PONENCIAS

Medicina de la descivilización

Juan José Alba Fernández

 

Mediante la presente ponencia busco compartir algunas inquietudes con quienes trabajan en el campo de la salud entre los pueblos indígenas campesinos. Mis comentarios se basan en mi experiencia de  cerca de 25 años de estar relacionado con diversos proyectos de salud en Bolivia, mayormente en el área andina.

A lo largo de todo ese tiempo formé parte de un proceso que inevitablemente superó todos mis ideales y esfuerzos por contribuir a la preservación de las  instituciones indígenas campesinas de salud. Y en torno a ello, deseo invitarlos a una breve reflexión

En mi travesía por el campo de la medicina tradicional, en el esfuerzo por aportar a su vigencia y a potenciar las estrategias de salud de diversas comunidades andinas, intenté durante varios años y en diversas experiencias institucionales, promover un cambio y un acercamiento simétrico entre médicos,  aysiris, jampiris, y otros “médicos tradicionales”, entre los cuales mencionaré el trabajo por insituir la “interconsulta  médico jampiri”, pero... “una golondrina no hace verano”, y los sucesos a los que me referiré, constituyeron el muro que no pude rebasar, así como el de todos aquellos que con buena intención acompañaron esos intentos. 

Los organizadores de Congreso, al proponer este espacio pretenden canalizar el  intercambio de conocimientos  y difundir  las experiencias de los trabajos que se realizan en el campo de la salud tanto en investigación como en gestión, así como las características de las políticas de salud que se llevan adelante.

Por mi parte, quisiera realizar algunos comentarios acerca de las intervenciones etnocidiarias que ocasionan los agentes de la medicina a través de los proyectos y programas de salud dirigidos a las poblaciones indígenas campesinas andinas del territorio boliviano. Mi punto de interés se centra, de manera específica, en las relaciones que mantiene la práctica médica científica con el sistema de la “medicina tradicional” andina; sistema que se derrumba, derrumbe al que contribuyen  muchísimas de las políticas y gestiones en salud.

Este derrumbe,  forma parte de una disolución  mayor que ocurre en el sistema cultural tradicional de representaciones andino, del cual las técnicas curativas, no son sino una expresión. Las intervenciones médicas  que estimulan la pervivencia de determinados contenidos de la medicina tradicional, coadyuvan a que diversas prácticas  se extiendan hasta los medios citadinos, donde  son adoptadas y pasan a formar parte del folklore local. Así, lo que es aceptado y adquiere la aureola de legitmidad cultural, supone una selección que se realiza en función a la racionalidad del “hombre moderno”, en este caso el médico científico.

Visto así, en el campo cultural de los sistemas curativos, la medicina occidental opera, -transponiendo una acertada expresión de Francoise Doltó-, como una “veterinaria del cuerpo”. Se despoja al enfermo de su singularidad como especie: se le extirpa la realidad subjetiva, y con ello, el que en cada sociedad existen formas de enfermar, de interpretar y curar el mal.  Para los médicos las emociones,  los afectos, la magia, no tienen lugar. En consecuencia la cultura misma de los pueblos indígenas es purgada o tamizada.

En Bolivia la presencia de los funcionarios de la medicina científica, al realizar una delimitación de fronteras entre lo científico y lo mágico, ha contribuído a un proceso que empezó sin ellos, y ahora, bien se puede decir: lo terrible ya ha pasado; en las nuevas generaciones de indígenas campesinos muchos han asumido como propia esa mentalidad, se han embarcado en el: “marchemo con el andiamo de la ciencia”.

Políticas de salud, proyectos, médicos, operan muy bien allá donde muere la magia, donde agonizan los últimos dioses indios. Allí donde los Orkos, los Mallkus, las divinidades de los cerros, ya perdieron su vigencia, y donde los yatiris, los aysiris, los shamanes andinos, son día a día, crecientemente, objetos de burla.

En muchos casos, las políticas de salud para el campo, adoptaron como estrategia, incorporar a los “agentes de la medicina tradicional” para lograr mayor impacto entre las poblaciones indígenas campesinas, volviéndolos una suerte de “extensionistas”, emisarios de sus proyectos.  Son los últimos en la escala de funcionarios que estructuran los servicios de salud.

La contribución de la medicina científica a lo que R. Jaulin calificaría un “etnocidio”, está basada en esa incorporación de aquellos agentes de la medicina tradicional: parteras, hueseros, herbolarios principalmente; una medicina tradicional reducida casi exclusivamente al uso de hierbas y algunas prácticas curativas reconocidas y aceptadas por los médicos, por recibir la aprobación de la empiria, la eficiencia material y comprobable de sus resultados..

En distintas  sociedades andinas, en las que trabajé, como es el caso de Raqaypampa, yo creo que ya murieron los últimos aysiris, aquellos que curaban con la ayuda de los cerros y el Rayo, y con su desaparición el terreno para la secularización de las prácticas médicas nativas es aún más propicio.

La presencia de la medicina científica, sus funcionarios y su racionalidad, amén de la eficiencia de tratamientos y curaciones, tal como sucede con los extensionistas y agrónomos, ha contribuído a la folklorización de la sociedad indígena y el derrumbe del religioso orden cultural en el que sustentaban su visión de la salud y la enfermedad las sociedade andinas.

