V Congreso de Antropologia Social

La Plata - Argentina

Julio-Agosto 1997

Ponencias publicadas por el Equipo NAyA
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V CONGRESO ARGENTINO DE ANTROPOLOGIA SOCIAL
La Plata, 29 de julio al 1 de agosto de 1997
Mesa: ANTROPOLOGIA Y GENERO

¿POR QUE MIRAN TALK SHOWS LAS MUJERES?

Expositora: Lic. CLAUDIA NORA LAUDANO

Facultad de Periodismo y Comunicación Social. UNLP

T.E: (021) 22-2500

E-mail: laudano@isis.unlp.edu.ar

¿Por qué miran talk shows las mujeres?

Lic. Claudia Laudano1

Aún cuando los reality shows constituyen una característica de la televisión argentina de los '90 es preciso enmarcar -sin dejar de puntualizar las especificidades de cada caso- el éxito de sus fórmulas en una perspectiva industrial de mayor alcance2 . En algunos casos, producciones extranjeras dentro de la variante talk show como El Show de Cristina (primero por cable y luego en televisión abierta) y más recientes como Quién sabe dónde o Sin Fronteras con María Laria (ambos españoles y localizables en distintos menúes de cable), abrieron el abanico de posibilidades a una modalidad televisiva con pautas propias. Mientras tanto, en el rastreo de las matrices históricas locales, el célebre ciclo Yo me quiero casar (de Roberto Galán) y el radiofónico Te escucho (de Luisa Delfino), suelen figurar dentro de los fundantes de la colección autóctona.

Si algo puede resultar paradójico en este fin de siglo es, precisamente, que en tiempos de globalización y reino de la cultura mediatizada se celebre con tanto entusiasmo la exposición televisiva de la intimidad sin tapujos -reordenando las tradicionales distinciones entre lo público y lo privado- así como el protagonismo del hombre y la mujer "comunes". De este modo, desfilan por los estudios de los canales toda una gama testimonial de penurias -y, por cierto, también algunas felicidades- que podrían sorprender por su tono escandaloso y exacerbado hasta al más recatado/a espectador/a. En suma, la vergüenza y el pudor que pretendidamente intentaron regir las vidas del siglo XIX, a escasos años del nuevo milenio retozan gozosos como arcaísmos de la intimidad, que entre gritos y susurros abre la alcoba y se despliega impúdica frente a la deseosa mirada ajena.

Estos shows de la realidad, al decir de Beatriz Sarlo (1994), conjugan de manera armoniosa cuatro rasgos básicos de la neotelevisión: el registro directo, la presentación de un drama de la vida cotidiana en todo su esplendor, la creencia de los/las protagonistas en factores tales como la accesibilidad y la seguridad de la institución televisiva frente a otras (desprestigiadas o inaccesibles) y el fuerte imaginario igualitarista. De mi parte, añadiría un quinto elemento: la plena convicción del acto consagratorio que significa aparecer en pantalla, acorde a la sentencia según la cual para "existir" es preciso cada vez más mostrarse.

Causa Común y Sin Vueltas: ¿La causa de las mujeres?

Las líneas que sintetizo a continuación forman parte de una investigación realizada durante 1995-1996 con especial interés en aquellos programas de la tarde que estaban desplazando de la grilla televisiva a los tradicionales "programas femeninos" en los canales de aire. De ese modo, el trabajo se basó en Causa Común (conducido por María Laura Santillán a las 16 hs. por el Trece) y Sin Vueltas (a cargo de Lía Salgado a las 18 hs, por América)3 .

El esquema topográfico básico de estos talk shows está compuesto por un panel con las participantes que dan testimonio de sus miserias y/o delicias de la vida cotidiana y una tribuna integrada, en mayor medida, por mujeres, que preguntan, reprochan y escarban en la intimidad ajena. Suelen estar entremezcladas las voces autorizadas: preferentemente sicólogas y siquiatras y, en escasas oportunidades, abogados, trabajadoras sociales, u otras "especialistas". Una variante utilizada a veces elimina las tribunas e instaura un símil foro, con mujeres sentadas en el centro de la sala en forma circular pero separadas -a veces, enfrentadas- las testimoniantes del resto.

A diferencia de lo que ocurre con los talk shows en otras latitudes (El Show de Cristina, desde Miami; Sin Fronteras con María Laria, en España; Geraldo, Oprah Winfrey Show y Donahue,en EE.UU.), los programas no llevan el nombre de sus conductoras como marca explícita; no obstante, esto no los aleja del fenómeno de personalización de las emisiones, característica más que prototípica de la neotelevisión.

