49 Congreso Internacional del Americanistas (ICA)

Quito Ecuador

7-11 julio 1997

 

Luis María Calvo

Historia Urbana de las Américas

HIST 16

GRUPOS FAMILIARES Y TEJIDO URBANO EN SANTA FE LA VIEJA (1573-1660).

autor: Luis María Calvo

Resumen :

Se propone una lectura de la ciudad en la primera mitad del siglo XVII desde el entramado de las relaciones sociales y espaciales generadas por los grupos familiares y sus ámbitos domésticos, que gravitan en la construcción del espacio urbano sobre el soporte predeterminado de su traza fundacional.

Introducción

El acto fundacional de las ciudades españolas en América no es sino la inauguración de un fenómeno urbano, distinto en cada caso, aún cuando podamos reconocer patrones comunes en las diversas regiones del continente. A la vez, ese acto expresa tanto una decisión de estrategia geo-política como la voluntad de un grupo de personas dispuestas a constituir la base del tejido social que dará vida a la ciudad que se inicia.

El caso de Santa Fe la Vieja en el Río de la Plata ofrece la singular circunstancia de que la experiencia colectiva de construir la ciudad se vio interrumpida en el sitio fundacional por la decisión de trasladarla a otro emplazamiento. Los restos arqueológicos y las fuentes históricas confluyen para permitir una lectura en un momento de su historia urbana, a mediados del siglo XVII, en el cual la conformación del tejido social y la construcción del tejido urbano se cristalizan como fuente para es estudio de la ciudad hispanoamericana.

En otras oportunidades hemos abordado el tema de Santa Fe la Vieja, centrándonos en sus aspectos físicos: traza, estructura, amanzanamiento, distribución y ocupación de los solares. Esa lectura resultaba incompleta por cuanto faltaban las referencias al entramado de las relaciones vitales -sociales y espaciales- generadas por los grupos familiares y sus ámbitos domésticos. En esta ocasión nos hemos propuesto alcanzar una instancia superadora de aquel abordaje, introduciéndonos en una lectura comprensiva de ambos tejidos, el social y el espacial, y de sus recíprocas conexiones como agentes de formación y transformación del hecho urbano.

LOS GRUPOS FAMILIARES Y EL TEJIDO SOCIAL

Pobladores y grupos étnicos

En Santa Fe el grupo inicial de pobladores se constituyó con los expedicionarios que acompañaron al fundador en 1573 y que, de acuerdo a las promesas con que se les había convocado, recibieron en merced tierras para edificar sus casas, labrar sus sembradíos y criar el ganado.

El número de vecinos fundadores no es coincidente en las diferentes fuentes documentales. Mientras el alarde pregonado en Asunción invitaba a ochenta hombres que estuvieran dispuestos a formar parte de la empresa, en una carta posterior Juan de Garay -el fundador- dice que sacó de esa ciudad setenta y seis personas, de las cuales siete eran españoles y los sesenta y nueve restantes mancebos, en su gran parte mestizos nacidos en el Paraguay. A ese primer grupo más tarde se fueron sumando otras personas que se integraron a la vida de la ciudad y a su trama social, llegadas directamente desde España o de otras partes de los dominios españoles en América. Un grupo importante estuvo representado por los portugueses, entrados legal o ilegalmente al Río de la Plata.

En cuanto a los pobladores originales de la costa santafesina -conocidos como quiloazas, calchines, mocoretás, chanás- , de hábitos nómades, fueron incorporados al nuevo ordenamiento territorial impuesto por el español y a nuevas modalidades de habitación.

El fundador, según el poder que le había sido otorgado al partir de Asunción, fue autorizado a repartir y encomendar los indios y generaciones que encontrase en la comarca, quienes debían servir a los vecinos y pobladores (1). Con estas atribuciones Garay salió con algunos soldados a reconocer el terreno circundante a la ciudad que fundaba y a visitar y empadronar la tierra , con el objetivo de repartir los naturales que en esta provincia hay para que mejor se pudiesen sustentar los dichos pobladores como parece por un registro y memorial firmado de mi nombre (2).

El 17 de enero de 1580 Garay debió reiterar un bando por el cual mandaba que todas las personas que tuviesen gente de servicio de las comarcas de la ciudad de Santa Fe las trajesen y manifestasen ante mí para saber e inquirir cuáles son de repartimiento y cuáles no (3); este documento permite suponer la presencia de indios no sometidos a vínculos de encomienda, integrados, de alguna otra manera, al nuevo sistema social y espacial (4). Garay también ordenó que todos los que tuvieren indios de servicio en sus casas y rozas, de las dichas naciones -guatataes, mogolaes, hagazes, conamecuaes- o de cualquier de ellos, los echen y envíen de sus casas para que residan y estén con sus caciques o muestren título y data de los que así tuvieren . Esta referencia indica una práctica que incorporaba al indio a la vida urbana de Santa Fe, alejado de los pueblos o reducciones en los que se pretendía que se congregasen con sus caciques y doctrinantes.

Igualmente, por el mismo el bando, Garay prohibe que los vecinos fueran osados de contratar, pedir ni comprar ninguna pieza de servicio de las dichas naciones, ni menos de los guaycurúes. De esta manera se verifica tempranamente el caso de lo que más tarde se dio en llamar "rescate", práctica abusiva que consistía en aprovechar los conflictos interétnicos para obtener gente de servicio.

Cuando el gobernador Diego de Góngora visita Santa Fe en 1622 (5) empadrona junto a los españoles, 168 indios, 78 indias y 20 muchachos ocupados en el servicio de las casas, chacras y estancias de los vecinos y moradores.

El tercer grupo étnico está constituido por los africanos esclavos; aunque algunos autores suponen que fueron introducidos en Santa Fe a partir de 1633 (6), debemos adelantar esa fecha por lo menos a la segunda década del siglo XVII, ya que en un documento de 1637 se menciona a un negro criollo de esta ciudad que tenía cerca de 17 años y que, por lo tanto, habría nacido por 1620 (7).

Hasta ahora no existen estudios que nos permitan cuantificar al grupo africano introducido como mano de obra esclava. Contamos con referencias aisladas, como la de doña Jerónima de Contreras, hija del fundador y viuda de Hernandarias, que fue propietaria de 64 negros, aunque su caso fue excepcional y lo más común es que el número de esclavos por familia fuera muchísimo menor.

Los negros que vivían en relación con sus amos dentro de sus propiedades urbanas, solían tener un oficio, que elevaba el precio de su tasación, como los que fueron incluidos entre los bienes dotales de Da. Isabel Cortés de Acevedo en 1637, valuados en 1.200 pesos porque la negra es lavandera y el mulato tejedor de lienzo (8).

La población

La falta de fuentes censales nos impide conocer el modo en que ese conjunto de la población evolucionó demográficamente y debemos recurrir a algunos datos aislados e incompletos.

El citado padrón del gobernador Góngora, levantado en 1622, indica que ese año el número de vecinos era de 126, es decir, que había aumentado un cincuenta por ciento desde el momento de la fundación.

A los 126 vecinos -siempre entendiendo por tales a los españoles peninsulares o americanos, entre éstos algunos mestizos, arraigados en la ciudad con casa y familia-, debemos agregar 266 indios empadronados por el mismo Góngora, que servían en la ciudad, y un conjunto de esclavos negros cuyo número no podemos establecer. En total, la población permanente podría ascender a mil quinientos individuos, sin olvidar que una ciudad comercial como Santa Fe atraía a numerosos mercaderes o estantes que residían temporalmente mientras contrataban con los vecinos.

El 3 de junio de 1660, cuando el Cabildo y las autoridades eclesiásticas ya se habían trasladado al nuevo sitio, los pobladores que se mantenían en el asentamiento fundacional se dirigieron al obispo de Buenos Aires solicitando asistencia espiritual (9); por esa misma fuente sabemos que allí permanecían entre mil cuatrocientas y mil quinientas personas de diversos grupos étnicos: españoles, indios y morenos . Sabiendo que se trataba de la mayor parte del vecindario, a decir del propio documento, se puede estimar que en ese entonces el número de vecinos no superaría el de 200 y que la población total rondaría los 2.000 individuos.

La sociedad

En una sociedad estamental, aún en el caso de una ciudad marginal como Santa Fe, la propiedad del suelo está en poder del grupo español -incluyendo a los nacidos en la tierra- y la arquitectura está referida, básicamente, a la demanda generada por él, tanto para dar vivienda a sus familias y cobijo a su servidumbre, como para alojar a sus instituciones civiles y religiosas y para atender sus requerimientos de producción y servicios. Por ello, sin olvidar el componente étnico aborigen y africano, resulta pertinente ahondar en la caracterización de los pobladores españoles.

De la sociedad inicial santafesina, originada, como se ha dicho, a partir de un grupo con presencia importante de mestizos, puede apuntarse lo señalado por Garavaglia respecto de las sociedades regionales de los tiempos de la conquista, en las cuales los límites étnico sociales -dice Garavaglia - son mucho más tenues y no poseen todavía la rigidez que después conformaría en otras áreas -y secundariamente en nuestra región- lo que algunos autores han llamado una sociedad de castas (10) .

Avanzado el siglo XVII en Santa Fe se constata no sólo el aumento de su población sino también la complejización de su sociedad, que a los parámetros étnicos o de castas incorpora otros factores de diferenciación, a la vez que se vuelve menos permisiva respecto de los casos de mestizaje dentro del grupo dirigente.

En ese momento el ambiente social santafesino denota claramente la formación de sectores diversos entre los cuales se destaca el grupo vinculado al Cabildo y al comercio, que sustituye a los descendientes de los vecinos fundadores. Algunas familias, como las de los Fernández Montiel, Ávila de Salazar, Vera Muxica y Cortés de Santuchos, se vinculan entre sí a través de múltiples alianzas de parentesco y conforman una elite que encuentra su justificación en el linaje, en los medios económicos y en la naturaleza de sus ocupaciones, y que, a la vez, se reconoce e identifica por distintos medios y signos: los lazos de familia, los hábitos sociales, y también por el vestido y la vivienda.

En 1650 Juan Maldonado defiende ante la Justicia su condición de mestizo y como tal la de hombre libre. En oposición, Antonio de Vera Muxica pretende demostrar que Maldonado es indio de su encomienda y se queja de que quienes le amparan le mandaron hacer de vestir para que mude de traje, lo cual -dice- no se debe permitir por no ser del uso y naturaleza del dicho mi encomendado como por no permitirlo las leyes del Reino, que de disimular pudiera resultar mayores inconveniencias (11) .

En ese mismo pleito se oponen representantes de sectores sociales contrastantes aún dentro del propio grupo étnico español.

