Primer Encuentro Nacional Sobre Calidad de Vida en la Tercera Edad

Universidad de Buenos Aires
Secretaría de Extensión Universitaria

30 de septiembre / 1 de Octubre 1999

Ponencias publicadas por el Equipo NAyA
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RESUMEN - ABSTRACT-

El Duelo Un tiempo difícil de la vida...

(en la cultura de este siglo)

La vida, del nacimiento a la muerte, es una sucesión de pérdidas de diferentes tipos: Bienes humanos, espirituales, culturales, otros. La pérdida más dolorosa y difícil: la muerte propia, de familiares, de amigos pueden ser las más importantes.

Con el tiempo han variado las situaciones relacionadas con el duelo y el luto.

En la primera mitad del siglo XX: Existía el luto social, y la sociedad en su conjunto participaba (a través de usos y costumbres concretas) de la muerte de uno de sus miembros.

En la actualidad: La muerte es ocultada, enmascarada. Es notable la cantidad de muertes abruptas (accidentes, afecciones cardiológicas etc.). Esta muerte repentina se considera "una muerte bella" para el hombre de nuestra época.

Ante una persona en duelo suele desearse que el proceso dure lo menos posible.

Población anciana en duelo - Sus características específicas: las pérdidas múltiples, el ajuste de roles, el contacto físico y la evocación de recuerdos.

Una propuesta: Construyamos una cultura que nos vuelva a recordar que el hombre también es espíritu. Rescatemos los valores de: amor al otro, creatividad, solidaridad, capacidad de dar y darse, vivencia profunda de lo comunitario como alternativa al individualismo.

El Duelo Un tiempo difícil de la vida...

(en la cultura de este siglo)

Por Lic. Graciela Bosca De Pereira de Lucena Del Curso de Psicogerontología Social Facultad de Psicología de la UBA - 1999

DATOS PERSONALES:

Lic. Graciela Susana Bosca de Pereira de Lucena Camacua 955 Capital Federal (1406) - Email graciela@lucena.com.ar TE 4631-8536 TE Fax 4633-7464 TE 15-4417-5919 Fecha de Nacimiento: 17.09.56 Estado Civil: casada - seis hijos Lic. En Trabajo Social de la UBA Asistente Social de la Caja de Jubilaciones, Subsidios y Pensiones del Personal del Banco de la Provincia de Buenos Aires desde 1980 a la actualidad.

Si se desea ampliar el presente trabajo, remitirse a la monografía "El duelo: un momento difícil de la vida... (en las diferentes culturas, ritos y religiones)" de la misma autora, para el curso de posgrado de psicogerontología social de la facultad de Psciología de la UBA 1999.

INTRODUCCION Los factores considerados como más importantes para definir calidad de vida en la vejez pueden ser 1"el grado de funcionalidad física, psíquica y social, la muerte de un miembro de la pareja y el estado de salud percibida".

La alternativa del hombre, en cuanto a ser vivo, es la de envejecer y/o morir.

Para envejecer necesita buscar estrategias para vivir satisfactoriamente, lo que supone asumir cambios, modificaciones e incluso deterioros.

La funcionalidad es uno de los parámetros que puede medir el estado de salud en esta última etapa evolutiva del ser humano.

La persona desea un bienestar mínimo con "necesidades básicas garantizadas" (alimentación, vivienda, vestido, salud, cultura y ocio).

Salud y longevidad se relacionan con el apoyo social, ya que las personas desean amar y sentirse amadas, esta necesidad parece aumentar con los años. Puede suceder que el estado de salud disminuye si la persona está desprovista de amor, de relación en pareja, entre hijos y/o amigos2 .

Uno de los factores a influir en la calidad de vida de las personas mayores es la vida en su casa, con los suyos. La pérdida de un miembro de la pareja tiene una repercusión cierta en la calidad de vida.

La pérdida de un ser querido puede aumentar la mortalidad y el suicidio de quien está predispuesto y se halla en condiciones sociales, económicas y ambientales específicas.