Una aclaración respecto de la conducción a cargo de mujeres. Si bien un aspecto de crítica constante de los Estudios de la Mujer referida a las producciones mediáticas ha sido la ausencia de mujeres en lugares de conducción (entre otros), cabe señalar que el simple hecho de su presencia no basta para postular una perspectiva de género en las producciones. Más bien, sugiero indagar en las diversas estrategias de abordaje de la vida cotidiana y las relaciones de poder que en ella se inscriben así como en lo que Jan Pettman denomina las políticas de la palabra y la representación4 .

Retomando lo planteado, entonces, la coordinación a cargo de una única conductora provoca, ente otras cosas, que a los pocos minutos de emisión ésta sea reiteradamente requerida por su nombre de parte de las presentes en el estudio. A su vez, el mismo recurso como modalidad exclusiva y excluyente de dirigirse hacia las integrantes de los paneles es empleado por la conductora. De aquéllas sólo conocemos sus nombres de pila, salvo que integren el grupo de las testimoniantes, a quienes se les agrega -a través de la sobreimpresión para los/las televidentes- datos comunes como estado civil, edad y cantidad de hijos. Esta constituye una primera estrategia de familiaridad, cercanía y construcción de lazos.

Al mismo tiempo, este modo particular de relacionarse es una estrategia para acortar las distancias con las telespectadoras: quienes están en casa, no están tan lejos; más aún, la ilusión de no mediación se ensaya de manera constante con un "nada nos separa". En segundo lugar, también hacia ellas hay modos específicos de dirigirse: verbalmente se las interpela para participar llamando por teléfono y contando su "caso" o dejando su mensaje si es que no quieren salir directamente al aire y, visualmente, con una serie de guiños y complicidades que van desde los primeros planos de la mirada fija a la cámara hasta una serie de gestos faciales y movimientos corporales, en general, altamente codificados. Respecto de la entonación efusiva y el uso sostenido de interjecciones, nunca más apropiado lo planteado por Bajtin (1982, p. 292), en tanto señala que "en la entonación la palabra se conecta con la vida. Y es en la entonación donde el hablante hace contacto con los oyentes: la entonación es social por excellence".

De manera recurrente nos estamos refiriendo a aquella productiva noción de función fática del lenguaje ensayada por Roman Jakobson hace ya unas cuantas décadas; sólo que perfeccionada en sus dispositivos de "conexión sicológica" merced a las exigencias del predominio finsecular del eje visual.

Por otra parte, la autorreferencialidad permanente es practicada como legitimación desesperada en respuesta a la competencia voraz propia de la industria televisiva y, además, como contrapartida a cierta desautorización que, desde círculos críticos, pone en duda la espontaneidad de las emisiones. Así se escucha decir: "acá no hay guión", "estamos en vivo: faltan tres minutos para las cuatro de la tarde", "acá, en los cuatro años que llevamos, hemos aprendido..." y cosas por el estilo. En suma, una programación que se muestra obstinadamente ya no sólo en sus fases técnicas (Eco, 1986) sino en su propio capital cultural acumulado.

¿Polifonía de voces?

La inclusión de una variedad de testimonios de mujeres "comunes y corrientes" (a veces, mechadas con voces masculinas), ha llevado a denominar a estas producciones constelaciones de voces (Munson, 1995). Sin embargo, desde mi perspectiva, esta ilusión de democratismo que indicaría que todos, o bien todas, podemos estar en pantalla de alguna manera, no anula la jerarquía de voces instituyente de las producciones televisivas.

Es así que, frente a las breves e interrumpidas intervenciones de las testimoniantes, inexorablemente se privilegia la voz del saber, la palabra autorizada. Sicóloga o siquiatra de turno son consultadas (impelidas en algunas ocasiones) a opinar sobre el caso, solicitándoseles abstracción, síntesis o conclusiones, al tiempo que el resto permanece en silencio por decisión propia o por expreso pedido de la coordinadora, quien acalla los fuegos cruzados entre las intervinientes. Como variante también suele ocurrir que una de las presentes en la tribuna inquisitorial -o bien, a modo de excepción, alguna de las testimoniantes- busque auxilio en la portavoz autorizada de turno.

El carácter polifónico de esta enunciación (en tanto, multiplicidad de voces que toman la palabra y amplitud equivalente de destinatarios/as implícitos/as o explícitos/as interpelados/as por ella), se estructura en niveles de jerarquía precisos5 : las voces de la experiencia y los saberes cotidianos; la palabra científica como última voz y la moderadora-coordinadora que, no sólo cita a la anterior sino que además tiene a su cargo el don de distribuir el acceso a la palabra dándola por turnos así como interrumpiéndola cuando lo considera preciso. Del mismo modo, puede prolongar una intervención en la búsqueda de un detalle grandilocuente o que eleve el relato a la categoría de único, espectacular; por tanto, cautivante.