Una de las partes es el citado Vera Muxica, que en sus alegatos caracteriza con nitidez dos diversos sectores. De un lado se encuentran las personas que son buenos cristianos, temerosos de Dios, hombres nobles y entre los cuales, aunque no lo dice, se encuentra él mismo y su parentela (12); por el otro, un grupo desheredado en el que ubica a los testigos de su parte contraria: todos tres pobrísimos de toda solemnidad y la dicha Isabel de Lencinas también mendigante, y tales personas están sujetos a jurar fácilmente, que así se debe entender por ser gente miserable (13).

La parte contraria, a su vez, califica a Antonio de Vera Muxica como poderoso en esta República que usa de su poder para dejarle sin testigos ya que los tiene amenazados y de temor me han faltado y no quieren declarar ni decir la verdad .

Los dos sectores sociales tienen distinto origen y han configurado redes familiares diversas. A Vera Muxica le acompañan como testigos sus íntimos amigos y familiares , los capitanes Alonso Fernández Montiel, Bernabé Sánchez, Diego Tomás de Santuchos y otros (14), pertenecientes a familias que se han incorporado a la ciudad luego de su fundación. La mención de Isabel de Lencinas dentro del sector extraño a esa elite refleja el descenso social y económico del grupo fundador que acompañó a Garay.

Esa misma elite es tolerante con el extranjero, al que asimila e integra a través de contratos comerciales o de vínculos familiares: tal es el caso de Jerónimo de Rivarola, que se introduce al grupo dirigente por su matrimonio en la familia de los Fernández Montiel y a quien se incorpora al Cabildo, no obstante ciertas Reales Cédulas que impedían el ejercicio de cargos capitulares por parte de extranjeros (15).

En sentido contrario, uno de los parámetros que determinan los límites entre uno y otro sector es el de las ocupaciones y oficios: en 1626, por ejemplo, encontramos la solicitud del regidor capitán Alonso Fernández Montiel para que el Cabildo revoque un poder otorgado a Domingo de Leiva Gallardo porque dijo que no era persona capaz para desempeñar esa comisión debido a ser hombre de oficio mecánico (16).

Desde sus comienzos, la ciudad contó entre sus pobladores con artesanos conocedores de algún oficio indispensable: herreros, carpinteros y carpinteros de ribera, sastres, zapateros, silleros. Entre los menos imprescindibles, encontramos pintores y plateros.

Los herreros estuvieron presentes en la fundación y uno de ellos, Antón Martín, participó en la expedición aderezando las armas a los soldados en mérito de lo cual Garay le otorgó varias tierras en merced (17), en 1610 Antón Martín todavía asesoraba al Cabildo para fijar los aranceles de su oficio (18).

En 1591 aparece instalándose en la ciudad Pedro Coronel, oficial de herrería , que el 26 de junio solicita al Cabildo se le otorgue en merced un pedazo de sitio (19).

El caso de Antón Martín representa a un artesano que, al comienzo de la vida de la ciudad, goza de una consideración que no tendrían, décadas más tarde, sus sucesores en el oficio. El de Coronel, nos ilustra sobre el ejercicio libre de algunos artesanos.

En otras situaciones, los artesanos tenían alguna relación de dependencia, formando parte de la mano de obra esclava -como ya hemos referido- o de la clientela de algunas casas acomodadas. En las primeras décadas del siglo XVII, en la casa que había sido de Garay y ahora era de Hernandarias de Saavedra, el indio Pedro, de oficio herrero, trabajaba con una fragua traída por el fundador (20).

Otras artesanías estaban en manos de las mujeres, fundamentalmente el hilado y el tejido, y eran practicadas dentro del ámbito doméstico. Feliciano Rodríguez, en época temprana, menciona entre sus bienes unos telares que tenía en su casa. Un caso singular, aunque de vida efímera, fue la Casa de Recogidas que estableció el gobernador Hernandarias de Saavedra con la pretensión de que doncellas sin recursos reunieran su dote con el producto de su trabajo de hilado.

Otro sector de la población está constituido por los mercaderes, que llegan hasta Santa Fe y se establecen sólo el tiempo necesario para tratar y contratar con los vecinos moradores. El calificativo de estantes los diferencia de la población con residencia estable, y aunque se trata de un grupo numéricamente pequeño su presencia tiene gran incidencia en la vida de la ciudad ya que se relaciona con su principal base económica: el comercio.

Durante todo el siglo XVII Santa Fe fue el centro más importante de redistribución de la yerba mate paraguaya hacia el mercado peruano, y también de otros productos que bajaban del Paraguay, como el azúcar, el tabaco y la miel. Garavaglia nos dice que a la ciudad acudían numerosos comerciantes en torno a los cuales giraba una serie de actividades menores, dinamizadoras de la vida santafesina: alquiler de casas y almacenes, arriería, construcción de carretas (21). Por su parte, los vecinos moradores, además de funcionar como intermediarios, especializaron sus estancias en la cría de ganado mular con destino al mercado altoperuano.

Una situación intermedia, respecto a la residencia en la ciudad, la encontramos en otros habitantes que abrían tiendas o pulperías, muchos de los cuales en 1648 eran de origen portugués: Juan Martín de Castro, Custodio Pérez, Manuel Gómez, Benito Francisco, Simón Rodríguez y Juan de Torres.

Finalmente a los ya mencionados sectores de población se suman las comunidades religiosas. Santa Fe llegó a tener dos iglesias parroquiales, tres conventuales mendicantes: San Francisco, Santo Domingo y La Merced- y un colegio jesuítico. Esta población era totalmente masculina, ya que no hubo conventos de monjas.

Sabemos que para la Semana Santa de 1660, cuando las autoridades ya se habían trasladado al nuevo sitio, en Santa Fe la Vieja aún permanecían el párroco propietario y más de veinte y seis sacerdotes de clérigos y religiosos de tres órdenes mendicantes (22).

EL ESPACIO FÍSICO

La determinación del espacio y el territorio

Los datos iniciales de construcción de la ciudad son: el grupo fundador por un lado, y el repartimiento de tierras y la traza fundacional por el otro, cuya interacción genera y dinamiza el tejido social y el urbano, y crea una serie de redes espaciales que se desarrollan sobre el territorio con epicentro en la ciudad.

Sabemos que la ciudad colonial, en cuanto sistema administrativo, social y económico, comprende no sólo el espacio propiamente urbano, sino también el de su territorio circundante. Ese territorio es una prolongación vital, en el cual la población desarrolla actividades fundamentales para su economía y sustento.

De manera que para comprender el fenómeno propiamente urbano es necesario reconocer previamente las condiciones del territorio en que se sustenta todo el entramado social, económico, político y religioso.

Al igual que en la generalidad de las ciudades hispanoamericanas, en Santa Fe el territorio fue, en principio, un espacio con límites fijados formalmente pero inciertos en la realidad. El fundador determinó tres límites: el de la jurisdicción -suficientemente amplia como para convertirse en antecedente del actual territorio del estado provincial-, el del ejido de la ciudad -que incluía su entorno más inmediato afectado como tierras del común - y, finalmente, el de la traza urbana.

Dentro de la amplia jurisdicción asignada y sólo parcialmente ocupada por los conquistadores, Garay repartió tierras en las cuales los vecinos poblaron estancias para la cría de ganado vacuno y mular. Más tarde, el circunstancial abandono de estas estancias produciría la libre multiplicación del ganado vacuno cimarrón constituyendo los orígenes de las codiciadas acciones de ganado explotadas mediante las vaquerías, organizadas y autorizadas desde la ciudad.

La ciudad se convierte así en el centro de una red de relaciones espaciales y constituye el lugar al que se regresa después de cada incursión en el territorio, fuere militar o vaquería, al que se arriba luego de largas travesías fluviales o terrestres, y en el cual encuentra resguardo el vecino que trabaja la tierra en un espacio de precarias fronteras.

Del mantenimiento de las fronteras dependía la permanencia de la ciudad y de sus vecinos, por lo cual éstos, fundamentalmente los feudatarios o encomenderos, estaban obligados a prestar sus servicios y sus armas para la guerra.

En ese inestable sistema, las estancias se convirtieron en puestos de avanzada que se comportaban a la manera de fuertes y eran defendidas por sus mismos propietarios. En 1650 se da el caso del capitán Juan Gómez Recio, que debió solicitar al Cabildo que se le eximiera provisoriamente de sus obligaciones como alcalde ordinario para poder ausentarse de la ciudad en defensa de su estancia, situada en la otra banda del río Paraná (23).

Distantes del ámbito urbano, las estancias obligaban a los hacendados a establecerse temporalmente en ellas y poblarlas con todas las dependencias necesarias para alojar la población que las explotaba y, a veces, también a sus familias. El caso de un vecino, Hernando Arias Montiel, nos permite una lectura en ese sentido: aunque estanciero del Salado Grande y empresario de vaquerías, Arias Montiel no se desvincula de la ciudad, que le sirve de centro para sus operaciones comerciales y donde tiene su casa principal, lugar seguro en el que permanecen su mujer y sus hijas mujeres cuando los varones crecen y están en condiciones de ayudarle en las tareas de campo (24).

La traza urbana

A la vez, dentro del ejido, Garay marcó la traza de la ciudad propiamente dicha, conformando un rectángulo -de once manzanas de norte a sur y seis de este a oeste-, con un borde nítido por el lado del naciente, representado por las barrancas del río de los Quiloazas, y más blando hacia el sur, donde la traza descendía hacía los anegadizos, con unas barrancas de menor altura.

Hacia el oeste y norte, la traza carecía de límites naturales por lo que en la realidad la diferenciación entre lo urbano y lo no-urbano fue imprecisa y dependió de la efectiva ocupación del suelo y de las características de su uso. La retícula viaria atravesaba el espacio urbano desde la Plaza hacia la periferia y se prolongaba en algunos caminos que conducían a las chacras y otras ciudades de la región.

El amanzanamiento fue objeto del repartimiento de cuadras y solares para los vecinos y pobladores , es decir que se distinguieron dos tipos de manzanas: aquellas que el fundador dividió en cuatro solares , para el uso de viviendas, y otras que mantuvo enteras -las cuadras -. En ambos casos, la amplitud de los terrenos -solares o manzanas enteras- y su dispar ocupación no favorecieron la delimitación clara de las diferentes áreas urbanas; aún así podemos caracterizar un área periférica y un área central.

La periferia: las cuadras

Las manzanas periféricas fueron repartidas por el fundador como cuadras para el cultivo de frutales. El acta fundacional indica sólo que este repartimiento se haría dentro del ejido, no obstante, varios documentos posteriores señalan expresamente que las cuadras formaban parte de la traza (25) o especifican su localización mencionado algunas calles reales como bordes (26).

El área de las cuadras se distinguía según su localización en Pagos de Arriba, del Medio y de Abajo (27), es decir, hacia el norte, hacia el oeste y hacia el sur del área central. Otros referencias de ubicación, utilizadas en los documentos, son la proximidad al río (28), la entrada de la ciudad (29) o, en sentido inverso, la salida hacia las chacras (30).

