V Congreso de Antropologia Social

La Plata - Argentina

Julio-Agosto 1997

Ponencias publicadas por el Equipo NAyA
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V Congreso Argentino de Antropología Social Universidad Nacional de La Plata 29 de julio al 1 de agosto de 1997

Variables de lo barrial y lo barrial como variable en la ciudad intermedia

Ariel Gravano

UNCPBA, Proyecto de investigación y gestión Imaginario Urbano y Calidad de Vida.

Síntesis

Se expone un resultado sintético de investigaciones sobre distintos tipos de barrios de una gran región urbana, que da cuenta de las variables de lo que se define como lo barrial, entendido como un conjunto de valores trascendentes a los distintos contextos. Se trata ahora de proyectar su validez hacia las realidades de dos ciudades intermedias, mediante el trabajo con hipótesis sobre el imaginario urbano que intentan focalizar una línea de investigación apta para el diseño de proyectos de mejora de la gestión social. Como contenido del trabajo se incluye la definición del concepto de lo barrial, un cuadro con las variables de lo barrial, un esbozo del proyecto de investigación sobre la ciudad intermedia focalizado en lo barrial, la hipótesis de lo barrial como variable y casos pertinentes.

Introducción

El objetivo inicial fue diseñar un modelo con el conjunto de variables acerca de lo barrial, producto de los análisis de a) las distintas emergencias de lo barrial en la opinión pública y el sentido común, b) el barrio en los distintos tipos históricos de ciudades y c) las principales formulaciones teóricas de la noción de barrio.

Tanto en términos de constitución como en relación a la formación misma del fenómeno urbano, las ciudades parecen constituirse y crecer por medio de sus barrios, estableciéndose en su interior marcas de diferenciación.

Es en este sentido que un primer contexto de necesidad impone a la noción de barrio un sentido de diferenciación espacial física y social, cuyo resultado más notorio es la segregación urbana, que desde los distintos paradigmas teóricos ha sido considerada variable independiente (Escuela de Chicago) o consecuencia de los procesos histórico-estructurales que enmarcan y determinan lo urbano, como establecen los autores marxistas.

La institucionalización del derecho ciudadano a hacer uso público de la ciudad siempre ha estado relacionada con una consideración de la vida urbana asociada a la modernidad y a cierto grado de calidad de las condiciones materiales y espirituales de esa vida moderna. Este sería un segundo contexto de necesidad de la noción de barrio, que lo connota con sentido de vida comunitaria 'digna' dentro de la modernidad. El barrio mismo, de acuerdo con esta perspectiva, constituiría un consumo colectivo al que debería tener derecho cualquier ciudadano, es decir: todo habitante de la ciudad.

La instauración del Estado de Malestar, con su renuncia a la provisión y control de los consumos colectivos urbanos -que ni el capital ni el salario directo jamás cubrieron en su totalidad-, ha profundizado la crisis estructural de las ciudades y puesto a la orden del día las movilizaciones de vecinos y ciudadanos. Estas se encarnan en una gramática y una semántica colectiva donde los contextos barriales han generado una producción ideológica determinada, capaz de condicionar comportamientos y visiones.

En nuestros trabajos de investigación sobre realidades barriales de la Región Metropolitana de Buenos Aires, hemos desarrollado las dos últimas líneas (Gravano 1989, 1991, 1995) y nuestro trabajo mayor -todavía inédito- se concentra aún más en ellas.

Lo barrial como identidad y símbolo

Como parte de las conclusiones, se establece que -a nivel del imaginario- el barrio mismo actúa como un valor o conjunto de valores que pasamos a denominar lo barrial. Se constituye en un eje axiológico de cada identidad barrial, capaz de jugar un papel relevante dentro de la concepción del mundo social de esos actores.

Estudiamos un barrio antiguo y típicamente obrero de la ciudad de Buenos Aires, donde adquiere una importancia central la forma en que los actores sociales deshistorizan una época idealizada de su identidad barrial. Esta es una forma de concretar el intento de ejercer control sobre una parte de las propias condiciones de vida de los actores urbanos. Se focaliza, entonces, esa identidad como una producción simbólica en torno al control de las condiciones de vida comunitaria, y la vida de barrio aparece aquí jugando un papel funcional respecto a esa relación entre condiciones materiales y representaciones ideológicas.

En resumidas cuentas, se nos hizo evidente que hay una diferencia entre el barrio como espacio, como circunscripción, distrito, como mención o particularización, y lo barrial como valor y símbolo. El primero sirve para establecer diferenciaciones sin (o con poca) 'distancia' entre referente y sentido. La dimensión simbólica, en cambio, es lo que encontramos cuando el barrio se 'usa' para dar o quitar prestigio, o asignar atributos y estigmas, al mismo tiempo que emergen un conjunto de significaciones constructoras de lo que llamamos la ideología de lo barrial.

