Perspectivas del Turismo Cultural II
La gestión del turismo y sus problemáticas desde visiones sociales

Patrimonio Histórico y Turismo Cultural.

Dr. José Antonio Pérez Diestre,
Maestría en Estética y Arte
Facultad de Filosofía y Letras
Universidad Autónoma de Puebla, México.

E-mail: elhaday@yahoo.com

Resumen

Cada vez es más evidente el papel que juega el Turismo Cultural en el desarrollo del gran complejo que hemos denominado "Cultura". Sin embargo, éste no tendría razón de ser si no existiera un Patrimonio Histórico el cual sirva como punto de anclaje para realizar la odisea hacia culturas tanto de lugares remotos, como de sociedades vivas y en pleno desarrollo tecnológico.

Un obstáculo de la explotación del Patrimonio Histórico en el marco del Turismo Cultural, es aquel donde puede peligrar la explotación inadecuada de recursos naturales o la profanación de lugares considerados por algunas culturas como "sagrados". Dentro de esta encrucijada entre el Patrimonio Histórico y el Turismo Cultural, pretendemos enunciar una reflexión sobre la pertenencia cultural de México, ya que ésta presenta una de las alternativas turísticas más importantes dentro de Latinoamérica, al ser considerada como una de las fuentes más importantes del mercado turístico mundial.

Trabajaremos específicamente el Patrimonio Cultural del Altiplano Central de México, el cual incluye al Distrito Federal y los estados de Puebla, Morelos, Tlaxcala e Hidalgo, con los cuales trataremos de caracterizar la compleja variedad que presenta el Patrimonio Histórico Mexicano en el marco del Turismo Cultural.

Introducción

A pesar de que el vocablo "turismo" es una palabra de uso común, la raíz etimológica guarda un significado especial. La voz "tour" puede tener origen hebreo, según Arthur Haulot , idioma en que se utilizó con el significado de "viaje de vanguardia", reconocimiento o exploración; sin embargo, también es cierto que la palabra turismo proviene del término francés "tour", que significa viaje o excursión circular, que a su vez proviene del sustantivo latino "tornare", cuyo primer significado implicó "viaje circular".

Un diccionario de la lengua castellana como el Océano Uno define a turismo de la siguiente manera: "afición a viajar por placer, deporte o instrucción" y de hecho, esta definición del uso cotidiano no está tan alejada de la connotación del mundo antiguo. Hay que recordar que en la antigüedad los viajes estuvieron determinados por razones tanto comerciales como religiosas y que en la Grecia helénica, se realizaban grandes peregrinaciones a los santuarios de Delfos y Olimpia, los cuales estaban determinados por el fervor y el placer que la religión les otorgaba a los creyentes.

En este sentido, entendemos que la historiografía se ha encargado de demostrarnos que el turismo no ha sido ajeno, desde tiempos primitivos, al desarrollo social de los pueblos y que los grandes imperios lo han requerido como medio de control y de intercambio. En el mundo medieval, por ejemplo, los desplazamientos se orientaron hacia el comercio y la visita a los santuarios, ya que fue la época de las grandes peregrinaciones cristianas. En el Renacimiento, en cambio, los fines de los viajes se diversificaron porque existieron condiciones para retomar las características culturales. En el siglo XVI Italia se convirtió en el centro del turismo europeo y se le consideró el país con mayor tradición cultural; más tarde, los cambios económicos y políticos, así como la inestabilidad política, determinaron un nuevo centro de atracción turística: Inglaterra. Así, a medida que aumentó la fuerza comercial e industrial de los ingleses, el turismo manifestó una tendencia de apropiación de objetos culturales, llevados a la patria como prueba de haber visto el viejo continente.

En este breve recorrido por la historia del turismo, no podemos dejar de mencionar que el desarrollo de las fuerzas productivas del siglo XIX implicó ampliar las redes de comunicación y así aparecieron el ferrocarril, el barco de vapor y los primeros agentes de la industria turística. Fue así como los objetivos turísticos del momento, fueron el encuentro con la naturaleza y con la cultura, entendiendo a esta última como todo lo que el hombre agrega con su quehacer diario a la naturaleza.

