resolución 28.344 1973
Se dispone la instalación de 6 Cámaras subterráneas para el depósito de los residuos de la limpieza municipal.

Ordenanza Nº33581 8/6/77
Se establece el uso exclusivo de bolsas de plástico. Se prohíbe la selección, remoción, almacenaje o manipulación de los residuos domiciliarios que se encuentren en la vía pública.

Normativas que ponen en funcionamiento al CEAMSE Ley Nº 8782 (Pcia. de Bs. As.) -Aprueba el Convenio del 7 de enero de 1977 Declara fracciones de la costa sur de utilidad pública Ley Nº 8981 (Pcia. de Bs. As.) -Aprueba el Convenio Ampliatorio del 6 de mayo de 1977 entre la Provincia de Buenos Aires y la Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires.

Ordenanza Nº 33.691 -Ratificación de los Convenios del 7 de enero de 1977 y del 6 de mayo de ese mismo año, por parte de la Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires.

Decreto Nº 3296/977 -Aprobación por parte de la Municipalidad de la Ciudad del Buenos Aires del Estatuto del CEAMSE.

Decreto Nacional Nº 3457/977 -Ratificación de la Ordenanza Nº 33.691 Ley Nº 9111 (Pcia. de Buenos Aires) Regula la disposición final de la basura en los partidos del área metropolitana. Prohíbe la disposición de los residuos en espacios abiertos o cerrados y la recuperación de los mismos.

Ley Nº 9519 (Pcia. de Buenos Aires) -Faculta al CEAMSE para actuar como sujeto expropiante.


SECUENCIA HISTORICA DEL MANEJO DE  LOS RESIDUOS EN LA CIUDAD DE BUENOS AIRES

Modalidad de gestión de Residuos

Período:

Prioridades

Forma de Tratamiento de los residuos

Efectos ambiental

Alejarlos de las calles y/o de  la ciudad

Siglo XVI hasta 1870

Aseo, estética y  circulación en las calles de la ciudad

 

Arrojarlos en los intersticios urbanos, terrenos baldíos, arroyos

y zanjas.    

  

Arroyos: Baja del nivel de oxígeno en el agua emanaciones de sulfuro y metano. Reducción de la biodiversidad, proliferación de bacterias anaeróbicas, perdida de calidad del agua para consumo 

Suelo: Percolación  de lixiviados en la napa freática.

Nivelación de áreas bajas.

Concentralos y quemarlos

1870 hasta 1920

Evitar la propagación de epidemias

Limpiar y eliminar los residuos en el centro de la ciudad y concentrarlos en el sur.

Crear suelo urbano principalmente con escombros

Recolectarlos y transportarlos vía ferrocarril a un vaciadero oficial y allí quemarlos.

(Sistema Borches)

El vaciadero se convirtió en un gran foco de contaminación.

Proliferación de vectores: roedores insectos

Contaminación del aire: dióxido de carbono:

Suelo: (Idem anterior)

Incineración

1920-1977

Minimización y en forma secundaria de recuperación de materiales

Quemarlos en las usinas iniceradoras  o en los edificios de departamentos.

Proliferación de los vaciaderos  como

destino altenartivo en la ciudad de Buenos Aires y como destino principal  en el conurbano

Usinas:

Grandes volúmenes de gases enamados de la incineración: dióxido de carbono

Dispersión de hollín que ensuciando la ciudad.

Basurales clandestinos (Idem vaciaderos

Relleno Sanitario

1977 hasta la actualidad

Manejo regional de los residuos; evitar los gases y el hollín producidos en la incineración; producir suelo urbano y eliminar el cirujeo 

Enterramiento de residuos en suelo impermeabilizados.

Suelo: percolación de lixiviados en el caso que el suelo no esté bien impermeabilizado.

Basurales clandestinos (Idem vaciaderos)

           

                COMPOSICION DE  LA BASURA DOMICILIARIA 

 

Elemento

   1910

   1972

 1991

  1993

Carbón

   0,2%

 

 

 

Cenizas

  25,5

     

Huesos

   5

 

    1

 

Vegetales

  48,8

     

Orgánico

 

   67,4

   52

  54,3

Carnes

  ¯    ¯

  

 

 

Papel y cartón

  ¯    ¯

   16,8

   17,5

  20,4

Textil

  ¯    ¯

    3

    3

   0,6

Metales no ferrosos

  ¯    ¯

    0,1

    0,5

   0,5

Metales ferrosos

  ¯    ¯

    3,3

    2,5

   2,1

Cueros

  16

   

   

Madera

   0,8

    1,7

    1,5

 

Vidrios

   1,6

    5

    6

   8,3

Loza, cascote

   2,1

    0,2

    2

 

Plásticos

  

    2,5

   14

   8,5

Otros

    

   

  

   5,3

        

Conclusiones

Basurales

- Los basurales son un fenómeno de borde de mancha urbana

- Están ubicados en áreas de baja renta, terrenos anegadizas, antiguas tosqueras y ladrilleras.

- Su ubicación acentúa el riesgo ambiental

- Muchos se han incorporado a la ciudad como espacios verdes (Plaza Vicente López, Garay, Lavalle,  España,  Parque Almirante Brown).

Las políticas urbanas

- Gran parte de las medidas acerca del manejo de los residuos se tomaron luego de importantes epidemias.

- El aumento de producción de residuos impulsó a las autoridades a aplicar nuevos métodos de tratamiento.

- Hubo medidas de corte estético  que intentaron ocultar los residuos y luego eliminarlos de las áreas norte y centro para concentrarlos en el sur

- Los planes de saneamiento de basurales coincidieron con los de erradicación de barrios marginales.

- A lo largo de la secuencia histórica se ha identificado la importancia de la producción de suelo urbano con escombros.

 



[1] La ciudad de Buenos Aires estaba surcada por tres arroyos, el "Tercero del Sur"  se formaba en la proximidades de la actual Plaza Constitución y desembocaba en el Río de la Plata a la altura de la calle San Lorenzo.

[2] Gutman y Hardoy (1992) señalan que para finales del siglo XIX,  los servicios de salud y asistencia pública se traslandan a la periferia de la urbana, de manera de llevar la enfermedad y la pobreza fuera de la ciudad.

[3] El diario La República con fecha 20-5-1869 rescata las quejas de varios vecinos del barrio de Constitución acerca  de las condiciones antihigiénicas del vecindario y la falta del cumplimiento de las disposiciones de quemar las basura en el hueco "de los Sauces" (Puccia, 1984).

[4] Entre 1956 y 1975 la población en Villas de emergencia dentro de la Capital Federal creció de 33.920 residentes a 280.000 (Gutman, Hardoy; 1992).

[5] Edificio abandonado ocupado por población marginal.

[6] Información provista por el Arquitecto Alfredo Garay

[7] Entre 1914 y 1960 la población del conurbano bonaerense creció de 499.000 habitantes a 3.908.000 (Gutman, Hardoy; 1992)

[8] Hubo un intento, que no prosperó de colocar  compactadores de residuos en los edificios de departamentos.

[9] Suelos arcillosos  que impiden la percolación de los lixiviados a la napa freática.

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