49 Congreso Internacional del Americanistas (ICA)

Quito Ecuador

7-11 julio 1997

 

María Inés Hernández de Padrón

POL 09: Nuevos actores socio - políticos, clientelismo, redes y autonomía

TITULO DE LA PONENCIA:

El movimiento vecinal, un actor socio - político local?

NOMBRE DEL AUTOR: María Inés Hernández de Padrón

RESUMEN

A partir de 1981 comienzan a crearse en Mérida las asociaciones de vecinos (AV) en los barrios populares de la ciudad. La creación de asociaciones, coordinadoras y federaciones vecinales a lo largo de estos años (1981-96) han dado lugar al reconocimiento institucional del llamado movimiento vecinal de Mérida. Dentro del complejo asociativo, en los últimos años (1990-96), las distintas asociaciones de vecinos de Mérida intentan distanciarse de los partidos dominantes (Acción Democrática y Social Cristiano COPEI), para ello se organizan políticamente como un movimiento autónomo de los partidos. Estos intentos han visto su concreción en la llamada Unidad Vecinal Independiente (U.V.I.), la cual ha participado en las tres últimas elecciones de Gobernadores y Alcaldes, logrando con dicha participación un puesto en la Cámara Municipal, constituyéndose por esta vía en la tercera fuerza política a nivel local.

Sin embargo, la evaluación del movimiento vecinal, en tanto que actor socio-político local, no se reduce sólo a la anterior participación política. En tal sentido, estamos interesados en profundizar en él, en los tipos de relaciones que el movimiento de vecinos de Mérida establece; no sólo con los actores dominantes (partidos, Estado, gobierno local y élites), sino también sus relaciones al interior mismo del movimiento. Lo cual permitirá por un lado, detectar en el proceso de construcción de dichas relaciones y cuál es el grado de complejidad y de coherencias de las mismas, por el otro, detectar los cambios ocurridos en las lógicas que orientan las acciones del movimiento.

El caso seleccionado como ejemplo para analizar en esta ponencia, es el de la Federación de Vecinos de Mérida (FECAVEM), la cual se constituyó en representante del movimiento de vecinos de la ciudad a partir de 1983, y en la década de los noventa dicha Federación comienza a perder legitimidad; de su cuestionamiento emergen nuevas coordinadoras sectoriales, dentro de estas últimas, el papel de la U.V.I. es relevante como factor de cohesión política. Surgen entonces, entre otras, las siguientes preguntas: ¿sobre cuáles formas, mecanismos y relaciones, FECAVEM estableció tanto su legitimidad, como la pérdida de la misma?, ¿cuáles relaciones se reproducen, se reformulan o se superan con las nuevas coordinadoras? Las anteriores reflexiones son en esencia el eje central de esta ponencia.

INTRODUCCIÓN

El llamado movimiento de vecinos en Venezuela, tiene sus orígenes en aquellas organizaciones de base que surgen en los años sesenta en las urbanizaciones de clase media-alta del este de Caracas (1). Estas organizaciones denominadas asociaciones de vecinos (A.V.), ejercieron una fuerte presión al Estado y al gobierno de turno (1974-79), por el reconocimiento de dichas organizaciones. Esta demanda, significaba la apertura de nuevos canales de representación y participación ciudadana a nivel de las instancias del gobierno municipal. El reconocimiento por parte del Estado se hará efectivo con la aprobación de la Ley Orgánica del Régimen Municipal (L.O.R.M.) en 1978 (2). A partir de este momento, tanto aquellas organizaciones de barrio que ya existían, como las nuevas que surgen, deben constituirse y organizarse bajo los principios de Ley. La normativa pasa a ser obligante para todas las organizaciones de base comunitaria, como única forma para que sus demandas sean procesadas por el Estado y los poderes locales.

Este factor institucional, aunque sus limites pueden ser discutidos, representó un cambio institucional (cualitativo) importante. Sin embargo, él por si sólo pasa a ser letra muerta, él es inseparable del desarrollo y la emergencia a principio de los años ochenta de un número importante de movilizaciones fundamentalmente de carácter urbano (3). Las acciones colectivas emprendidas a lo largo de estos años mostraban (aunque tímidamente) una sociedad civil más dinámica con la presencia activa de nuevos actores socio-políticos entre ellos el vecinal (4). Por su parte, lo vecinal se construye fundamentalmente sobre dos ejes: el primero se sustenta en la forma y en la acción organizativa, que se traduce en la creación a muy corto tiempo de asociaciones, coordinadoras y federaciones vecinales, orientadas a conformar un movimiento vecinal a nivel nacional. El segundo eje, tiene que ver con los nuevos contenidos implícitos en el movimiento de vecinos; revalorización de la democracia y la participación ciudadana. La existencia de A.V. como nuevos canales de participación diferentes a los tradicionales-partidistas, lleva implícito un cuestionamiento respecto al modelo dominante de organización y participación establecido por el sistema político instaurado en Venezuela a partir de 1958(5). En ese sentido el movimiento vecinal tiende a reforzar la sociedad civil, y revalorizar la participación ciudadana además, la vida local adquiere mayor significado.

