DESARROLLO TURÍSTICO Y MERCADO DE TRABAJO: EL CASO ESPAÑOL

PONENTE: ALAN FREDDY CARRASCO DÁVILA

EJE TEMÁTICO: ANÁLISIS DEL MUNDO DEL TRABAJO EN EL ÁREA DE TURISMO

            El mercado de trabajo en las áreas turísticas, en un contexto global de terciarización económica, presenta una serie de rasgos propios, condicionados por la flexibilidad, que se manifiesta en cuatro indicadores: Inestabilidad, estacionalidad, feminización y movilidad. La especialización productiva turística genera una importante dinámica en el mercado laboral, como refleja la situación de las regiones con una actividad más o menos consolidada. De forma que, aunque predominan los empleos de baja o media cualificación, el turismo representa una posibilidad para regiones periféricas. Paralelamente se advierte el surgimiento de nuevas formas de desigualdad que acentúan la división del trabajo.

Se señalan entre las consecuencias del turismo como factor de desarrollo, además de otras magnitudes como el VAB turístico respecto al PIB – que nos daría su capacidad productiva-, el empleo generado por esta actividad de prestación de servicios personales. De tal manera que las estrategias y políticas de fomento del turismo en regiones periféricas se argumentan en buena parte sobre las posibilidades de creación de gran cantidad de puestos de trabajo, con la ventaja añadida de que el coste de creación del empleo es relativamente bajo y, una vez creados, aunque precarios e inestables, son empleos duraderos. No extraña pues el atractivo de la actividad y las expectativas que tanto en regiones atrasadas como en áreas industriales en declive, se señalan para el turismo como  actividad motriz o diversificadora de la economía, capaz de superar el desequilibrio entre oferta y demanda de trabajo y su expresión en términos de desempleo, problema esencial en la mayor parte de las regiones: Galicia, Andalucía, Asturias, Cantabria, Murcia, Valencia, La Mancha, Canarias, Extremadura, León, de los fondos estructurales europeos.

La capacidad del turismo como creador de empleo se manifiesta para el conjunto de España desde el momento en que el sector supone un 11% de la población ocupada. Pero no deja de ser un hecho claro que el rasgo más sobresaliente del mercado de trabajo en destinos turísticos es la utilización de empleo cualificado, algo normal cuando, en las coordenadas del modelo turístico masivo, prima el precio sobre la calidad. La dependencia comercial de los destinos turísticos españoles ha conducido a una política de precios a la baja en la negociación de paquetes frente a los T.O., ante la cual los establecimientos han respondido con una disminución progresiva de la calidad de su servicio. El deterioro generados se percibe, entre otros aspectos, en el escaso esfuerzo por mantener y modernizar las instalaciones. Pero tiene además una influencia directa en las condiciones del mercado de trabajo. Como ejemplo, para el caso valenciano, véase (Camisón y Monfort, 1993)

Por lo demás la teoría más generalizada (Cuadrado 1988, Del Río 1988) señala el lento avance de la productividad en los servicios, consecuencia de dos factores que se superponen. En primer lugar, el incremento de la producción significa, generalmente, incremento del factor trabajo; en este sentido, las actividades turísticas tienen menor capacidad de substitución de trabajo y capital frente a otras. De ahí el papel decisivo que tiene la calidad de los recursos humanos y consiguiente necesidad de mejorar la formación cuando se apuesta por un desarrollo turístico sostenible. En segundo lugar, el relativo atraso tecnológico y las dificultades para incorporar técnicas a los procesos productivos turísticos, cuando se basan en la prestación de servicios personales.

Se justifica de este modo que una buena parte de los servicios turísticos corre a cargo de trabajadores de bajo nivel, mal pagados y precariamente vinculados a la empresa. Incluso la cualificación aumenta, la flexibilidad y segmentación se mantienen como rasgos inherentes al mercado de trabajo de las áreas receptoras turísticas.