Algunos de los valores del eje axiológico son la tranquilidad, el carácter distintivo de lo obrero (de "gente de trabajo"), la solidaridad vecinal, la confianza y el conocimiento mutuos, la pobreza como rasgo reivindicativo de tipo moral, etc. Pero el valor principal es el arraigo, que se manifiesta mediante una naturalización ideológica de las relaciones sociales cuando se hace presente la deshistorización de un 'antes' indeterminado en el tiempo, cuya definición es el producto de la oposición con el 'ahora' cambiante del barrio y que llamamos época base de la identidad barrial.

Esa identidad barrial, entonces, define al barrio como un tiempo más que como un espacio. Pero no es el tiempo pasado referencial y cronológico del barrio; no es un tiempo como cronos sino como ethos, capaz de distinguir modalidades y cualidades de esa identidad y de los sujetos sociales que la comparten.

La época base de la identidad de los barrios viejos es la actualización valorativa de un pasado con presencia actual, porque es un pasado concebido como re-presentación. Lo que para nosotros, en tanto analistas, resulta 'presente', esta ideología lo valora como algo ya producido, como una re-producción. Y el valor fundamental de la época base consiste en oponerse a este 'ahora' que tampoco es mera referencia al presente sino el símbolo del no-barrio.

En nuestro intento de indagar sobre los mecanismos internos que producen en forma eficiente y activa esa identidad y esa ideología, nos encontramos con que este motor interno resultó ser el riesgo de ruptura de la misma identidad. Un riesgo corporizado ideológicamente, por un lado, en el acontecimiento histórico y lo que significa el 'adelanto' o el 'progreso' -uno de cuyos indicadores distintivos son los modernos complejos habitacionales y, por el otro, la juventud, como símbolo opuesto 'de por sí' a esa identidad barrial1 .

El análisis de la dimensión histórica del sentido de la identidad barrial del barrio 'viejo' nos dice que la realidad objetiva ante la cual esa identidad actúa con eficacia simbólica es el no control de ciertas condiciones de vida propias de sus actores. Para el vecino en general, la no participación en el 'adelanto' o 'progreso' del barrio -que se corporiza ideológicamente en el control o no de los servicios urbanos dentro del barrio- se representa como una desvalorización de esos servicios y de ese 'adelanto' impuesto, no propio y, por lo tanto, opuesto al modelo de lo barrial deshistorizado que forma la base de la identidad barrial.

Las variables de lo barrial

Veamos de qué manera se distribuyen, en un mapa conceptual, el conjunto de variables subyacentes o explicitadas sobre el concepto y la realidad barrial. Lo hacemos de acuerdo con cuatro cuestiones articuladoras: Qué es el barrio.

Si es algo específico.

Los tipos de barrios.

Cuál es su valor.

Asociadas al primer conjunto de interrogantes sobre qué es el barrio, distinguimos en principio los aspectos que tienen que ver con el concepto más restringido de barrio, acotado al espacio físico-arquitectónico de una parte de la ciudad, lo que vamos a llamar la variable de la espacialidad de lo barrial. Se articulan a ella la cuestión de las marcas, los límites y la consideración del barrio como unidad físico-natural, y su actuación como referente tangible de las variables de significación situacional, simbólicas e identitarias.

En segundo lugar, lo que se podría llamar la escenificidad social del barrio, entendido como recinto o escenario social, en el que se aglutina la problemática social general y a lo que cabe preguntar en qué medida pueden establecerse, para cada uno de esos problemas urbanos, relaciones de determinación o subordinación, o bien cómo se traducen cada uno de estos problemas en las realidades barriales particulares. Se recorta con cierta autonomía la relación entre los problemas y el barrio como solución ideológica, cuando ciertas identidades negras (estigmas) son usadas prejuiciosamente como "causas" de esos problemas.

En tercer lugar, la funcionalidad estructural del barrio, o rol que juega dentro de la estructura socio-urbana. Definida la ciudad por su papel en la reproducción social y material, como un recurso cuyo valor de uso abarca diferentes funciones, el barrio forma una "parte" de este proceso. ¿Cuáles son los usos urbanos específicos del barrio que se distinguen de los consumos generales del espacio que ejerce la ciudad en forma amplia? La respuesta a este interrogante está en los distintos tipos de ciudades a través de la Historia, cada una de las cuales desarrolló, a su vez, barrios donde ciertas características funcionales resaltaban del resto, como la residencial, la localización comercial, industrial, administrativa y se articulan otras variables como el poder local, el centralismo, las organizaciones intermedias, las unidades administrativas, funcionales, culturales y formas de vida.

