V Congreso de Antropologia Social

La Plata - Argentina

Julio-Agosto 1997

Ponencias publicadas por el Equipo NAyA
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Incidencia del evento de inundación de 1982-83 sobre el asentamiento humano en el área de islas del Departamento de Victoria, E.R.

Mauricio F. Boivin,* Ana Rosato,** Fernando A. Balbi***

En el período abarcado entre noviembre de 1982 y agosto de 1983, el área de islas del Dpto. de Victoria, Entre Ríos, soportó la mayor inundación registrada en este siglo.1 Las aguas alcanzaron una altura máxima de 7,35 m en el puerto de Victoria, permaneciendo en un alto nivel por más de siete meses. La marca histórica promedio para ese puerto, de 2,80 m, no volvió a ser alcanzada: desde ese momento, el promedio se instaló en los 3,40 m. A partir del evento en cuestión, se registró una reducción paulatina del asentamiento humano permanente en el área de islas, proceso que ha sido frecuentemente interpretado como un abandono del sector por parte de la población isleña.

Sin embargo, existen una serie de elementos que nos permiten poner en duda esta interpretación Por ejemplo, la población de la ribera e islas del Dpto. de Victoria que desarrolla actividades productivas en el espacio de isleño (caza, pesca, ganadería, apicultura) no puede ser dividida radicalmente entre pobladores ribereños y pobladores isleños excepto si se la observa en un corto plazo: el análisis de información correspondiente al período 1950-1996 para una muestra de 20 grupos domésticos2 de productores que desarrollan sus actividades económicas en el área, muestra que todos esos grupos han habitado alternativamente la ribera y la zona de islas durante períodos de considerable extensión.3 De hecho, se advierte que los desplazamientos entre la ribera y las islas han sido en muchos casos reiterados, y que los grupos familiares se han desplazado también entre diferentes puntos del área de islas y de la ribera.

Por esta razón consideramos que, el análisis de la relación entre un evento de inundación como el de 1982-83 y las formas de asentamiento de esta población es complejo. No se trata de examinar los efectos de la inundación sobre una población establecida de manera permanente en un sitio, sino de considerar la forma en que ella afecta a pobladores que exhiben un patrón de movilidad residencial en el largo plazo. Al mismo tiempo, si con posterioridad a la inundación de 1982-83 se ha observado una reducción del asentamiento de población en las islas, no parece posible hablar de un abandono del área, en la medida en que buena parte de los pobladores que se trasladaron a la ribera no sólo siguieron desarrollando en ella sus actividades productivas sino que, con el paso del tiempo, volvieron a instalar allí su residencia.

En consecuencia, pensamos que para dar cuenta de los efectos del evento de inundación de 1982-83 sobre el asentamiento humano en la zona de islas del Dpto. de Victoria será preciso examinar la cuestión más general de la movilidad residencial del sector de la población que nos ocupa. Ello supondrá analizar la relación entre sus formas de asentamiento y sus actividades productivas sobre un plano temporal de considerable profundidad, a fin de detectar un patrón en los sucesivos desplazamientos residenciales. Las inundaciones, en la medida en que afectan tanto al desarrollo de las actividades productivas como a las condiciones residenciales, habrán de ser tenidas en cuenta como factores que contribuyen a producir ese patrón. El examen de la incidencia de este factor supondrá considerar la percepción de las crecientes regulares del río Paraná por parte de la población, la cual hace directamente a su comportamiento productivo y residencial. Finalmente, sobre la base de este análisis, podremos considerar la manera en que fue percibido el evento de inundación de 1982-83 y determinar su incidencia sobre el asentamiento de población. Nos ocuparemos entonces de la incidencia de la duración e intensidad extraordinarias de esa inundación, poniéndolas en relación con el patrón regular de desplazamientos residenciales y con los desplazamientos de población ocurridos en la zona en ocasión de otros eventos de inundación extraordinarios (tales como los de 1905, 1959 y 1966).

Las islas como un espacio productivo:

En el presente apartado ofrecemos una síntesis de las principales actividades productivas que se desarrollan en el área de islas, con el objeto de facilitar la comprensión del análisis subsiguiente. En este sentido, nos limitamos a describir aquellos aspectos de las actividades en cuestión que se desarrollan a nivel local. Las principales actividades son: - Pesca: La pesca es de carácter artesanal. Los pescadores son, en general, pequeños productores independientes, dueños de sus medios de producción (canoa, motor, redes, etc.), que emplean fuerza de trabajo doméstica. Estos pescadores venden su producción a empresarios conocidos localmente como acopiadores, quienes pueden pasar por las islas en lanchas a comprar el pescado o adquirirlo en el puerto de la ciudad de Victoria u otros puntos de la ribera, caso en el cual los pescadores deben trasladarse hasta allí para realizar la venta. Los acopiadores pueden tener equipos de pesca propios, contratando peones para que trabajen con medios de producción de su propiedad, pero esta modalidad de organización de la producción es minoritaria. La principal especie que es objeto de explotación pesquera es el sábalo (prochilodus platensis). (Boivin, 1992) - Caza: De carácter artesanal, la caza es realizada por pequeños productores independientes que son propietarios de los medios de producción (un bote pequeño llamado falucho, trampas, etc.). La fuerza de trabajo es de origen doméstico, y la producción es vendida a acopiadores, intermediarios que tratan con las industrias y las empresas exportadoras de pieles. La principal presa de caza comercial en la zona es la nutria. (Rosato, 1988) - Ganadería: Los frondosos pastizales isleños son utilizados para el engorde de ganado. Algunos habitantes isleños trabajan como puesteros, atendiendo las instalaciones ganaderas y cuidando el ganado. Asimismo, durante el período en que el ganado es llevado a la isla, otros pobladores son contratados como peones. En el trabajo de los puesteros se registra también colaboración de los integrantes de su unidad doméstica.