Puede debilitarse la salud, la red de apoyo también suele disminuir notablemente en la vejez, la pareja puede ser uno de los lazos más fuertes de apoyo socio- familiar en esta etapa de la vida, los parientes, amigos se van perdiendo, e incluso los hijos también.

En el caso del fallecimiento de la mujer, su rol social tradicional ha consistido en el cuidado de la salud, alimentación, higiene etc. Al fallecer la esposa, el marido suele descuidar estos aspectos que condicionan su salud, además de sentirse dependiente de los hijos y/o de otras personas, al no estar entrenado en las tareas de la casa.

Por todo esto y sabiendo que el duelo es un tiempo difícil de la vida, es que comenzaremos observando las diferentes pérdidas del ser humano. Asimismo nos detendremos en el espacio social que el duelo ocupaba en la primera mitad del siglo. También reconoceremos algunos de los sucesos más relevantes de mediados de este siglo para comprender mejor el momento que hoy estamos viviendo en relación, también a la persona en duelo y de este proceso en el anciano.

Ya en las conclusiones podremos descubrir como, la cultura de la vida y la cultura del dar es una respuesta ante las pérdidas.

CAPITULO I: LAS PÉRDIDAS EN EL SER HUMANO La vida, del nacimiento a la muerte, es una sucesión de pérdidas, algunas son casi inobservables y forman parte del proceso natural, otras son más dolorosas y difíciles de aceptar e integrar. Tanto unas como otras nos preparan, de algún modo, a afrontar la pérdida más grande.

A continuación enumeramos las pérdidas más recurrentes que puede sufrir un ser humano desde que nace: a) VARIEDAD DE LAS PERDIDAS: Salud (Física, psicológica, espiritual). Afectos (Separaciones: permanentes o transitorias, roturas de lazos, otros). Imagen personal (Física, estética).

Bienes humanos y espirituales (Libertad, fe, dignidad, respeto). Bienes materiales (Dinero, vivienda, otros). Cultura: (Lengua, valores tradicionales, cocina, otros). Fases del desarrollo(Infancia, adolescencia, juventud, adultez, vejez). Nacimiento: De la vida intrauterina al mundo exterior. Muerte (Propia, de familiares, amigos, otros).

Su autobiografía, su sentido de la vida, de las relaciones, de las elecciones y otros temas que asuma, irán caracterizando el realismo y la madurez con los que la persona podrá enfrentar las inevitables separaciones.

b) LA ELABORACION DEL DUELO: Al establecer contacto con personas que han sufrido pérdida de allegados escuchamos: "no soy más la misma persona desde que ha muerto mi hijo, y ya ha pasado un año", "porqué esto me está pasando a mí", "me siento deprimida y siento que no me interesa nada más", "por qué Dios no me ha llevado a mí en vez de a mi hija: ella era recién casada y tenía la vida por delante" "con todo lo que me ha sucedido ya no creo más en Dios".

Estas voces de dolor, en momentos de gran amargura y oscuridad ponen en evidencia la dificultad de elaborar, de "hacer el trabajo" del duelo, que frecuentemente produce malestar o enfermedad que no es otro que el precio que el cuerpo está pagando por el dolor no expresado o no canalizado positivamente.

Dos palabras simbolizan el proceso de los que están elaborando esta situación relacionada con la muerte: El duelo: expresa estados de ánimo y reacciones que acompañan la respuesta a la pérdida de un allegado.

El luto: representa la dimensión externa del duelo y está caracterizado por una variedad de signos y elementos religiosos y culturales.

Temáticas relacionadas con el duelo y el luto son las que abordaremos en los siguientes capítulos.

CAPITULO II EL LUTO EN NUESTRO PAIS A PRINCIPIOS DE ESTE SIGLO La pérdida del ser querido, parecía intensificada por la serie de normas muy estrictas que debía cumplir el deudo (ej. puertas entornadas, ropa, accesorios de color negro, prohibición de escuchar música etc.) este período diferente de la vida repercutía directamente dentro de las relaciones sociales.