Al hablar del movimiento vecinal en Venezuela, se hace referencia a un proceso que dista mucho de ser lineal, a él lo distingue la diversidad y las diferencias. No obstante, a pesar de las diferencias, en Venezuela se suele identificar al movimiento vecinal con el movimiento de vecinos de clase media alta de Caracas, representado en FACUR y la Escuela de Vecinos (6). Esta identificación tiene su explicación, por el importante papel asumido por estas organizaciones, al promover y proponer reformas al sistema político, orientadas éstas, al reforzamiento de nuestro sistema democrático (L. Gómez C., 1991). Esta incidencia en el plano político, coloca al movimiento vecinal como uno de los nuevos actores que logró superar el nivel estrictamente reinvindicativo, para pasar a niveles más generales:

Las organizaciones vecinales urbanas (Asociaciones de Vecinos) de clase media alta, ante la ausencia de propuestas, por parte de los partidos tradicionales (Acción Democrática y COPEI), crecientemente deslegitimados y con severas pugnas internas, desempeñaron un papel central en la definición de la agenda política, especialmente durante la década de los ochenta. Contribuyeron a la movilización y creación del clima de opinión que condujo a importantes reformas del sistema político destinados a la democratización del Estado y a la reducción del poder de los partidos. (E. Lander, 1995, p. 166).

Ahora bien, existe el otro lado de la moneda, nos referimos a un número importante de asociaciones, tal vez la mayoría de ellas y que tienen su existencia en los barrios populares. Aunque el dato empírico no sea del todo preciso por la escasez de información, se estima que más del 80% de un número aproximado de 10.000 a 15.000 mil A.V. en todo el país, se encuentran en los barrios populares (L. Salamanca, 1993). Este dato, en si mismo no dice mucho, sin embargo, en una primera aproximación muestra por una parte a la organización vecinal como una fuerza social importante a nivel nacional y por la otra pone en evidencia una no despreciable capacidad de los sectores populares para reinterpretar los nuevos contenidos (institucionales) en función de sus necesidades de reproducción e integración social.

El universo asociativo que se desenvuelve en los barrios populares, es en esencia complejo y heterogéneo, ello demanda un esfuerzo en los análisis, en particular superar aquellos enfoques dicotómicos: ver en las organizaciones populares el sujeto de transformación social por excelencia, o catalogarlos de simples instrumentos de manipulación del Estado o de los partidos políticos. El carácter heterogéneo del universo poblacional llamado popular se refleja no sólo en la diversidad de acciones y conductas, en el carácter polivalente de las mismas, sino también en la ambivalencia que muestran los movimientos de base popular en los últimos años, y que es un reflejo más de la crisis profunda que vive el país. La ambivalencia muestra las dificultades de las organizaciones de base asociativa popular, para definir un cuadro de acción autónoma, como es la de definir una identidad que pueda mostrar más, sus potencialidades que sus debilidades, la capacidad de acción, más que el repliegue y la autonomía, más que la dependencia (E. Henry y Sauchs C., 1991).

Al hacer referencia a este universo asociativo popular, existe un factor, el cual no puede ser obviado cuando se aborda el estudio de la acción colectiva, como lo es el territorio en sus distintos niveles (barrio, ciudad, región, etc.). Hablar de barrios en Venezuela o en América Latina es referirse a un conjunto bastante diverso, heterogéneo y fragmentado. De la misma manera, las ciudades son en sus contenidos (socio-económicos y culturales) distintas, por lo tanto, las magnitudes de sus problemas también lo serán, ¿no es acaso distinto, por ejemplo, el grado y la magnitud de los problemas de los servicios urbanos de la región metropolitana de Caracas, con respecto a las de otras ciudades (secundarias o ciudad dormitorio) del país? Del territorio emanan los contenidos que dan sentido a las llamadas identidades territoriales o locales. Dichas identidades son un factor de cohesión, quizás uno de los más importantes y necesarios en el desarrollo de la acción colectiva. Hoy frente a la descentralización las llamadas identidades locales adquieren mayor significación hacia el reto que impone un auténtico desarrollo local versus el localismo (J. Arocena, 1995).

Por último, la existencia de un mundo asociativo popular, denominado por sus mismos actores movimiento vecinal (7), no ha dejado de sorprendernos, bien por su capacidad o débil acción, por sus silencios y contradicciones, y por que no, por el esfuerzo de sobrevivir un mundo cada vez más excluyente. Pensar este mundo y mirarlo a la luz de los hechos, de su pasado reciente y de su futuro incierto, representó y fue el interés que nos movió a emprender un proyecto de investigación sobre el Movimiento de Vecinos en la ciudad de Mérida - Venezuela (8). Esta ponencia es parte del mencionado proyecto. Hablar del movimiento de vecinos de Mérida es referirse esencialmente a un movimiento de base popular: más del 80% de las A.V. tienen su vida activa en los barrios populares de la ciudad. Este dato pareciera mostrar una paradoja que, existiendo en Mérida una clase media profesional (universitaria) con bastante peso político, no es en ese sector donde el universo asociativo se construye. Sin embargo, el sector medio profesional (universitario), tampoco está al margen, su vinculación con el movimiento se realiza vía asesoramiento o apoyo político (mediador o consultante externo). Este dato también significa, de entrada, una diferencia con el movimiento de vecinos de la capital, por ejemplo.

