CONGRESO VIRTUAL 2000

El artisteantropopulogobservagestor

JAVIER ORLANDO LOZANO ESCOBAR

Antropólogo, teatrero, formador de jóvenes

RESEÑA

Tomando distancia de mi trabajo de grado MI DISFRAZ DE PUEBLO, desarrollado hace dos años, continúo un análisis introspectivo, basado en mis relaciones con los otros actores de la escena social y de talleres de teatro en que me muevo, que no pude terminar en ese trabajo. El planteamiento puede calificarse como descripción densa de mí mismo (C. Geertz), aunque la conceptualizacion, que es resultado de mi propia reflexión, se deriva de los conceptos de campo cultural según P. Bourdieu y de diálogo según M. Bajtín.

– ¿Peso?

– 65 kilos

– Estatura

– 1, 75

– ¿Ha padecido alguna enfermedad grave?

– No

– ¿Hereditarias?

– Mmmm... No

– ¿Antecedentes cardiacos, diabetes, hemofilia...

– Mi papá murió de varias complicaciones generadas a partir de una úlcera gástrica

– Aaaa... bueno

– ¿Fracturas?

– No. Pero tengo esguinces de tobillo varias veces, en ambos, y un hombro luxado

– ¿Alergias?

– No

– ¿Problemas con la anestesia o la penicilina?

– No

– ¿Operaciones?

– Maxilofacial, hace cuatro meses.

– Bien, pase a la camilla, sin zapatos, y quítese el saco.

Yo lo hice. El tipo me trataba bien y yo tenía afán de terminar rápido para ir a la Universidad a conseguir unos papeles que necesito para gestionar la equivalencia de mis estudios en España.

Afuera, un tipo aguardaba mi salida, ansioso de su turno porque también necesita el certificado médico de sanidad que pide la Embajada de España para tramitar la visa. Chequeó mi presión arterial y mi frecuencia cardiaca: 42 pulsaciones por minuto. –Soy un deportista, –pensé, lleno de orgullo, evocando momentáneamente mis últimas trotadas a Usme, el año pasado. Siempre pienso lo mismo cuando me tomo las pulsaciones. Luego chequeó mi respiración y no preguntó nada más. Solo me dio la orden para el examen de sangre y me indicó el procedimiento de cómo pagar que, según me contó, había cambiado hace poco tiempo. Tendría que regresar al día siguiente para pagar el examen médico y pedir el certificado. –Paradójicamente, –dijo él, –desde que pusieron el sistema, el procedimiento es más complicado, antes se pagaba de una vez todo, y ya.

Moví mi mano suavemente, pero con firmeza, para demostrar seguridad, mientras agarraba el papelito.

– Mañana no tendré que madrugar tanto..., –dije, insinuando una pregunta. Es mejor no preguntar directamente para dar la impresión de que uno ya tiene alguna idea. Así hay menos peligro de que lo engañen a uno.

Esta costumbre de desconfiar, pretendiendo expresar seguridad con ello me hizo pensar en el que estaba en la fila antes que yo. Él era el segundo y yo el tercero. A su lado yo sería, tal vez, un personaje folclórico, con mi mochila, mi tez trigueña, mi pelo largo y mi chaquetica de lana de colores, a pesar de mis zapatos elegantes, un poco sucios. Él, por el contrario, hedía a loción y usaba un traje muy pulcro y elegante.

El séptimo de la fila había hecho una pregunta sobre el “pasado judicial”, otro de los papeles que se necesitan para tramitar la visa, una especie de certificado de buena conducta. Y este personaje, que mientras hablaba se fue erigiendo en mi antítesis, le hizo una minuciosísima descripción, petulante, aunque muy amable, de lo que debía hacer, parecida a los manuales de técnicas etnográficas de Russell Bernard y otros antropólogos del primer mundo.