Ese don como modalidad de regulación el poder de hablar y aparecer hablando en cámara, a veces, desemboca en una multitud de voces discutiendo, gritando o pidiendo la palabra para intervenir -mano levantada a la usanza escolar-, sin que importe demasiado el uso de los turnos conversacionales y el respeto por la palabra ajena. Estas imágenes de parloteo desenfrenado facilitan la circulación del antiguo prejuicio que caracteriza a las mujeres como charlatanas o enamoradas del chusmerío, y hasta pueden recibir el estímulo de la coordinadora (en varias ocasiones, María Laura Santillán en Causa Común), quien solicita el corte publicitario mirando a la cámara y anunciando -con los comentarios y gritos como música de fondo- que las mujeres resultan imposibles de callar.

En definitiva, estas escenas de "cotorreo" construidas merced a la participación altamente feminizada de las presentes en el estudio así como a las telespectadoras, se tornan funcionales al clima "vívido" de los programas, donde todo parece ocurrir y resolverse espontánea y naturalmente, aún a costa de reproducir estrategias de enunciación sexistas6 .

Aunque exceda los objetivos de este apartado, para finalizar deseo citar una elocuente frase del New York Times: "Hablar es barato, pero rentable". Tal el título de un artículo periodístico acerca de los talk shows aparecido el 22 de junio de 1992 que, partiendo de un dicho popular, alude tanto a los bajos costos de producción implicados como a las abultadas ganancias que la industria cultural obtiene con estos productos7 .

AMBIGÜEDAD, MEZCLA Y REVOLTURA EN LAS ESPECTADORAS

Frente a la inexistencia de investigaciones al respecto en nuestro país, indagué acerca las "lecturas" que algunas mujeres consumidoras hacían de estos programas así como en los intereses que los mismos despertaban. Entre setiembre y diciembre de 1996, realicé nueve entrevistas individuales de más de una hora de duración y dos grupales (con cuatro integrantes cada vez) a mujeres consumidoras de talk shows, residentes en mayor medida en las afueras de la ciudad de La Plata. Combiné criterios de edad (jóvenes, de mediana edad y mayores), ocupación (amas de casa -con y sin otros trabajos-, maestras, profesoras, al cuidado de niños, vendedoras de cosméticos, cocinera, trabajadoras en el servicio doméstico, estudiantes universitarias), relación de convivencia (solas, con amigas, pareja, madre y hermanas, con y sin hijos) y la propia consideración como consumidora de televisión (tanto en "gran escala" como en "pequeña"). Este último criterio permite de algún modo evitar que las respuestas sean sólo de mujeres que se autodenominan "fans", según Fiske (1987).

Sintetizo algunas de las tantas líneas resultantes de la investigación.

* Acerca de la imagen de sí mismas como consumidoras de televisión

Afirmaciones tan categóricas como:

"Yo no soy de ésas que se la pasan mirando televisión"; "La verdad que la televisión está prendida y yo no la miro"; "No sé si te va a servir lo que te decimos porque nosotras no miramos televisión"; "Prefiero hacer cosas más útiles (que mirar televisión)".

pueden analizarse desde la construcción de sí mismas que algunas mujeres realizan acorde con el prejuicio actual que pesa sobre el consumo de televisión como banal o estéril. Además, en algunos casos, es una anticipación a la posible crítica sobre sus desempeños como amas de casas, en tanto puede ser visto como incompatible o reñido en la dedicación de los tiempos con la práctica de ver TV (Incluso en los momentos de la conversación telefónica previa para pactar la entrevista en repetidas ocasiones se plantea la escasa utilidad que puede tener el testimonio porque aseguran que prácticamente "no ven televisión").

Con posterioridad, durante el tiempo de las entrevistas, el tema es retomado indefectiblemente, no queriendo ser clasificadas a la vez que descalificadas por algo que, según sus perspectivas, no realizan. Se vislumbra entonces una fuerte negativa hacia esa práctica y una postura defensiva para no ser "confundidas", como si se tratase de una adicción. A su vez, la posibilidad del disfrute es relegada por los criterios de utilidad y productividad, así como justificada de diversas maneras.

Sin embargo, otras afirmaciones indican mucho placer y ningún remordimiento:

"Me encanta mirar televisión y miro todo lo que puedo"; "Ojalá pasara el cable por acá enfrente para poder ver más canales"; "Me gusta mirar televisión y sobre todo saber sobre la vida de las artistas que me parece más interesante que la de la gente común: soy cholula"; "Intenté leer, pero no hay caso! Me aburre...En cambio, mirar televisión me apasiona"; "Cuando no tengo el televisor siento síndrome de abstinencia (en tono jocoso)".