La organización vecinal en Mérida

La creación y expansión de A.V., en los barrios populares de Mérida, en la década de los ochenta, fue el resultado de la combinación de al menos tres factores: a) La emergencia de un número importante de movilizaciones fundamentalmente de carácter urbano (acciones colectivas por el derecho a la tierra, la vivienda y a los servicios urbanos en general), dichas movilizaciones están vinculadas con una abierta crisis urbana e inicios de la crisis económica; b) la aprobación de la L.O.R.M. obligaba a los habitantes de los barrios a organizarse según la normativa (constituirse en A.V.), sólo así sus demandas serían procesadas; y c) la voluntad política de los líderes barriales, líderes militantes y exmilitantes de izquierda, básicamente del P.C. (Partido Comunista) y vinculados (adscritos) en su mayoría a la Central de Trabajadores del Estado Mérida (CUTEM) o al sindicato de obreros universitarios. Estos líderes fueron los grandes animadores del movimiento en sus primeros años. Ellos asumieron como tarea política promover la creación de A.V. en casi todos los barrios de la ciudad, y su objetivo último era crear una Federación Vecinal (al estilo por ellos aprendida - vertical y jerárquica) que diera la imagen de unidad.

De la combinación de estos tres factores nace lo que sus mismos actores denominaron Movimiento de Vecinos de Mérida. Este movimiento ha mostrado en momentos coyunturales tener cierta presencia en la escena político-local: participación en la elaboración del plan de zonificación vecinal (1982); petición y participación en distintos Cabildos Abiertos; creación de la secretaría de asuntos vecinales, adscritas a la Cámara Municipal (1985); participación en las elecciones municipales (1989-92-95), con el propósito de entrar en el gobierno local. Estas experiencias como señala N. Cunill (1991), valorizan la participación ciudadana, al intervenir en los asuntos públicos y colocar en cuestionamiento las debilidades y arcaísmos de los Consejos Municipales. Dentro de este listado, no se puede obviar el desarrollo de importantes luchas reivindicativas sostenidas éstas por las A.V., nos referimos entre otras al Movimiento Pro-vivienda y al Movimiento Pro-defensa del Mucujún (9). En estos quince años de existencia del movimiento de vecinos de Mérida, se evidencia la conformación relativamente estable de un tejido asociativo en los barrios populares, que se teje y se desteje, y su proceso esta marcado por altos y bajos, repuntes y estancamientos. Hoy se suele hablar de un momento de reflujo del movimiento.

Dicho reflujo esta estrechamente vinculado con la coyuntura de crisis económica que vive el país, con una suerte de transición societal, por lo demás, bastante incierta. Si la crisis en general (económica, social y política) afecta al conjunto de la sociedad venezolana, lo va hacer con más fuerza en el ámbito de los sectores populares, produciendo en este sector social, una pérdida casi absoluta de las expectativas, ingrediente éste necesario para un flujo de la acción colectiva vecinal. Si bien es cierto que los factores macro-estructurales son necesarios en los análisis o evaluación de cualquier tipo de movimiento, no siempre existe una correspondencia lineal entre dichos componentes macro y el desarrollo de la acción colectiva. En otras palabras entre, la existencia de las necesidades (socio-económicas y culturales), siempre presentes y la elaboración de las reividicaciones median una serie de condiciones, factores y elementos particulares, que se conjugan para dar lugar a un determinado tipo de acción colectiva (P. Jacabi, 1987). Por lo tanto, los flujos y reflujos del movimiento se vinculan no sólo con determinadas coyunturas, sino también la estarán con las condiciones socio-históricas y particulares en donde se desarrollan los movimientos..

Lo anterior significa, que se debe introducir la mirada al interior del movimiento, equivale a comprender las distintas orientaciones y lógicas de la acción colectiva asociativa. En esta ponencia, se hace referencia a aquella orientación comprometida con los aspectos organizacionales. La organización (estructuras y contenidos), es un elemento clave en la conformación de todo movimiento, pero no el único. Por lo tanto, cuando los aspectos organizacionales se convierten en un fin en si mismo, como es el caso de movimiento de vecinos de Mérida, estos dejan de cumplir su función, convirtiéndose en un obstáculo (tensiones) más de los tantos, que viven las organizaciones populares, en este caso vecinal.

La Organización

Desde sus inicios (1981), las A.V. en Mérida se reagruparon bajo la forma de coordinadoras, siguiendo un criterio territorial por área o zona geográfica. La estructura organizativa tanto de las asociaciones como de las coordinadoras se sustentaban en la forma tradicional (vertical y jerárquicas), y sus miembros son elegidos en asamblea, prevaleciendo en la mayoría de los casos, el criterio nominal. Sin embargo, es necesario destacar que a mediados de la década (1985-87), aparece el criterio de elección por planchas cerradas, ello se debió casi exclusivamente a la entrada de los partidos políticos dominantes (A.D. y COPEI) en la organización vecinal.