Expuso, haciendo énfasis en la separación entre un paso y otro, con pausas desesperantemente largas, el proceso que hay que seguir para conseguir el dichoso documento. Ofreció las dos posibilidades, que son: tramitar el documento sólo, primero, y el “sello para salir del país” después, o hacer las dos cosas juntas en un solo proceso de trámite, un poco más engorroso pero que ahorra tiempo. Mencionó los errores que el mismo había cometido y recomendó la segunda opción, que fue la que él no hizo, porque en ese tiempo no sabía. Acalló las voces de otros que le hubieran podido disputar la palabra. Miró fijamente a los ojos, todo el tiempo, a su interlocutor, para captar su atención, apoyándose en gesticulaciones y ademanes muy fuertes (es decir, bastante notables: muecas de la cara, pronunciadas inclinaciones de la cabeza hacia adelante al terminar cada frase para esperar el asentimiento del otro, etc.) Quitó la mirada de él solamente cuando alguno balbuceó una palabra de aclaración para mirarlo amenazadora y diplomáticamente, como diciéndole –Espere! Yo hablo primero. –De manera que, cuando hubo terminado, nadie quiso añadir nada más. Pues ya todos nos habíamos desentendido de la conversación.

Yo, en particular, había advertido hacía un rato que los dos compartían códigos comunicativos similares, pues tenían aspecto, ademanes y entonación muy parecidos. Además, me enteré luego, el uno iba por estudios (y evidentemente había tenido palanca en la Embajada porque obtuvo cita de visado para dentro de una semana, cuando lo que está tardando en esta época son cuatro meses “sin excepción”), mientras que el otro iba a radicarse allá (Para lo cual hay que demostrar una fuerte solvencia económica). La última recomendación del uno al otro, para acabar este episodio, fue:

–Si necesitas seguro médico, pídelo con la tarjeta de crédito. A mi me ofrecieron uno por tres mese y cubre el 50% en caso de accidente de la esposa y 25% en el caso de los niños. Aaa, y también puedes pedir el tiquete aéreo con esa tarjeta y obtienes otros beneficios, por ejemplo, un seguro de viaje y otros que te previenen en caso de pérdida del equipaje, y otros beneficios...

Este episodio, pintoresco, desde el punto de vista de un observador de aspecto folclórico, como yo, me hizo recordar algunas ideas viejas, de cuando era estudiante, de hacer etnografía de las clases altas, o de la cultura juvenil “gomela” o “yuppie”. “Gomelo” y “yuppie” son los sobrenombres que se usan en Bogotá, respectivamente, para los estudiantes adolescentes de bachillerato en los colegios más caros de la ciudad y para los jóvenes ejecutivos graduados de las universidades privadas, no siempre con cualidades académicas acordes con los cargos que obtienen, pero sí, casi siempre, con fuertes influencias, por relaciones de parentesco o amistad con los más altos directivos y dueños de las más pujantes empresas, es decir, como se dice por acá: “con palanca”. Las formas de actuar en la vida corriente y sus significados, en el caso de estos dos grupos, configuran un sistema cultural complejo cuyo estudio se elude en virtud de la costumbre que tienen los antropólogos de buscar el exotismo en los pobres, excluidos, marginados, “salvajes”, antaño víctimas de la colonización, etc.[1]

Yo, sin embargo, me quedaba solo, sometido a la contradicción personal de haber estudiado en un colegio gomelo, del centro de Bogotá, para luego haber “cambiado de vida” e ido a vivir al sur, el sector pobre, mientras estudiaba en la Universidad Pública más grande y más emblemática del país.

Había protagonizado dos aventuras paralelas. En la primera, yo era la Madre Teresa de Calcuta mezclada con un etnógrafo comprometido, militante antiimperialista o anticolonialista, venido a menos, aprendiendo, haciendo y enseñando teatro, organizando eventos, convocando organizaciones y jóvenes para ofrecerles mi “conocimiento”, moderando foros y mesas de trabajo lejos de los centros de poder para discutir problemas globales de impacto local, para generar la impotencia que permite, a veces, tener tema para el arte, ya que no se puede tener otro efecto... En la segunda, yo era un gomelo disfrazado, un “sapo”[2] que los subjetivistas, a veces llamados a su pesar “posmodernos”, habían puesto entre las filas de los científicos materialistas históricos, para mostrar cuan religiosos son y cuánto se parecen a la viejita que le prende velas al niño Jesús del Veinte de Julio.