En cuarto lugar -siempre asociadas al mismo primer conjunto de interrogantes- vemos que estas tres variables (espacialidad, escenificidad y funcionalidad) adquieren sentido dinámico en una dimensión estructural dentro del sistema urbano. Aquí se sitúa el barrio como insumo de la reproducción necesaria de las clases trabajadoras, resultado de la división del trabajo y de la distribución desigual de la urbanización, en oposición a los espacios centrales de las ciudades, apropiados por las clases dominantes. Este carácter estructural-dinámico de lo barrial se podría sintetizar con el término segregacionalidad, con el que apuntamos al barrio como consecuencia de la lucha de clases en el ámbito de la reproducción social referenciada en el espacio, y que antes habíamos resumido en lo que llamamos el primer contexto denotativo del significado de barrio. Se asocia al sentido paradójico de ser aquellas partes de la ciudad que más atractivas se tornan para las masas -que forman la fuerza de trabajo efectivo o en reserva- en la misma medida que se deterioran sus condiciones materiales. Este proceso conforma el fenómeno de pobreza y exclusión urbana, que se distingue de la rural en cuanto a sus ventajas comparativas, por la cercanía relativa con los satisfactores de consumos colectivos que, en la ciudad, resultan al menos reivindicables. El barrio juega, entonces, el papel de indicador espacial y variable dependiente de la diferenciación social y la lucha de clases.

En el contexto de un segundo conjunto de interrogantes -que apuntan a establecer si el barrio es algo específico-, ubicamos lo que podemos llamar intersticialidad de lo barrial, como espacio en el que confluyen lo público y lo privado y desde donde emerge lo popular. Desde su mismo surgimiento, el barrio se distingue del espacio urbano general destinado a los centros y monumentos religiosos y estatales, pero no se reduce al espacio doméstico, que en la Modernidad se constituirá en paradigma de lo privado. Lo barrial abarcará el espacio de la interacción primaria, tanto pública como doméstica, en oposición a los espacios de la monumentalidad oficial.

Luego, apuntamos a las relaciones de inclusividad de lo barrial, como parte de un todo. Esto pone en consideración las diferentes relaciones de lo barrial con escenarios y nociones de totalidad que lo abarcan, como la ciudad y la sociedad "mayor". El paradigma de la modernidad gesta la ponderación de determinados valores que actúan como ejes de diferenciación entre los lugares centrales y las partes barriales. La idea de centralidad de lo urbano va pareja a la de perifericidad de lo barrial. La idea de "barrio bajo" pre-moderno es el resultado de esta diferenciación: parte de la ciudad que queda por debajo o al margen de lo moderno-urbano y marcado principalmente por su carácter "caótico" y "marginal". Desde aquí se constituye también la necesidad de la "integración" de las partes disfuncionales o "patológicas", a las que la noción de movilidad social da aliento, referenciándose en los diferentes tipos de barrios. Se establecen, entonces, las posibilidades de cambio o adaptación a los modos de vida centralmente concebidos como urbanos. Y esto se verifica en la teoría y en la asunción de los actores, como se constata con el lema de la relación entre el barrio reivindicado y la villa. Sin embargo, no debemos olvidar la atribución de centralidad al barrio cuando se lo confronta con la parte negra de la ciudad. El barrio mismo actuaría como una problematización del componente totalizador de la ciudad.

En el tercer grupo de interrogantes -que apuntan a las relaciones entre distintos tipos de barrios-, se sitúan las diversidades barriales, tanto en la dimensión sincrónica como histórica. Aquí se plantean tres variables, relacionadas entre sí: la identidad, la segmentalidad y la tipicidad.

La identidad social referenciada en distintos barrios es lo que definimos cuando los actores y grupos sociales adscriben a identificarse y hasta a "pertenecer" a determinados barrios, lo que a veces se ha traducido en índices de satisfacción, lealtad o apego al barrio. La adscripción a un barrio concreto funciona como marca de distinción social y llega a condicionar las conductas colectivas. La hipótesis dice que la identidad barrial actúa como variable independiente en los casos de una misma condición socio-económica de los barrios. Esto implica que las identidades deberán ser permanentemente verificadas y no supuestas de acuerdo con marcas externas a las significaciones dadas por los actores.

La segmentalidad es la particularidad que tienen los barrios de incluir en su interior a sectores de identidades heterogéneas, sin perder la relación de unidad dentro de la misma identidad barrial. Por ejemplo, el funcionamiento interno de grupos sociales como las barritas callejeras.

La tipicidad es la atribución de categorizaciones genéricas, dicotómicas y estereotipadas sobre determinadas identidades barriales o de los grupos "pertenecientes" a un barrio. Por ejemplo, el carácter de clase de barrios determinados y sus problemáticas específicas, o el carácter marginal respecto a ciertos consumos urbanos, que se esgrimen como estereotipos de "partes negras" de la trama urbana, como las villas miseria. Aquí se incluyen los ghettos y los barrios bajos del urbanismo clásico, distintos a la media de la parte "normal" de la ciudad. En el imaginario y en ciertas producciones académicas (culturalistas, marginalistas), las tipificaciones y verdaderas estigmatizaciones barriales funcionan como variables independientes, condicionando comportamientos, y como "causas" o "soluciones ideológicas" de ciertas problemáticas urbanas que, en realidad, produjeron como resultado que no se tomara conciencia de las determinaciones reales de esos problemas. Según nuestra hipótesis, por un lado lo 'negro' de ciertas partes de la ciudad es trascendente aún a lo barrial, ya que abarca lo villero (como su referente) y lo barrial, y, por el otro, que una de las funciones cumplidas por la identidad barrial es servir tanto para la construcción de identidades asumidas como propias (el nosotros), como para las estigmatizaciones (los otros), independientemente del carácter físico-social de las unidades espaciales, lo que explicaba que lo que denominamos negritud2 pudiera extenderse tanto a la villa miseria como al barrio de monobloques, o aún en el barrio 'histórico'. Por último, en ocasiones, la identidad referenciada en la villa miseria podía parangonarse con la identidad de los barrios típicos y con lo que denominamos defensa de la 'blancura' barrial, cuando los residentes defienden al barrio estigmatizado.