Un aspecto curioso resulta lo elaborado en torno a la afirmación corriente según la cual "el televisor corta el diálogo". Paradójicamente se sostiene que enriquece el modo de ver y comprender a las personas; ya que la magia de la televisión reside en enseñar a observar no sólo, ni de manera prioritaria, lo que la gente dice sino lo que hace con sus movimientos y gestos.

Esta especificidad en torno a aspectos de la kinésica y proxémica del medio es contrastada con el predominio lingüístico de otro medio: la radio. Incluso se traza una disquisición generacional al respecto, según la cual las generaciones que se criaron con la televisión aprendieron a enfocar las cosas de una manera más global y, por ende, completa que aquéllos que sólo accedieron al consumo simbólico de la radio, quienes vendrían a ser unos semianalfabetos visuales.

Estas entrevistadas, no tienen ningún problema en denominarse "adictas" o bien "enamoradas" de la televisión en los casos extremos. No obstante, al preguntarles si se sienten o sintieron alguna vez juzgadas por ese consumo reconocen haber sido o ser molestadas aún hoy por familiares o amigos cercanos que no aprueban esa práctica. Los relatos de "las cargadas" hacen referencia a experiencias de treinta y pico de años atrás que, además de ser recordadas por ellas mismas, parecen estar presentes en el imaginario familiar que las mantiene vivas. Finalmente, mientras algunas dicen haber resuelto el conflicto en favor de seguir mirando sin más; a otras, les pesa fuertemente y se plantean estrategias variadas para reducir el tiempo de exposición, con mayor y menor éxito.

* Cautivadas por...

Las entrevistadas plantean en general una atracción hacia los talk shows (aunque, no bajo esa denominación): se les imponen en el palimpsesto televisivo diario y los reconocen, ya sea por sus nombres o el de sus conductoras/es. Sin embargo, son varios los aspectos que se señalan a la hora de explicar qué les atrae de esas programaciones: la familiaridad de los temas, los debates que se generan en torno a un tema o "caso" de actualidad, la puesta en escena de parte de la conductora, la exposición despiadada de los testimonios y las testimoniantes, entre otros.

Yendo al otro extremo de la cuestión, cabe puntualizar asimismo que quienes son fanáticas declaradas de algún programa específico no pueden comentar dónde radica el interés, aún luego de pensarlo durante unos minutos. En otros casos, manifiestan que algunas respuestas o "conclusiones" son sacadas en el momento mismo de decirlas en las entrevistas.

* Familiaridad con los dramas expuestos

Un aspecto mencionado con recurrencia dentro del conjunto de atractivos que presentan los talk shows es el desarrollo de temas de la vida cotidiana:

"Tratan problemas de relación...de cómo las personas se relacionan unas con otras y eso es lo básico"; "Lo mirábamos todos los días, desde que empezó, los programas sobre la pareja, los hijos, eh...el problema de si sos gorda, otro día flaca..." El mecanismo de identificación personal salta al primer plano y, en ciertas oportunidades, provoca lágrimas:

"Las cosas que tratan te pueden estar pasando a vos o a cualquiera...según los temas, claro".

"Yo he moqueado con testimonios de mucho dolor, sí".

"Uno nunca sabe cuándo le puede ocurrir algo así".

El agregado impactante a este relato podría ser que con cierta probabilidad el momento del drama o las dudas ya llegó y, a veces, es mantenido en secreto. Verlo y oírlo en la pantalla no significa lo mismo que tener que contárselo a alguien, por más cercano/a que sea.

Se resalta en estos casos la capacidad de aprender de los testimonios, sobre todo para prevenir situaciones que se consideran desagradables en el plano familiar o de pareja. A su vez, se remarca en varias ocasiones que mirando estos programas se puede descubrir que los problemas que "uno tiene no son sólo problemas personales sino que le pasan a otras personas también", cosa que alivia por supuesto el malestar interior aunque no lo solucione.

Llevando la cuestión al extremo, también sirve de consuelo al ver que a otras personas le ocurren cosas de mayor gravedad que a una misma:

"Además de que me entretiene -porque a mí dolor por la gente no me da-, yo veo que hay gente que le pasan cosas peores que a mí...y eso me conforma".

Los papeles educativos-preventivos, por un lado, y de descubrimiento de lo personal como parte de lo colectivo, por el otro.