Mi segunda aventura terminó más pronto que la primera. Mi último campo de batalla fue la sustentación de mi monografía de grado. Un monólogo de bla, bla, bla... saltando al son de bambuco, currulao y zamba, sobre unos zancos imaginarios, discutiendo con mi bla, bla, bla... con otros muchachos de entonaciones consignatarias (las tradicionales básicas de “el pueblo, unido, jamás será vencido” y “exigimos, la liberación, de laralá, laralá”), buceando sobre la mesa de sustentación en busca del amor perdido, para denunciar la falsedad y la hipocresía inherentes a la comunicación de afectos que había yo vivido tiempo atrás. Había establecido con mis desconcertados amigos y profesores un diálogo irracional, el lado que no se puede expresar del campo teatral, en el que lo que está en juego es la transmisión de lo incomprensible, y en torno a él se construyen las posiciones de los participantes.

Mi primera aventura se convirtió en mi vida. Liberado de las ataduras que me ligaban al mundo “mortal” de los antropólogos, sociólogos, filósofos y otras especies de la fauna de los potreros de la Universidad, subí al cielo: la localidad de Usme, en las estribaciones del Páramo de Sumapaz (el más grande, con más tradición de izquierda revolucionaria y más conflictivo del mundo), 2800 metros más cerca de las estrellas[3], con cerca de medio millón de habitantes de los dos estratos más bajos en los que se clasifica, para el pago de servicios, a todos los que vivimos en Bogotá, entre otros indicadores que no son del caso (entiéndase: sector popular).

Tan pronto terminé mi carrera, mi actividad, esfuerzos, ocurrencias se destinaron exclusivamente a esta localidad. Mi trabajo: formar jóvenes y mejorar el mundo. Terminé convirtiéndome en la Madre Teresa de Calcuta mezclada con subjetivista venido a menos, con ínfulas de teatrero.

Como sé que no soy el único. Que hay algunos otros animales de mi especie, el ejemplo de agenda de compromisos que presentó a continuación, puede servir de ilustración sobre la vida de un artisteantropopulogobservagestor genérico. Los antropólogos interesados en el estudio de esta particular subcultura urbana, pueden tomarla como una orientación previa para investigaciones más profundas.

La semana de mi agenda, que presento a continuación corresponde a un tiempo en que la actividad más intensa en el CEC FE Y ALEGRÍA[4] era de tipo artístico. Aunque, este año mi trabajo en el CEC era de medio tiempo, entre semana por las tardes y algunas noches y los sábados todo el día, la intensidad de los compromisos asumidos con los niños y jóvenes de los grupos lo obliga a uno a tomar parte del tiempo libre en épocas como esta. Por eso, esta semana no hice ningún trámite relacionado con mi viaje a España, ni trabajé en mis proyectos propios.

Lunes 19 de julio

8:00 a.m. Hacer escenografías a la lata: “Ejercicios para montar a caballo”

12:00 m. Almuerzo

1:30 p.m. Hacer los informes de Children y Programa por la Paz. CANCELADO

Children y el Programa por la Paz son dos instituciones financiadoras de proyectos del CEC.

En lugar de los informes: continuar trabajo en las escenografías.

5:00 p.m. Llegan los niños (preadolescentes) de El Pedregal para el ensayo de “Ejercicios para montar a caballo”.

Yo dirijo este grupo desde 1996

Martes 20 de julio

8:00 a.m. Trabajar en escenografías de “Ejercicios para montar a caballo”

2:00 p.m. CANCELADA Reunión de Área Formativa

El área formativa es, en el CEC, el área encargada de velar por el carácter formativo y pastoral de los procesos generados con los niños y jóvenes. Los espacios de formación que hay en el CEC son más de 70 y abarcan desde los correspondientes a los grupos artísticos, hasta algunos con padres de familia, ancianos, jóvenes de parches, raperos, entre otros

En lugar de la reunión: Ensayo de “Los hijos del proceso” (teatro callejero juvenil) y hacer escenografía de esa obra.