Finalmente, dentro del cuarto conjunto de interrogantes -sobre cuáles son los valores asociados a lo barrial-, ubicamos las variables siguientes, que en general refieren al carácter no exclusivamente espacial de lo barrial, sino a sus aspectos significacionales y simbólicos.

Hablamos de la capacidad de lo barrial para construir y ser construido por el imaginario social, lo que podríamos llamar la imaginalidad de lo barrial. De acuerdo con esta variable, el barrio adquiere la función de ser un referente de una representación, de una imagen sostenida por actores. Junto a su carácter físico-espacial pasa a ser un conjunto de rasgos, atributos, signos ubicables en la esfera ideológico-simbólica y ligada a la relación entre esas imagenes y las ocupaciones del espacio barrial concreto. En términos históricos se puede colocar en las imágenes clánicas, fratriales, gremiales y de clase social, según las épocas. La relación contrastante entre las marcas urbanas de lo barrial y las vivencias barriales, se manifiesta en el desfasaje entre las unidades administrativas, circunscripcionales y distritales y los barrios concretos vividos por los vecinos. Y la imaginalidad también tiene importancia en la reivindicación de lo barrial como utopía o aspiración, en contraste con las condiciones y calidad de vida, aspectos ponderados tanto en las ideologías cotidianas como por la visión humanista de arquitectos y urbanistas.

Se había establecido que un sentido connotativo de lo barrial lo situaba como ideal de vida comunitaria, humana y digna dentro de la totalidad urbana, sobre la base de la interaccionalidad primaria entre sus habitantes. La denominación más recurrente de esta variable es relaciones o redes de vecindad. Aquí se apunta a la potencialidad que tiene la noción de barrio para ser en sí misma idealizada, como un ideal de vida proyectado tanto en el pasado como en el futuro. Se refiere esta variable al grado de idealidad que el barrio adquiere cuando esas relaciones cara a cara se toman como modelo de vida comunitario, solidario y paradójicamente pre-urbano, tomado como opuesto y alternativo al mundo moderno-urbano, heterogéneo y complejo. En paralelo a esta variable, se adjuntan los conceptos de apego, lealtad, satisfacción y participación comunitarias. Y se asocian con las imágenes de orden, integración y cohesión por un lado y desorganización, anomia, caos y desvío, por el otro, que en el barrio adquieren perfiles distintivos para uno u otro, y que se desarrolla teóricamente en plenitud en lo que llamamos teoría del slum, con su proyección hacia distintas realidades.

Dentro del conjunto de variables asociadas a la capacidad de lo barrial para ser representativo o sustituto de valores, debemos incluir, entonces, lo que -para continuar con los neologismos- podríamos llamar simbolicidad de lo barrial. Es su potencia para simbolizar, en términos de ser 'usado' para referir a 'otras cosas'. Los valores así construidos ideológicamente por los actores en situación tienen en el barrio su referente socio-espacial, que se refleja en la producción de sentido del imaginario urbano, con representaciones no sólo no coincidentes con las marcas físicas sino hasta contradictorias. La gama va desde el nivel más adherido a lo empírico hasta valoraciones menos neutrales; desde meras condiciones hasta valores propiamente dichos. Entre los valores más recurrentes simbolizados por el barrio tenemos el ideal de la vida urbana digna, de relaciones comunitarias, afectivamente positivas y propias de identidades sociales particulares, capaces de condicionar los comportamientos sociales; y cuando el barrio emerge como símbolo de las bases populares, de cohesión e integración social, de orden, inocencia, tradición, autenticidad y pertenencia, pero también degradación 'popular'. El barrio mismo aparece como un valor principal cuando sirve de eje de distinción por encima de otros signos atributivos, como es el caso de los hinchas de fútbol, las patotas barriales y los militantes políticos, condensándonse de modo más específico en la figura del muchacho de barrio. De la misma manera, una de las preguntas que se relacionan estrechamente con la dimensión simbólica de lo barrial está referida a la necesaria relación entre el tiempo cronológico de situaciones y actores y la dimensión simbólico-temporal. Así como Lynch preguntaba ¿de qué tiempo es ese lugar? nosotros podemos plantear a qué tiempo remiten las imágenes del espacio barrial. Y lo visto hasta ahora nos muestra la afinidad de la noción de barrio con la reivindicación o rescate de una vida pasada, perdida y añorada, como un valor constructor de una identidad nostalgiosa.