Como respuesta a este planteamiento se señala que la eficacia económica, en términos de rentabilidad y productividad, depende cada vez más de las vinculaciones que se establezcan entre distintas actividades productivas y no sólo de las condiciones de producción en los servicios turísticos propiamente dichos. Pero, cuando se trata de valorar la capacidad del turismo como creador de empleo, no deben pasarse por alto las características esenciales del mercado de trabajo en los espacios de destinación turística, ya que se señalan verdaderos componentes distintivos en cuanto a la población activa y ocupada en dichas áreas.

Así, entre las magnitudes del mercado turístico, destaca el componente cíclico del nivel de empleo, indicador de la flexibilidad, que traduce a la vez la precariedad con que se consolidan las relaciones laborales en este tipo de espacios productivos. Es cierto que en ello no sólo influyen las actividades dominantes, sino las condiciones estructurales de la economía terciarizada de los inicios del Siglo XXI y las particularidades de cada estructura productiva. Pero la citada flexibilidad es la característica más destacable de los mercados de trabajo locales configurados por la actividad turística, cuya base es el mismo componente inestable de la oferta y la demanda, inherente al turismo.

De esta manera, los ritmos temporales que singularizan la prestación de servicios turísticos se traducen en respuestas de flexibilidad, funcional o numérica, del mercado de trabajo (Williams & Shaw, 1994) Además, el hecho de que el subsector de la construcción sea la segunda actividad de no pocos espacios turísticos –cuando no la primera- y su componente cíclico en relación con impulsos de la demanda, contribuye aún más a reforzar dicho rasgo.

Este concepto de flexibilidad del mercado de trabajo y su magnitud, como rasgo propio de la estructura laboral de los destinos turísticos (Antón clavé, 1995), se manifiesta a través de cuatro indicadores: inestabilidad, estacionalidad, feminización y movilidad.

Inestabilidad:

Se entiende como rasgo condigno a empresas que utilizan escasa tecnología en sus procesos; por tanto, aunque no es prioritario del turismo, las características estructurales de la empresa turística contribuyen a esa inestabilidad (Camisón y Monfort, 1993) El tipo de contratos dominante así lo afirma:

v     Importancia de las contrataciones precarias y de duración determinada, dentro de las modalidades de contratación para el fomento de la ocupación.

v     Contratación eventual entre las modalidades de contratación ordinaria.

v     La estacionalidad –problema esencial de la dinámica de las áreas turísticas- afecta en mayor o menor grado a casi todas las modalidades de contratación, muy marcada por la contratación de indefinidos a tiempo parcial y eventuales.

Estacionalidad.

La concentración temporal de la demanda depende también de las características empresariales y de localización de las unidades productivas. De este componente da cuenta la fluctuación de la ocupación y el paro, especialmente en hostelería y restauración.

Hay que tener en cuenta que una de las principales debilidades estructurales de la empresa turística es su bajo grado de integración (en Áreas costeras más del 90% de las empresas tienen un solo establecimiento), señalándose el mayor grado de integración en la estructura hotelera. El problema es que, ante el dominio de la pequeña empresa familiar, se consolidan las pautas de contratación de personal eventual para cubrir las épocas de mayor demanda.

El grado de integración y el funcionamiento continuado de la empresa se interpretan como rasgos de dinámica de un destino consolidado.

Feminización.

Este componente es un hecho recurrente en la estructura económica de España y Europa, en general, ya que la mujer –en la división internacional y regional del trabajo- tiende a ser ocupada en las tareas poco y medianamente cualificadas y segregadas del trabajo masculino. Este rasgo se acentúa en las áreas turísticas, debido a la baja remuneración de los puestos de trabajo, las escasas posibilidades de promoción y deficientes condiciones de trabajo. La contratación femenina forma parte de estrategias laborales específicas por parte de los empresarios, tendentes a aminorar costes, especialmente en los establecimientos hoteleros. Además, la feminización tiene su reflejo en la mayor presencia de las mujeres en el paro.

Movilidad.

Uno de los desajustes más significativos del modelo turístico español es la fuerte concentración espacial, en relación con las ofertas de sol y playa, junto con las altas tasas de ocupación temporal. Este aspecto repercute de forma clara en la movilidad del factor trabajo y genera verdaderas estrategias migratorias. Esencialmente son desplazamientos diarios trabajo-domicilio, cuyo análisis desagregado por profesiones y especialización funcional pone de relieve la capacidad estructurante del turismo en el territorio, a partir del mercado de trabajo.