Este grupo se conformó este año, bajo mi dirección.

4:00 p.m. CANCELADA reunión de Localidad en el Milenio

Localidad en el Milenio es el nombre de una convocatoria de dos entidades del orden distrital para adjudicar dineros a proyectos relacionados con el desarrollo cultural en las localidades de la ciudad. Participan personas de otras organizaciones de la localidad. La reunión se realiza en el CEC.

En lugar de la reunión: Seguir con “Los hijos del proceso”.

6:00 p.m. Reunión PAZ PARCE

PAZ PARCE es un grupo de jóvenes que lidera procesos de desarrollo personal con jóvenes de parches, muchachos que se reúnen en las esquinas para socializar con otros, algunos de los cuales, a veces, pueden ser drogadictos o delincuentes. El parche es un espacio afectivo no legítimo a los ojos de los adultos, pero el único que encuentran muchos jóvenes.

Llega la tallerista de música para los raperos (intérpretes de musica rap, parte de la cultura hip-hop). Hay que recibirla y ubicarla en el taller antes de entrar a PAZ PARCE.

Miercoles 21 de julio

En la mañana: Quedarme en la casa arreglándola un poco (lavar la ropa, especialmente) y hacer los diseños de guía de  escenografía para los utileros de “Ejercicios para montar a caballo”

12:00 m. Escenografía de “Los hijos del proceso”

1:30 p.m. CANCELADO taller infantil de teatro en El Pedregal.

Continuar con la escenografía de “Hijos del proceso”

4:00 p.m. CANCELAR Ir a reunión de área artística.

Esta área se ocupa de la formación artística en el CEC y de los eventos de este tipo. El CEC tiene más de 50 grupos artísticos (que además reciben la formación como personas, tal como ya se dijo) y la única sala acondicionada para espectáculos de todas las artes de escenario (sonido y luces, silletería para 400 personas, etc.) en toda la localidad.

En su lugar: Ensayo “Ejercicios para montar a caballo”

Medirse el vestuario y dejarlo listo

6:00 p.m. Reunión de raperos. Preparación del Encuentro de rap de agosto.

Jueves 22 de julio

En la mañana: Intentar descansar un poco (para soportar el estrés de la tarde).

9:00 a.m. Montar la escenografía de “Ejercicios para montar a caballo” en el escenario del teatro. Isidro y otros del grupo de plásticas me ayudan: Camilo, Constanza...

2:00 p.m. Echarle un ojo a escenografía y vestuario de “Los hijos del proceso”

4:00 p.m. Llegan los preadolescentes de El Pedregal. Comenzar a prepararlos.

CANCELAR reunión Localidad en el Milenio.

6:00 p.m. Estreno de “Ejercicios para montar a caballo”. Grupo de teatro prejuvenil El Pedregal.

Hay visita de Hilda, de la Fundación del apadrinamiento.

Algunos niños de El Pedregal son apadrinados de ciudadanos gringos a través de la Fundación a la que pertenece Hilda. El CEC es uno de los centros de atención de estos apadrinados, donde, además de los regalos y cartas que les envían los padrinos, se forma a los niños integralmente.

8:30 p.m. Ir a casa de mi mamá para completar alguna ropa que hace falta para “los hijos del proceso”.

Vienes 23 de julio

9:00 a.m. Vestuario, escenografía y detalles de “Los hijos del proceso”.

1:00 p.m. Llegan todos los del grupo. Prepararlos.

2:00 p.m. Salida para la Andrea (barrio donde es la presentación)

Montar las estructuras de la escenografía en La Andrea.

3:00 p.m. Estreno: “Los hijos del proceso”. Grupo Juvenil de teatro en zancos.