Esta trascendencia simbólica de lo barrial, como valor en sí mismo, compartido por distintos grupos sociales, podría plantear la posibilidad de constituirse en cultura, entendida como sistema de representaciones y prácticas compartidas socialmente en torno a valores distintivos. Potencialidad a la que vamos a llamar culturicidad de lo barrial. Aquí caben dos cuestiones, tocadas por algunos de los modelos teóricos: el tema de la preminencia causal de una especificidad cultural, planteada como una continuidad histórica entre los lugares de origen de grupos sociales no urbanos, que "explicarían" sus comportamientos distintivos en la ciudad; y el tema de lo barrial, o la cultura barrial, como una forma de vida que determina los modos de comportarse socialmente. Como se dijo, la exclusión de la modernidad se produce en los barrios socialmente "bajos", los que son presentados por esa misma modernidad como ejemplos de sus propios márgenes morales, como culturas, explicables por sí mismas, autocontenidas, y no como un resultado histórico, determinado por causas estructurales.

Desde su consideración como parte del espacio a racionalizar por medio de la renovación urbana (Le Corbusier) y como muestra segregada del espacio determinado por la estructura económica (Engels), hoy acordamos que "La mayoría de los estudios sobre la vida en el barrio reducen este a espacio de la reproducción, de lo familiar y lo doméstico, negándose así a ver el barrio como espacio del reconocimiento y constitución de identidades sociales", como dice Martín-Barbero (1991).

De aquí la necesidad de establecer con este estudio las bases de una posible discusión teórica acerca de lo barrial con cierta especificidad que lo sitúe más allá de simple escenario donde 'acontecen cosas', y más allá de su carácter universal dentro de las realidades urbanas.

Lo barrial representa un escenario de cotidianidad conflictiva, a partir de ser un entramado de significados, no de un conflicto obligadamente notorio. Y en cuanto al valor de su determinismo, no establecemos de antemano que el barrio sea el guionista de esa determinación sino sólo un actor en esa trama histórica que componen las ciudades de hoy, vividas desde lo barrial y, por lo tanto, sufridas, queridas, peleadas, reproducidas y transformadas como la sociedad misma.

Veamos de qué manera nos puede servir este modelo o conjunto de variables para el trabajo con las ciudades intermedias.

Hacia los barrios de la ciudad intermedia

El Proyecto de Investigación y Gestión se denomina Imaginario social urbano y calidad de vida, procesos de comunicación, identidad y cultura con referente en el espacio urbano-barrial; casos de ciudades intermedias3 . Su objetivo central es, mediante una metodología antropológica, investigar el imaginario social de los vecinos residentes en las ciudades bonaerenses de Olavarría y Tandil, para facilitar la aplicación de un proyecto de mejoramiento de la calidad de vida urbana. Su fundamento es que la retirada, de parte del Estado de Bienestar, de la provisión y control de consumos colectivos urbanos, ha profundizado la crisis estructural de las ciudades y la cuestión de la calidad de vida adquiere un lugar importante en la agenda urbana y las reivindicaciones sociales, para lo cual es primordial saber cómo el productor y consumidor de la ciudad la imagina diariamente y construye identidades en torno al espacio urbano (Gravano 1994).

Investigar el imaginario urbano implica registrar el sistema de imágenes que un conjunto de actores sociales construye y mediante las cuales vive la ciudad además de vivir en ella. Pero un imaginario no se produce y/o reproduce fuera de relaciones contextuales e históricas que son las que asignan significados y sentidos a cada imagen y a cada representación.

Por tal razón es que colocamos este objeto en relación al proceso de crisis y reconversión de la vida urbana actual, al que abordamos de acuerdo con la hipótesis de trabajo de la crisis y fragmentación social implosiva de las ciudades intermedias que habían edificado en las últimas décadas un mito de "crisol social", principalmente en el contexto del desempleo creciente y de la privatización de servicios públicos y consumos colectivos, que dejan a los distintos actores de la ciudad librados a procesos de autogestión, clientelismo e intemperie social inéditos.

El ajuste en dominó

Son tiempos de crisis endémica y de bajada del ajuste hasta este tipo de ciudades y a sus barrios de la misma forma que cuando se voltean en serie las piezas del dominó, desde las instancias internacional, nacional, provincial y municipal, con el traslado de sus consecuencias a la población en forma desigual. Dentro del contexto regresivo de la privatización creciente del espacio publico, la política imperante establece que, como los satisfactores de los servicios se han privatizado, el propósito de la rentabilidad se proyecta a las zonas de la ciudad, generando así procesos de exclusión social respecto a los consumos colectivos urbanos y, por ende, del valor de uso de la ciudad misma como un componente central de la reproducción material y social.