Al tiempo se detectan desplazamientos estacionales de trabajadores –en relación con la ocupación temporal- hacia los destinos turísticos, aspecto que alcanza una considerable magnitud en áreas de fuerte implantación hotelera: Canarias, Baleares, Costa del Sol, Benidorm.

Es importante hacer notar que el modelo de las migraciones permanentes o definitivas de contingentes de mano de obra –grandes flujos interregionales- que caracterizó la fase de crecimiento de los destinos turísticos, se encuentran agotados, si bien sus efectos son perceptibles en la estructura sociodemográfica de alguna ciudad turística. Es evidente pues que la configuración de verdaderas ciudades de ocio supuso la llegada de miles de trabajadores, con los consiguientes efectos en el rejuvenecimiento de la población (un esquema similar al de áreas industriales) con claras repercusiones en el ámbito regional.

La estructura productiva de los destinos turísticos condiciona las magnitudes del mercado de trabajo y aunque las situaciones locales y regionales son muy distintas, en relación con las actividades dominantes y tipos de empresas, la complejidad de los factores no puede desprenderse de las dinámicas y particularidades del turismo como actividad y los problemas existentes deberían servir para la planificación de los futuros desarrollos turísticos.

En su conjunto, la situación analizada pone de manifiesto la escasa atención a un factor estratégico clave en la producción de servicios turísticos como es la mejora de la calidad de los recursos humanos. De este compromiso, tanto en empresarios, como en profesionales y asalariados, depende la estrategia de diversificación e innovación y, en general, la apuesta por la calidad. La calidad del capital humano y su necesaria adecuación a las motivaciones de la demanda nos lleva al tema básico de la formación y su necesaria integración en nuevos modelos de desarrollo de la actividad turística.

            Dentro del análisis del turismo como actividad generadora de empleo, el interés de una aproximación a la estructura y dinamismo que presentan los diferentes mercados territoriales de trabajo se justifica en tanto que permite detectar tendencias en los procesos de reestructuración productiva y extraer conclusiones sobre las posibles contribuciones de la actividad turística a la estructura de empleo.

Cualquier referencia a mercado de trabajo y empleo en España parte del problema del paro como el más agudo de la economía del país. Una situación que no difiere sustancialmente de la existente en otros países industrializados del entorno, pero que en España alcanza magnitudes superiores y evoluciones distintas, ya que, desde 1990 y tras la reactivación iniciada en la segunda mitad de los ochenta, las cifras del desempleo volvieron a crecer de forma espectacular y la recuperación desde 1994 no se puede considerar un cambio de tendencia, al menos por el momento. Es más, en el período 1985-1992 mientras la evolución resultaba favorable en Andalucía, Valencia, Murcia y Canarias, regiones en las que creció el empleo, en Asturias y Cantabria se estabilizaba y en Galicia disminuyó la población ocupada en un 6.8%.

El problema esencial del paro refleja de problemas estructurales y la incapacidad del sistema para generar suficiente empleo, como manifiesta la gravedad del desempleo de larga duración, parados en busca del primer empleo y desocupación juvenil. Una aproximación regional al tema, a partir del comportamiento de los mercados de trabajo (Caravaca, 1995) manifiesta la influencia de factores tales como las estructuras demográficas y socioeconómicas, especialización sectorial, recursos disponibles y relaciones externas de cada estructura regional. Es así como la Comunidad Autónoma andaluza es la más castigada por el desempleo (33,02%), mientras que en un segundo nivel aparecen Extremadura y Canarias (entre el 25 y 30%), aunque en esta última el turismo atenúa los efectos del paro. Con tasas entre el 25 y 20%  se detectan situaciones regionales muy contrastadas: regiones industriales en declive (País Vasco, Asturias) y regiones sometidas a reestructuración de sectores industriales y modernización agrícola (Comunidad Valenciana y Murcia) En casos como Galicia y Castilla La Mancha, las estructuras demográficas más envejecidas (por efecto de la emigración y bajas tasas de natalidad) contribuyen a una tasa más baja de desempleo.