A raíz de aquello, me atrevo a decir que en adelante no es inadecuado, que en muchos pueblos y regiones andinas, bien se puede hablar simplemente de una medicina de la pobreza: una medicina folklórica, como la denominan algunos médicos y psiquiatras peruanos.

Esto que comento, para bien o para mal, es irreversible, lo he visto, lo he vivido, y en ello se derrumbaban también en  mí soñadores proyectos, ideales impetuosos; los sucesos que observé me sobrepasaban y a cualquier persona o institución, porque lo que se derrumbaba y perdía, era la institución de tradicionales sociedades indígenas campesinas andinas.

Con la desaparición de la “originaria” institución social, con la pérdida de legitimidad de los yatiris, que eran la encarnación y garantes de realidad de los sistemas de representaciones nativos, la medicina científica y sus intervenciones,  no hará otra cosa que promover planes para pobres. Perdida la eficacia simbólica y carente de referentes propios, para los andinos también la veterinaria del cuerpo es una nueva realidad incontrovertible.

A consecuencia de esa extinción de yatiris y el sistema del cual formaban parte, los indígenas campesinos a quienes atienden los servicios de salud, ya no son más los de hasta hace dos generaciones atrás. Las particularidades subjetivas están cambiando, y están cambiando marcadas por la influencia de instituciones de apoyo a indígenas campesinos y la asmilación de su imaginario.

A esta altura de mi reflexión,  se pone en cuestión, la aseveración de que en el presente coexisten dos sistemas de salud en la mayoría de las sociedades indígenas campesinas andinas. Especialmente si no se desea reducir la medicina tradicional a la herbolaria. Y si no se ignora que lo que existe es una guerra cultural en la que los funcionarios de la medicina científica, de múltiples y veladas maneras, realizan la purga en la medicina nativa, de todo aquello que no se aviene a su visión positivista de la salud y la enfermedad, cuando no, realizan una “prédica” explícita y fundamentada en contra de aquella: a eso los antropólogos del etnocidio, llamaron descivilizar.

 

Para concluir con esta breve reflexión, quisiera realizar una sugerencia que, a mi manera de ver, es imprescindible y tal vez utópica, inclusive, hasta poco original, pero... como decía un graffiti durante la revuelta del mayo frances: “seamos realistas, pidamos lo imposible”.

Y que se sugiere? Cambiar la visión que los médicos y el personal de salud tienen respecto de la  medicina tradicional y la continuidad de las culturas indígenas. Para ello, sería menester incorporar antropologos en la formación del personal de salud, al menos de aquellos que trabajarán en sociedades indígenas campesinas. Y como en esas intervenciones, por lo general están metidos la OMS y la OPS, estas están en la obligación de coadyuvar transformaciones como la que acabo de mencionar, pues, en gran medida esas organizaciones que, en las últimas décadas, “toman en cuenta”a las medicinas populares y tradicionales, son responsables de lo expresado en esta ponencia, pero... su intervención debería ser guiada, siempre, por antropólogos, otros cientistas sociales y “médicos” nativos.

No quisiera despedirme sin invitarlos a disfrutar de algunas fotografías alusivas a mi ponencia

Mama Caetana, curaba a un niño que había enfermado de susto, a consecuencia de un saqra

Escenas como estás se pierden, o lo que se pierde, son las concepciones que sustentaban esas prácticas nativas. Mama Caetana, curaba a un niño que había enfermado de susto, a consecuencia de un saqra. Empleaba un ungüento de farmacia, así como encantamientos y prácticas mágicas para extraer el mal que estaba en el cuerpo de la wawa.

 

autoridades tradicionales aymaras, tata yatiris, parteras “empíricas”, reunidas en eventos de “capacitación”

Escenas como estas se multiplican: autoridades tradicionales aymaras, tata yatiris, parteras “empíricas”, reunidas en eventos de “capacitación”, promovidos  por instituciones de salud, que las realizan como estrategias, para incrementar sus coberturas.

 

Esta mujer y su familia, realizan ofrendas complejas al Tata San Juan, para pedirle salud

 

Son estas personas, cuyas particularidades subjetivas, estaban en consonancia con los dioses indios, disfrazados de figuras cristianas, las que desaparecen al igual que los aysiris. Esta mujer y su familia, realizan ofrendas complejas al Tata San Juan, para pedirle salud. Fueron específicamente a su fiesta, en Vicho Vicho, para ser curados por el Tata

 

Tata Jacinto, aysiri de una comunidad de Raqaypampa (Rumi Corral) explicando cómo el saqra wayra, ataca a las personas provocádoles la enfermedad.
Tata Jacinto, aysiri de una comunidad de Raqaypampa (Rumi Corral) explicando cómo el  saqra wayra, ataca a las personas provocádoles la enfermedad.

 

Bibliografía.*

Alba  F., Juan José.      Los jampiris de Raqaypampa.
                                   
                                    Los campo jampiris de Campero

La medicina tradicional y las estrategias de salud en la provincia Arque.

Médicos y jampiris

Illich, Iván    La medicalización del todo

Jaulin, Robert  et alt.   El etnocidio a través de las Américas

Jaulin, Robert  La Descivilización

 

* Pido disculpas por enviar la bibliografía con referencias incompletas, pero lamentablemente no tengo los textos a disposición.

 

 


Buscar en esta seccion :