Si alguien ignoraba alguna regla existente en los tratados de urbanidad (ej.

"Reglas y consejos para conducirse en la Sociedad" de 1883), era censurado por todos.

Todos tenían que estar vestidos de traje negro (frac, gran uniforme o levita).

No entablaban conversación con los presentes. La corbata negra era insustituible. También el sombrero era negro. En la década del 40 el negro total fue reemplazado por una ancha banda negra llamada brazal (colocada en la manga izquierda del saco) o una cinta negra que se extendía del ojal hasta el borde de la solapa. También el sombrero, si no era negro, se rodeaba de una cinta de ese color.

La única alhajas que podían llevar las mujeres de principio de siglo, eran collares negros y opacos, y más adelante (si el luto era liviano) perlas. Hasta la década del 20, para salir a la calle debían llevar un espeso velo y una cola de crespón en el sombrero que ya en la década del 40 irían acortándose hasta desaparecer. El luto riguroso se llevaba en las cuatro estaciones del año, y también en los lugares de veraneo.

CAPITULO III: LOS CAMBIOS CULTURALES EN LA HUMANIDAD DE MEDIADOS DE ESTE SIGLO A fin de intentar comenzar a comprender algunos de los motivos que han influenciado en la manera en que la gente ha ido evolucionando específicamente con relación a la temática que nos ocupa, y culturalmente en general, podemos reconocer algunos aspectos puntuales de la vida cotidiana, de los acontecimientos y sucesos de esta época que repercuten en la actual.

La utilización de la bomba atómica por Estados Unidos durante la Segunda Guerra Mundial y el anuncio soviético del éxito en sus pruebas sucesivas con ingenios nucleares aceleraron el proceso de obtención de bombas de hidrógeno, artefactos de fusión cuyo poder destructivo superaba ampliamente el de las bombas A. El mundo de la posguerra quedó así sometido a un clima de terror y fatalismo ante la posibilidad de una guerra nuclear que supondría la destrucción total de la civilización humana en la Tierra.

La primera generación de computadores había demostrado su utilidad durante dicha guerra y en 1951 se empezaron a utilizar computadores electrónicos con fines civiles en Estados Unidos y Gran Bretaña. Se inauguraba la era de la informática.

A fines de 1940, la disponibilidad de la penicilina era importante. Entonces, puede señalarse esta época como la del advenimiento de los antibióticos, que ayuda a prolongar la vida de las personas.

A principios de la década del 50 se inventa la televisión. Fue a mediados de la década del 50 cuando la radio comenzó a llegar a todos lados (portátiles, con audífono etc.).

Se comienza a utilizar técnicas de producción en cadena para preparar hamburguesas, batidos y patatas fritas que representarían mundialmente, en la segunda mitad del siglo, el consumismo de estilo americano.

Fue en la década del 60 cuando los viejos consideraron la idea que podían aprender algo de los jóvenes. A principios de esta década se consideraba todavía que los padres eran los depositarios de la sabiduría y no tenían casi nada que aprender de los niños.

Un objetivo educativo importante de esta época (de padres y profesores) era la felicidad de los niños y su adaptación social. La cultura general empezó a valorar cualidades tradicionalmente asociadas con la niñez: espontaneidad, entusiasmo.

La píldora, que se autorizó en 1960 en Estados Unidos, forjó un cambio aún más revolucionario: por primera vez las mujeres tenían pleno control sobre cuándo y si querían ser madres. Se rompían más matrimonios e iban a trabajar más mujeres (tendencia que se generalizaría años más tarde). Para adaptarse a tales cambios, el entramado de la vida familiar se volvió más laxo, estrechando las distancias entre adultos y niños. Se consideró que los niños eran capaces de tomar decisiones, que podían tener mayor responsabilidad y consecuentemente que merecían más libertad. El conflicto se presentaba cuando esto impedía la libertad de los padres.

Ya no puede pretenderse que adultos y niños vivan en reinos separados.

Fue en esta década cuando se realiza el primer transplante del corazón con éxito.