Cultura Nacional y Patrimonio Histórico Mexicano

No hay duda de que México es uno de los países sincréticos por excelencia en toda América Latina. El mundo precolombino y su arte se vieron asombrados ante la llegada de la "industrialización" española de la Conquista. Sin embargo, aunque se pudiera pensar que este momento histórico representó la caída de un Imperio frente a otro técnicamente más poderoso, nosotros creemos que más que dividir, el Virreinato de la Nueva España fundió dos perspectivas de vida y dos culturas totalmente ajenas entre sí. Esta coalición entre la cultura precolombina y la monarquía española creo un complejo de diversidad cultural que, como parte de la riqueza patrimonial, permite presentar una oferta muy grande a la demanda del Turismo Cultural. Justamente, debido a esta rica mezcla de perspectivas y de formas artísticas es que la mayor parte de los estados que conforman la República Mexicana han denominado como "patrimonio cultural". Este término está formado por los bienes y testimonios culturales que han seleccionado los grupos dominantes a lo largo de la historia. El concepto se construye a partir de los que se reconoce como patrimonio cultural universal y lo que se distingue como pertenencia cultural propia, representativo de la nación.

El patrimonio histórico que nosotros hemos tomado como objeto de reflexión para estas líneas está conformado por la región del Altiplano Central de México, el cual forma parte de las llamadas áreas culturales prehispánicas de la República Mexicana: la Costa del Golfo, Oaxaca, Área Maya y Occidente de México.

El Distrito Federal y sus estados vecinos, México, Puebla, Morelos, Tlaxcala e Hidalgo, conforma el área antropológica cultural llamada Altiplano Central; en ella existen testimonios de todas las etapas de la historia mesoamericana, pues la cuenca de México ha ejercido un particular interés para diversos historiadores desde hace mucho tiempo.

Las evidencias de ocupación temprana no se limitan a la cuenca del Valle de México; existen vestigios igualmente antiguos en los estados de México, Morelos y Puebla, entre otros, y en todos ellos es notorio que con la tradición cultural hubo infiltración de cultura tolteca. En el Altiplano Central, se inició la construcción de grandes edificios y se cristalizó la influencia cultural, especialmente durante el florecimiento de Teotihuacan. En el estado de Tlaxcala se encuentra la zona arqueológica de Cacaxtla, situada en la parte superior de un cerro acondicionado con terrazas y delimitado por fosos y murallas. En el interior se localizan los edificios alrededor de los patios, construidos basándose en talud y tablero, lo que comprueba la influencia teotihuacana. Los frescos que se encuentran en el interior presentan dos grupos de diferente temática, pero realizados con el mismo colorido y finura de trazo. Uno de los murales representa una escena de guerra, donde se plasma una batalla; los vencedores y vencidos están representados con un realismo poco usual en la pintura prehispánica, ya que las figuras muestran una iconografía propia de los mayas; las características físicas de los guerreros y la temática recuerdan los murales de Bonampak, con especial énfasis en la saña desatada en contra de los vencidos.

Dentro del Distrito Federal, encontramos uno de los monumentos más importantes de la Gran Tenochtitlan, ya que durante el sitio que culminó el 13 de agosto de 1521, los edificios fueron derribados de forma sistemática. Aunque ya no quedan restos de los templos principales, se han descubierto las construcciones más antiguas, por lo que es posible observar parte de las estructuras, las escaleras, los adoratorios y otros detalles arquitectónicos que muestran la grandeza de lo que fue el Templo Mayor. El hallazgo fortuito de un enorme monolito a los pies del Templo de Huitzilopochtli, confirma la base fundamental de la concepción cosmogónica del mundo azteca. Se hace referencia a la gran piedra circular, de casi tres toneladas de peso, que es una muestra de la lapidaria mexica y en la que se representa la figura ricamente ataviada de la diosa lunar Coyolxahuiqui, hermana de Huitzilopochtli.

Teotihuacan es una urbe gigantesca, trazada en torno a un eje conocido como la Calzada de los Muertos. Esta avenida comienza frente a la Pirámide de la Luna y se desplaza hasta la Ciudadela, y aún más al sur. Casi a medio camino se levanta la construcción más imponente de la ciudad, la Pirámide del Sol. Se trata de un basamento piramidal formado por cuerpos escalonados con una base cuadrada de doscientos veinticinco centímetros de lado por sesenta y siete de altura.

La capital del legendario imperio Tolteca, es la primera ciudad prehispánica de la que se tuvo noticia. Los restos arqueológicos muestran que la ciudad tiene elementos arquitectónicos básicos teotihuacanos: plazas delimitadas por edificios, pirámides escalonadas, adoratorios y juegos de pelota; pero también desarrolló un patrón arquitectónico que revolucionó la arquitectura mesoamericana, con la creación de amplios espacios interiores. Uno de los ejemplos más notables de esta tendencia, es la pirámide de Tlahuizalpantecutli, que está formada sobre una base de cuatro cuerpos escalonados y en éstos se encuentran enormes esculturas de basalto que sostuvieron el techo del santuario. Al frente de la pirámide está en el gran vestíbulo, una galería en forma de L, cuyos innumerables pilares sostuvieron un techo alrededor de la pirámide.