- Apicultura: Una parte de la población se dedica al mantenimiento y cuidado de cajones, vale decir, de panales de abejas. Estos cajones pertenecen predominantemente a grandes productores que los ponen a su cuidado y retiran la miel de forma periódica. Algunos pobladores suman al trabajo para terceros la propiedad de algunos cajones cuya producción suelen vender a su empleador. Finalmente, se encuentran algunos productores independientes que venden a los mismos empresarios.

Por lo general, las familias que habitan en las islas combinan varias de estas actividades. A ellas se suma la cría de animales para consumo doméstico y, ocasionalmente, para la venta (especialmente los puesteros pueden ser propietarios de algunas cabezas de ganado).

Si bien todas estas actividades se desarrollan en el área de islas, sólo el trabajo de puestero exige a quien lo desempeña residir en ella. La caza, la pesca, y aún la apicultura pueden ser desarrollados viajando diariamente a la isla desde algún punto de la ribera, exigiendo a lo sumo la permanencia del productor en la isla durante períodos más o menos prolongados, pero sin requerir la residencia permanente de los miembros de su unidad doméstica. Por su parte, los animales pueden ser criados en la ribera, y aún en la ciudad de Victoria. Sin embargo, como veremos, existen ciertas ventajas para el desarrollo de estas actividades que son inherentes a la residencia en las islas.

La preferencia general por la vida en islas

Prácticamente la totalidad de los sujetos entrevistados manifiesta un clara preferencia por la vida en las islas. Ello es así incluso en los casos de aquellas personas que habitan en la ciudad de Victoria luego de haberlo hecho en islas y que manifiestan la intención de quedarse en la ciudad de manera definitiva; en estos casos, los entrevistados aducen una serie de razones en respaldo de su opción, al tiempo que afirman que extrañan la isla y se extienden en relatos acerca de las bondades de la vida en el Delta. En el presente apartado examinaremos la preferencia general por la vida isleña que exhiben los sujetos, para referirnos posteriormente a las razones específicas por las cuales se producen los cambios de residencia.

Los sujetos entrevistados manifiestan su preferencia por la isla en el marco de una ponderación de sus ventajas y desventajas relativas. Las desventajas de la vida en islas que son mencionadas en forma prácticamente unánime son las siguientes: - Las crecidas en general -sin distinción entre las de intensidad y duración regulares y las de características extraordinarias- son mencionadas como inconvenientes de la vida en islas. Generalmente se afirma que "las crecidas cansan". Con ello se hace referencia tanto a la necesidad de evacuar regularmente los lugares más bajos de las islas donde viven algunas familias, como a inconvenientes menos usuales, tales como la inundación de zonas altas o la pérdida de los animales de cría.

- Las dificultades para trasladar a la ciudad a enfermos y heridos representan otro inconveniente de la vida en islas. No hay en las islas centros de atención sanitaria ni existe ningún servicio de emergencia para trasladar a enfermos o heridos a la ciudad. Por su parte, los pobladores generalmente sólo disponen de canoas de madera dotadas de motores tipo "Villa" de 8 o 12 hp, los que desarrollan velocidades muy bajas y no son confiables (existe siempre la posibilidad de que se descompongan durante el viaje). En estas condiciones, vivir lejos de la ciudad supone viajes de varias horas de duración, los que involucran grandes riesgos para la salud de quienes se enferman o accidentan.

- Los precios que pagan las lanchas de acopio de pescado son inferiores a los que pagan los acopiadores en la ciudad, lo que supone menores ingresos para los pescadores. Asimismo, las lanchas no pasan por todos los lugares habitados de las islas. La alternativa disponible es la de trasladarse personalmente a los puntos de la ribera donde operan los acopiadores. Esto, sin embargo, involucra gastos en combustible, los que resultan particularmente onerosos en la medida en que la pesca requiere de la entrega diaria de la producción puesto que los pescadores carecen de medios para conservar el pescado. Los costos de estos viajes deben ser cubiertos con el ingreso obtenido, por lo que los viajes sólo se justifican si la cantidad de pescado capturada es lo bastante importante como para garantizar la obtención de una ganancia considerable una vez que se los descuenta. En la práctica, ocurre que los pescadores no están igualmente calificados y que no disponen de la misma cantidad de metros de red, lo que hace que los volúmenes de producción obtenidos no siempre sean los necesarios para obtener beneficios significativos. Por otra parte, sus otras actividades no siempre les permiten disponer del tiempo requerido para trasladarse a los puntos donde se ubican los acopiadores, y en muchos casos tampoco tienen hijos en edad de hacerse cargo de esta tarea. De esta forma, la pesca reporta menos ingresos para los pobladores isleños que para los ribereños, y en algunos casos ni siquiera aparece como una alternativa.

- Las dificultades existentes en islas para completar la instrucción escolar de los niños aparecen como otra desventaja propia de la vida en el Delta. Por un lado, no siempre se habita cerca de una escuela primaria, o bien la escuela está cerca pero es de difícil acceso (por la presencia de un área anegada, por ejemplo). Por el otro, no hay en las islas colegios secundarios.

- Existe unanimidad entre los entrevistados en lo que respecta a las desventajas de la vida isleña para sus hijas. Se dice que las niñas, a partir aproximadamente de los 10-12 años, "no quieren vivir más en la isla" porque "se aburren". Los adultos afirman que este aburrimiento es comprensible porque las niñas "no tienen nada que hacer". Posteriormente veremos que estas afirmaciones coinciden significativamente con cierta tendencia a la expulsión de las hijas de las familias que habitan en las islas, las que son radicadas en la ciudad, ya sea como empleadas domésticas "con cama adentro" o en casa de parientes pero trabajando también en el servicio doméstico.