Por otra parte, una cuestión de extraña lejanía se plantea en el caso de considerar que los temas que tratan son casi impensables:

"Haciendo zapping llegué a 'La mujer y el juego' y frente a lo que contaban vos decís: '¡Ay, Dios mío! ¡Qué cosas que existen!".

Reina el filón de exotismo de los dramas a la vez que lo pedagógico del asunto; ya que permite tomar contacto con un mundo distante, pero existente al fin!

Las jóvenes puntualizan de manera casi excluyente las temáticas que las involucran conforme a la etapa que están viviendo: crisis y enredos en las relaciones de pareja, desentendimientos por motivos varios con la familia (fundamentalmente con la madre), cuestiones de imagen corporal.

A su vez, agregan que ver estos programas junto a sus madres posibilitó en algún momento comenzar un diálogo sobre algún tema considerado tabú o difícil de abordar. Según sus puntos de vista, también en alguna ocasión fueron sus madres quienes las llamaron a ver el programa o parte del debate sobre alguna temática que deseaban plantear y no sabían aparentemente cómo empezar. En suma, "disparadores" para mejorar la comunicación familiar.

Un lugar menor ocupan otros temas referidos a "las problemáticas de la mujer" y su proyección como madres en el futuro enfrentándose con algún problema:

"Por ahí, el día de mañana yo tengo una hija de 14 años y puede llegar a quedar embarazada -como el tema del otro día (en C.C.)- y esperemos que no pase por las causas que dijeron ahí, no!".

Al mismo tiempo, las mujeres posicionándose a sí mismas como madres indican temas en calidad de "interesantes" vinculados a las relaciones con sus hijos, en especial, adolescentes. El "caso" Samantha y Natalia -dos jóvenes que aparecen en la escena mediática asociadas a la prostitución y adicción a drogas en círculos famosos- es mencionado en varias oportunidades por el asombro que produce la vida escandalosa de "estas chicas que apenas tienen 21 años, la edad de mis hijos!", aclarando de inmediato la distancia inconmensurable que las separa de ellos.

Otros proponen una manera selectiva de "engancharse" con los programas: sólo los miran cuando hay temas interesantes.

Mientras que el grupo de estudiantes de Periodismo rechaza la espectacularización que se hace de ciertos "casos" como el de Gabriela Osswald y la tenencia de su hija nacida en Canadá; el caso Cóppola convertido en "los disparates de Samantha y los pecados de las jóvenes", además manifiestan su disconformidad por la no resolución de ellos, como el caso María Soledad Morales.

Pero, no todo es tragedia en la vida de las personas y, además, algunas tampoco quieren verse todo el tiempo en esa situación:

"A mí también me gustó el programa donde las mujeres se encontraban con su primer amor...y fue lindísimo! (en Causa Común)"; "Yo me emocioné muchísimo con ése de los reencuentros" (respecto del mismo programa).

* De cholulismo y comicidad también viven las mujeres

Los temas clasificados como inútiles o estúpidos pueden de cualquier modo conservar a sus espectadoras pendientes por el hecho de encontrar diversión en ellos:

"El otro día daban en 'Causa Común' cómo disfrazar a los artistas y ése de útil no tiene nada, pero lo miro de cholula, para reírme un rato...nada más".

Así esbozan para sí mismas la categoría de cholulas frente al mundo del espectáculo:

"A mí me gusta igual mirarlo, aunque sea una idiotez",

y lo asocian con el mítico programa de Roberto Galán, que se encuentra dentro del repertorio de ciclos vistos en su momento porque "contaba historias de la gente".

La comicidad aparece si bien como situación excepcional aún en temas y situaciones reveladoras: una mujer de cuarenta años plantea los beneficios de la masturbación para las mujeres que no tienen pareja estable y, en una postura educativa, acompaña las palabras con los gestos que remiten a la liberación de energía como si saliera -con sonido incluido- por la zona de la entrepierna. El relato pormenorizado de la entrevistada da cuenta tanto del entusiasmo por espiar la escena como de la situación revivida en cámara.

* ¿Hay límites para ver o se puede espiar todo?

Si bien la primera impresión es que la curiosidad y el placer voyeurístico no tienen límites -en consonancia con lo que indican las posturas críticas al respecto-, de manera espontánea se plantean temas que les desagradan profundamente. Por lo general, parecen estar asociados con situaciones que no toleran pensar para sí mismas:

"El otro día había mujeres que estaban enamoradas del suegro! Me digo cómo puede ser, no?; "El de las mujeres que saben que sus maridos tienen amantes.. ¡Ah! ¡Ese lo cambié!".