Para 1983, ya existían en la ciudad tres coordinadoras vecinales: Campo de Oro (sur-este); Simón Bolívar (norte) y Pueblo Nuevo (centro de la ciudad). Estas dieron origen a la Federación de Coordinadores Vecinales del Estado Mérida (FECAVEM). La actuación de FECAVEM se remonta desde 1983, pero será en 1987, cuando dicha federación se legaliza formalmente ante los organismos competentes. La tardía y apresurada legalización de FECAVEM, podría ser interpretada como una respuesta de dicha organización a la penetración partidista. Justo en esos momentos (1985-87), los partidos políticos A.D y COPEI, crearon sus federaciones vecinales, entrando en competencia abierta con FECAVEM. La penetración partidista en el movimiento vecinal de Mérida es uno de los problemas mayores que vive el movimiento. Este problema recurrente y a veces brutal, es uno de los factores de reflujo y desarticulación del movimiento de vecinos de la ciudad. La cuestión de la penetración partidista en las organizaciones de base vecinal, requiere de un aparte (evaluación y reflexión mayor), que rebasa los límites de esta ponencia. Sin embargo, por su peso y significación, volveremos más adelante a tratarlo.

La creación, en corto tiempo (1981-83), de más de cuarenta y cinco A.V. en barrios populares (10), tres coordinadoras y una federación, revelan momentos de auge de la organización vecinal, así como del movimiento con el desarrollo de importantes movilizaciones y luchas reividicativas (ver cita No. 9). Ahora bien, ¿qué interesa destacar de este proceso? Hemos señalado en los párrafos anteriores como el aspecto referido a la organización pareciera tener un peso bastante significativo en el caso de Mérida. Por una parte, el proceso de legitimación de la federación (FECAVEM), representó un esfuerzo y un desgaste político de la dirigencia vecinal; había que enfrentar la penetración partidista, la apatía de la base y los problemas relacionados con la lucha interna por el control de la Federación. Por otra parte, la idea (orientación) en la dirigencia de construir una organización sobre la base vertical y jerárquica (centralizada), para dar la imagen, no sólo de fuerza sino de unidad, es decir de un universo homogéneo, condujo a invertir tanto las capacidades como el tiempo en la tarea política, (tareismo), en crear y elegir juntas vecinales (con o sin mucha participación de la base), tiempo en la elaboración de mecanismo estatutarios que normasen los procesos internos de la organización (sistema de elecciones, guías sobre deberes y responsabilidades de los miembros, etc.). Ahora bien, si estas actividades, no despreciables en el proceso de consolidación de la organización (léase legitimación de FECAVEM), no se acompañan con el desarrollo de la acción colectiva, por no hablar de proyecto, la organización deviene en un mero instrumento o en el mejor de los casos, agencia social (11). En consecuencia, la poca legitimidad alcanzada tiende a debilitarse, pudiendo llegar a desaparecer como fue el caso de FECAVEM.

Tomemos como ejemplo de lo anteriormente planteado, un trozo de la entrevista realizada a uno de los máximos dirigentes de FECAVEM, el Sr. E. Duran (12). Nos dedicamos a la tarea de crear asociaciones, de tratar de organizar a la gente.... pero, ese entusiasmo se perdía, la gente no participa, no hay motivación... en Mérida las asociaciones más activas son aquellas donde funcionan los comité de salud y los comité pro-vivienda.

Esta declaración, si bien no es concluyente, ni generalizable, sin embargo, ella encierra varios problemas. Entre otros, destacamos aquél referido a la no correspondencia entre la organización como instrumento de representación, en este caso de FECAVEM y la poca participación (acción). Este disociación muestra por una parte, como el desarrollo de la acción colectiva asociativa no va siempre o está en correspondencia con la existencia de grandes organizaciones como históricamente correspondía al desarrollo de movimientos sociales, léase Movimiento Sindical (P. Rosanvallon, 1988). Por otra parte, muestra las tendencias frente a la diversidad de demandas (típico de coyunturas de crisis), de formas puntuales de participación a través de la asociación vía creación de comité ad hoc (cf, la existencia activa de los comité de salud o pro-vivienda) ligados a problemas específicos. El problema de la disociación anteriormente expresada, tiene que ver también con la existencia de estructuras verticales y jerárquicas asumidas por la organización (FECAVEM). Estas formas conducen, aun sin proponérselo a perpetuar las relaciones paternalistas y al establecimiento de relaciones autoritarias que, en este caso se contradicen con el discurso democratizador promovido por el Movimiento de Vecinos, así como por la dirigencia vecinal de FECAVEM. Este hecho genera una más de las tantas tensiones que viven los movimientos de base actualmente: nos referimos a la tensión entre la tendencia democratizante y la autoritaria.

En el caso de Mérida, estas ambiguedades no se hacen esperar. A finales de los ochenta FECAVEM es sometida a fuertes críticas por su forma vertical-jerárquica y casi autoritaria. Nuevas asociaciones y nuevos dirigentes irán a promover formas más democráticas, bajo el principio de la horizontalidad. Estas demandas al interior del movimiento, dieron origen en los años noventa al nacimiento de las llamadas nuevas coordinadoras, menos comprometidas con el esquema federativo (13). Las asociaciones no llegan del todo a desconocer a FECAVEM, pero plantean su salida de dicha federación, progresivamente cada vez menos son las asociaciones adscritas a FECAVEM, como cada vez es menor su legitimidad.