Es interesante entonces señalar la influencia que actividades como el turismo y la agricultura tienen en la disminución del paro de larga duración, aunque la especialización turística se traduce en tasas de actividad más altas, debido a la alta proporción de mujeres incorporadas al mercado de trabajo, de forma que regiones como Valencia y Murcia presentan tasas de paro superiores a la media nacional y el crecimiento más elevado del desempleo.

La regionalización del desempleo cobra más significado si se relaciona con la distribución sectorial, al hacer intervenir el efecto de los procesos globales de reestructuración del sistema productivo, las estructuras regionales específicas y las estrategias de cada caso (Méndez, 1995) Por tanto, el hecho esencial para España es la terciarización que, en principio, supone una progresiva homogeneización de la estructura sectorial y el fin del dualismo entre regiones industriales y agrarias deprimidas. El problema es el enorme paso del paro que se registra en los servicios, aunque se reconoce que es el único sector capaz de generar empleo, incluso en momentos de mayores dificultades.

La cuestión está en la heterogénea composición interna, según regiones, del sector terciario; de forma que el proceso global de terciarización y el paro en los servicios no son homogéneos, “la consideración agregada de los servicios se manifiesta como un concepto obstáculo” (Gámir, 1993) De ahí la diferenciación de una lógica diversa de los subsectores, integrados en los servicios, de forma tal que los servicios empresariales y financieros –los de mayor especialización- siguen identificándose con las tradicionales regiones dominantes, mientras el resto aparece disperso. 

Así, la composición territorial del desempleo guarda una estrecha relación con el grado de especialización productivo regional. De tal manera que en las regiones insulares, centradas en la economía turística, más del 0% del paro total se localiza en tales actividades. Pero el desarrollo turístico, con unas condiciones adecuadas de accesibilidad, ayuda a entender que en Andalucía, Baleares y Valencia aumente el paro en los servicios por debajo de la media. No obstante, la destrucción masiva de empleos, la desagrarización y la reestructuración industrial suponen que el dinamismo del terciario no es suficiente para compensar, aunque se advierte su efecto amortiguador del paro en el mercado de trabajo (Ventolilla y Toharia, 1991)

En un contexto global de transformación socioeconómica y reestructuración del sistema productivo, las estrategias de respuesta afectan al mercado de trabajo. Además de los factores comunes que condicionan la mutación del trabajo y empleo (cambio técnico, formas de organización empresarial, marco legislativo que regula las relaciones laborales), son factores propios –relacionados con la diversidad de estructuras productivas y socioculturales y la capacidad de adaptación- los que definen la diversificación de los mercados regionales de trabajo. En su conjunto, se puede hablar de nuevas posibilidades para regiones periféricas, pero también surgen nuevas formas de desigualdad que acentúan la división del trabajo.

Un balance desde 1980 entre creación y destrucción de empleos, en relación con tipos de actividad, ocupación y formas de contratación permite tipificar mercados regionales de trabajo (Méndez, 1995) La evolución, la estructura y los problemas actuales llevan a diferenciar grandes regiones ganadoras y perdedoras. Entre las primeras, son las regiones turísticas (cuyo paradigma son Baleares y Canarias) las más expansivas y terciarizadas, aunque predominan empleos de cualificación media o baja en las actividades comerciales de distribución y servicios personales, además de que la estacionalidad del empleo condiciona el predominio de la contratación temporal. Particularmente interesante es el caso, dentro de las regiones ganadoras, de las de economía diversificada, en las que el turismo se combina con una dedicación industrial y agricultura intensiva, de forma que el potencial del turismo contribuye a la diversificación sin llegar a ser motor de la actividad económica.

En el apartado de regiones perdedoras, aparecen juntas las regiones agrarias deprimidas y las industriales en declive. En estos caso, es indiscutible el interés del turismo como actividad diversificadora, instrumento de renovación de áreas atrasadas y, con todas las condiciones y características señaladas, actividad generadora de empleo.

BIBLIOGRAFÍA

Agradecimiento especial a la Universidad Internacional de Andalucía Sede Iberoamericana y al Dr. Manuel Marchena Gómez, por la facilidad brindada en cuanto a información e investigación para la presentación de la presente ponencia.

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