Los límites de las cuadras solían ser difusos, particularmente cuando varias de ellas pertenecían a un mismo dueño (31), pero hubo algunas bien demarcadas como aquella que en 1607 pertenecía Alonso de San Miguel, que estaba cercada de arboleda (32). También se había instalado la práctica abusiva de cercarlas cavando zanjas y provocando montículos de tierra que obstaculizaban el tránsito por las calles (33).

En cuanto a su destino, un prolijo relevamiento de estas unidades inmobiliarias nos ha permitido identificar y caracterizar cuarenta cuadras y veinte medias cuadras (que a los efectos de nuestro análisis convertiremos en diez cuadras enteras); además de otras unidades de dominio que por aisladas e irrelevantes excluiremos de la valoración del cuadro que hemos elaborado.

De este cuadro se deduce que de una superficie equivalente a cincuenta cuadras, 33 1/2 se identifican como de viñas, 1 está plantada de naranjos, 7 son desiertas y 8 1/2 no tienen referencias de uso.

de viña para plantar viña de viña plantada que fueron de viña otra referencia desiertas sin indicación
cuadras 40 8 2 11 6 1 con naranjos 5 7
medias cuadras 20 6 5 2 1 con higueras

(que fue de viña)

4 3
mitad de media cuadra 1 1
solares 4 4
pedazo 1 1 de tierra
unas cuadras

Según se ve, la plantación de viñas parece haber sido el destino más frecuente de las cuadras desde finales del siglo XVI (34). Ya en la merced que en 1599 el teniente general de gobernador otorga a Juan de Contreras, además de enumerar los méritos que le hacen acreedor de una cuadra en el ejido de esta ciudad , se asienta que es para que como tal la podáis plantar de viña y otras arboledas que bien vistas os sean (35).

Otro documento nos permite afirmar que antes de finalizar el siglo los vecinos de Santa Fe habían comenzado a plantar viñas: en su testamento de 1606 Feliciano Rodríguez declara dos cuadras de viña plantadas de diez años para arriba (36).

Estas plantaciones continuaron durante las primeras décadas del siglo XVII: en 1603 Alonso Hernández Romo prometió en dote a su hija una cuadra para plantas de viña la cual plantaré este año (37).

Además de los particulares, también las órdenes religiosas ocuparon este sector de manzanas periféricas. El colegio de la Compañía de Jesús mantuvo una política de adquisición por vía de compra o de recepción de donaciones, que le permitieron, al momento de la mudanza ser propietario de cuatro cuadras de viña (38). El convento de Santo Domingo fue dueño de una cuadra (39). Y san Roque, titular de la parroquia de naturales, y no la misma parroquia, fue propietario de dos cuadras de viñas por donación que en 1643 le hiciera doña Angela de Murguía en estos términos: mando al señor san Roque las dos cuadras de viña que tengo a la salida de esta ciudad para adorno de su altar (40).

Con las uvas de estas viñas urbanas se producía un vino local, que el carmelita fray Antonio Vázquez de Espinosa llegó a ponderar: hay muchas viñas, de que se hace cantidad de vinos de los mejores de aquella tierra.

Ya en 1606 Feliciano Rodríguez menciona en su testamento unas ollas de hacer vino . Y todavía en 1637 María de Encinas, viuda del capitán Alonso Hernández Romo, entre sus mandas testamentarias, dejó a la cofradía de la Santa Vera Cruz el vino que se hiciere poco o mucho, de media cuadra de viña ... lo que se hiciere el año de treinta y ocho (41).

Sin embargo, para esa fecha el cultivo de viñedos parece haber comenzado a decrecer, y en ese mismo año de 1638 el Cabildo se preocupó por la subsistencia de estas plantaciones urbanas, prohibiendo la corta de cepas y vides bajo penas severas que, en el caso de los indios y negros alcanzaban a los cien azotes, exposición en la picota y pérdida del hacha o herramienta utilizada (42). Por esa fecha ya podemos identificar algunas cuadras en las que se había abandonado su cultivo:

face=Symbol size=2>· en 1637 Francisco Ramírez Gaete menciona dos cuadras de tierra que fueron viñas (43).

face=Symbol size=2>· en 1646 José Martín declara dos cuadras que fueron de viña (44).

face=Symbol size=2>· en 1651 entre los bienes del difunto Diego de Valenzuela se incluye una cuadra que fue de viña (45).

Fuera de los viñedos, hubo algunas pocas cuadras dedicadas a otras especies frutales. Lucía de Lencinas tenía en 1648 una cuadra que está junto al perchel de Martín Suárez que tiene unos naranjos, llamada Santa Lucía (46) y doña Juana de Solís, en 1652, media cuadra que fue de viña donde están unas higueras (47).

En cuanto respecta a la existencia de edificios en este sector, los documentos omiten toda referencia; tan sólo podemos mencionar la vivienda y atahona que había en la cuadra del capitán Diego Resquín (48). Lo común sería que estos cultivos fueran atendidos por los vecinos desde sus viviendas ubicadas en el centro de la ciudad, mientras que alguna gente de su servicio dedicada a su mantenimiento, especialmente indios y negros, podría haber tenido su habitación en estas cuadras.

El área central: los solares

Como área central, reconocemos a las manzanas que el fundador adjudicó en forma de solares, en los cuales desde un comienzo los soldados de la expedición edificaron casas para su vivienda. La centralidad la entendemos en términos funcionales y no geométricos, ya que su núcleo era la Plaza, ubicada a una cuadra del borde de la traza determinado por el río.

El carácter de este sector va a depender, en primer lugar, de la ocupación efectiva y de la densidad de uso de los solares y, en segundo, de la capacidad de lo construido para definir con cierta claridad los espacios públicos -la Plaza y las calles-.

La progresiva incorporación de nuevos pobladores produjo un lento proceso de traspaso de propiedades, a la vez que las nuevas generaciones familiares motivaron el fraccionamiento de los solares originales y por consiguiente un incipiente aumento de la densidad de ocupación y de población.

Más adelante nos ocuparemos de analizar en particular diversos aspectos relacionados con la unidad doméstica, profundizando los temas de la propiedad urbana y de la arquitectura. Por el momento nos interesa destacar que el área central es el asiento del tejido residencial y, coincidentemente, de los principales edificios institucionales civiles y religiosos que imprimen carácter a su entorno inmediato. Sin embargo, la red de relaciones vivenciales que se genera no alcanza a plasmarse físicamente y a distinguir con nitidez sectores urbanos con la categoría de barrios, calificación que, por otra parte, no se utiliza en ninguno de los documentos relevados.

Ni siquiera la existencia de dos parroquias puede aplicarse como factor de diferenciación en términos espaciales, ya que ambas comparten la misma jurisdicción física, aunque están dirigidas a distintos grupos étnicos. Por un lado encontramos la parroquia de españoles, llamada Matriz, fundada desde el origen, cuya jurisdicción coincidía geográficamente con la de la ciudad y abarcaba, más allá del núcleo urbano, una amplísima área rural con serias dificultades para su asistencia espiritual. Por el otro, la parroquia de San Roque, fundada por 1616 (49), que supuso la creación de una jurisdicción espacial idéntica a la de la Matriz, aunque diferente étnica y culturalmente por estar destinada a la administración de sacramentos y enseñanza de la doctrina a los naturales, denominación que corrientemente se aplicaba a los aborígenes pero que, en este caso, incluía a los negros que se incorporaron a la sociedad santafesina a partir de la segunda década del siglo XVII.

La presencia de otras órdenes -franciscanos, dominicos, jesuitas y mercedarios- determinó una compleja red de vínculos afectivos, religiosos, devotos y funerarios, entre los vecinos y las iglesias, aunque no alcanzó a desarrollarse un sistema censario ni capellánico similar al del resto del período hispánico.

De los vínculos inmateriales establecidos entre los templos y los ámbitos domésticos de su entorno son demostrativos dos casos que creemos oportuno referir.

En 1645, doña María Gallarda, viuda de Pedro Gómez, donó a Santo Domingo un sitio ubicado, justamente a menos de una cuadra del mismo convento (50).

El caso de Juan de Cifuentes es más interesante. Fue éste un escribano que carecía de herederos y que dispuso libremente de varios inmuebles urbanos de su propiedad, asignando a cada uno de ellos un destino afín a su proximidad con diferentes templos: unas casas ubicadas en las inmediaciones del convento de San Francisco, junto a la barranca del río, mandó a la Cofradía de San Antonio de Padua que tenía sede en esa iglesia; otro inmueble - frontero de la Iglesia Mayor - legó a la Cofradía de las Benditas Ánimas del Purgatorio radicada en la iglesia Matriz; y una tercera propiedad, la casa de su morada, que hacía cruz con la iglesia de Santo Domingo, dejó para que parte del beneficio de sus rentas se diese al convento de Santo Domingo para que lo digan de misas a Nuestra Señora del Rosario (51).

LA PROPIEDAD URBANA EN EL ÁREA CENTRAL

Tamaño y uso de la propiedad en el área central

Los terrenos que Garay distribuyó para que los vecinos edificaran sus viviendas equivalían originariamente a un cuarto de manzana y recibían la denominación de solar. Hubo dos excepciones: la media manzana que el fundador reservó para su casa y la que asignó para el cuarto adelantado del Río de la Plata don Juan Ortíz de Zárate.

Entre los solares para viviendas, en el momento fundacional se asignó un solar entero para el Cabildo y una media manzana para la iglesia parroquial. Más tarde, en concordancia con el antecedente de la parroquia, al establecerse en la ciudad, las órdenes religiosas tendieron a ocupar terrenos de dimensiones mayores a los de la escala doméstica: una manzana entera el convento de San Francisco, tres solares el de Santo Domigo y dos solares el convento de La Merced y la Compañía de Jesús. Sólo la iglesia parroquial de naturales se implantó en terreno de un solar entero.

El catastro que hemos logrado reconstruir no abarca por completo la traza urbana y tampoco conocemos con certeza los límites del área que Garay repartió para viviendas, por lo cual para analizar el destino de uso de los terrenos del área central debemos circunscribirnos al sector de ocupación más consolidado, cuyos bordes norte, oeste y sur estarían dados por las calles ubicadas a dos cuadras de la Plaza y al este, por el límite natural del río.

Uso Dimensión terrenos %
Plaza 1 manzana (4 solares) 5 %
Uso religioso:

San Francisco

Santo Domingo

Matriz

La Merced

Compañía de Jesús

San Roque

14 solares

4 solares

3 solares

2 solares

2 solares

2 solares

1 solar

17,50 %
Cabildo 1 solar 1,25 %
Hospital 1 solar 1,25 %
Uso residencial 60 solares 75,00 %
Área total: 20 manzanas 80 solares 100,00 %

En el cuadro obtenido puede observarse que un 17,50 % del área está ocupado por terrenos destinados a usos religiosos -iglesias, conventos, escuelas y colegios dirigidos por religiosos-. Esta referencia dimensional respecto de la superficie ocupada se acentúa en cuanto a su gravitación urbana, si consideramos el significado que confiere la implantación de algunos de estos terrenos en los bordes de la Plaza, como es el caso de las iglesias Matriz y de los jesuitas.