La penetración partidista

El agotamiento de FECAVEM, así como su desaparición está estrechamente vinculado con los problemas anteriormente señalados, también tiene que ver, con la penetración partidista que se opera en el caso de Mérida a mediados de los años ochenta. Entre 1984-85, los partidos políticos AD. y COPEI, crearon sus federaciones como una manera de contrarrestar el papel de FECAVEM. Si bien estas federaciones tuvieron muy corta duración, ello no significó el retiro o desinterés de los partidos por el movimiento de vecinos, por el contrario, la penetración fue cada vez mayor.

La penetración partidista en el movimiento de vecinos esta vinculada, en última instancia con la crisis que vive desde principio de la década de los ochenta, el sistema político venezolano y que se refleja en una progresiva deslegitimación de los partidos políticos (L. Gómez C., 1995). Frente a esta crisis había que recuperar, por encima de todo principio, el natural espacio de legitimación. Es así como los partidos políticos se interesan y se introducen en el movimiento con el fin de ejercer control sobre las A.V. de barrios. Estas de alguna manera habían comenzado a desplazar a los partidos. Por su parte, el control partidista se realizará a través de varias formas o mecanismos: formación de dirigentes (militantes) que desplazan a los tradicionales dirigentes vecinales; apoyo logístico y material a las asociaciones; y el más persistente de los controles: el clientalismo político. Si bien, los mecanismos clientelares pueden percibirse agotados en relación a su pasado rentista, dichos mecanismos persisten, en tanto que herencia cultural. Pero ahora alimentados por el síndrome de la pobreza estructural y cultural que se apodera de manera generalizada del conjunto de la sociedad. En el caso de las A.V., el clientalismo ira a operar básicamente vía el control por parte del partido en el gobierno, de aquellos programas sociales - programas pobres para los pobres - donde a las A.V. se les otorga algunas participaciones como por ejemplo: distribución de leche popular, beca alimentaria (14). También la penetración partidista acepta e incluye a sus fines (control) la violencia, la amenaza y el sabotaje en las elecciones de las juntas vecinales por ejemplo. La forma brutal como se operó la penetración partidista, particularmente a finales de los años ochenta, provocó la definitiva desaparición de FECAVEM. La penetración partidista es un factor entre otros, de la desarticulación y atomización que vive hoy el movimiento de vecinos de Mérida.

En los años noventa, si bien la penetración partidista se mantiene, ella pareciera tener un nuevo rostro, relacionado éste, con la puesta en marcha del proceso de descentralización. De la misma manera que la descentralización nos convoca a un reforzamiento de la democracia, también puede generar efectos contrarios, nos referimos al surgimiento de viejas y nuevas élites políticas locales. Aunque la mayoría de estas élites (Gobernadores, Alcaldes y sus cortes) están vinculadas con los partidos políticos, sin embargo, están más comprometidas con el fortalecimiento de sus liderazgos. Ello ha generado cierta tendencia hacia los personalismos, que se afianzan a su vez en un clientelismo personal, menos partidista. Los efectos de este tipo de relación al interior de la organización vecinal, al menos en el caso de Mérida ha sido poco estudiada, tal vez por lo reciente y complejo del nuevo proceso. Sin embargo, es necesario señalar que las formas (relaciones) personalizadas inducen a reforzar, tanto el paternalismo como los mecanismos utilitarios que alimentan el individualismo. Lo que habría que sopesar es sí sólo se trata de una transición o si por el contrario, este tipo de relaciones tiende a perpetuarse.

Por su parte, la profundización de la crisis que vive Venezuela a partir de los noventa, viene acompañada de un desprestigio (rechazo) generalizado hacia los partidos políticos (L. Gómez C., 1995), el cual se manifiesta en el universo asociativo-vecinal, en reacciones y comportamientos distintos hasta disimiles: aquellas asociaciones vecinales que asumen una posición apolítica, que inducen a un retiro (repliegue) al interior - comunitario -; aquellas asociaciones que se unen para conformar movimientos políticos como es el caso del Movimiento Convergencia Merideña (1989-90) y del Movimiento Unidad Vecinal Independiente (U.V.I. 1992-1995) y por último, aquellas asociaciones dispersas, atomizadas, débilmente constituidas y por lo tanto, fácilmente a ser cooptadas.

Orientaciones de la acción

El movimiento de vecinos que se desenvuelve en los barrios populares de Mérida ha estado marcado por una orientación fundada en dos lógicas reividicativas de distinta naturaleza. La primera , relacionada con las condiciones de vida, vinculadas hoy a una situación de regresión social (caída del ingreso real, desempleo, y limitaciones en las condiciones de integración social). Esta lógica reivindicativa se expresa en una diversidad de acciones y estrategias. Generalmente de corte defensivo: ocupación de tierras, autogestión en la producción y el consumo (las llamadas estrategias de sobrevivencia). Dentro de esta lógica están también aquellas orientaciones que intentan cierta institucionalización de bienes simbólicos o materiales, promoviendo una gestión compartida como son los casos de los comité pro-vivienda; el de los comité de salud; el caso del movimiento pro-defensa del río Mucujún, entre otros. En estos casos, las orientaciones de la acción son portadoras de importantes valores (solidaridad, democracia, y gestión) valores que en lo fundamental, se reconstruyen a partir de la existencia de elementos comunitarios de redes existentes sostenidas por una larga tradición (socio-cultural). De allí, y que podemos encontrar diferencias - en el caso de Mérida -, entre las A.V. barrios consolidados (más de 20 años de existencia); aquellos A.V. de barrios peri-urbanos (levantados a partir de una comunidad campesina) y los barrios recién creados (periféricos) donde predomina la desintegración social, debido en parte a las condiciones de precariedad de los nuevos pobladores urbanos (Hernández de Padrón, María, 1996).