Esto provocó una discusión ética a cerca de los límites de la vida y la muerte y acerca del papel adecuado de la medicina. Tradicionalmente se pensaba que la vida acababa cuando se detenía el corazón. Los médicos ofrecieron una definición nueva de la muerte: la inactividad eléctrica del cerebro. Las cuestiones referentes a cuándo acabar con una vida y cuándo prolongarla, y sobre quién debe tomar estas decisiones, siguen sin resolverse.

A fines de la década, el hombre llega a la luna. El espíritu de exploración y las maravillosas aplicaciones de la ciencia gracias a los viajes espaciales, dieron un valioso aporte a la humanidad en su calidad de vida.

CAPITULO IV: NUESTRAS DIVERSIDADES CULTURALES DE HOY a) LA MUERTE: Este tiempo nuestro está preocupado por el conjunto de la humanidad como nunca antes; se cuestiona sobre la igualdad de las relaciones hombre - mujer; se ocupa de la ecología y del ambiente; se apasiona en la investigación sobre el origen del universo y sus límites, sobre los albores de la humanidad y sobre su historia.

Hoy no podemos pensar en el más allá prescindiendo de estas cuestiones. Porque son las que interpelan nuestro modo de vida. El desarrollo de los medios de comunicación, la ampliación de los intercambios comerciales y la aparición de lenguas vehiculares en vastos territorios han contribuido a minar los fundamentos de las creencias locales para dar paso a una nueva jerarquía de concepciones universales.

El proceso de globalización (producción y consumo) ha acentuado las transformaciones culturales provocadas por la irrupción de las nuevas tecnologías de la comunicación.

El desafío es encontrar formas equitativas e innovadoras de articular la homogénea internacionalización de los estilos de información y entretenimiento con las aspiraciones de continuidad de las culturas locales y nacionales.

Existe una concepción del hombre que supone su tratamiento como "máquinas susceptibles de suministrar cierto rendimiento"; siendo esa la única justificación de su existencia terminando por tener como única realidad: ese mismo rendimiento.

Puede suceder que este modo de comportamiento deshumanizante tienda a generalizarse en un mundo cada vez más sometido a la exigencia tecnocrática.

Según Aries, con el siglo actual entramos en la etapa de la "muerte invertida".

Se mantiene la línea de afectividad hacia el otro, pero ahora se mueve en otra dirección: hay que proteger al enfermo y evitarle el conocimiento de la verdad de su situación; el mismo moribundo, al adivinar o intuir ese juego piadoso, se hace cómplice del engaño. Las relaciones con el enfermo irrecuperable quedan marcadas por ese respeto "hacia la mentira del amor", que quiere proteger al ser querido ante su grave estado. Esta nueva forma de afrontar la muerte hace que desaparezca el patetismo de la muerte romántica como el momento de máxima comunión con el ser querido; la mentira en el lecho del enfermo priva a la muerte de su dramatismo.

La muerte se hace anónima, impersonal; el luto queda "mal visto" y no se permiten socialmente manifestaciones dramáticas de dolor.

La comunidad, todavía más anónima en las grandes aglomeraciones urbanas, se siente progresivamente menos implicada en la muerte de cada uno de sus miembros.

Existe una actitud de vergüenza ante la muerte y no se debe mencionar. Existe una repugnancia ante su hecho insuperable e inevitable.

Para Aries hay dos tipos de respuestas: la primera es hacer como si la muerte no existiese, forzar al entorno de los muertos a callarse. Se silencia el hecho de la muerte, no se la reconoce y se la intenta asumir desde una pretendida indiferencia. Pero este enmascaramiento o escamoteamiento de la muerte no aniquila el acontecimiento ni nos libera del miedo ante él. También, para Aries, hay una minoría que desea "humanizar" la muerte, asumir y aceptar este acontecimiento como un hecho no vergonzoso, y conciliar la muerte con la felicidad humana.