Por otra parte, los entrevistados coinciden en destacar una serie de ventajas de la vida en islas, frecuentemente presentadas como inconvenientes de la vida en la ciudad: - La radicación es islas ofrece facilidades para la cría de animales. La ciudad, en cambio, no es un ambiente propicio para ello. En la ciudad se está expuesto a robos o extravíos de los animales, puesto que es más complicado el vigilarlos. Asimismo, suele faltar el espacio necesario para mantenerlos, especialmente si se cuenta con ganado bovino. Finalmente, en la ciudad es necesario comprar alimentos para los animales, mientras que en las islas es posible encontrar alimento sin gastar dinero. El problema de la alimentación es fundamental, puesto que no sólo supone el riesgo de que en determinado momento resulte imposible continuar manteniendo a los animales sino que, en el mejor de los casos, obliga a limitar la cantidad que se cría con el objeto de mantener bajos los costos.

- Cuando se vive en la isla es posible nutrear y pescar. Numerosos hombres entrevistados que habitan en la ciudad coinciden en afirmar que cuando vivían en la isla cazaban y pescaban pero que desde que están en la ciudad solamente pescan "porque no se puede hacer las dos cosas al mismo tiempo". En la isla, por ejemplo, un hombre puede pescar temprano por la mañana -retirando las redes tendidas la noche anterior- y salir más tarde a recorrer los sitios en que ha instalado sus trampas, dejando a su familia a cargo de entregar el pescado a la lancha del acopiador. Por el contrario, un pescador ribereño, que debe regresar al punto de descarga con el pescado en buen estado de conservación, no puede perder un tiempo precioso revisando trampas. Por ende, la residencia en la ciudad obliga a alternar la caza y la pesca, precisamente cuando se debe hacer frente a gastos que serían más soportables si fuera posible combinar ambas actividades.

- Vivir en la ciudad equivale a "tener dos casas", esto es, a duplicar los gastos domésticos, en la medida en que se sigue desarrollando actividades económicas que tienen a las islas por escenario. El pleno aprovechamiento de los picos del precio de las pieles de nutria exige dedicar un trabajo intensivo a la caza, lo que sería imposible en base a viajes diarios desde y hacia la ciudad. Asimismo, los picos de la demanda de pescado (el principal de los cuales se registra entre la Cuaresma y la Semana Santa) hacen aconsejable la permanencia del pescador en islas. En estos casos, es común que el hombre se instale rancheando en islas -quizás con algún hijo lo bastante mayor como para ayudarlo- dejando al resto de su familia en la ciudad. Esto supone, según los informantes entrevistados, una duplicación de los gastos requeridos para mantener a la familia cuando se encuentra reunida. Lo mismo sucede, de una manera más marcada, cuando se opta por mantener a los animales en las islas para ahorrar en gastos de alimentación y para mantenerlos mejor vigilados, caso en el cual el hombre suele instalarse en la isla de manera más o menos permanente.

- Por último, se afirma que en la isla es posible subsistir sin necesidad de contar con tanto dinero como en la ciudad. En la ciudad, dicen nuestros informantes "se necesita plata para todo", especialmente para alimentarse, mientras que en la isla "siempre te arreglás", cazando o pescando para comer. Las quejas con respecto a la necesidad de dinero para vivir en la ciudad son permanentes y, de hecho, es menester advertir que si la cría de animales en la ciudad y la duplicación del gasto doméstico aparecen a nuestros entrevistados como problemas, en última instancia, es sobre todo debido a que suponen erogaciones monetarias. La isla aparece, en definitiva, como un ámbito residencial y productivo que permite generar un ahorro: en alimentos para los animales, en alimentos para los integrantes de la unidad doméstica, etc.

Las ventajas relativas de la isla con relación a la ciudad, de esta forma, giran en torno a la cuestión del dinero, al ahorro, y a la organización y combinación de las diversas actividades productivas. Sus desventajas relativas, por otro lado, se refieren a las crecidas, la salud, la escuela de los hijos, la falta de ocupación y futuro de las hijas, y la retribución menor que se percibe por el trabajo en la pesca. A este balance se suman habitualmente las afirmaciones de que la vida en la isla es "más aburrida", por el lado negativo, y de que ella es "más tranquila", por el lado positivo. La conclusión casi invariable es la de que la vida en la isla es preferible a la de la ciudad: quienes viven en la ciudad suelen explicarlo aduciendo razones de naturaleza coyuntural -que examinaremos en la próxima sección- al tiempo que reafirman su preferencia por la isla. De hecho, muchos varones adultos que habitan en la ciudad pasan la mayor parte de su tiempo en islas. Así, un hombre radicado en la ciudad de Victoria nos decía si queríamos hablar con él y no lo encontrábamos en ella, le mandáramos a avisar, ya que si bien él y su familia iban a estar en Victoria, "mi vida está más en las islas que acá".

Vale decir que si bien los entrevistados enumeran una serie de desventajas de la vida en la isla que ellos mismos consideran importantes (los riesgos para la salud, el bajo precio del pescado, las crecidas, los problemas para la educación de los hijos, la falta de perspectivas para las niñas, el aburrimiento), manifiestan una preferencia por ella que atiende tanto a sus ventajas inherentes (la disponibilidad de alimentos, la tranquilidad) como a las desventajas que le atribuyen a la vida en la ciudad (la omnipresente necesidad de dinero, la discontinuidad entre el sitio de residencia y el ámbito de las actividades productivas, la imposibilidad de combinar caza y pesca, las dificultades para criar animales). Es importante resaltar el hecho de que esta preferencia por la vida isleña se encuentra tanto en los informantes criados en las islas como en aquellos criados en la ribera y que no vivieron en islas hasta la edad adulta. Asimismo, se la encuentra tanto entre quienes tienen hijos en edad escolar (incluyendo a los hijos en edad de asistir al colegio secundario, inexistente en islas) como entre quienes no los tienen. Tampoco varía significativamente si se compara a puesteros y miembros de sus grupos domésticos con integrantes de grupos que no disponen de esa fuente de ingresos.