Se niega así el valor funcional de la ciudad como un consumo social que garantice, en un Estado moderno, la vida digna de la totalidad de sus ciudadanos. En consecuencia, se instituye, la fragmentación social de la ciudad real y de su imaginario, o conjunto de imágenes tejidas colectivamente por los distintos actores sociales.

Inclusión fragmentada o la ciudad y sus manchas

La heterogeneidad socio-espacial dentro de la ciudad media se verifica mediante las siguientes variantes: 1. la expansión de la ciudad por medio de los barrios, 2. la diversidad social en el seno de cada unidad barrial, 3. la desigualdad de provisión de los barrios y 4. la estigmatización de partes barriales de la ciudad. Subyacente a estas formas 'horizontales' de manifestar en el espacio la diversidad, incluimos (5.) la fragmentación producida en el imaginario por el eje diacrónico (el palimpsesto).

Como es sabido, la idea de comunidad muchas veces se asocia a lo barrial y, por lo tanto, a lo expansivo de la urbanización, pero se distancia de la idea de pertenencia a la identidad urbana, ya que queda asociada a la "llegada de gente de afuera", que es la que lleva a cabo la operación de "desparramar" la ciudad. La ciudad que crece mediante sus barrios también potencia, de esta manera, procesos de integración/desintegración que se manifiestan en otras variantes, como la desigualdad de provisiones estructurales y la estigmatización de estos barrios, que constituyen la forma en que, por ejemplo, Olavarría adquiere hoy la imagen de una ciudad que ya no crece para arriba -como se ensoñaba el mito desarrollista- sino hacia los costados, tornando no segura en realidad la constitución de una identidad que incluya o no estas nuevas realidades.

Suele decirse que en la ciudad de Olavarría, por ejemplo, conviven en los mismos espacios barriales distintos sectores sociales (Sarlingo 1993). Esto relaciona el carácter unitario de la identidad de la ciudad en relación con la imagen de crisol social con que se la concibe desde el imaginario social. En efecto, se hace difícil hablar, en estos términos, de barrios "bajos", o netamente "obreros", o "residenciales". "En una misma cuadra pueden encontrarse manifestaciones urbanas de todo el espectro social, sin sectorizarse ni zonificarse. La consecuencia de esto se condensa en el drama de una convivencia barrial y en instituciones sociales, deportivas y culturales, entre las familias de los gerentes de las grandes empresas expulsoras de mano de obra y los obreros desempleados (que esos mismos gerentes han despedido) y actuales. La problemática concreta se torna así en específica de una ciudad intermedia, pues esta situación no se da en otro tipo de realidades urbanas" (Gravano 1996). Empero, se hace difícil concebir que esta convivencia sea capaz de sortear las contradicciones producidas por toda urbanización capitalista en torno a la estructura de apropiación desigual del espacio de la ciudad.

La desigualdad en los consumos de la ciudad por el ajuste también explica el fenómeno de la heterogeneidad, representada por las asimetrías de imágenes respecto a ciertos barrios de la ciudad. Abarca desde barrios para clase media bien provistos hasta otros de viviendas "económicas" sin esas provisiones básicas. El principio es que se acepta desde los municipios que la ciudad, finalmente, es "para el que pueda pagarla", aún en sus partes eminentemente públicas (Gravano 1996). Dijimos que la consecuencia práctica de esto es el proceso de exclusión implosiva y creciente de una parte de la población de aquellos consumos o de la calidad de consumos que otras partes gozan. Para Olavarría y Tandil esta reconversión de las relaciones urbanas tiene importancia por el hecho de no ser patrimonio de estas ciudades la imagen de la zona marginal al estilo villas miseria, tan común en las regiones metropolitanas u otros contextos urbanos. No es casual que hoy se refloten invocaciones a nuevas aglutinaciones barriales, en pro de una asunción autogestiva de quienes, ante la crisis, son convocados a arreglárselas por su cuenta o pagar para usar su ciudad, la que les fuera ofrecida -por el imaginario oficial- como pletórica de posibilidades, trabajo y futuro.

Paulatinamente, esos barrios pobres -e incluso algunos de los medios- terminan apareciendo en el imaginario como manchas. En efecto, a pesar de faltar el referente empírico (las villas miseria) las imágenes de manchas negras urbanas aparecen en el imaginario urbano de Olavarría mediante la estigmatización de ciertos barrios de vivienda social, creados a partir de la cobertura estatal de ese consumo (ver Leiro 1996, Gravano 1994a)4 . Los flujos de significación (identidades sociales, culturales y comunicacionales) de la ciudad intermedia (los relatos, los rumores, los símbolos, las imágenes), su imaginario social urbano, circulan y se distribuyen de acuerdo con el mapa de los espacios distintivos categorizados como distintos (inferiores, estigmatizados), los que son considerados desde el sentido común como "malos ambientes" de la ciudad, construidos desde el sentido hegemónico con que se pretende concebir a la ciudad paradójicamente como una unidad acrisoladora de las diferencias. (mito del crisol social reflejado en el barrio, punto 2.). Y estas manchas están esparcidas tanto en la periferia de la ciudad como en la ciudad interior, lo que extendería -en todo caso- el significado de 'periferia' al centro. Parecería incluso que la variable independiente fuera la de la representación-mancha en el imaginario, más que la de los "hechos" reales. Se produce un mapa mental de la ciudad en donde estos lunares urbanos sirven de chivos expiatorios de los problemas que hoy atraviesa la ciudad, principalmente el de la inseguridad.