Este autor indica que un rasgo característico de cada cultura es la forma en que integra y asume dos hechos inseparables de la condición humana: Eros y Tánatos, el sexo y la muerte. Nuestra cultura ha "destabuizado" la sexualidad, pero ha creado el tabú de la muerte. Se utilizan similares metáforas a las usadas en el pasado para "tabuizar" la sexualidad: mientras que los bebés ya no vienen de países lejanos o tulipanes, el anciano fallecido se ha ido en un maravilloso viaje o está en un bello jardín.

Aries se pregunta si "una gran parte de la patología social no tiene su fuente en una evacuación de la muerte fuera de la vida cotidiana, en la prohibición del duelo y del derecho a llorar a los propios muertos".

Larrain afirma que "nos encontramos en un nuevo modo de sentir y experimentar la vida: sin memoria, sin continuidad histórica, sin futuro".

De esta manera lo que no resulta productivo no sirve, tampoco importa tanto recordar el pasado y mirar al futuro en actitudes reflexivas, ya que "el futuro es hoy". Y todo está en permanente cambio, "no hay tiempo para el tiempo".

Podría ser que la nuestra sea la cultura de lo descartable (productos de todo tipo: pañales, envases, etc.). Todo es usado y descartado. Podemos reconocer a esta sociedad como la del "tírese después de usado". Inmediatamente algo o alguien reemplaza a otro, todo puede resultar impermanente.

Esto podría llevar a suponer una concepción del individuo, que no tiene post mortem un destino, porque la muerte es la aniquilación. Se considerará así que la vida es estrictamente una sola y de este mundo. Si la existencia del individuo termina completamente con la muerte, entonces esto supone que no se hagan tan indispensables los ritos sociales, ni espacios especiales para sus deudos.

La concepción de muerte existente es la de "combatir a un enemigo", si la muerte sucede, se considera un fracaso (corresponde mencionar que el gasto en salud durante el último año de vida de la persona supera a lo invertido durante el resto de su vida: terapia intensiva, costosos aparatos de prolongación artificial del funcionamiento de los sistemas circulatorio, respiratorio etc.).

Cabe señalar que en estas épocas se está dando el siguiente fenómeno típico de tiempos de guerra, sin estarlo: los padres entierran a sus hijos.

Efectivamente por las condiciones socioeconómicas y típicas del sistema actual de vida se están registrando una notable cantidad de muertes en la edad media de la vida. Suelen ser muertes abruptas, accidentales, o de afecciones relacionadas con descompensaciones de origen psicosomático ( ej. cardiología).

Iacub3, siguiendo a Aries, reconoce a este tipo de muerte repentina como "una muerte bella" para el tipo de hombre de nuestra época.

Llama la atención cómo los medios de comunicación suelen evitar la palabra "cáncer" a la que no dudan en reemplazar por la expresión "larga y dolorosa enfermedad". Será por que "cáncer" lleva a lo doloroso e inevitable: la muerte.

Con el fenómeno del SIDA ha resucitado el viejo y enterrado fantasma de la muerte (representación con la guadaña en sus manos en medio del mundo de la electrónica).

Otra causal de muerte para mencionar es la que se está observando entre adolescentes y ancianos; aunque tampoco se escapa a este fenómeno los de la mediana edad: el suicidio. En una primera mirada podría mencionarse la falta de proyecto o sentido de vida como su desencadenante. Desde el punto de vista de la sociología, el suicidio bien puede ser un indicador de un desajuste profundo de la sociedad, del que se nutren los factores que interactúan como facilitadores y/o desencadenantes y que, actuando sobre una estructura predispuesta, precipitan el pasaje al acto.

b) PERSONAS EN DUELO: La muerte no tiene un lugar especial en estos días y así, como paradoja, el que pierde seres queridos va quedando solo en esta sociedad multitudinaria.

En nuestras conversaciones, cuando se incide en el hecho de la muerte, resulta frecuente que alguien" corte" la conversación con un "no seamos macabros" u otras.

En las aseguradoras: los "seguros de vida" en realidad son "seguros de muerte".