Enfocando nuestra atención sobre los terrenos de uso propiamente doméstico, nos encontramos con que la casa del fundador, que luego fue de su yerno Hernandarias de Saavedra, adquiere el valor de máxima representatividad dentro de este conjunto: ubicación frente a la Plaza, media manzana de terreno a lo que debe agregarse, las características de su arquitectura -casa con zaguán-, atípicas en Santa Fe la Vieja.

Hubo otros vecinos que ampliaron por agregación los solares originales de su vivienda alcanzando a poseer tres solares en una manzana próxima a la Plaza, como el general Diego de Vega y Frías, o más alejados de ese centro: tres solares el capitán Manuel Martín y dos solares el capitán Hernando Arias Montiel y el contador Hernando de Osuna, en zonas de borde y cercanas a las cuadras de la periferia. Por otra parte, a mediados de siglo, puede reconocerse la persistencia de algunos solares enteros sin fraccionar, pero también el comienzo de su subdivisión en medios, en tercios y en cuartos solares, o en otras medidas menos precisas.

Movimiento inmobiliario

A través del estudio del movimiento inmobiliario podemos identificar algunos aspectos que inciden en el valor, traspaso y fraccionamiento de las parcelas del área central.

En esta área, ocupada mayoritariamente por los solares de viviendas, hemos relevado para el período 1641-1660, 61 traspasos de propiedad, de los cuales 35 están representados por ventas (57 %) y 26 por adjudicaciones dotales (43 %).

Si introducimos como variable de análisis los espacios construidos en esos solares o partes de solar, encontramos que 36 tienen plantados casas (59,02 %), 23 son solares vacíos (37,70 %) y 2 son de atahonas (3,28 %). Es decir, casi un 60 % de los terrenos enajenados cuentan con construcciones de vivienda, lo cual, como veremos, aumenta considerablemente el valor de la propiedad. Del total de estas 36 enajenaciones, 21 corresponden a adjudicaciones por vía de dote (58 %) y las 15 restantes a escrituras de compra-venta (42 %).

Estos índices nos permiten observar una predominante tendencia a que las propiedades con espacios construidos se traspasen dentro de una misma familia, mediante adjudicaciones de los padres a sus hijas en el momento de contraer matrimonio. En 15 casos (71 %) estas adjudicaciones afectan explícitamente a la mitad o parte del solar y de la vivienda paterna (52), lo cual implica la cohabitación de las diferentes generaciones dentro de la misma propiedad y, a la vez, la aparición de líneas familiares, sucesorias en los derechos de propiedad, con apellidos distintos a los de los propietarios originales.

Esa forma de rotación inmobiliaria se vincula a la permanente incorporación de nuevos pobladores que por vía de matrimonio acceden a la calidad de vecinos, y se observa en el catastro de los sectores más importantes del área central la progresiva sustitución de los apellidos fundadores por los de otros de menor antiguedad. A mediados del siglo XVII el entorno de la Plaza está ocupado por las casas de los Fernández Montiel, los Páez, los Santuchos y los Ximénez de Figueroa, ninguno de ellos pertenecientes al grupo fundacional. Sólo mantienen su propiedad en ese sector la hija del fundador y algunos descendientes de Feliciano Rodríguez.

Valor de la propiedad

En cuanto a su valor, la propiedad doméstica urbana puede oscilar entre extremos tan opuestos como 20 y 624 pesos, lo cual representa una variación del 3.120 %. Pero si consideramos el solar vacío, medida fundacional de la propiedad en el sector central, encontramos que esa fluctuación se reduce notablemente a un 193 %, con precios que varían entre los 30 y los 58 pesos.

Es decir que los valores de la propiedades dependen fundamentalmente, por encima del tamaño del terreno, de lo plantado en él: un solar entero podía costar 30 pesos, pero si en él se había construido una casa su valor mínimo podía ser diez veces superior -300 pesos-. El valor promedio de las viviendas era de 269 pesos.

Aún así, podemos reconocer algunas diferencias de avalúo en el mercado inmobiliario cuya explicación debemos buscar en otras causas: un mismo solar y atahona puede costar 440 pesos en 1650 y en 1654, sólo cuatro años más tarde, su tasación descender a los 300 pesos (53), o la parte de una casa costar 300 pesos en 1647 y en 1651, también cuatro años más tarde, su precio bajar a 200 (54). Esto revela que a las obvias variables de localización, tamaño y características de la propiedad inmueble habría que agregar otras menos evidentes y ajenas a la consideración del mercado inmobiliario en un sentido restringido a los aspectos físicos. En el caso de las depreciaciones mencionadas, posteriores a la decisión de trasladar la ciudad a un nuevo sitio, podemos suponer que la mudanza, aunque demorada durante la década de 1650, distorsionó los valores de las propiedades.

En cuanto a la relación de precios del mercado inmobiliario con los de otros bienes vinculados al equipamiento doméstico, se puede observar cierta desproporción cuando se trata de objetos muebles y accesorios de lujo. Así como el valor promedio de una casa oscila alrededor de los 250 pesos, una cama con todo su ropaje costaba 200 y hasta podía llegar a los 241 pesos, mientras que los pabellones y las colchas se pagaban entre 70 y 100 pesos.

Podemos concluir que durante la existencia de Santa Fe la Vieja la disponibilidad de suelo urbano en relación con el número de pobladores determinó precios bajos para los terrenos. Y los espacios construidos sin bien elevan considerablemente el valor de la propiedad, no alcanzan los valores de objetos suntuarios que en última instancia se convierten en los indicadores determinantes de la jerarquía social de sus propietarios.

EL TEJIDO URBANO

La arquitectura doméstica

En la arquitectura doméstica, siempre dominante en la conformación del espacio urbano, para el caso de Santa Fe la Vieja podemos identificar dos tipos bien diferenciados -la casa marginal y la casa principal-, cuya formación se vincula tanto a la evolución de las modos de producción arquitectónica como al proceso de consolidación del tejido social y de la actividad económica de la ciudad.

A lo largo del tiempo las casas marginales mantienen las modalidades tecnológicas y la impronta espacial de las primeras construcciones levantadas en la urgencia de la fundación: materiales pobres, precariedad resolutiva - tapia francesa- y ámbitos no diferenciados para diversos usos. Son los típicos ranchos que hoy subsisten en la arquitectura islera y que en Santa Fe la Vieja, para mediados del siglo XVII, se habían desplazado a los bordes del área central y sectores periféricos de la traza, en calles apenas delineadas y en medio de terrenos demarcados rústicamente con plantas o cercos de madera.. Estas viviendas configuran un tipo soslayado en las actas notariales por su nulo valor económico y cuyas huellas arqueológicas todavía no han sido reconocidas. Sus habitantes eran españoles y mestizos pobres, artesanos o gente de conchabo, algunas veces descendientes de fundadores alejados del poder político y económico de la ciudad, que hemos caracterizado en la primera parte del presente trabajo.

La casa principal fue el resultado del proceso de afianzamiento de la ciudad y de sus recursos, y de la consolidación social y pecuniaria de un grupo de la clase dirigente: comerciantes y ganaderos vinculados a las funciones capitulares. A su vez, fue el punto de partida de una tipología que después del traslado de la ciudad continuaría evolucionando en el nuevo asentamiento.

El  ámbito de la vivienda de una familia principal tiende a recogerse en la intimidad, poniendo distancias con la calle y sustrayéndose del espacio público urbano a través de la secuencia: calle-patio-galería-interior de la vivienda (55) que se gradúa con economía de recursos. Un cerco de tapias delimita el frente y los lados del terreno (56), en él se abre la puerta de calle, que da acceso directo al patio principal. Ese primer patio se interpone entre el cerco de la calle, alejando lo público de lo privado, y el cuerpo construido de la vivienda en forma de tira de habitaciones, ubicado en forma transversal al recorrido de ingreso. Generalmente una galería o colgadizo crea situaciones intermedias entre el patio y el interior de lo construido, donde se alojan la sala y los aposentos. Detrás de esa tira de habitaciones, los traspatios convocan la vida y las dependencias de servicio.

Según se evidencia al observar las ruinas de Santa Fe la Vieja, salvo dos excepciones (57), fue norma general que estas casas se dispusieran de sur a norte, con sus galerías al este y al oeste. Esta orientación permitía ofrecer mayor resistencia a los vientos que soplan en la zona, mientras que las galerías protegían a los muros de tapia del agua de lluvia y, particularmente la del oeste, resguardaban del tremendo sol del verano.

Los espacios principales se reducen a salas y aposentos, mientras que el clima impone en los meses de calor el uso intenso de los espacios abiertos o semiabiertos. Las habitaciones se ubican una en pos de otra, dos, tres o cuatro (58), unidas entre sí por puertas o vanos que a veces no coinciden en hilera para así romper las visuales y no interferir en la privacidad de la vida familiar (59). La diferenciación de salas y aposentos no está dada por las características del espacio que las contiene (60), aún en los mejores casos el mobiliario que se dispone en estas habitaciones es el que determina su uso y carácter. En la sala, el estrado es el ámbito en el cual las mujeres reciben a sus relaciones, protegidas de la humedad del suelo de tierra pisada, sentadas sobre chuses y cojines o en sillas, con el solo adorno de algunas láminas de motivos religiosos o de espejos dorados. En los aposentos se colocan muebles como bufetes y sillas para sentarse a comer y, en otros, cujas para dormir y cajas para guardar la ropa.

Separadas de ese cuerpo de habitaciones principales, en otra construcción por lo general más precaria -fabricada en tapia francesa - se encontraban la cocina y despensa, y otras habitaciones para los criados de la casa. Las construcciones accesorias terminaban de definir el carácter y uso de los espacios abiertos con lo que estaban en relación dentro de los solares (61).

Estas viviendas configuran un tejido urbano abierto, con una marcada predominancia de los espacios no construidos sobre los construidos. Las calles se definen a partir de los cercos de tapia, que no siempre terminan de cerrar los terrenos (62) y que muchas veces son reemplazados por matas de tunas y garabatos. Detrás de los cercos y entre la arboleda de frutales con que se pueblan los patios y las huertas, se perciben los tejados o cubiertas de paja de las construcciones, volúmenes alargados y paralelos a las calles de acceso, en algunos pocos casos la tiendas de comercio se aproximan a los frentes de los terrenos. Ese tejido se desgrana desde el entorno de la Plaza -el área de ocupación más consolidada-, hacia los bordes del área central, confundiéndose prontamente con las manzanas de viñas.