Barrio La Andrea.

4:00 p.m. Regreso a FE Y ALEGRÍA

5:00 p.m. “Los hijos del proceso” se presenta en frente de FE Y ALEGRÍA

6:00 p.m. Desmontar escenografía e irse a descansar.

Sábado 24 de julio

8:00 p.m. Reunión del grupo de teatro callejero

11:00 a.m. Reunión formativa de PAZ PARCE. Tema: El trabajo popular y comunitario (revisar fotocopias del capítulo 5 de “El Animador de reuniones”).

1:00 p.m. Almuerzo

2:00 p.m. Reunión y celebración del grupo de teatro prejuvenil El Pedregal

5:00 p.m. Salida a misa de seis meses de muerto de mi papá

6:00 p.m. Misa de mi papá (Capilla del Divino Salvador)

Domingo 25 de julio

8:00 a.m. Ensayo de comparsa “Rostros y rastros del milenio”

En esta comparsa yo soy uno de los zanquistas. Dos compañeros de trabajo del CEC asumieron la dirección de actores y coreografía.

1:00 p.m. Escape a Melgar y Girardot con “mi monita” (mi compañera)

Melgar y Girardot son dos ciudades de “tierra caliente” en el valle del Magdalena, a donde las familias salen de paseo los fines de semana y las parejas salen en busca de un poco de intimidad. En alusión a este destino, algunos las designan como “Nalgar” y “Tirardot”.

Ahora estaba afanado por conseguir los papeles que me hacen falta para tramitar la visa, demostrar mi prestancia económica a los emisarios de un país desarrollado recientemente, pese a haber sido nuestros conquistadores y colonizadores y posteriormente haber caído en desgracia, en pleno siglo XX y, ahora, en proceso de recuperación. Un poco cansado de los últimos eventos que dirigí, o en los que participé como uno de los protagonistas. Preguntándome qué pasó con mi carrera, ya bastante desdibujada en medio del montón de ocupaciones que me han llenado el tiempo y la vida en los últimos años: dónde la puse, en cuáles de mis acciones e iniciativas e actuado como antropólogo. También un poco ilusionado con la perspectiva de estudiar un doctorado que podría permitirme volver a encontrar con la antropología y conectarla con los temas y experiencias de mi trabajo en los sectores populares.

Estoy empezando a creer que de mi reflexión pasada sobre las culturas populares, la teoría de los campos culturales de Pierre Bourdieu, el concepto de diálogo en Mijaíl Bajtín, el diálogo irracional y el campo teatral, que fueron los conceptos sobre los que se apoyó mi monografía de grado, solamente me queda algo que no puede ser expresado con palabras y que he pretendido insinuar a lo largo de este ensayo, mezcla de descripción, confesión y desahogo:

El yo paradoja: artisteantropopulogobservagestor

Actúo en virtud de una sensibilidad que se me ha generado como antropólogo. Pero lo que hago parece ya no tener nada que ver con este mismo origen ¿indicio de error o novedad?

Santafé de Bogotá D.C., septiembre de 2000



[1] Una excepción, evidencia de un cambio, en este sentido, en los últimos años, es la etnografía de algunos ambientes frecuentados por habitantes de estratos altos de la ciudad, como la del restaurante “Andrés, carne de res” de Leonardo Montenegro (Montenegro: 1995).

[2] El que no está en su lugar, el que no está con los de su bando, un chismoso, el que busca dondo no debe lo que no se le ha perdido, un espía.

[3] Por contraposición al lema de las actividades públicas de la Alcaldía el año pasado “2600 metros más cerca de las estrellas”.

[4] El CEC –Centro de Expresión Cultural– es un programa del centro educativo FE Y ALEGRÍA del barrio Santa Librada, en el corazón de la localidad de Usme, al suroriente de Bogotá. Yo he participado en el grupo de teatro desde 1994, en 1995 me fui a vivir a ese sector y en 1996 comencé a trabajar allí.


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