En nuestra cultura la muerte ha dejado de ser un hecho casero, hogareño y familiar para entrar en el anonimato de esa fila de salas, pulcramente cuidadas llamadas "velatorios" en las cuales el cadáver queda no tan cercano de los vivos.

Ha surgido en esta época un incremento de cementerios privados alejados de los medios urbanos, donde los muertos son ubicados en un entorno en el que el paisaje natural se destaca. Estos lugares son de difícil acceso para sus deudos ya que dependen de medios de transporte para acceder a ellos.

La pérdida de espacios de encuentro y familiaridad han sido motor del progresivo repliegue del hombre dentro de su casa, produciéndose un fenómeno de aislamiento.

La gente sufre por estar sola. El padecimiento por soledad es muy alto. Tal vez, transitoriamente pueda ayudar a producir creación e incentivo de la imaginación.

Pero si es una constante produce sufrimiento.

Resulta dificultosa la expresión del dolor de una persona en proceso de duelo en esta sociedad, ya que dicho sentimiento no goza de "buena reputación".

Existen tratamientos y terapias especializadas para calmar y evitar el dolor.

Posiblemente la persona de hoy en día no se encuentre preparada para soportar su propio sufrir y menos aún el dolor de otro.

Pero ni la dignidad ni la cordura psicológica pueden exigir la supresión de los sentimientos frente a la muerte. La expresión normal de pesar puede servir como una liberación y purga saludable de la tensión emocional.

La expresión de sentimientos personales en forma comunitaria se podría, tal vez, ver reflejada en la sección del diario "Avisos Fúnebres" donde se publican las participaciones de fallecimientos y en algunas oportunidades, los familiares expresan por escrito su pesar.

Las reacciones más comunes ante una persona en duelo, suelen ser el deseo que este proceso dure lo menos posible, intentando acortar los plazos y tiempos de duelo. El luto social no se acostumbra.

Algunas veces, se induce a la persona en duelo a que realice actividades sociales para las que no se encuentra en condiciones, viajes de placer, reuniones festivas, establecer nuevas relaciones etc., sin respetar el proceso por el que debe transitar para lograr posteriormente retomar su ritmo de vida.

Si bien es lógica la superación de aquellos negros lutos rigurosos de hace cuarenta años, que hacían que las mujeres jóvenes fueran empalmando un luto con otro hasta llegar a su vejez, no parece lógica la "tabuización" del duelo, del sentimiento y del llanto, como si socialmente fueran realidades vergonzosas y de mal gusto.

Nuestra cultura acepta muestras estilizadas y sobrias de dolor, pero no aquellas en que la persona exprese con patetismo su sufrimiento por la pérdida de un ser querido.

Duelos de hijos generados por las singulares circunstancias sociopolíticas del país, las situaciones y momento de la historia en que se producen, son los de las madres de desaparecidos de la última dictadura.

No podemos dejar de recordar también, los duelos por familiares y amigos de los atentados terroristas a la Embajada de Israel y a la Amia.

En ambos hechos y en los procesos de duelo que estas muertes traen aparejados, se suman lo absurdo e inexplicable que las situaciones de violencia generan en sí.

Tal vez, al extremo de la locura humana colectiva, podrá ser que todos comencemos a entender que es necesario cambiar de rumbo. Y esto puede llevar, no obstante cualquier desastre que pueda ocurrir, a una esperanza absoluta. Y"...

estoy seguro, porque siempre termina sucediendo lo mejor y el porvenir es mejor que cualquier pasado". (Teilhard de Chardin).

CAPITULO V: PERSONAS ANCIANAS EN DUELO: En estas épocas encontramos un aumento de población anciana en duelo.

También se observa un aumento significativo, en los últimos tiempos, el número creciente de personas vivas septuagenarias u octogenarias.

Este grupo etáreo suede haber sufrido, generalmente, la pérdida del cónyuge, predominando la viudez femenina.

Podemos reconocer las siguientes características del duelo: Interdependencia: cuanto mayor tiempo juntos, pueden ser más profundos los vínculos de apego y atrincheramiento de los roles familiares. Si han sido muy dependientes el uno del otro para ciertos roles o actividades, el ajuste resultará más dificultoso.