El equipamiento privado

Siendo Santa Fe un nudo de comunicaciones entre el Paraguay, el Río de la Plata y el Tucumán y el comercio una de las actividades fundamentales de la vida urbana, a medida que fue incrementando su carácter de bisagra de articulación regional, la presencia temporal de mercaderes determinó la existencia de cuartos de alquiler.

Sabemos que en un solar vecino a su casa principal, calle de por medio y junto a las barrancas del río, el gobernador Hernandarias de Saavedra tenía unas casas de alquiler y consta que por su mandato y orden se aderezaban y alquilaban (63). Más tarde esas casas fueron propiedad de don Felipe de Argañaraz, quien continuó dándolas en alquiler a comerciantes: en 1648 en ellas vivían en arrendamiento el capitán Pedro de Giles y Pedro Vicente, mercader (64). También la orden mercedaria tenía dentro de los solares de su convento ranchería y casas de vivienda [...] que algunas personas tuvieron por alquiler y préstamo (65).

Con el nombre de tiendas se menciona otro tipo de locales, que se diferenciaban de las viviendas especialmente por su implantación. Mientras que aquellas tendían a recogerse en el interior de los solares, las tiendas se ubicaban directamente al frente y, particularmente, en los cruces de las calles; esta localización característica convirtió en sinónimo los términos tienda y esquina según hemos podido comprobar en los documentos santafesinos del período hispánico.

Algunas de las tiendas que hubo en Santa Fe la Vieja estaban vinculadas a casas principales, como las que en 1646 Alonso Fernández Montiel entregó en dote a una de sus hijas: unas casas en la Plaza de esta ciudad, con la tienda y esquina de ellas agregada, corral y patio . O las que en 1650 Juan González de Ataide dio a su hija Da. Antonia Rodríguez, dentro del solar de su morada: la tienda que cae hacia la calle real que es de un lance, con la casa, puerta y sitio conjunto, dicha tienda y mitad del patio que está frontero a ella y dichas casas .

En el caso de algún comerciante soltero, la tienda servía también de habitación: Juan Martín de Castro edificó con su hacienda y plata la tienda en que vivía, con la particularidad de que la había construido dentro del solar de Francisco Sánchez, a ruego y consentimiento de éste (66).

Las tres tiendas mencionadas -las de Martín de Castro, González de Ataide y Fernández Montiel- estaban ubicadas en manzanas del entorno inmediato a la Plaza, lo cual corrobora la siempre reiterada referencia acerca de que la Plaza constituía el centro de la vida en la ciudad hispanoamericana. Inmediatamente luego de la mudanza de la ciudad, un vecino trocó con su prima el solar que le había tocado por que la señora se descontentó por estar tan apartado del comercio y en especial de los templos (67).

En las tiendas se vendían diversos géneros de productos, a veces calificados como granjerías y otras cosas (68) y en esta tarea estaban involucrados vecinos moradores y estantes , habitantes de paso o sin arraigo que tenían el comercio como medio de vida. Lo normal era que los tenderos asistieran a varear, medir y pesar personalmente , pero también había quienes delegaban esto en sus esclavos, según se quejan en 1648 Manuel Gómez y Custodio Pérez ante las autoridades capitulares (69). Los fieles ejecutores tenían a su cargo la visitas a las tiendas y el control periódico de sus balanzas, peso, varas y medidas (70).

Las unidades domésticas también solían incluir actividades productivas como el de la molienda del trigo procedente de las chacras o tierras de pan llevar inmediatas al ejido urbano. Desde los primeros tiempos, los vecinos instalaron dentro de la traza urbana, por lo común en los solares de sus propias viviendas, atahonas o piedras de moler

Sabemos de la atahona urbana instalada en la casa de vivienda de Da. María de Esquivel, mujer principal y esposa de Sebastián de Vera Muxica, que aparece en el inventario de sus bienes: las casas de la morada ... y una atahona, moliente y corriente con su casa cubierta de paja dentro del sitio de dichas casas, sus caballos atahoneros y dos picos, un escoplo y una asuela del servicio de dicha atahona (71) . La citada referencia indica la presencia de esta atahona dentro de la trama urbana, a sólo dos cuadras al norte de la Plaza Mayor, siguiendo la calle de la Compañía de Jesús, también especifica que la piedra de moler se ubica dentro de una construcción - su casa cubierta de paja - separada del resto de la casa principal, cubierta de teja, pero dentro del mismo solar cercado. El resto del equipamiento de la atahona lo constituían, tal como se enuncia en la breve descripción citada: dos picos, un escoplo y una asuela del servicio de dicha atahona . El terreno, todavía solar entero, es decir un cuarto de manzana, permitía la presencia de los indispensables animales para la tracción del molino: sus caballos atahoneros .

Los molinos de mano y luego la tracción de los animales parecen haber sido las únicas fuerzas motrices aplicadas a la molienda, aunque un particular intentó instalar un molino hidráulico. La referencia corresponde a la solicitud de permiso que en 1594 Gabriel de Hermosilla Sevillano, vecino poblador y conquistador de esta ciudad presentó ante el Cabildo, exponiendo: ... que en esta ciudad se pasa gran trabajo por la falta que hay de moliendas y así vecinos como naturales padecen por moler como se muele en molinos de mano ... Fundado en estas consideraciones continúa: y para evitar muchas cosas que no van aquí expresas por ser notorias a toda la tierra, quiero ponerme a hacer un molino de agua concediéndome lo que por esta petición a V.M. pidiere pues serán cosas justas (72). Aunque el Cabildo juzgó conveniente autorizar a Hermosilla Sevillano para que construyera su molino en la parte y lugar que bien visto le fuere en este río en el plazo de un año, nada más se sabe acerca de este proyecto de molino hidráulico.

El equipamiento público

Fuera del equipamiento construido por los particulares, hubo otro que servía al conjunto de la población bajo la administración del Cabildo.

El puerto era fundamental en una ciudad litoraleña como Santa Fe, surgida como nudo de vías fluviales y terrestres. Para el atracadero de las barcas se aprovechaban las condiciones naturales del lecho del río y no se hicieron ningún tipo de obras específicas, que hubieran sido desmesuradas para las posibilidades locales. Las actas capitulares tan sólo dan cuenta del cuidado y mantenimiento de las calles que conducían a él: en 1616 el fiel ejecutor y el alguacil mayor fueron comisionados para exigir a los vecinos el arreglo de los pasos de las calles al puerto de la ciudad (73).

Con el tiempo, al puerto se fueron agregando algunos elementos como el depósito de trigo, los corrales y el potrero, que permitían obtener, directa o indirectamente, beneficios para la comunidad. Sabemos que a veinte años de la fundación de la ciudad, en febrero de 1592, en acuerdo capitular se dispuso la construcción con la ayuda de los vecinos, de una casa que sirviera de depósito de trigo (74). En noviembre de 1617 este depósito todavía estaba en servicio, cuando dos de los regidores informaron al resto del cuerpo capitular que no había trigo en los depósitos; ese mismo informe, nos permite conocer que uno de los cometidos del almacenamiento de este cereal era proveer a los pobres de la ciudad (75).

En 1590 el Cabildo acordó que la isla que estaba frente a la ciudad se utilizara como potrero de los caballos de la comunidad, por lo que los particulares debían sacar las yeguas que allí había (76), a esta isla hace referencia el ya citado fraile Vázquez de Espinosa por 1610. Ese potrero perduró y periódicamente las autoridades capitulares concertaban la guarda de los caballos de la ciudad: en octubre de 1616 fue acordada con Hernando de Sosa (77) y en enero de 1618 al mismo Sosa se agregó Matías Benítez (78). No siendo suficiente la guarda de caballos a cargo de alguna persona encargada para ello, en octubre de 1618 se resolvió que los alcaldes y regidores se turnaran para inspeccionar dos veces por semana, los lunes y los jueves, el potrero de la isla y constatar si se cometían robos (79).

Por otra parte, debido a que las chacras del Pago de Abajo estaban muy próximas a la traza urbana, con la que lindaban en los anegadizos pegados a esta ciudad , los ganados de esas chacras solían desparramarse y causar diversos daños. Por esta causa en 1617 se ordenó la construcción de corrales para su guarda nocturna y se dispuso las multas que corresponderían a los infractores (80).

El mantenimiento de los espacios públicos

Hemos hecho referencia a la importancia de la cuadrícula como determinante del soporte bidimensional sobre el que se construyó la ciudad. Hasta donde estaban trazadas u holladas por el tránsito, las calles aseguraron la continuidad en la definición del espacio urbano; pero carentes de aceras y de cualquier tipo de pavimento, su imagen dependía de la efectiva ocupación de las manzanas que atravesaban. Dado que en el área central los edificios rara vez llegaban hasta la calle, sus bordes se materializaban mediante los cercos de tapia, de madera o plantas; ya en 1578 por un pregón se ordenó a los vecinos que tuvieran sus cercos caídos que los levantasen en el término de quince días (81). En el sector periférico, antes de finalizar el siglo XVI, algunos vecinos habían adquirido la mala costumbre de delimitar sus cuadras con zanjas (82).

En algunos casos la falta de uso desdibujaba algunas calles y hacía perder toda huella en el terreno, alentando que los vecinos prendieran comprar esos tramos, llegando con sus petitorios hasta el propio Cabildo, donde el asunto, sin ser prejuzgado de absurdo, era tratado y examinado formalmente. En enero de 1595, por ejemplo, luego de deliberar sobre un pedido de este tipo los capitulares no accedieron al pedido de compra de una calle que formularan Bartolomé Pérez y Luis de Medina, porque dijeron, se trataba de un camino real (83). Otra petición similar presentó en febrero de ese mismo año Francisco de Sierra (84), asunto cuyo tratamiento fue diferido hasta el mes de abril, cuando se ratificó el auto del alcalde que disponía dejar expedita la calle que afectaba (85).

Como era frecuente, las calles carecían de nombres oficiales pero se apelaba a alguna referencia para identificarlas: en 1590 se menciona la calle de Francisco Caravajal, que iba a al río (83), y en 1618 la del convento de San Francisco, la de Alonso Saromo, la del puerto de Luis Romero y la de Cristóbal Matute de Altamirano, todas las cuales también bajaban al río (86).

Es interesante destacar que las pocas calles individualizadas expresamente en las actas capitulares, tenían una relación directa con el borde fluvial, que servía de puerto y de lugar de aprovisionamiento de agua. Su mantenimiento era, además, el que concentraba las mayores preocupaciones por parte de las autoridades: en 1639, por ejemplo, los aguaceros habían robado algunas de las calles que conducían al río por lo que los cabildantes ordenaron su reparación para facilitar el tránsito de personas y cabalgaduras que iban allí en busca de agua para el consumo (87).