La segunda lógica , también en el plano reivindicativo se vincula con las necesidades de participación. Nos referimos aquellas acciones colectivas que demandan mayor participación, democratización de la vida cotidiana y el reconocimiento de la organización en las instancias del poder local. Son las acciones promovidas en su momento por FECAVEM, al exigir a la Cámara Municipal del Municipio Libertador, la creación de la Secretaría de Asuntos Vecinales, al promover la realización de Cabildos Abiertos; es el caso del Movimiento Convergencia Merideña y en especial de la Unidad Vecinal Independiente (U.V.I.), que ha logrado entrar y participar en el gobierno y en la gestión local a partir de 1992. Estos casos muestran una orientación más política, ellos se adscriben al terreno político, en el momento que deciden participar en las contiendas electorales a objeto de entrar en el gobierno local.

Las distintas lógicas y orientaciones que se expresan en la acción colectiva asociativa-vecinal, en el caso de Mérida, tienden más a mezclarse que articularse, distinguiéndose con mayor claridad la lógica de la reivindicación social. Ciertamente, dentro de los sectores populares urbanos cobran mayor fuerza aquellas acciones u orientaciones destinadas a la búsqueda de soluciones de las necesidades básicas: para los sectores populares defender los pocos elementos que cuentan para su integración social son hoy prioritarios frente a la crisis. Por ello, la mayoría de las A.V. de barrios se limitan a demandar los derechos propios de la ciudadanía social y olvidan (por múltiples razones) acompañar (articular) las demandas de tipo social con demandas de tipo político.

Un movimiento desarticulado: la cuestión de lo social y lo político

Se suele hablar de la desarticulación de un movimiento, cuando no existe una correspondencia entre lo social y lo político, es decir, cuando las relaciones sociales van por un lado y las relaciones políticas por el otro (A. Touraine, 1988; F. Dubet et E. Tironi, 1988; Calderón y Dos Santos, 1991). Estos autores afirman que dicha separación representa uno de los mayores problemas o tensiones dentro de los movimientos de base de los sectores populares urbanos en América Latina. En última instancia, existe una gran distancia entre las reivindicaciones sociales y la lucha por la democracia. Este problema aún no resuelto, representa uno de los puntos centrales en el análisis de los movimientos sociales en la región.

Al abordar la cuestión de los social y lo político, desde el ámbito de las asociaciones de vecinos de los barrios populares, en el marco de una sociedad local determinada, pareciera de entrada bastante limitado, y por lo tanto, cualquier conclusión no es generalizable, no obstante, no le resta valor al intento que hagamos en reflexionar en ese sentido, sobre todo, en el momento actual donde las sociedades locales juegan un papel de suma importancia en los procesos de democratización. Los problemas entre lo social y lo político tienen que ver en última instancia, con el fortalecimiento de la sociedad civil y sus acercamiento al Estado. ... el ámbito local aparece como el más factible para producir un acercamiento entre el Estado y la sociedad. El hecho de que las experiencias más exitosas de participación y gestión local compartida no se multipliquen masivamente ni en los regímenes políticos reformistas, sólo pone de manifiesto la difícil convergencia de los requisitos políticos organizacionales y económicos para una acción de esta naturaleza entre lo micro y lo macro, además de los problemas de diseño institucional democrático que no están resuelto en esa articulación (F. Calderón y Dos Santos 1989: 85).

Hechas estas consideraciones, la constatación empírica muestra cómo las A.V. de Mérida se orientan en lo fundamental hacia las reivindicaciones que son en esencia sociales. Estas, al ser procesadas por organizaciones distintas a los partidos políticos y promueven con ellos la construcción de una nueva ciudadanía bajo los principios de los derechos sociales. Las demandas de la ciudadanía social, a las que se dedican las A.V., no se acompañan siempre con demandas por una ciudadanía política, ésta última, tiene que ver en lo esencial, con los problemas de representación política y con el diseño de mecanismos de articulación entre las demandas sociales en el sistema de toma de decisiones.

La no correspondencia entre lo social y lo político, se vincula hoy con la falta de proyecto del movimiento, en este caso vecinal, e igualmente a nivel nacional, el proyecto está desdibujado. También y fundamentalmente la crisis de representación (partidos políticos y sindicatos), ha generado en los movimientos de base, unas tendencias apolíticas (apatía y desinterés por lo politico-partidista), mucho más pragmática y en esencia, antidemocráticas. Resta señalar la tendencia sistémica hacia una mayor exclusión que induce a formas de acción fragmentadas o en el mejor de los casos, hacia el interior del movimiento. Todo ello, implica una fragmentación en las orientaciones de la acción sociopolítica de los actores urbanos.