Si se combina esta preferencia manifiesta por la residencia en islas con el análisis de la trayectoria residencial de nuestra muestra de grupos domésticos, se advierte que para esta población la ribera y el Delta constituyen un espacio único, aunque no indiferenciado. "Único", porque el análisis de las trayectorias residenciales revela -como hemos visto- una sucesión de desplazamientos residenciales tanto entre las islas y la ribera como entre diversos puntos de ambas, al tiempo que muestra que, a despecho de esos desplazamientos, el espacio isleño se mantiene como ámbito central (aunque no exclusivo) para el desarrollo de actividades productivas. Asimismo, ya hemos visto que la preferencia por la isla como opción residencial se relaciona con el hecho de que las actividades productivas tienen lugar en esa área a despecho del lugar efectivo de residencia. Y "no indiferenciado" porque, precisamente, los actores manifiestan esa preferencia por el espacio isleño como ámbito residencial y, también, como ámbito productivo.

Los desplazamientos residenciales de los actores a través de este espacio son función de ciertos factores variables que los llevan, según el caso, a optar por vivir en la ribera a pesar de su preferencia por la isla, o bien a optar por radicarse en la isla en coincidencia con sus preferencias. estos desplazamientos, sin embargo, son coherentes con la imagen unificada de la ribera y el Delta que presentan los actores, en tanto tales desplazamientos son organizados teniendo en cuenta la posibilidad de mantener una continuidad en el desarrollo de las actividades productivas. En la próxima sección nos ocuparemos de los factores variables que inciden sobre las opciones residenciales de los actores.

Factores que dan cuenta de la movilidad residencial

Existe una serie de factores variables que inciden sobre las opciones residenciales de los actores. Estos factores varían tanto de un grupo doméstico a otro como a lo largo del tiempo. La relación coyuntural entre esos factores variables configura un cuadro que, en sí mismo, hace aconsejable vivir en uno u otro sitio. Es más, su interrelación afecta al equilibrio relativo entre aquellas ventajas y desventajas de la vida isleña que todos los informantes coincidían en señalar: así, un informante que acaba de exponer el cuadro general que presentamos en la sección anterior y que manifiesta su preferencia por la vida isleña puede, sin embargo, apelar -entre otros factores- al problema de la falta de escuela para sus hijos cuando explica su residencia en la ciudad. Nos referiremos primero a los factores que varían, para luego examinar la forma en que inciden sobre las decisiones residenciales.

El primer factor variable (a) que surge de nuestra información es la composición demográfica de los grupos domésticos. Los grupos domésticos (o unidades domésticas) presentan un ciclo de desarrollo que depende de las variaciones en su composición demográfica. Los factores variables son el número, la edad y el sexo de sus integrantes. Si tomamos el caso más común, donde la unidad doméstica está compuesta por miembros de una familia elemental (padre, madre, hijos), el ciclo de desarrollo puede esquematizarse como sigue: el grupo comienza como una pareja adulta sin hijos; durante varios años se agregan hijos, quienes crecen hasta alcanzar edades que les permiten colaborar en las tareas domésticas y las actividades productivas; llegado cierto punto, los hijos mayores abandonan la unidad, sea para casarse (formando así un nuevo grupo doméstico), sea para buscar trabajo en otros lugares; al cabo del ciclo, los padres, ya de edades avanzadas, pueden quedar solos, o bien quedar a cargo de hijos adultos, uniéndose de hecho a sus unidades domésticas.

Lo que se acaba de exponer es una simplificación: es posible, por ejemplo, que coexistan hijos adultos y menores, que uno de los padres muera en forma prematura, o que otros adultos o niños -emparentados o no con los miembros de la familia- se integren a la unidad. Lo importante es advertir el hecho de que esta dinámica demográfica altera la relación entre consumidores y productores en la unidad doméstica. así, cuando ella está compuesta sólo por una pareja, el número de productores y consumidores coincide, mientras que cuando hay varios hijos pequeños se expande el número de consumidores sin que ocurra otro tanto con el de productores. Asimismo, y dada la naturaleza de las actividades productivas que realizan estos actores, la composición por sexo de los hijos es un factor importante. Por ejemplo, no es lo mismo tener dos hijos varones en edad de trabajar que tener un hijo y una hija, en la medida en que las actividades productivas que -en opinión de los actores- pueden desarrollar varones y mujeres, no son las mismas.

En el caso que nos ocupa, los actores consideran que las hijas no constituyen un aporte laboral destacable en las islas, donde se desarrollan actividades consideradas como de la esfera de acción masculina (pesca, caza, ganadería, apicultura), mientras que existe la posibilidad de aprovechar su aporte en la ciudad en términos de trabajo doméstico. Así, una joven afirmaba que había dejado la isla junto con cuatro de sus hermanas porque al morir su padre, a pesar de que sus hermanos trabajaban, "éramos muchas mujeres"; la madre y los hermanos de esta joven habían permanecido en islas, junto con una niña que poco tiempo después, a los 10 años de edad, se unió a sus hermanas mayores en la ciudad. Ya hemos mencionado el hecho de que los actores consideran que las hijas "se aburren" porque "no tienen nada que hacer" en la isla. De hecho, los informantes presentan la radicación de las hijas en la ciudad a partir de los 10-12 años como el producto de la insistencia de las mismas niñas; sin embargo, también afirman que ellos comprenden a sus hijas y, en algunos casos, que ellos mismos las han alentado a mudarse. Se trata, en última instancia de un proceso de expulsión de las hijas de las unidades domésticas que viven en islas, proceso que adelanta su salida en 3 a 5 años con respecto al momento en que se unen a un hombre, alrededor de los 15-16 años de edad. Por otra parte, estas niñas suelen trabajar como empleadas domésticas "con cama adentro", o vivir con parientes de la ciudad, trabajando asimismo en el servicio doméstico, lo que supone que pasan de ser meras consumidoras a generar recursos (lo que resulta significativo incluso en los casos en que reciben salarios tan bajos que apenas alcanzan para cubrir sus propios gastos en vestido, tal como suelen relatarlo los entrevistados).