En cuanto a la higiene, Francisco Domínguez Company nos dice que en las ciudades hispanoamericanas del siglo XVI el aseo personal era prácticamente inexistente y a nivel social se reducía a las medidas más elementales (88).

En Santa Fe el vecindario contravenía las elementales normas de convivencia urbana tanto con acciones deliberadas como por omisión y,, al igual que en el resto de América, la limpieza y el mantenimiento de las calles recaía en sus vecinos más próximos. Por su parte, el Cabildo, haciendo uso de facultades que tenía para ello, se ocupaba de puntualizar los problemas detectados estableciendo penas y multas para castigar a los infractores y comisionaba a alguno de sus miembros para realizar las notificaciones e inspecciones pertinentes.

Los problemas del mantenimiento se vinculaban especialmente con los pozos que el tránsito o el escurrimiento del agua de lluvia ocasionaban en las calzadas de arena y con la basura que el vecindario arrojaba desaprensivamente al espacio público, generando focos de enfermedades infecciosas.

Por otra parte, la carencia de límites entre propiedad privada y calle causaba ciertos perjuicios en la convivencia urbana, obligando a que el Cabildo interviniera arbitrando diversas medidas. En agosto de 1638 se decretó que aquella persona que encontrase en su propiedad ganado de cerda, del que anda por las calles , podía matarlo libremente , y se dio plazo a sus propietarios para que los recogieran dentro del término de tres días (89). Igualmente, se obligó a los dueños de vacas lecheras a que las retirasen de la ciudad dentro de las veinticuatro horas de publicado el respectivo decreto, en razón de los perjuicios que causaban a las viñas (90). Para solucionar este problema, el mismo Cabildo había establecido un corral en las proximidades de la ciudad y periódicamente encargaba la guarda de ganado. El mismo Domínguez Company (91) comenta que era común que, aunque existían ejidos donde se suponía debía pastar el ganado mayor, para los vecinos era más cómodo que vacas, caballos y ovejas lo hicieran cerca de sus casas, en las calles donde el pasto crecía en abundancia, aliviándoles la tarea que les correspondía, sin embargo esta costumbre derivaba en daños que el ganado ocasionaba, especialmente en los cultivos urbanos.

Igualmente la negligencia causaba perjuicios y en 1617 Diego Suárez fue sancionado por no carpir la calle y por arrojar basuras en ella. Después de haber enmendado su falta solicitó que se le eximiera de la pena que se la había impuesto, para lo cual uno de los alcaldes y un regidor fueron encargados de inspeccionar el lugar (92).

Los trabajos de mantenimiento debían ser realizados por los propios vecinos o por la gente de su servicio que éstos dispusieran, distrayéndola de otras ocupaciones, por ello a veces el Cabildo atendía a circunstancias propias del momento y flexibilizaba sus exigencias. En junio de 1618, por ejemplo, el rellenamiento de los pozos de las calles que bajaban al río fue interrumpido para permitir a la gente trabajar en las sementeras de las chacras (93).

En 1639 se encargó al fiel ejecutor que verificase si los vecinos acudían con la gente necesaria para realizar los trabajos de reparación de las calles que llevaban al río, robadas por los aguaceros (94). Y en una sesión capitular de 1647 se comisionó a quien ejercía ese oficio para que dispusiera la limpieza de las calles y de la plaza pública (95). El fiel ejecutor era, precisamente, el responsable natural de cuidar de que los vecinos atendieran a lo relacionado con los temas de mantenimiento y limpieza, y en ocasiones señaladas los capitulares encomendaban al alguacil mayor que le asistiese con su autoridad punitoria. En 1616, ya hemos visto que ambos, fiel ejecutor y alguacil mayor, fueron encargados de exigir a los vecinos el arreglo de los pasos de las calles que conducían al puerto de la ciudad (96).

El alguacil mayor podía verificar el cumplimiento de algún decreto de este tipo con la facultad de poner en prisión a los remisos y de embargar sus prendas. Como sucedió en 1625 cuando varios vecinos -Miguel Rodríguez, Pedro Ramírez y el alférez Diego de Valenzuela por un lado y Juan Díaz por otro- fueron conminados a que en el plazo de cuatro días dispusieran la reparación de un pozo existente en la calle real de la cual eran convecinos, bajo el apercibimiento de una multa de dos pesos (97).

Además de las calles, el otro espacio público que concentraba la especial atención del Cabildo era la Plaza. Éste era el lugar de máxima significación en la ciudad, en el cual confluía toda la carga simbólica que le venía desde la fundación, como sitio en cuyo entorno se alojaba la justicia, el poder civil y la asistencia espiritual, y también como escenario que concentraba las más variadas manifestaciones de la vida urbana: el comercio ejercido por los mercaderes arribados de tierra adentro o por vía fluvial, las muestras de armas convocadas por los tenientes de gobernadores para salir en defensa de la ciudad, los pregones de ordenanzas o públicas almonedas gritados a viva voz por algún negro ladino , las procesiones religiosas en ocasiones festivas o impetratorias en caso de crecientes o mangas de langostas, los juegos de caña, de sortija y corridas de toro para celebrar fechas señaladas de la lejana metrópoli.

Celebraciones religiosas, como la del santo patrono, convocaban la atención de las autoridades capitulares que disponían de regocijos extraodinarios; en 1649, con motivo de aproximarse la fiesta de san Jerónimo el Cabildo comisionó al regidor y fiel ejecutor para que mandase hacer el toril y garrochas y para que dispusiera cercar la plaza, colocando en ella los asientos para las autoridades. (98).

Comentario final

Los diferentes aspectos tratados en el presente trabajo no alcanzan a penetrar en la complejidad del hecho urbano, pero quedan enunciados elementos cuya interacción dinámica y permanente se plasma en materialidades más o menos perdurables y en usos vitales y relaciones inmateriales igualmente necesarias de incorporar en el estudio de la historia de las ciudades.

Hemos visto cómo en Santa Fe el núcleo poblacional opera sobre una traza y repartimiento urbanos determinados desde el momento fundacional y su propia transformación se transfiere espacialmente a la ciudad.

La población inicial de expedicionarios convertidos en vecinos, abocada a la tarea de construir y consolidar el asentamiento urbano, admite ciertas flexibilidades étnicas y ocupacionales, pero cuando Santa Fe se afianza como nudo de comunicaciones comerciales, las principales familias conforman una red social, política y económica que procura reflejar las pautas de comportamiento de la sociedad española de su época en un medio que impone poderosas condicionantes.

De un modo similar, las viviendas precarias de un principio son reemplazadas por construcciones de mayor solidez y perdurabilidad, la tapia francesa da paso a la tapia ordinaria, y las cubiertas pajizas a las de tejas, en tanto que la posibilidad de disponer de solares amplios para la vida familiar define un tipo de vivienda que tiene más antecedentes en la arquitectura rural española que en la urbana.

La praxis y la experiencia colectiva producen tipos constructivos que comparten ciertos rasgos comunes con otras ciudades de la región -especialmente Asunción y Corrientes-, de manera que las iniciativas individuales, aún en propiedades privadas, confluyen en la definición de un tejido urbano homogéneo no obstante la predominancia de los espacios no construidos sobre los construidos.

En ese contexto, los grupos familiares adquieren fundamental protagonismo, ya que de ellos dependen los sectores más bajos de la población española y mestiza, que ejercen sus oficios o prestan sus servicios libremente, y aquellos grupos étnicos que conforman la población de servicio: indios de encomienda y negros esclavos. Estas familias son las principales demandantes de construcciones para su vivienda y servicio, y actúan como sostenedoras de las instituciones religiosas.

Por otra parte, una vez que la solidaridad del grupo fundador permite el establecimiento de una ciudad de frontera, el Cabildo debe asegurar la permanencia del asentamiento y la convivencia urbana regulando la necesaria cooperación vecinal y encomendando la realización de tareas individuales o colectivas y la erección o mantenimiento de los espacios comunes.

También en este nivel los grupos familiares mantienen su importancia en la construcción de la ciudad, ya que son sus propios representantes quienes ejercen los principales oficios capitulares, y desde estas funciones garantizan la articulación entre las acciones privadas y públicas en un medio donde de esa interdependencia depende la subsistencia de la ciudad.

NOTAS A PIE DE PÁGINA

(1) A la vez, por ese el mismo poder se mandaba y encargaba a Garay y a los vecinos de la ciudad el buen tratamiento, pacificación y conservación de los dichos indios naturales, su buena doctrina y enseñamiento en las cosas de nuestra santa Fe católica, para que mediante la divina gracia vengan en conocimiento de ella y sean al gremio y unión de los fieles para que puedan salvar y gozar de la gloria para do fueron criados.

(2) "Mercedes de tierras otorgadas por Juan de Garay a Sebastián de Lencinas". En: Archivo General de la Provincia de Santa Fe (en adelante: AGPSF). Boletín nro. 4-5.

(3) "Bando de Juan de Garay, reiterando otro de días atrás, por el que manda a todas las personas que tuvieren indios de servicios, los manifiesten para determinar si son o no de repartimiento. Prohibe tratar y contratar con ciertas tribus". Santa Fe, 17 de enero de 1580. En: AGPSF. Op. cit., págs. 61/62.

(4) Ibídem .

Los frecuentes abusos que acompañaron a las encomiendas desde su institución en la isla de La Española también se hicieron presentes en el Río de la Plata y en la naciente Santa Fe, motivo por lo cual en ese mismo bando Garay se expide en contra de las grandes vejaciones y molestias que reciben los indios de las naciones guatataes y mogolaes y hagazes, conamecuaes y otras naciones que están entre nosotros, de algunas personas de esta ciudad, tomándoles sus mujeres en tal manera que muchos de ellos no tienen mujeres ni menos los caciques tienen gente consigo, porque todos, o la mayor parte, los tienen y se sirven de ellos los vecinos, estantes y habitantes de esta ciudad .

(5) "Dos informes del gobernador Diego de Góngora al Rey en el año de 1622", en CERVERA M. Historia de la ciudad y de la provincia de Santa Fe . 2a. ed. Santa Fe, Universidad Nacional del Litoral., t. III, Apéndice XXI, págs. 384/5.

(6) PISTONE J. Catalina. La esclavatura negra en Santa Fe . Junta Provincial de Estudios Históricos de Santa Fe, 1996, pág. 24.

(7) Venta de esclavo, Santa Fe, 19.03.1637: un negro criollo de esta ciudad esclavo nuestro llamado Cristóbal de edad de hasta diez y siete años . Archivo General de la Nación (en adelante: AGN): Sala IX, 48-3-8. Protocolo de Santa Fe de 1637, f. 60v.

(8) Carta dotal de Da. Isabel Cortés de Acevedo, Santa Fe, 13.06.1637. Loc. cit., fs. 122/5.