Xochicalco es una ciudad fortificada, cuyo acceso se efectuaba a través de construcciones gemelas de donde subían calzadas empedradas, flanqueadas por construcciones. Uno de los conjuntos más importantes es la Plaza de la Estela de los Dos Gilfos, amplio recinto delimitado por edificios entre los que destaca la Gran Pirámide, la estructura más grande del lugar.

En Xochicalco se han localizado tres lugares donde se realizaban juegos de pelota. Lo más importante de la ciudad es la Pirámide de la Serpiente Emplumada, una construcción relativamente pequeña que se encuentra en la parte superior del cerro. Su importancia se debe a las ocho enormes serpientes emplumadas, adornadas con grandes penachos y con los ídolos de Quetzalcóatl; en sus ondulaciones se enmarcan figuras de importantes personajes ricamente ataviados, como símbolo del Fuego Nuevo y numerosos glifos.

Asimismo, la gastronomía prehispánica estuvo estrechamente ligada a los dioses, casas y cocinas mexicanas. Hacia finales de este periodo glorioso de la cultura mexicana, se reverenciaba, por ejemplo, al fuego como un dios. En su honor se hacían rituales y ceremonias pues significaban la posibilidad de alimentarse y obtener luz y calor. En el Altiplano Central, las casa se edificaban con muros de adobe y techo inclinado en un solo plano, recubierto con hojas de maguey. Una casa típica contaba con un espacio para realizar las actividades familiares más importantes y una cocina construida al lado, aunque separada de la habitación principal. El menaje de la cocina incluía tecomates, cajetes, cazuelas, cántaros y ollas de barro de diferentes tamaños, comales recubiertos con cal para evitar que se pegaran las tortillas, metates de roca volcánica y los molcajetes del mismo material empleados para hacer salsas. Debido al entorno mágico y religioso en que se desarrollaba la vida mexica, los enseres domésticos transmitían mensajes: cuando se quebraba la piedra de moler o metate, era señal de la que molía o alguno de su casa, iba a morir.

Los mexicas basaban su dieta en la pesca, la caza de aves migratorias y permanentes y la captura de tortugas, ranas, ajolotes, insectos y otras especies menores que había en abundancia. Los lagos eran una fuente de obtención de alimentos de gran relevancia, tanto los de agua dulce como los de agua salada. Entre la enorme variedad de especies acuáticas, debemos destacar las ranas, los renacuajos, los camaroncillos y una gran cantidad de insectos y la hueva que producen. Todo esto se complementaba con una gran variedad de recursos alimenticios agrícolas, entre los cuales el maíz era el más importante. Entre los hábitos culinarios más comunes, estaba el asado para carnes, el cocido al vapor para los tamales y el hervido para el pozole. Era común la técnica utilizada en la preparación de la barbacoa: cocción bajo la tierra en hoyos hechos ex profeso.

La compleja vida gastronómica de fines de la época prehispánica no puede ser comparada con ninguna otra de su tiempo porque su organización interna, sistemas de producción de alimentos y abasto eran únicos. La compleja vida diseñada por los mexicas llegó a su fin al culminar la Conquista de México. Los profundos cambios ocurridos a lo largo del siglo XVI modificaron sustancialmente los patrones culturales, religiosos, económicos y sociales. Sin embargo, algunos permanecieron arraigados para siempre en nuestro país, como la gastronomía, la cual es igualmente un factor primordial para el Turismo Cultural en la República Mexicana.

Conclusión

Hemos visto que el Patrimonio Histórico del Altiplano Central de México está formado por una ruta variada de mezclas, estilos arquitectónicos, gastronómicos y estéticos que remiten a los ancestros precolombinos, los cuales han sobrevivido a través del tiempo con una cierta impronta de la conquista española. Este sincretismo artístico del patrimonio histórico justamente puede y debe de ser considerado como una de las fuentes más importantes del Turismo Cultural en la República Mexicana y especialmente en Latinoamérica. Bajo esta óptica podemos ver al patrimonio histórico como una de las aportaciones humanas con una fuerte capacidad de ser un lugar para disfrutar y compartir en cuanto la naturaleza ha puesto a nuestro alcance, con el agregado de la intervención del hombre y sus relaciones en todos los ámbitos de nuestra vida cotidiana.

Precisamente, la identidad de los destinos turísticos se funda en la singularidad de sus ofertas y contenidos, y el caso del turismo cultural en México y especialmente en la zona del Altiplano Central, es una seria posibilidad, no sólo para complacer a los viajeros de diversas culturas, sino para generar ingresos que permitan tanto el rescate y la restauración de esos sitios, como la difusión de la cultura que alberga estas manifestaciones artísticas.

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