La cambiante composición del grupo doméstico -de la que la cantidad de hijas es sólo un ejemplo- supone variaciones en la capacidad del grupo para generar recursos y para regular el consumo. De esta manera, la incidencia de aquellas ventajas y desventajas permanentes de la vida isleña ha de variar de acuerdo con la composición del grupo en cada momento dado. Por ejemplo, los bajos precios pagados por el pescado en la isla afectan más a un grupo que tienen muchas bocas que alimentar pero pocos productores (una pareja con varios hijos pequeños) que a otro donde la relación productores-consumidores esté más equilibrada (una pareja con hijos pequeños y un hijo varón en edad de trabajar). Asimismo, cuando se vive en la ciudad, el problema de mantener dos casas para que el hombre pueda trabajar en la isla es más serio si hay varios hijos pequeños que alimentar.

Los restantes factores variables tienen que ver con la situación coyuntural de las diferentes actividades productivas a que se dedican los grupos domésticos. Las posibilidades de obtener recursos de la caza, la pesca, el cuidado de ganado y el cuidado de cajones, varían a lo largo del tiempo y, en algunos casos, de un grupo doméstico al otro: - La disponibilidad de fuentes de trabajo ubicadas en las islas (b). El trabajo de puestero y el cuidado de cajones para apicultores empresariales constituyen fuentes de ingreso localizadas en la isla. Estas fuentes de trabajo representan factores variables porque, en primer lugar, no están disponibles para todos los grupos domésticos. Ello significa que aquellos grupos que disponen de estos recursos tienen una razón para permanecer en la isla de la cual carecen los otros grupos que no tienen acceso a ellos. En segundo lugar, estas fuentes de trabajo están sujetas a variaciones dependientes de los vaivenes de los mercados ganadero y apícola, los que expanden y restringen la oferta alternativamente. Esto implica que los grupos domésticos que cuentan con estas fuentes de ingresos pueden perderlas, viéndose forzados a depender exclusivamente de sus otros recursos. Estos factores generan una amplia variabilidad que contribuye a dar cuenta de las opciones residenciales de los diferentes grupos domésticos. En general, puede decirse que los grupos que cuentan con esta clase de empleo tienden a permanecer radicados en islas con mayor continuidad que aquéllos que carecen de ellos. Por otro lado, la pérdida de estas fuentes de trabajo afecta a cada grupo doméstico según los avatares de su composición demográfica: si un hombre pierde su trabajo como puestero, la posibilidad de permanecer en islas tendrá bastante que ver con la cantidad, la edad y el sexo de sus hijos.

- La propiedad de ganado (c) es un factor variable en la medida en que no todos los grupos domésticos la detentan y en que las posibilidades de invertir en la cría de animales se relacionan con la proporción productores/consumidores dentro del grupo doméstico. Como ya hemos visto, existen claras ventajas para la cría de animales en la isla, de manera que aquellos grupos que disponen de ganado propio tienen un claro estímulo para permanecer en ella.

- Los recorridos de las lanchas de acopio de pescado (d) son limitados y variables. Limitados, en el sentido de que no recorren todos los parajes habitados, lo que significa que no todos los grupos domésticos que habitan la isla gozan de las mismas facilidades para dedicarse a la pesca. Y variables, en la medida en que los recorridos se alteran a lo largo de los años según la conveniencia de los acopiadores. Se encuentran casos de personas que afirman que una de las razones para trasladarse a la ciudad fue que las lanchas dejaron de pasar por la zona de las islas donde vivían. Estos factores inciden sobre las opciones residenciales de los actores, siendo mediados por la composición de las unidades domésticas.

- Las variaciones en cuanto a la abundancia de la nutria (e). La mayoría de los informantes coinciden en señalar que la nutria era más abundante en el pasado, ubicando la disminución hacia mediados de la década de 1980. Numerosos informantes aseguran que uno de los factores que incidieron en su decisión de radicarse en la ciudad fue esa disminución. Al igual que los factores anteriores, el peso de éste depende de la composición de cada grupo doméstico.

Ya hemos dicho que la incidencia de todos estos factores depende de la composición de cada grupo doméstico. Ella depende, asimismo, de su combinación: la disminución de la nutria, por ejemplo, no afecta tanto a un grupo doméstico donde el hombre trabaja como puestero. Y, por último, la dinámica propia de la interrelación de estos factores y del ciclo de desarrollo del grupo doméstico determina la importancia relativa en cada momento particular de aquellas ventajas y desventajas que los actores atribuían a la vida en isla con carácter permanente. Los actores no pueden controlar las variaciones del sistema de actividades productivas: tan sólo pueden alternar su dedicación a las distintas actividades y regular parcialmente la proporción entre productores y consumidores dentro del grupo doméstico (como lo hacen cuando envían a sus hijas a la ciudad). Estas prácticas les brindan cierto margen de maniobras, pero no les permiten optar por un lugar de residencia u otro con total libertad: en última instancia, la opción residencial está regida por las necesidades propias de la reproducción del grupo doméstico.

En definitiva, a lo largo de los años, cada grupo doméstico alterna la residencia en las islas y la ribera de acuerdo con su composición interna y con las fuentes de recursos disponibles. Al mismo tiempo, la residencia en las islas es preferida desde un punto de vista general, abstracto, en la medida en que presenta para los actores ventajas muy marcadas de carácter económico (no se necesita tanto dinero, se puede generar ahorro, es más fácil combinar distintas actividades productivas, etc.): así, pues, mientras la composición del grupo doméstico y el estado del sistema de actividades productivas lo permiten, los actores optan por la residencia en islas.

Es así que los actores pueden mantener su preferencia general por la isla fundada en ese balance abstracto de pros y contras y, al mismo tiempo, invocar algunas de esas contras (el tema de la ausencia de escuelas o los bajos precios pagados por el pescado, por ejemplo) junto con alguno de los factores variables (la pérdida de un empleo como puestero, por ejemplo) a la hora de dar cuenta del traslado de su familia a la ciudad. De esta forma, la preferencia general por la vida isleña convive con una serie de decisiones residenciales socialmente situadas, correspondientes a una coyuntura determinada del desarrollo de su unidad doméstica y del sistema de actividades productivas.