(9) Instancia de los vecinos de Santa Fe, oponiéndose al traslado, y fallo del Obispo del Río de la Plata, D. Cristóbal de Mancha y Velasco. Santa Fe, 3 de junio de 1660. Legajo III, expediente nro. 76, del Archivo del Arzobispado de Buenos Aires, Santa Fe, 3 de Junio de 1660. Documento por FURLONG G. y MOLINA Raúl A. en: Las ruinas de Cayastá son de la vieja ciudad de Santa Fe fundada por Garay . Fallo de la Academia Nacional de la Historia. Buenos Aires, ediciones Arayú, 1953, págs. 123/26.

(10) GARAVAGLIA Juan Carlos. Mercado interno y economía colonial . México, Grijalbo, 1983, pág. 40.

(11) Departamento de Estudios Etnográficos y Coloniales (en adelante: DEEC): Expedientes Civiles (en adelante: EC), t. 55, 1653/58, expte. 56, fs. 27/94, año 1650. Autos sobre la libertad de Juan Maldonado, indio

(12) Ibídem .

(13) Ídem .

(14) Id ..

(15) Rivarola, a cuatro años de haberse casado con una hija de los Fernández Montiel, tuvo que demostrar ser natural de Barcelona, aunque hijo de padre genovés, para poder ejercer su oficio de regidor.

Actas capitulares del 17 y 28 de septiembre, 5 y 10 de octubre, 3 de noviembre de 1651 y 16 de julio de 1652. AGPSF: Actas del Cabildo (en adelante: AC), t. III. fs. 209v/10, 210v/11, 211v/13, 213/4v, 218v/22 y 275v/9v.

(16) ROVERANO Andrés. Santa Fe la Vieja . Santa Fe, Ministerio de Educación y Cultura, 1960, pág. 41.

(17) Mercedes de tierras otorgada por Juan de Garay a Antón Martín, vecino de Santa Fe. Santa Fe, 07.12.1589. Publicada en: AGPSF, Boletín nro. 4-5, ya cit .

(18) Acta del Cabildo del 14.01.1610.

(19) Acta del Cabildo del 26.06.1591. Cit. por ZAPATA GOLLAN Agustín. La historia del trabajo en la ciudad vieja . Separata de Investigaciones y Ensayos nro. 28. Buenos Aires, Academia Nacional de la Historia, julio-setiembre 1980, pág. 351.

(20) Cfr. TRELLES Manuel Ricardo. Hernandarias de Saavedra, Causa célebre; noticias y documentos para servir a la historia del Río de la Plata . En: Revista de Buenos Aires, t. X, pág. 449.

Actas, cit. por ZAPATA GOLLAN Agustín en: La historia del trabajo ... . Op. cit. , pág. 352.

(21) GARAVAGLIA Juan Carlos. Op . cit ., págs. 89/90

(22) Instancia de los vecinos de Santa Fe, oponiéndose al traslado, y fallo del Obispo del Río de la Plata, D. Cristóbal de Mancha y Velasco, ya cit.

(23) Acta del Cabildo del 5 de diciembre de 1650. AGPSF: AC, t. III fs. 177/8v.

(24) CALVO Luis María. Familia y ámbito doméstico en Santa Fe la Vieja: la casa de Hernando Arias Montiel . En: Historical Achaelogy in Latin America, Actas 1, Segunda Conferencia Internacional de Arqueología Histórica Americana. The South Carolina Institute of Archaelogy and Anthropology of the University of South Carolina. Columbia, USA, abril de 1996, págs. 121/127

(25) Testamento de Feliciano Rodríguez, 1606. DEEC: EC 52.116/21: ...como constará de la traza...

Dote de Da. Juana Féliz de Velasco, 1650. DEEC: Escrituras Públicas (en adelante: EP) t. 1, fs. 989/92v: ... en la planta de esta ciudad ..

Testamento de Francisco Ruiz, 1654. DEEC: EP t. 1, fs. 216/8v: ... en la traza de esta ciudad.

Testamento de Juan de Espinosa, 1660. DEEC: EC t. 58, fs. 404/8v: ...en la traza ...

(26) Merced de Juan de Contreras, 1599. DEEC: EC t. 59, fs. 33v/4: calle en medio

Testamento de Feliciano Rodríguez, 1606. DEEC: EC t. 52, fs. 116/21: ... calle en medio...

Testamento de Alonso de San Miguel, 1607. DEEC: EC t. 452, fs. 285/92: ... calle en medio

Inventario de los bienes del contador Hernando de Osuna, 1612. DEEC: EC t. 52, fs. 431/4v: calle en medio

Donación de Da. María de Sanabria al Colegio, 1614. DEEC: EC t. 52, fs. 91/2: ... calle real .

Venta de Antonia López al Colegio, 1616. DEEC: EC t. 52, fs. 4/9: ... calle real en medio.

Testamento de Lucía de Lencinas, 1629: DEEC: EC t. 59, fs. 25v/30v: ... calle en medio .

Testamento de Juan de Vallejos, 1634: DEEC: EC t. 52.140v/2: ... calle real en medio .

Venta de Juan de Espinosa al Colegio, 1636: calle en medio.

Venta de María Hernández al Colegio, 1636. DEEC: EC t. 52, fs. 88: calle en medio .

Dote de Jerónima González, 1641. DEEC: EP t. 1, fs. 61/2: calle en medio

(27) Inventario de los bienes del contador Hernando de Osuna, 1612. DEEC: EC t. 52, fs. 431/4v: Pago de Abajo.

Venta de Lucía de Lencinas al Colegio, 1631. DEEC: EC t. 52, fs. 83/4v. Pago de Abajo.

Testamento de Juan de Vallejos, 1634. DEEC: EC t. 52, fs. 140v/2: Pago del Medio.

Venta de Antonia López al Colegio, 1616. DEEC: EC t. 52, fs. 4/9. Pago de Arriba.

Testamento de Antonio Fernández de Silva, 1641. DEEC: EP t. 1, fs. 67/72: Pago de Arriba

(28) Testamento de Feliciano Rodríguez, 1606. DEEC: EC t. 52, fs. 116/21: ... hacia el río...

Venta de Lucía de Lencinas al Colegio, 1631. DEEC: EC t. 52, fs. 83/4v: ... por la banda del río .

Testamento de Juan de Espinosa, 1660. DEEC: EC t. 58, fs. 404/8v: ..sobre el río ..

(29) Testamento de Juan de Espinosa, 1660. DEEC: EC t. 58, fs. 404/8v: ...a la entrada de esta ciudad..

(30) Testamento de Feliciano Rodríguez, 1606. DEEC: EC t. 52, fs. 116/21: ...hacia el campo de las chácaras .

Testamento de Alonso de San Miguel, 1607. DEEC: EC t. 52, fs. 285/92: ... camino de las chácaras de arriba.

Testamento de Da. Angela de Murguía, 1643. DEEC: EP t. 53, fs. 14v/20: ... a la salida de esta ciudad.

(31) Feliciano Rodríguez, en 1606, era propietario de quince cuadras y ya había repartido otras cuatro entre sus hijos e hijas, muchas de estas cuadras eran linderas unas de otras.

(32) Testamento de Alonso de San Miguel, vecino, 29.06.1607. DEEC: EC t. 52, fs. 285/92.

(33) Acta del Cabildo del 9 de enero de 1595 se comisiona al fiel ejecutor, Pedro Alvarez Salguero, para que remedie el estado de las calles, obstruidas con la tierra que sacan de las zanjas con que algunos vecinos cercan las cuadras. AGPSF: AC, t. II, fs. 208v/9v.

(34) De las indicadas como de viña: 13,50 manzanas se identificaban como de viña plantada, 11 de viña, 7 que fueron de viña, 1 para plantar viña u otras arboledas, 0,50 ha sido plantada con higueras.

(35) Merced a Juan de Contreras, que le hace don Francis de Beaumont y Navarra, teniente general y justicia mayor del Río de la Plata, por don Diego Rodríguez Valdés y de la Banda, gobernador y capitán general, Santa Fe, 3 de abril de 1599. DEEC: EC t. 59, fs. 33v/4:

Por cuanto vos Juan de Contreras, vecino de esta ciudad, sos persona benemérita, hijo de poblador y conquistador de la ciudad de la Asunción y habéis servido a Su Majestad en todo aquello que se os ha sido mandado y sustentáis casa y familias, armas y caballo a vuestra costa y minción ...

una cuadra en el ejido de esta ciudad para vos y vuestros herederos que linda por la parte del norte con cuadra de Jerónimo Pérez y por la parte del sur con cuadra del alcalde Alonso de San Miguel y por la parte del poniente con Diego de Prado, calle en medio con todas ellas, para que como tal la podáis plantar de viña y otras arboledas que bien vista os sean .

(36) Testamento del capitán Feliciano Rodríguez, 17.04.1606. DEEC: EC t. 52, fs. 116/21

(37) Dote de Victoria Hernández, hija de Alonso Hernández Romo. 20.07.1603

(38) La primera le fue donada por Da. María de Sanabria: una cuadra de tierra que tengo y me pertenece en la traza de las cuadras de viñas de la dicha ciudad de Santa Fe, la cual está vacía (donación de Da. María de Sanabria al Colegio de la Compañía de Jesús de Santa Fe. Asunción, 07.06.1614. DEEC: EC t. 52, fs. 91/2.)

El resto fueron compradas entre 1616 y 1636 :

Venta de Antonia López, viuda de Francisco Resquín, al Colegio de la Compañía de Jesús. Santa Fe, 01.07.1616. DEEC: EC t. 52, fs. 4/9: una cuadra de viña plantada en el Pago de Arriba.

Venta de Antonia López, viuda de Francisco Resquín, al Colegio de la Compañía de Jesús. Santa Fe, 01.07.1616. DEEC: EC t.52, fs. 4/9: una cuadra de viña plantada en el Pago de Arriba.

Venta de Victoria de Cabrera, viuda de Felipe Ramos, y su hija al Colegio de la Compañía de Jesús: Santa Fe, 13.08.1636. DEEC: EC t. 52, fs. 96/8v: una cuadra de viña .

Venta de Juan de Espinosa y su mujer al Colegio de la Compañía de Jesús. Santa Fe, 06.04.1636: : media cuadra desierta que está junto a una viña del mismo Colegio .

Venta de María Hernández, viuda de Luis de Lencinas, al Colegio de la Compañía de Jesús. Santa Fe, 11.06.1636. DEEC: EC t. 52, f.88: media cuadra desierta.

A más de cincuenta años de haber sido traslada la ciudad, el 5 de setiembre de 1714 el padre Francisco Xavier de León, procurador del Colegio, se presentó ante la Justicia local con las cinco escrituras pidiendo se le diera posesión de estas propiedades las cuales están en la traza de esta ciudad, camino de Santo Tomé. En la misma fecha se dio efecto a su solicitud amojonando las tierras (DEEC: EC t. 52, Expte. 6, "Contiene varias escrituras de venta de cuadras de tierra hechas a favor de este Colegio en el Pago de Abajo, camino de Santo Tomé y de las cuales no se había tomado posesión en esta nueva ciudad de Santa Fe y así se tomó este año de 1714 y amojonóse con cuatro piedras grandes del Paraná en las cuatro esquinas y son cuatro cuerdas, dos de norte a sur y otras dos de oriente a poniente", fs. 94./5v. Posesión de cuatro cuerdas de tierras a favor del Colegio).