Además de las tensiones y problemas de orden sistémico y sus tendencias (crisis económica versus exclusión social y agotamiento de los mecanismos tradicionales de integración y representación versus exclusión política) que viven hoy los sectores populares urbanos y sus organizaciones, están también las limitaciones de orden institucional que se constituyen en factor de tensión. Por su parte, esas tensiones se pueden resumir en un problema mayor: la no correspondencia entre lo social y lo político. Ahora bien lo anterior, no sólo dependerá de la capacidad de los actores colectivos como fuerza política, sino de la voluntad política del Estado y del sistema político para incorporar y reconocer la existencia de esos nuevos actores: La participación es un método de gobierno, un estilo de hacer política en el Estado y la sociedad... que haya mayor o menor participación es más un problema de Estado y de su gobierno que de la sociedad. Sino se entiende así se corre el riesgo de excluir de facto a la mayoría de los ciudadanos, de las decisiones políticas y luego culpabilizarlos por no participar. (J. Borja, 1980: 27).

Para los habitantes de los barrios populares de Mérida, el objeto central de sus asociaciones es organizar la comunidad, levantar un pliego petitorio de demandas insatisfechas e instrumentar mecanismos (acciones y estrategias) para solucionarlas. Para los líderes vecinales éste también es su objetivo principal pero, éstos no olvidan la necesidad y la importancia de participar con cierta cuota de poder como miembros de la Cámara Municipal. Estas estrategias de tipo político se toman en otros contextos distintos a la comunidad, entre los líderes vecinales y los partidos políticos, bien sean éstos de tendencia socialdemócrata, socialcristiana o de izquierda radical o moderada o también entre los líderes vecinales y asesores externos, fundamentalmente universitarios. De estos acuerdos y apoyos han surgido, en los momentos de coyunturas electorales, los ya señalados, el movimiento Convergencia Merideña, la Unidad Vecinal Independiente (U.V.I.), ésta última se ha ido prefigurando como un partido político que dice representar a los vecinos. Estas estrategias hablan más de separación, de un lado las reivindicaciones sociales y las acciones políticas limitadas por el otro. Pero además se observa una gran politización del movimiento de vecinos en la ciudad, lo cual se explica por esa particularidad de Mérida, ciudad inmersa siempre en lo político universitario y por el tipo de líderes que se han formado en sus barrios, o bien son miembros de la comunidad universitaria (estudiantes, obreros o empleados), o están vinculados a la universidad. Este grado de politización hace aparecer a las reivindicaciones sociales, la mayoría de las veces, comandadas esencialmente por lo político.

Estos desequilibrios, desarticulaciones y fragmentación nos indican que estos movimientos de base, como es el caso estudiado, no son y no deben ser catalogados como Movimientos Sociales (actor socio-político), en un sentido analítico, como una acción de clase enfrentada a una dominación social que busca controlar y participar en la producción y la organización de la sociedad (A. Touraine, 1984); pero esa proposición analítica no es un juicio de valor, ni un juicio histórico descalificador, por tanto ello no implica que los movimientos de base popular, o los comúnmente denominados Movimientos Populares Urbanos, no sean importantes. Ellos en el caso del movimiento de vecinos ha tenido un peso importante en los recientes cambios, que con mucho obstáculo y esfuerzo se han llevado acabo en los últimos años en Venezuela.

NOTAS BIBLIOGRÁFICAS

(1) Las primeras A.V. en Venezuela aparecen en el curso de los primeros años de democracia (1960-65). Estas nacen como asociaciones voluntarias en las zonas residenciales de clase media alta del este de Caracas. Funcionaban como organismos aislados, circunscritas a su territorio (urbanización) y a los problemas que afectan su entorno residencial inmediato.

(2) Con la aprobación de la Ley Orgánica del Régimen Municipal (L.O.R.M. - 1978), comienza a tomar forma y contenido la autonomía política y administrativa de los municipios consagrada en nuestra Constitución. Dicha Ley reconoce formalmente a las A.V. En el Reglamento No. 1 de la L.O.R.M. se norma sobre la constitución, función y ámbito de las A.V.

(3) Los trabajos de: Romero, A. y Yeguez, D. (1978); Aguilera O., Freittes N y Pulido Y. (1979); Fadda, G. (1986); Hernández María (1986) y Sánchez M, Tarhan A. (1987) entre otros, recogen y muestran la diversidad de experiencias en el ámbito urbano, catalogadas como movimientos sociales urbanos.

(4) Los años ochenta están marcados, por la presencia activa de nuevos actores sociales. Además del vecinal. Otros tienen una incidencia importante como son: el movimiento ambientalista, el de mujeres, cooperativistas, entre otros (Luis Gómez, 1985 ; Ovalles, Omar, 1983).

(5) El sistema político democrático instaurado en Venezuela en 1958, asigno a los partidos políticos dominantes (A.D. y COPEI), el papel como únicos intermediarios entre la débil sociedad civil del momento y del Estado. A partir de entonces se constituye el modelo hemónico partido-Estado, que ahogó cualquier expresión autónoma de la sociedad.