El resultado agregado de estas trayectorias individuales de los grupos domésticos es un continuo flujo de personas entre las islas y la ribera: grupos domésticos enteros alternan su residencia, hombres adultos viven temporalmente en islas para trabajar mientras sus familias permanecen en la ciudad, niñas y adolescentes se trasladan a la ciudad mientras sus padres y hermanos permanecen en islas, etc. De esta forma, como lo afirmáramos al comienzo, la población que desarrolla sus actividades productivas en la zona de islas no puede ser dividida radicalmente entre pobladores ribereños y pobladores isleños excepto si se la observa en un corto plazo: observada en un período prolongado, en cambio, se revela como una población caracterizada por un marcado patrón de movilidad residencial dentro de un área de extensión limitada.

Las crecidas regulares

Las crecientes del río Paraná y de los riachos, arroyos y lagunas en que se ramifica en la zona afectan al asentamiento humano y a las actividades productivas. Regularmente se anegan las zonas más bajas de la ribera y de las islas, reduciéndose el espacio disponible para el asentamiento de la población, el engorde de ganado, la cría doméstica de animales, la instalación de cajones de abejas, etc. Las personas que habitan esas zonas bajas se ven forzadas a trasladarse, movimiento que varía según el sitio en que cada grupo doméstico habita, la intensidad de la creciente, la composición del grupo, la cantidad de animales de cría de que dispone y el espacio disponible en las cercanías para ubicarlos, y las actividades productivas a que están dedicados sus miembros. El factor clave que gobierna el comportamiento residencial de cara a las crecientes regulares del Paraná es, de esta suerte, la composición de los grupos domésticos. En condiciones normales, las crecientes regulares solamente añaden a la movilidad residencial ya mencionada una serie de movimientos de corto plazo entre puntos de la isla, entre puntos de la ribera y, en una menor proporción, entre la isla y la ribera.

Las actividades económicas se ven directamente afectadas por los ciclos de crecidas pero de modo diferencial. La que parecería más afectada por este tipo de crecidas es la ganadería. La isla se usa para realizar el engorde de vacunos en campos propios o en arrendados (a terceros o en tierras fiscales). El ganado es trasladado en barcazas (en el puerto de Victoria hay 3) o, cuando la altura del rió lo permite, se arrea a pie. Normalmente, se calcula que se trasladan unas 12.000 cabezas pero en ciertas épocas, por ejemplo cuando las tierras localizadas en tierra firme se utilizan mayoritariamente para la agricultura, el numero aumenta llegando hasta 60.000 (como ocurrió en el año 1989, por ejemplo). De las cuatro actividades que se realizan esta es la que genera un puesto de trabajo estable, el de puestero o cuidador de ganado4 El arreglo entre el dueño del ganado y puestero varía. En algunos casos, se lo contrata en relación de dependencia y en otros como "medieros". En ambos casos la persona contratada puede tener sus propios animales y redondear su ingreso con la realización de las otras actividades. Esta actividad se ve directamente afectada por las crecidas denominadas normales. A medida que el agua crece se comienza a sacar el ganado de islas y tiene que ser trasladado a tierra firme. Esto suele producir un aumento en la demanda de los campos ubicados en tierra firme lo que ocasiona un fuerte aumento en el precio de los arrendamientos. Además, cuando la crecida es "sorpresiva" el ganado tiene que ser trasladado sin que haya terminado el periodo de engorde, lo que ocasiona que en el traslado se pierdan varias cabezas de ganado. Las crecidas normales parecen tener menor incidencia sobre la apicultura. Los productores principales de miel que tienen sus cajones en islas los tienen ubicados sobre pilotes o sobre terraplenes de tierra elevados. Durante las crecidas quedan al cuidado de hombres solos que aprovechan el momento para cazar.

Respecto a la caza y a la pesca encontramos unanimidad respecto al modo en que las crecidas normales afectan la primera actividad y disidencias respecto a la segunda. Los cazadores consideran que con la creciente la tarea de cazar se facilita enormemente (la menor cantidad de espacio que la nutria tiene para moverse). Los problemas que pueden darse tiene que ver con el momento en que se produce ya que si no es temporada de caza la actividad se considera ilegal y respecto a la cantidad. Que el agua crezca no es garantía de que sea una "buena" temporada, muchas veces los cazadores comentan que ya sea por el tiempo de duración de la crecida o porque previo a ella "quemaron campos", las cantidades fueron escasas. Respecto a la pesca, sin duda hay unanimidad en considerar que una crecida (ya con una altura mayor de 3,90 mts.) se dificulta enormemente la tarea de la pesca porque hay más espacio para que "se esconda", porque no pueden aplicar sus técnicas en los riachos o en las lagunas o porque aparecen "las plagas". En principio, estos problemas en la pesca provocan que el pescador deje de efectuar la tarea de pesca y comience a realizar las de caza.

La afectación diferencial de las crecidas regulares sobre las actividades productivas hace que estas sean insertadas de una manera "normal" en el ciclo de actividades sociales y productivas, afectando las actividades productivas de una manera "previsible", y alterando las condiciones residenciales de una forma igualmente previsible aunque diferencial (diferencias que guardan relación con las alturas de los sitios habitados por cada grupo doméstico). En conexión con estas características de regularidad y previsibilidad, la población percibe a estas crecientes como elementos del orden natural, tal como lo revela el término con el cual se refieren a ellas: la crecida. Este término, a diferencia de una expresión como "inundación" no trasunta características extraordinarias, sino que remite al hecho concebido como natural de que las aguas del río suban y bajen alternativamente de manera regular. No hay, para estas personas, nada de inherentemente catastrófico o dramático en las crecidas: como hemos dicho, los pobladores mencionan a las crecidas como molestias propias de la vida en la isla, un punto negativo en el balance al respecto, el cual, sin embargo, arroja un resultado positivo.