Pérdidas múltiples: a mayor edad puede aumentar el número de muertes de allegados, en períodos breves. Entonces, la persona se puede desbordar y no elaborar los duelos. También hay otras pérdidas que suelen experimentar las personas de edad: ocupación, ambiente, constelaciones familiares, vigor físico, en algunos: discapacidades físicas, disminución de las propias sensaciones etc. Son todos cambios ha elaborar.

Conciencia de muerte personal: esta puede aumentar al experimentar pérdidas de personas de su misma generación (cónyuge, amigos, hermanos etc.).

Soledad: muchos ancianos en duelo suelen vivir solos, y también en el mismo domicilio en que vivían al momento de la muerte de su pareja. Los intensos sentimientos de soledad pueden agravarse al vivir en ambientes que habían compartido con el cónyuge.

Hay quienes, después de la muerte del compañero, no pueden continuar viviendo solos y se encuentran en condiciones de recibir distintos niveles de ayuda: desde familiares, vecinos y/o cuidadores hasta atención institucional. Pueden verse obligados a abandonar su hogar después de perder al cónyuge, conviviendo con otros familiares (con predilección de hijas mujeres), o en residencias geriátricas.

Ajustes de roles: en los hombres ancianos suele ser más desorganizador que para las mujeres, el efecto de la pérdida de la esposa en su vida diaria. Suelen afrontar roles nuevos: trabajos de la casa, necesitando ayudar para ello. En el caso de las mujeres, éstas no pierden su autoconfianza como ama de casa y su capacidad para llevar la casa. Pero deben comenzar a realizar gestiones fuera del hogar que hasta entonces no hacían: pago de servicios e impuestos, trámites bancarios Grupos de apoyo: son útiles a cualquier edad, pero especialmente importantes para los ancianos ya que la red de apoyo social puede haber disminuído y son más expuestos al aislamiento. Pueden ofrecer un contacto humano importante a quienes están experimentando altos niveles de soledad.

Contacto físico: suele suceder que algunos ancianos (particularmente hombres) tienen una gran necesidad de ser tocados. Siempre hay que estar atentos a su conveniencia ya que puede ser que la persona no lo quiera o no esté preparada para que la toquen.

Evocar recuerdos: se llama a veces revisión de vida. Es común entre los ancianos, como proceso que ocurre en forma natural y lleva a la persona a un retorno progresivo de experiencias pasadas y en particular al resurgir de conflictos no resueltos. No es signo de declive intelectual. Esto contribuye al mantenimiento de la identidad. Las representaciones mentales de los allegados fallecidos pueden permanecer en la persona. De esta manera, los ancianos puede que nunca pierdan verdaderamente al fallecido, (lo han internalizado) y suele ser significativo en el presente.

Discutir la recolocación: si el anciano tiene capacidad para cuidar de sí mismo, será suya la decisión de trasladarse de casa o no. Para esto no hay que desestimar la importancia del hogar en el que se ha vivido durante mucho tiempo, representando todo un álbum de recuerdos llenos de significado. Un traslado puede afectar la sensación que la persona tiene de sí, o diluir el vínculo con el cónyuge fallecido.

Una manera de sentir control personal y ofrecer un escenario en el que recordar el pasado es que el anciano confirme que es capaz de permanecer en su hogar. Así se lo podrá acompañar en la mejor decisión que él mismo adopte.

Desarrollo de habilidades: Puede suceder que algunos ancianos se muestren demasiado dependientes de los demás. Sin embargo, aunque estén en duelo, los ancianos tienen la capacidad de desarrollar nuevas habilidades y si lo concretan podrán experimentar una sensación de autoestima. El dominio de tareas y la autoestima van unidas, a cualquier edad y en cualquier situación, aún en el proceso de duelo.

CONCLUSIONES: Resulta de destacada importancia asignar un período de duelo, para el proceso que cada persona a quien le ha fallecido un allegado debe realizar.