(6) En 1971, se crea la Federación de Asociaciones de Comunidades Urbanas (FACUR), con el concurso y reagrupación de 14 asociaciones de vecinos del este de Caracas. FACUR, se convierte en la primera federación vecinal del país ; su actuación como el grupo de presión (quizás el mas importante), tanto en la aprobación de la LORM (1978) y su reforma (1989), asi como en la implementación de las reformas políticas (1989). La Escuela de Vecinos nace en 1980, con el propósito de reforzar al movimiento vecinos. Ella se autodefine como una organización al servicio del movimiento de vecinos. En ese sentido, ella orienta, informa y busca trabajar conjuntamente.

(7) Aquí la expresión movimiento vecinal se refiere, sólo a su connotación empírica. Denota las distintas acciones colectivas emprendidas por las A.V. en el sentido de reinvidicaciones, propuestas, movilizaciones o luchas que tienen como escenario las ciudades.

(8) La ciudad de Mérida, capital del estado del mismo nombre, esta ubicada en los Andes Venezolanos. Caracterizada como una ciudad universitaria y secundaria de aproximadamente 250.000 hab. El sistema urbano de la ciudad se sustenta en las actividades de tipo terciario, siendo el servicio educativo el de mayor peso. En tanto que ciudad universitaria en ella tiene asiento la Universidad de los Andes desde el siglo pasado. A partir de 1960, la Universidad será el motor (dinamizador) fundamental del desarrollo y crecimiento de la ciudad.

(9) El movimiento Pro-vivienda, tuvo sus raíces en una serie de invasiones de tierra que se suceden en Mérida entre 1981-83, posteriormente (1987) el movimiento toma forma con la creación de más de 20 comités pro-vivienda en distintos barrios de la ciudad. Esta lucha se sostuvo a lo largo de la década de los ochenta y en función de sus objetivos sus resultados son positivos. El movimiento logro establecer negociaciones y acuerdos con el gobierno Regional, en la propuesta y puesta en marcha de un plan (compartido-cogestión) de vivienda popular. El movimiento pro-defensa del río Mucujún, fue una lucha de gran alcance, iniciada y motorizada por los habitantes de la comunidad del Playón (barrio peri-urbano, ubicado en la cuenca del río Mucujún). Esta lucha en defensa y protección del río Mucujún (río que abastece de agua potable a la ciudad de Mérida), denuncio y se opuso fuertemente a los desarrollo urbanísticos y ganaderos que de manera incontrolable se estaban realizando a lo largo de la cuenca. El movimiento promovió la realización de una plan de protección, control y uso de la Cuenca. Este plan fue aprobado por el gobierno Nacional en 1987. Hoy el movimiento se mantiene latente en los grupos ecológicos que tienen vida activa en la ciudad.

(10) Para 1988 se calculaba un total de 61 barrios dentro del perímetro urbano de la ciudad (FUNDACOMUN, 1989). Para ese mismo momento se registran en el Concejo Municipal unas 47 A.V. de barrios populares formalmente constituidas.

(11) La idea de agencia social hace alusión aquí al concepto agence sociale, utilizado por P. Rosanvallon, al referirse a la organizacion sindical. En tant qu agence sociale, le syndicat est une sorte de functionnaire du social, un organisme quasipublic. Cet aspect se distingue de sa dimension de mouvement social (force de reinvidication et négociation) (Rosanvallon, 1988: 24).

(12) El Sr, A. Duran: obrero, hab. del barrio Pueblo Nuevo, militante comunista, miembro del sindicato de salud, fundador de la A.V. del barrio y presidente de FECAVEM durante 6 años.

(13) En 1992, 1993, se realizan el I y II encuentro vecinal en Mérida, promovidos por el Programa de Estudios Abiertos del Desarrollo Social (P.E.A.D.S.) adscrito a la Facultad de Ciencias Políticas de la Universidad. Los puntos centrales de las agendas de dichos encuentros, se resumen en los siguientes puntos: la participación comunitaria, el problema de la penetración partidista y la necesidad de crear nuevos esquemas organizativos (menos Jerárquicos). En el II Encuentro se aprueba la propuesta de creación de nuevas coordinadoras vecinales (zonales), sustentada en el esquema horizontal.

(14) El Gobierno Nacional de 1983-88, implemento el Programa de Leche Popular, para la población de mas bajos recursos. En dicho programa se les asignaba a las A.V. la responsabilidad de distribución de la leche. Por su parte, el partido A.D. en el poder, en el caso de Mérida, aprovecho el programa para crear A.V. en los barrios mas pobres de la ciudad. Estas A.V. creadas bajo un fuerte control partidista, serían las encargadas de ejecutar el programa de distribución de leche popular.

(15) La tesis de maestría del Soc. Oscar Aguilera, revisa y evalúa estos dos movimientos, señala Aguilera que en la historia de Convergencia Merideña (CO-MER) y la Unidad Vecinal Independiente (U.V.I.), grupos de electores conformados para participar en las elecciones regionales y municipales en 1989 el primero y 1992 y 95 el segundo, se vinculan o se articulan con el movimiento vecinal merideño entre finales de los ochenta y lo que va de los noventa (O, Aguilera, 1995: 70).

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