En definitiva, las crecidas se integran entre los diversos factores que hacen a la movilidad residencial de este sector de la población, introduciendo un elemento de ocurrencia regular en los ciclos de las actividades productivas. Tal como ocurría con cada uno de los factores mencionados antes, la incidencia de las crecidas depende de su combinación con los restantes factores y, especialmente, de su combinación con coyunturas determinadas del ciclo de desarrollo de los grupos domésticos. En la próxima sección examinaremos la incidencia de la inundación de 1982-83 sobre el patrón de asentamiento de estos pobladores.

Las crecidas "extraordinarias": la inundación de 1982-83

El continuo proceso de movilidad residencial de los pobladores que desarrollan sus actividades en las islas está conformado por una serie de trayectorias residenciales individuales -esto es, de grupos domésticos individuales- que no siguen un ritmos de desarrollo simultáneos. Esto sucede porque lo que determina los movimientos es la combinación de una serie de factores relacionados con las actividades productivas que no afectan por igual a todos los grupos con los ciclos de desarrollo individuales de cada uno de ellos. De esta manera, la trayectoria residencial de cada grupo es independiente de las de los demás.

Sin embargo, existen ciertos factores que tienden a unificar temporalmente las trayectorias de cierta cantidad de grupos. En primer lugar, siempre será posible encontrar unidades domésticas que se encuentren en condiciones demográficas similares en un momento dado. En segundo término -y esto resulta más significativo- las variaciones en cuanto al desarrollo de las actividades productivas afectan simultáneamente a todos los grupos domésticos que las desarrollan, aún cuando no los afecten de la misma forma. Así, por ejemplo, si una retracción de la actividad ganadera genera una reducción de puestos de trabajo y numerosos puesteros se ven privados de su empleo, ello tenderá a igualar -sin llegar a hacerlo por completo- los patrones de movilidad residencial de sus grupos domésticos. Otro tanto sucede con una reducción de la abundancia e nutrias como la que los actores ubican hacia mediados de la década pasada: buena parte de los entrevistados que se mudaron a la ciudad en ese entonces la mencionan como uno de los factores que los llevaron a tomar esa decisión.

Esta clase de factores tiende a sincronizar temporalmente las trayectorias residenciales de una parte de los grupos domésticos, pero no de todos. Por un lado, porque no todos ellos dependen por igual de cualquier actividad productiva en particular: así, el momento en muchos grupos que dependen fuertemente del trabajo ganadero tienden a abandonar la isla puede ser el mismo en que otros grupos que dependen más bien de la caza se aprovechan de una abundancia relativa de nutrias. Y, por otro lado, porque dentro del universo de grupos afectados por la coyuntura vivida en una actividad productiva determinada persiste la diferenciación en términos de las condiciones demográficas.

Las crecientes de carácter extraordinario, aquéllas que por su intensidad y/o duración alteran al desarrollo de las actividades productivas y a las condiciones residenciales de una manera que las distingue de las crecientes regulares, aparecen como factores unificadores de una magnitud particularmente destacada. En este sentido, el fenómeno habitualmente mencionado como de "abandono" del área de islas que siguió al evento de 1982-83 debe ser entendido como un resultado del efecto unificador de dicha inundación sobre las trayectorias residenciales de los pobladores que desarrollan sus actividades productivas en esa área.

La inundación de 1982-83 se extendió por siete meses y las aguas alcanzaron su altura máxima en lo que va del siglo (7,35 m en el puerto de Victoria), y luego de ellas el promedio anual de las aguas subió en 60 cm, pasando de 2,80 m a 3,40 m. Merced a la altura extraordinaria alcanzada por las aguas, sólo unos pocos puntos de las islas particularmente elevados permanecieron descubiertos. Ello no obstante, la inundación no supuso un definitivo abandono del área, sino la mudanza de la mayor parte de la población a la ribera por plazos diferentes en cada caso. Vale decir que la inundación unificó en un primer momento las trayectorias residenciales de la mayoría de los grupos domésticos, los que abandonaron masivamente el área en un breve lapso; pero luego, en un segundo momento, esas trayectorias volvieron a divergir, en la medida en que algunos grupos domésticos regresaron a las islas en un corto plazo, otros lo hicieron más tarde y, por último, algunos nunca lo hicieron.

Indudablemente, el evento de 1982-83 forzó a la mayor parte de la población radicada en las islas a trasladarse a tierra firme, así como obligó al desplazamiento de buena parte de la población ribereña. La inundación cubrió casi todo el terreno isleño (parte del cual nunca volvió a quedar descubierto). Asimismo, arrasó muchas casas y mató animales de cría, afectando seriamente a sus propietarios. Los cajones de abejas debieron ser trasladados a tierra firme. Por otra parte, la crecida propició una intensa caza de la nutria (ya que los animales se vieron forzados a concentrarse en extensiones de terreno cada vez menores) que, según los actores, derivó en una reducción de la cantidad de ejemplares en los años posteriores. En muchas zonas, los terrenos que se utilizaban para la ganadería quedaron anegados, lo que generó la pérdida de fuentes de trabajo a largo plazo: muchos puesteros perdieron sus empleos de esta manera. Así, la inundación de 1982-83 supuso la pérdida de viviendas, animales de cría y puestos de trabajo en la ganadería; también se produjeron, a partir de 1985 aproximadamente, una serie de dificultades para encontrar nutrias que los actores interpretan como el producto de una reducción de la población generada por la sobreexplotación que la inundación habría propiciado. Todo esto redundó en un masivo traslado de población hacia la ribera durante el período de inundación y en los años subsiguientes: la mayor parte de la población se vio afectada porque la inundación alteró de una u otra manera a todas las actividades productivas y a las condiciones residenciales de la inmensa mayoría de los grupos domésticos.