En otras oportunidades, el rechazo puede ser generalizado hacia el ventilar intimidades acorde a la máxima popular que sentencia "no hay que ventilar los trapitos al sol". Esta parece estar muy presente cuando los casos testimoniados desbordan en escenas de falta de pudor y excesos de liviandad. Desde el estupor hasta la incomprensión se ensayan alternativas:

"Yo no sé, pero no me parece que sea para contar las cosas en público. ¡Ya bastante con el dolor que te causan!"; "A mí me alucina que vayan a contar ahí a treinta y tres millones de personas algo que tuvieron guardado durante veinte años!"; "¿No se dan cuenta que se lo están diciendo a toda la sociedad?".

Estas confesiones en la plaza pública audiovisual producen incertidumbre respecto de la veracidad de los hechos relatados, a tal punto de acarrear divisiones entre quienes creen fehacientemente en los testimonios que escuchan y ven; y, otras, que lo plantean como una farsa. Aún así, estas últimas sostienen que lo que se cuenta tiene la utilidad de "agendar" los temas privados, colocándolos al alcance de todos. De este modo, se desplaza la veracidad hacia lo relatado y pareciera, entonces, que no importa tanto si quien relata ha vivido esa experiencia o es un simple medio para darlo a conocer.

Entre quienes creen en los testimonios a secas se profundiza la sorpresa hasta llegar a cierta admiración por la valentía en la exposición, que las transforma en una suerte de heroínas:

"Yo me lo creo...como la gente va ahí y cuenta sus historias"; "¡Hay que tener mucho coraje para ir ahí (al programa) a pedir ayuda y que te vean!".

Mientras tanto, hay quienes hipotetizan acerca de un posible pago para que las mujeres se animen a dar la cara, lo que no invalida los testimonios sino que los torna "verosímiles", fundamentalmente porque coinciden con cosas que han vivido o bien saben que suceden a su alrededor.

Por otra parte, el repudio o rechazo a este desnudarse en público tiende a ser desde una identificación de la entrevistada con quien se expone en televisión:

"Por ahí se te puede reflejar un problema que podés haber tenido vos o que te pasa en ese momento, pero creo que eso lo tenés que solucionar vos...con ir y ventilarlo ahí abiertamente...no lo veo"; "Yo pienso que si sos realmente ubicada no vas a ir a ventilar tus intimidades en televisión"; "Yo no iría a ventilar mis problemas a un programa de televisión...¡Y mirá que los tengo, eh!".

* Una sicóloga por aquí, por favor...

Al iniciar el trabajo, sostenía como hipótesis que la presencia de la sicóloga resultaba atractiva. Escuchemos el abanico de testimonios recogidos al respecto. Desde quienes la necesitan:

"Lo que más me gusta es cuando interviene la sicóloga y trata de sacar una idea en claro, porque por ahí las opiniones de las mujeres son variadas (...) Para mí lo que ella dice es importantísimo! ¡Es ley!".

Esta joven revaloriza la palabra de la sicóloga por su saber específico frente al saber de "las comunes" (a quienes mucho no escucha), a la vez que espera sus consejos en calidad de utilidad obtenida después de un tiempo dedicado a mirar TV:

"...un provecho le tengo que sacar! Yo tomo esos consejitos".

Una mirada parecida tiene una ama de casa, quien entiende que a pesar de que los temas a veces se repiten, los testimonios de las mujeres cambian, así como la presencia de las sicólogas; con lo cual deduce que el programa en sí es otro, porque además las conclusiones que puede dar la sicóloga son distintas.

En la construcción opuesta se encuentran quienes no le dan valor a la palabra experta o la consideran prácticamente innecesaria. Un ama de casa dice al respecto:

"A otra gente por ahí le sirve, a mí no. Yo no le encuentro nada de nuevo a las sicólogas...nada que me enseñe...no es que yo sea una sabihonda, pero la conclusión que ella da yo ya la saqué en el desarrollo del programa".

Mientras tanto, quien participó en la tribuna de un programa opina, aún anticipando que puede ser tratada como ignorante por lo que dice, que no cree en los sicólogos ni en los siquiatras, a pesar de que su hermana es sicóloga. Especifica:

"Yo no creo que una persona de afuera te pueda llegar a solucionar los problemas".

Esta construcción es (auto)confirmada a partir de su experiencia de participar en vivo en el canal como integrante de la tribuna que pregunta:

"Esa vez, la sicóloga que estaba -que era bastante tarada, pobre! (sonrisa)- hablaba, con otros términos, pero en definitiva decía lo mismo que habíamos dicho nosotros. Entonces...no, no me interesa, no".

Una crítica diferente proviene de quien considera que las profesionales en cuestión tienen un lugar demasiado destacado dentro de las emisiones; ya que es quien cierra todo:

"Vendría a ocupar el lugar que antes tenía el cura".