(39) Esta cuadra era vecina de la que en 1636 Victoria de Cabrera y su hija vendieron al Colegio de la Compañía de Jesús. Santa Fe. DEEC: EC t. 52, fs. 96/8v.

(40) Testamento de Da. Angela de Murguía, viuda del capitán Juan de Torres Pineda, vecina. 27.01.1643. DEEC: EC t. 53, fs. 14v/20.

(41) Testamento de María de Encinas, 15.06.1637. AGN, Protocolo Santa Fe 1637, fs. 125v/7

(42) Acta del 31.08.1638. AGPSF: AC, t. III, fs. 27/8v

(43) Testamento de Francisco Ramírez Gaete, vecino. 23.09.1637. DEEC: EC t. 64, fs. 23/4v.

(44) Testamento de José Martín, 24.04.1646. DEEC: EP t. 1, fs. 777/8v y EC t. 58, fs. 226/7v.

(45) Inventario de los bienes del difunto alférez Diego de Valenzuela, vecino. 15.07.1651, DEEC: EP t. 1, fs. 127/8

(46) Testamento de Lucía de Lencinas. 05.10.1645 o 28.10.1648 ?. DEEC: EC t. 59, fs. 30v/1v.

(47) Testamento de Da. Juana de Solís. 24.05.1652. DEEC: EP t. 2, fs. 453/6 o 354/6?.

(48) En 1647 declara que había dado a una de sus nietas una sala y aposento en la cuadra de mi vivienda que tengo en la viña fuera de la traza de esta ciudad , más una atahona que está dentro de la dicha cuadra con más solar y medio de viña . A su sobrina Gracia de Arévalo legó un aposento cubierto que está en dicha casa . Testamento del capitán Diego Resquín. 29.12.1647. DEEC: EP t. 1, fs. 839/45v.

(49) En sesión capitular del 12 de septiembre de 1616 se resolvió finalizar la construcción de la iglesia de San Roque, cuya inauguración se celebraría con misas, procesión y sermón, con la asistencia del Cabildo en pleno. Acta del Cabildo del 12.09.1616. AGPSF: AC, t. I f. 70v/1.

(50) DEEC: EP t. 1, fs. 548.

(51) DEEC: EC t. 54, fs. 278v/9.

(52) En 7 casos se trata de partes o mitades de casas, y en otros 8 la escritura expresa que se trata de parte del solar.

(53) DEEC: EP t. 2, fs. 285/6v y 487/90.

(54) Venta de Francisco Ximénez Naharro y doña Catalina Arias Montiel a favor de Juan Bautista Manso, morador, Santa Fe, 9 de junio de 1651. DEEC: EP t. 2, fs. 24v/7

(55) Este modo de ingresar a la vivienda directamente por el patio se daba también en otras ciudades de la región, como en Córdoba del Tucumán, según lo ha señalado el Dr. Carlos Luque Colombres. Cfr. LUQUE COLOMBRES Adolfo. Orígenes históricos de la propiedad urbana de Córdoba ( siglos XVI y XVIII) . Córdoba, Universidad Nacional de Córdoba, Facultad de Filosofía y Humanidades, Instituto de Estudios Americanistas Doctor Enrique Martínez Paz. Serie Historia nro. XVII, 1980, pág. 7

(56) En 1578 el Cabildo de Santa Fe ordenó a los vecinos que tuvieran caídos los cercos de sus viviendas que los reconstruyeran en un plazo de dos semanas

(57) Los cuerpos principales de estas casas configuran una L: Manzana 18, solar B, enfrente de San Francisco; manzana 36, solar C

(58) Esto se colige de observar las ruinas descubiertas en Cayastá y de cotejar la documentación en que se menciona con frecuencia esta manera de disponer las habitaciones

(59) Así se puede ver en la casa que fue de don Cristóbal de Garay, haciendo cruz con el convento de San Francisco, en la manzana 17 esquina sureste

(60) La única diferenciación espacial que existía entre una sala y los aposentos consistía en que la primera era más larga. Esto se puede ver en las ruinas de Santa Fe y lo corrobora un documento que dice: un aposento largo a modo de sala (Cesión de un sitio y casa de Francisco de Lerma Polanco a doña María Gallarda, 25.10.1645. DEEC: EP t. 1, fs. 524).

(61) En el solar y medio en que tenía su casa Feliciano Rodríguez consta que tenía también una bodega donde guardaba catorce barriles, entre grandes y pequeños. Esta referencia del año 1606 tiene relación con el vino santafesino que los primeros pobladores de la ciudad fabricaban con las uvas de sus viñas, plantadas en las cuadras enteras que les repartió Garay, y con el que abastecían el consumo interno hasta que el comercio introdujo el vino de Cuyo.

Testamento de Feliciano Rodríguez, 17.04.1606. DEEC: EC t. 52, f. 118.

(62) Un sitio de solar [...] con una media cerca de tapias que no llegan a acabar de cerrar el dicho sitio . Venta de Andrés Velázquez Torrejón a Francisco de Lerma Polanco, 12.08.1645. DEEC: EP t. 1, f. 522v.

(63) "Autos hechos por ejecuta y real provisión de la Real Audiencia de La Plata a pedimento del capitán Juan de Cifuentes sobre la restitución y entrega de las casas que fueron del capitán D. Felipe de Argañaraz y otros efectos", año 1649. DEEC: EC t. 53, expte. 27 fs. 376/41.

(64) Ibídem .

(65) "El convento de Ntra. Sra. de las Mercedes de esta ciudad contra el capitán Bartolomé Belloto, para que cese en la obra del sitio y solar que est junto al dicho convento por decir no le pertenece", año 1646. DEEC: EC t. 53, expte. 22, fs. 216/41.

(66) Testamento de Francisco Sánchez, 1642: la tienda en que vive Juan Martín de Castro, la hizo el susodicho a su costa con su hacienda y plata a ruego y consentimiento del dicho Francisco Sánchez ... y si quisiere tomar el dicho suelo de la dicha tienda que así edificó se quede con él por lo que quisiere. . DEEC: EP t. 1, fs. 397/8v.

A través de las actas capitulares sabemos que entre otros géneros, Juan Martín de Castro comerciaba vino. Acta del Cabildo del 03.03.1626. AGPSF: AC t. II, fs. 264.

(67) DEEC: EP t. 2, fs. 678/80v.

(68) Acta del Cabildo del 07.09.1648. AGPSF: AC, t.. II.

(69) Ibídem .

(70) Acta del Cabildo del 05.09.1648. Loc. cit.

(71) Inventario de los bienes de Da. María de Esquivel, 16.07.1650. La misma Da. María de Esquivel era propietaria de una chacra en el Pago de Arriba, donde tenía un perchel de tapias y horcones cubierto de paja con su puerta y candado, doce bueyes carreteros, dos arados, seis yugos, un hacha y una azada ya usada .., " que dan cuenta de allí se sembraba.

(72) Acta del Cabildo del 22 de agosto de 1594.

(73) Acta del Cabildo de febrero de 1616. AGPSF: AC. t. I, fs. 63v/5.

(74) Acta del Cabildo del 3 de febrero de 1592. AGPSF: AC t. II, fs. 135v/6.

(75) Acta del Cabildo del 13 de noviembre de 1617. AGPSF: AC. t. I, fs. 152v/3.

(76) Acta del Cabildo del 4 de julio de 1590. AGPSF: AC t. II, fs. 121/2.

(77) Acta del Cabildo del 6 de octubre de 1616. AGPSF: AC t. I, fs. 77/9.

(78) Acta del Cabildo del 15 de enero de 1618. AGPSF: AC t. I, fs. 167/9.

(79) Acta del Cabildo del 29 de octubre de 1618. AGPSF: AC t. I, fs. 189v/91v.

(80) Acta del Cabildo del 3 de abril de 1617. AGPSF: AC t. I, fs. 114v/6.

(81) Acta del Cabildo del 1 de enero de 1578. AGPSF: AC t. I, fs. 21/21v.

(82) Acta del Cabildo del 9 de enero de 1595. AGPSF: AC t. II, fs. 208v/9v.

(83) Acta del Cabildo del 18 de junio de 1590. AGPSF: AC t. II, fs. 119v/20.

(83) Acta del Cabildo del 9 de enero de 1595. AGPSF: AC t. II, fs. 208v/9v.

(84) Acta del Cabildo del 8 de febrero de 1595. AGPSF: AC t. II, fs. 213/14.

(85) Acta del Cabildo del 2 de abril de 1595. AGPSF: AC t. II, fs. 223/3v.

(86) Acta del Cabildo del 2 de julio de 1618. AGPSF: AC t. I, fs. 178/9v.

(87) Acta del Cabildo del 16 de enero de 1639. AGPSF: AC t. III, fs. 35/5v.

(88) DOMÍNGUEZ COMPANY Francisco. La vida en las pequeñas ciudades hispanoamericanas. 1494/1549 . Madrid, Ediciones de Cultura Hispánica del Centro Iberoamericano de Cooperación, 1978, pág. 42.

(89) Acta del Cabildo del 31 de agosto de 1638. AGPSF: AC t. III, fs. 27/8v.

(90) Ibídem .

(91) DOMÍNGUEZ COMPANY F. Op. cit. , págs. 42/3.

(92) Acta del Cabildo del 22 de mayo de 1617. AGPSF: AC t. I, fs. 117v/8.

(93) Acta del Cabildo del 28 de mayo de 1618. AGPSF: AC t. I, fs. 177/8: Se suspende el rellenamiento de los pozos de las calles de la bajada al río, en razón del trabajo en las sementeras.

Acta del Cabildo del 2 de julio de 1618. AC t. I, fs. 178/9v. Se resuelve continuar la reparación de las siguientes calles que bajan al río: la del convento de San Francisco, la de Alonso Saromo, la del puerto de Luis Romero y la de Cristóbal Matute de Altamirano

(94) Acta del Cabildo del 16 de enero de 1639. AGPSF: AC t. III, fs. 35/5v

(95) Acta del Cabildo del 28 de enero de 1647. AGPSF: AC t. III f.58/9v.

(96) Acta del Cabildo de febrero de 1616. AGPSF: AC t. I, fs. 63v/5.

(97) Acta del Cabildo del 26 de mayo de 1625. AGPSF: AC t. II, fs. 200v/3v.

(98) Acta del Cabildo del 24 de septiembre de 1649. AGPSF: AC t. II, fs. 118v/9v.

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