Con posterioridad al descenso de las aguas se reanudó paulatinamente el movimiento residencial habitual. Esto sucedió porque si bien la inundación afectó a todos los grupos domésticos, no los afectó a todos por igual. Las principales diferencias resultaron de la composición demográfica de cada uno de ellos: aquellos grupos que presentaban un número de consumidores superior al de productores necesitaron mayores plazos para recuperarse de los perjuicios que les supuso la inundación. Otras diferencias tuvieron que ver con el tipo de actividades de las que cada grupo dependía más estrechamente y la forma en que cada una de ellas se vio afectada por la inundación. Los puesteros de las islas de la zona de Rincón de Nogoyá, por ejemplo, no recuperaron sus trabajos, mientras que los del Médano o Isla del Pillo sí los recuperaron. La apicultura también promovió una veloz reinserción en islas de quienes se dedicaban a ella. Por su parte, algunos hombres que anteriormente se dedicaban fundamentalmente a la caza pasaron, ante la escasez de nutria, a centrarse en la pesca y permanecieron en la ciudad durante varios años.

Los movimientos residenciales de cada grupo doméstico retomaron, de esta forma, un ritmo propio y las islas se fueron repoblando lentamente. A partir de 1992, finalmente, las trayectorias residenciales de un importante porcentaje de la población volvieron a coincidir cuando la apertura del mercado brasileño para la producción pesquera -relacionada con el proceso de conformación del Mercosur- generó un aumento de la demanda que condujo a una reorganización de las actividades productivas: las lanchas de acopio comenzaron a circular más asiduamente por el Delta y muchos grupos domésticos encontraron conveniente volver a vivir en las islas (cf. Boivin, Rosato y Balbi 1997). Esto, a su vez, propició un aumento de la presencia de organismos estatales en el área, particularmente en lo referente a la reapertura de escuelas. Si bien no existe información estadística al respecto, tanto nuestras observaciones como nuestras fuentes muestran un claro proceso de reasentamiento de población en el área de islas del Departamento.

Cabe señalar que este proceso es consistente con el patrón que siguieron los movimientos de población en ocasión de otras inundaciones extraordinarias. En efecto, numerosas personas entrevistadas afirman que ellos mismos y/o sus padres se radicaron en la ciudad o en otros puntos de tierra firme con posterioridad a las inundaciones de 1959 y 1966, a las que recuerdan como particularmente grandes (lo que coincide con la información de otras fuentes). Se trata de personas que, tal como sucedió en la inundación de 1982-83, habían "perdido todo", o que tenían cabezas de ganado propias que se ahogaron al subir las aguas, etc. Todas estas personas, sin excepción alguna entre los casos que registramos, regresaron posteriormente a las islas.

En suma, puede decirse que las inundaciones extraordinarias tienen efectos unificadores sobre las trayectorias residenciales de los grupos domésticos que habitan en las islas en el momento en que ellas se producen. Sus efectos sobre esas trayectorias no se apartan, sin embargo, del patrón de movilidad residencial dominante, caracterizado por los desplazamientos de grupos domésticos individuales regidos por la combinación de sus respectivos ciclos de desarrollo con diversos factores que hacen a la organización de las actividades productivas. Ante las grandes inundaciones la mayor parte de la población se ve forzada a cambiar de residencia, pero tan pronto como sus efectos inmediatos cesan, cada grupo pasa a definir su residencia de acuerdo con las condiciones más favorables para garantizar su propia reproducción.

Digamos, para finalizar, que esta coherencia de las reacciones ante las inundaciones extraordinarias con el patrón habitual de movilidad residencial es consistente con la forma en que los actores perciben a estos eventos. En efecto, los actores se refieren a ellas con el mismo término que emplean para referirse a las crecientes regulares: la inundación de 1983-83 es, para ellos "la crecida del '83". Se habla de estos eventos extraordinarios como de "crecidas grandes", y se hacen especulaciones con respecto a sus causas, pero no se los diferencia en lo fundamental de las crecidas normales.

Bibliografía:

Boivin M., Rosato A., Balbi F. 1997 "Integración regional y reorganización espacial de las actividades productivas: el caso de la producción pesquera en el área del Delta entrerriano." 6to. Encuentro de Geógrafos de América Latina. Territorios en redefinición, lugar y mundo en América Latina. Buenos Aires.

Boivin, M. 1992 "Estudio integral sobre las características y aprovechamiento de la fauna íctica en la zona de islas del Dto. Victoria." CFI, Buenos Aires.

Rosato, A. 1988 "Ganadería, pesca y caza en el Delta bonaerense." En: Revista Desarrollo Económico. IDES, Buenos Aires, nro. 108.

NOTAS

* Profesor regular asociado, Departamento de Cs. Antropológicas, FFyL-UBA.

** Investigadora asistente, CONICET.

*** Becario de perfeccionamiento, UBACyT. Instituto de Cs. Antropológicas, FFyL-UBA.

1 El presente trabajo se enmarca en el Proyecto "Efectos del evento de inundación de 1982-83 sobre la región del Delta del Río Paraná. El caso del Dpto. Victoria, Entre Ríos" (Programa de Medio Ambiente-UBACYT am-05-/94).

2 Un grupo doméstico -o unidad doméstica- es un grupo de personas que mantienen vínculos de residencia común, operando como una unidad de consumo y organizando en función de estos vínculos las actividades productivas de sus integrantes.

3 Parte de la información utilizada en este trabajo fue recabada por un equipo de investigación del cual formaban parte, además de los autores, Cecilia Ayerdi, Claudia Guebel y Jorge Gancedo, en el marco del proyecto de investigación PID149 "Estructura económica y políticas de intervención del Estado en el área del Paraná entrerriano".

4 Otro empleo temporario que genera es el del arriero, se contrata a gente de islas con conocimiento de la zona para que trasladen el ganado de un lugar a otro.

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