No obstante asociar lo que dice la sicóloga con "la palabra santa": nuevas autoridades para sancionar sobre las vidas de las personas, se consideran interesantes las intervenciones puntuales de algunas profesionales claramente identificadas.

Otra perspectiva, en cambio, señala que las sicólogas actúan equivocadamente sólo cuando aconsejan; mientras que en otras oportunidades "trabajan" correctamente sobre lo que dicen las testimoniantes. Sin embargo, también puede ocurrir que las entrevistadas entablen discusiones desde sus casas con las profesionales, debido a una postura diferente frente a algún tema en particular:

"Sí. Yo me peleo con las sicólogas...no con todas, claro...ni todas las veces que lo veo (risas)".

En el caso de las estudiantes universitarias hay variadas construcciones discursivas en torno al papel de las sicólogas. Una de ellas opina que en cuarenta y cinco minutos de programa es una ilusión pensar que alguien puede "evaluar" a tantas personas desde su papel profesional, pero se contradice más tarde comentando que ella, quizá, llamaría al programa para dar su testimonio en relación a un tema específico que le pudiera estar pasando o para preguntarle algo a la sicóloga sobre ese mismo tema.

Por otra parte, se plantea asimismo que la sicóloga "no dice nada en concreto" frente a temas considerados "graves". Aquí se le está reclamando una intervención más definida, pero además en caso de pensar en la necesidad de una consulta se asegura la concurrencia en privado, y no "frente a miles de personas que lo estuvieran escuchando y juzgando".

* Acerca de la participación mediática y sus distintas posibilidades

Consultadas acerca de la posibilidad de participar en los programas, las entrevistadas se manifiestan rotundamente en contra; especialmente en el carácter de testimoniantes, aún antes de especificar temática alguna. Se plantean cuestiones de vergüenza y timidez, fundamentalmente.

En cambio, varias reconocen haber llamado por teléfono a los números ofrecidos en el transcurso de un programa de su interés para contar experiencias o bien, opinar sobre los temas. No obstante, el anonimato sigue siendo importante:

"Di mi segundo nombre, Haydeé, ... y lo sacaron al aire; la primera vez no, porque era muy tarde, casi sobre el final cuando llamé y no entró".

Entre quienes no se animan a llamar pero fantasean con la posibilidad de hacer alguna pregunta a las panelistas o la sicóloga, la figura del anonimato suele ser una exigencia innegociable:

"Llamaría pero por ahí no diría quién soy: 'Anónima, La Plata'. Sí, anónima ... y me gustaría que me atendieran y me contestaran bien, pero no creo que daría mi identidad".

Frente a la exhibición y la fama efímera que proporciona la escena mediática, se encuentra en el pedido de anonimato su contracara.

En cambio, otra entrevistada llamó sobre la hora de cierre y preguntó a la producción del programa Causa Común cómo seleccionaban a las participantes, tras lo cual dejó sus datos y dos meses más tarde fue llamada y aceptó, gustosa de intervenir en la tribuna de las que opinan y preguntan.

Apasionada por debatir y generar polémica con sus opiniones, a partir de esta intervención directa puntualiza que vivió "algo así como un antes y un después de aparecer en televisión": la fama de ser vista le llegó de varios lados y durante un tiempo largo; cosa que aún hoy la reconforta. Según esta experiencia, la espectacularización puede alcanzarnos a cualquiera de nosotros.

Una modalidad diferente toma el cariz de testigo presencial -por decirlo de algún modo- al plantear su negativa a ir a exponer o preguntar, pero en seguida añade:

"Si voy al programa me gustaría pero para estar más cerquita: para ver a las personas cuando hablan, para ver si se les notan los sentimientos, y demás ... detrás de las cámaras para ver las expresiones que hacen cuando hablan, las caritas, las manos, eso sí".

Da la sensación de querer borrar -o al menos acortar- la distancia mediática impuesta por la tecnología como única forma de contacto. A su vez, esta necesidad de cerciorarse de los niveles kinésicos y gestuales "in situ" simultáneamente a los aspectos lingüísticos, es decir a través del más antiguo pero certero de los contactos: el "cara a cara" (o una variedad en este caso), genera interrogantes. ¿Se trata de una falta de confianza en lo que se ve desde los hogares? ¿Es la mediación técnica la cuestionada? ¿No basta entonces con los primeros planos y la mirada a los ojos como dispositivos de contacto? ¿Cómo se ha desplazado la primacía exclusiva del registro lingüístico? Lejos de tener respuestas, sólo atino a afirmar que dicha declaración nos habla, sin duda, de un cierto registro de la opacidad de los hechos de la cultura audiovisual para quienes se ubican como televidentes. Y, a veces, parece que quieren dejar de serlo y fantasean con una ilusoria transparencia.