En el trabajo Palimpsesto urbano (Gravano 1996a), tratamos de mostrar de qué manera, estas distinciones dentro del imaginario sincrónico son también el resultado de la superposición y entramado diacrónico de imágenes sobre la ciudad, al que denominamos palimpsesto de la inclusión fragmentada. Desde los tiempos de la fundación, la ciudad material de Olavarría se fue construyendo sobre la base de imágenes simbólicas que condensaban ideas fuerza dominantes, que no han desaparecido del imaginario y hoy se las puede encontrar en la forma de huellas latentes, pero con capacidad para generar procesos ideológicos. Estas imágenes superpuestas ("ciudades superpuestas" enunció Sarlingo), se edifican sobre la base de idealizaciones, sustancializaciones y deshistorizaciones propias de procesos de mitización correspondientes al fenómeno de constitución de ciudades.

"Cada imagen parece haberse transformado en una huella que se ofrece al tiempo para fijarle su forma y a cada imagen posterior para adecuarla a la lucha por los significados, en donde la ciudad parece ser escenario y protagonista a la vez, fondo y figura, pasado y presente, vestigio y textura apta para la sobreimpresión, como un palimpsesto de re-escrituras permanentes" (Gravano 1996b).

Se instituye la fragmentación de la ciudad real y de su imaginario, o conjunto de imágenes tejidas colectivamente por los distintos actores sociales. La ciudad se fragmenta así en una serie de entrecruces y paradojas, donde la imagen del cemento no alcanza para dignificar aquellos lunares, y donde la imagen de la frontera civilizatoria parece re-emerger al servir para construir recintos donde los otros nuevamente son utilizados para "explicar" los males propios -mientras los líderes añoran el pasado5 -. Así como el olvido de lo indígena de "ayer" sigue estando presente (tácito o latente) hoy en el imaginario necesario para la hegemonía contemporánea6 , el palimpsesto resultante se constituiría en una fértil herramienta para la construcción imaginaria de los excluidos de hoy, como necesarios para solucionar ideológicamente (mediante su estigmatización) las contradicciones estructurales de la ciudad en crisis.

Lo barrial como variable

En la ciudad intermedia, lo barrial constituiría uno de los modos mediante los cuales se vive la ciudad no sólo a nivel de las vivencias individuales y grupales -quien más, quien menos, se crió en un barrio-, sino también a nivel de la construcción de la imagen de la ciudad misma, en las cinco formas que hemos indicado recién, producidas por el contexto de crisis: la expansión de la ciudad por medio de los barrios, la diversidad-unidad social en el seno de cada unidad barrial, la desigualdad de provisión de los barrios, la estigmatización de partes barriales de la ciudad, y la fragmentación producida en el imaginario por el eje diacrónico, el palimpsesto.

¿En cuál de las variables del modelo aproximativo deberemos ampararnos para obtener mayores posibilidades de interpretar en profundidad la vida urbana vivida en las ciudades intermedias? La conciencia de la espacialidad aporta aspectos tangibles y físicos que resultan básicos para establecer una relación con la planificación urbana y la estructuración de los consumos de infraestructura, además de constituir el referente obligado de las variables de significación e identidad.

La escenificidad social importa para distinguir la problemática urbana que objetiva y obligadamente debe ser registrada dentro de las indagaciones sobre el imaginario, manteniendo la distancia respecto a la asunción de ver el barrio sólo como un continente "sin actores"7 .

Lo mismo ocurre con la funcionalidad estructural (el para qué específico de la ciudad y sus partes) en función del sistema urbano, incluyendo dentro de éste las áreas rurales, semiurbanas y otras ciudades.

La segregacionalidad vimos que adquiere valor no sólo como consecuencia del modo desigual de apropiación del espacio sino como parte del imaginario necesario para renovar la hegemonía que la ciudad misma pone en cuestión, cuando crece desde sus barrios al mismo tiempo que los desarma como satisfactores de consumos necesarios.

La intersticialidad es lo que se pone en juego cuando esos consumos modernos se colocan al mejor postor en función de la "demanda solvente anticipada" (Castells 1974), que termina segregando en la ciudad barrios a la intemperie de la provisión de insumos que sólo desde la esfera privada podrán lograrse (el sálvese quien pueda hacia los barrios), derivando en forma desigual el surgimiento de alternativas movimientistas desde los barrios. Esta línea puede detectar usos del espacio barrial y urbano de tipo informal, en oposición o paralelo con la espacialidad oficial, lo mismo que hacia procesos de terciarización del espacio público (venta callejera de servicios varios, desde el sexo hasta las drogas, pasando por la corrupción policial y funcionarial).