En nuestra cultura, estos espacios no están reconocidos, se tiende a aislar a la persona en proceso de duelo y/o se la expone a situaciones difíciles de manejar.

Por eso, el enemigo de nuestros días no es la muerte; el enemigo es la inhumanidad.

Prescindiendo de las opiniones religiosas y filosóficas del muerto, pareciera que a familiares y amigos les resulta algo conveniente y sensato la realización de una reunión y ceremonia finales. Se hace necesaria la expresión de sentimientos y participar en una especie de despedida final.

Aun si, por alguna hipótesis, al final de la vida no existiese nada, quedaría igualmente un hermoso camino de vida que sería bueno recorrer.

Y siguiendo a Lamont podemos afirmar que "entre el nacimiento y la muerte podemos vivir nuestras vidas, trabajar y gozar con las cosas que nos agraden.

Podemos hacer valer nuestras acciones y dotar a nuestros días sobre la tierra de un alcance y significado que la finalidad de la muerte no puede derrotar".

En esta tierra, lo esencial es que haya una vida antes de la muerte.

Todas las culturas humanas han tomado ideas, ritos, técnicas y creencias unas de otras.

En esta época tan difícil (con momentos de crisis y dificultades económicas apremiantes) en el que el tejido social se ha dañado notablemente, comencémoslo a reconstruír con creatividad e ingenio, dando nuevas respuestas a la problemática de nuestra sociedad.

Hoy en día, en nuestro medio, es de rescatar el espacio que comienzan a tener las asociaciones intermedias, las redes sociales y una actitud de convivencia verdaderamente humana.

La meta bien puede ser construir un mundo unido en la solidaridad, generando una corriente cultural verdaderamente nueva.

Una cultura que supere las divisiones de religión y razas entre los hombres, que valorando las diferencias y las riquezas de cada persona y grupos, las ponga de relieve para transformarlas en patrimonio de todos.

Una cultura que nos vuelva a recordar que el hombre es espíritu y no sólo materia, y que para satisfacer su inmenso deseo de felicidad son prioritarios valores como: el amor al otro, la creatividad, la solidaridad, la capacidad de dar y darse, la vivencia profunda de lo comunitario como alternativa al individualismo.

De esta manera, podremos afirmar que, si bien el duelo es una "temporada" difícil de la vida, podrá ser transitada y superada considerando a los otros en una actitud positiva y no hostil o indiferente.

Y como dice P. Pasolini "Desaliento, desconfianza, terrorismo, escándalos, crisis moral. Todo esto no significa que nos estemos encaminando fatalmente hacia lo peor. La historia de la humanidad está hecha de altos y bajos, de períodos exaltantes y de momentos oscuros. Pero el destino de la humanidad es un destino positivo y estrechamente ligado a la acción, en especial comunitaria, de los hombres de buena voluntad".

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Paidós 1997

INDICE Título "El duelo: un tiempo difícil de la vida..." Pág. 1.- Datos personales Pág. 2.-

Introducción Pág. 3.- Capítulo I Las Pérdidas en el ser humano Pág. 5.- a)Variedad de las pérdidas Pág. 5.- b) La elaboración del duelo Pág. 6.- Capítulo II El luto en nuestro país a principios de este siglo Pág. 7.- Capítulo III Los cambios culturales en la humanidad de mediados de siglo Pág. 8.- Capítulo IV Nuestras diversidades culturales de hoy Pág. 11.- a) La muerte Pág. 11.- b) Personas en duelo Pág. 16.- Capítulo V Personas ancianas en duelo Pág. 19.- Conclusiones Pág. 22.- Bibliografía Pág. 25.-

1 Estudio : "Reflexiones sobre el envejecimiento y la calidad de vida" Universidad de Alicante.

2 Oleen 1991 (Dinamarca) y Whestone y John 1991 confirman por estudios esta afirmación.

3 Iacub, Ricardo "Etica y envejecimiento" Trabajo escrito.

Lic. Graciela Bosca de Pereira de Lucena E-mail gracielalucena.com.ar 15-4421-5919/Fax 4633-7464

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