Bibliografía

Bajtin, Mijail. Estética de la creación verbal, Siglo XXI, México, 1982.

Eco, Umberto. "TV: La transparencia perdida" en La estrategia de la ilusión, Lumen/De la Flor, Buenos Aires, 1986.

Fiske, John. Television Culture, Routledge, London, 1987.

González Requena, Jesús. El discurso televisivo, Cátedra, Madrid, 1992.

Hermes, Joke. Reading Women´s Magazines, Polity Press, Cambridge, 1995.

Munson, Wayne. "Constellation of voices: How talkshows work" en Gail Dines and Jean Humez (eds.) Gender, race and class in media, Sage, London, 1995, pp. 367-376.

Sarlo, Beatriz. Escenas de la vida postmoderna, Ariel, Buenos Aires, 1994.

Telos. Cuadernos de Comunicación, Tecnología y Sociedad. Dossier "El protagonismo de la televerdad", n° 43, Madrid, setiembre-noviembre de 1995, pp. 53-120.

Verón, Eliseo. "Esta ahí, lo veo, me habla", ficha, Facultad de Ciencias Sociales, UBA, s/f. Traducción de María Rosa del Coto, ed. or: 1983.

NOTAS

1 Docente e investigadora especializada en estudios de género de la Facultad de Periodismo y Comunicación Social de la Universidad Nacional de La Plata.

2 Véanse, entre otros, los artículos del Dossier publicado en Telos, n° 43, Madrid, septiembre-noviembre 1995, que dan cuenta de la diversidad y matices de los reality shows en Alemania, EE.UU., Inglaterra, España, Italia, Francia.

3 Desde diciembre de 1996 hasta la actualidad, el ciclo es conducido por la periodista Karin Cohen y se emite a las 15 hs.; mientras que Lía Salgado está a cargo de otro talk show, "Hablemos Claro", a las 16 hs. por el Nueve, compitiendo en la misma banda horaria con el ya célebre "Causa Común" en el Trece y otra nueva emisión de este año: "Frente a Frente", a cargo de Alejandro Rial en América.

4 Nos resultan interesantes los aportes de Jan Pettman referidos a las políticas de la identidad, según los cuales hay diferentes maneras de nombrar los problemas, que determinan a su vez no sólo lo que los problemas son sino también de quién son los problemas, y quién es responsable por ellos. De este modo, es preciso preguntarse quién habla y quién es escuchado/a en los debates, qué puede ser dicho o preguntado, y qué es tabú; quién está callado/a o es silenciado/a en estos debates, quién habla por quién, quién se asigna la representatividad y en qué terrenos, cómo legitima la gente lo que dice, y cuál de los discursos competentes da forma a políticas y representación pública. "National Identity and Security" in Gary Smith and St. John Kettle (eds) Threats Without Enemies (Pluto Press) Leichardts, 1992, citado por Carolyn Nordstrom, "Rape: Politics and Theory in War and Peace", en Australian Feminist Studies, vol. 11, n° 23, Carfax, 1996, p. 160.

5 Los conceptos de 'jerarquía de voces' y 'carácter polifónico de la enunciación' son de González Requena (1992); las elaboraciones a partir de ellos en este trabajo me pertenecen.

6 La crítica cultural de los Estudios de la Mujer y el feminismo en distintas partes del mundo ha elaborado interpretaciones deconstructivas y propositivas respecto a, por ejemplo, la política de nombrar, la apropiación de sentidos, el androcentrismo en el lenguaje, el silencio como estrategia de resistencia de las mujeres, entre otros. Con marcos teóricos diferentes, pueden consultarse las elaboraciones de Dale Spender, Adrianne Rich, Luce Irigaray, Luisa Muraro, Teresa de Lauretis. Más aún, algunos grupos de mujeres se han apropiado de ciertos términos empleados con carga sexista y directamente los han resignificado, en un claro intento de intervención en la lucha por los sentidos. Valga como ejemplo el nombre "Gossip" (chusmerío), con la siguiente explicación a renglón seguido: "La reunión de mujeres sabias para compartir información", dado al boletín infomativo de un Centro de Mujeres de Auckland, Nueva Zelanda (publicación de abril de 1996).

7 Acerca de los aspectos de producción de los talk shows puede consultarse "Constellation of voices. How talkshows work" de Wayne Munson, en Dines and Humez (eds.), Gender, race and class in media, Sage, London, 1995.

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