La inclusividad resulta clave para situar la relación entre los barrios como partes y la ciudad como unidad totalizadora, dentro de la cual se definen instancias de centro-periferia no coincidentes obligadamente con el referente espacial y funcional. Es en el imaginario (la ciudad vivida) donde encontramos un punto de articulación o diferenciación que finalmente incide en los actos que señalamos recién, cuando los actores se movilizan con reivindicación tanto de la unidad barrial como ciudadana a secas.

La importancia de la identidad, en conjunto con la segmentalidad y la tipicidad, apuntan a diseñar el mapa de las pertenencias urbano-barriales, básicas tanto para el diagnóstico de eventuales reformas como para la generación de alternativas de mejora desde los mismos actores. Pero aquí es crucial bucear en el alcance de la asunción del crisol barrial citado más arriba, no tanto en términos de verdad sino de arraigo en el imaginario. El barrio como marca de distinción puede perder eficiacia en determinadas situaciones y adquirir un valor determinante para el caso de la tipicidad estigmatizada de las manchas.

La línea misma por la que se ha optado en este tipo de indagación impone que las variables más relevantes sean las que apunten centralmente hacia el imaginario como objeto de estudio e insumo de construcción de propuestas de mejoramiento de la calidad de vida definida desde el seno de dichas realidades contradictorias, en un enfoque dialéctico y articulador de lo local (barrial) y lo universal (urbano), sin caer en idealizaciones vecinalistas ni totalizaciones abstractas y centralistas.

La capacidad de producir un horizonte simbólico en relación con prácticas y representaciones con lo barrial como paradigma variable debe aportar a la profundización de los procesos de construcción y reconversión de la vida urbana, entramada en las determinaciones globales y los escenarios locales, con un guión histórico no escrito más que en sus desafíos teóricos y prácticos.

Bibliografía

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NOTAS

1 Para la identidad de los barrios más "viejos" y típicos de Buenos Aires, asume un rol determinante la juventud, representada por la barrita de barrio, que funciona como lo que establecemos como motor de la producción ideológica de la identidad barrial. Nos detuvimos en la identidad barrial de los jóvenes, como un actor de importancia específica, porque en ellos se depositaría toda la carga negativa de los valores de lo barrial, en forma paradójica, ya que serían ellos mismos los encargados de reproducir esos mismos valores. De la misma manera, hemos realizado otro trabajo empírico intensivo en un complejo habitacional "moderno", lindero con el barrio "viejo", que también juega el rol de lo anti barrial para el modelo de identidad del barrio tradicional. Ese estudio fue titulado El "anti-barrio": valor de la imagen histórica del espacio urbano en la construcción de la identidad barrial de un complejo habitacional. Aquí, el barrio mismo resulta ser un consumo colectivo, de provisión estatal. Se focaliza la atención en el proceso de construcción de una identidad social referenciada en el mismo espacio barrial y también se focaliza luego la atención en los jóvenes del barrio.

2 Gravano 1994 y 1996.

3 Está radicado en las Facultades de Ciencias Sociales y Ciencias Humanas de la Universidad del Centro de la Provincia de Buenos Aires. Se realiza como parte del dictado de la materia Antropología Urbana y Comunicación Masiva y Cultura Popular en las carreras de Antropología Social y Comunicación Social, y de Antropología Social y Cultural en las carreras de Trabajo Social, Educación Inicial e Historia.

4 El mismo proceso hemos constatado en el seno de un consumo cultural específico de los jóvenes (la disco), emblematizada como el lugar donde "no existe discriminación" (al contrario de lo que ocurre en los sitios similares de zonas metropolitanas), actualizando la idea del crisol social, pero que en su interior reproduce -en forma de sub-territorios- la fragmentación del imaginario urbano general (ver Zamora 1996).

5 En el trabajo de Silvia Boggi, de nuestro proyecto, se demuestra cómo los líderes de la ciudad visualizan a la ciudad deshistorizando una imagen nostalgiosa de la misma (Boggi 1996).

6 Hoy en la ciudad de Olavarría se celebra el "Día del Indio" y se realizan homenajes oficiales a Cipriano Catriel, con quien parecería intentarse la reivindicación residual de los indios. Sin embargo, no debe olvidarse que siempre Catriel fue considerado un "indio amigo" de los blancos, que hasta llegó a luchar contra sus hermanos "alzados".

7 Este conjunto de variables (espacialidad, escenificidad, funcionalidad) son básicas para entablar diálogo con asunciones profesionales 'duras' y meramente técnicas de considerar lo urbano, que sólo lo ponderan en su aspecto 'positivo'. Personalmente nos ha pasado con arquitectos, trabajadores sociales, planificadores y funcionarios.

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