PONENCIAS

La enfermedad adaptada a la cultura


Lic. Mayarí Díaz Artiga
Universidad  San Carlos de Guatemala

    Los padecimientos son culturales, se aprende (de cierta forma) a vivir con ellos. Comprender y resolver los conflictos del padecimiento, destinados primero a la adaptación personal de la enfermedad, y luego de forma que permitan adaptarse dentro de una organización social. Los cambios de comportamiento y actitudes tienen efectos sobre la cultura. La angustia, por ejemplo, genera mecanismos de adaptación y actitudes sobre las distintas patologías, generando adaptaciones y cambios en el grupo afectado. Esto significa que puden ser muchos los factores externos que modelen esta actitud: la angustia frente al dolor y padecimiento, la relación con otros medios y ambientes que den términos a las enfermedades (religión, escuela, familia, etc.)

La enfermedad en el medio social

    Los procesos de salud/ enfermedad/ atención, han sido abordados por el hombre mismo desde que éste tuvo conciencia para defenderse contra el desequilibrio que su cuerpo experimentaba, ya que las enfermedades no solo afectan el organismo orgánico, sino también organismos sociales en los cuales el sujeto se integra y forma parte.

    Son muchas las formas de tratar las enfermedades, y sus prácticas de curación van de la mano con las formas culturales de los habitantes. Estas diferencias llevan explícita la idea respecto a como entender el proceso degenerativo/regenerativo de la salud, así como las diversas formas de tratar y ver las enfermedades no solo por los pacientes sino por el grupo de médicos o curanderos, que juntos forman y advierten diversas dimensiones de lo social y religioso. La enfermedad es en primer lugar la expresión y la toma de conciencia personal de una alteración psicosomática vivida como desagradable e incapacitadora. El umbral de la percepción a la pertinencia diferencial de los síntomas están fuertemente influenciados no solamente por el medio cultural, sino también por la biografía del individuo y la historia de su grupo. Desde el comienzo, el hecho de <<estar enfermo>>, es decir, la vivencia personal de la enfermedad llamada convencionalmente illnes en antropología médica, tiene ya una dimensión social. 1
    Hasta hace unos anhos la etnografía del proceso salud/ enfermedad/ atencion, construida respecto de los grupos indígenas latinoamericanos, excluía intencionalmente la descripción del uso, significado y función de la medicina aleopática, aún la utilizada “autónomamente” por los grupos indígenas.  Algunos trabajos llegan a mencionar la presencia y uso de estas prácticas y representaciones, pero sin desarrollar la descripción y análisis de las mismas y menos aún incluyendolas como parte del saber médico popular.

Esto significa que un determinado modelo de pensar la realidad conduce no sólo a empobrecerla, sino peor aún: Conduce al no entendimiento y negación de su práctica. Partir de lo “tradicional” a priori, buscar lo tradicional definido en términos ideológicos, reducir la realidad a sólo una de las partes tiene estas posibles consecuencias, que pueden ser superadas si aplicamos una perspectiva relacional, que coloque por lo menos entre paréntesis las definciones a priori qué es lo más tradicional en el saber médico popular y cuáles grupos son los más tradicionales. Es en el sistema social en función, en donde veremos operar procesos de síntesis, de yuxtaposición o de exclusión de prácticas y representaciones procedentes de diferentes saberes, pero que en los conjuntos sociales se organizan de una determinada manera. Es en la descripción y en el análisis de estos preocesos relacionales que observamos el lugar que ocupa lo “tradicional” o lo “científico”, en términos del sistema de prácticas y representaciones que está teniendo lugar en la realidad de un enfermo atendido ya sea en el hogar, o por una hierbera, o por un médico alópata, o por un espiritista o, como puede ocurrir, por todos ellos de forma sucesiva.  En este punto debemos además observar que procesos están siendo proyectados y cuáles inyectados, poque finalmente se influiran mutuamente.

Reinterpretación de la enfermedad en la cultura

    En un estudio realizado entre el 2001 y 2002, en una comunidad de El Petén, departamento ubicado al norte de Guatemala, se buscó interpretar, reconocer y analizar los diferentes procesos por los cuales distintos pacientes acuden con médicos, otros con chamanes e incluso algunos con ambos.  Se encontró que contrario a como se ha pensado, los curanderos y chamanes no rechazan prácticas biomédicas, sino más bien han incorporado algunas de sus técnicas. Este es obviamente otro punto a discutir, sobretodo en países en donde el manejo y uso de medicamentos no es controlado; pero debemos aclarar que no se trata “exclusivamente” -en el punto de vista de los curanderos/chamanes-, del uso de medicamentos o algunas técnicas de la biomedicina (como el uso de Rayos X, muestras de sangre, orina, heces, entre otras); su especialidad  y diferencia radica en que su método es inmediato -directo y personalizado-, y más eficaz (sobretodo cuando algunos síntomas parecieran “desaparecer” más rápido que con otros métodos aconsejados por médicos); y sobre todo, porque es un médico de cuerpos y almas. Desde la perspectiva del curandero se necesita un don, del cual depende que los pacientes sanen o no, pero su práctica puede ser efectuada por cualquiera si este llega a reconocer la validez de esta. Entiende que los procesos de afección a la salud pueden atenderse con distintos métodos, lo importante es saber de que enfermedad se trata para saber como tratarla. Sus prácticas “médicas” poseen tres fases: 1) Diagnóstico, la cual se divide en dos: a) una directa con el paciente, donde explica sobre la enfermedad que padece y su tratamiento, y b) una búsqueda del por qué y caracterización del paciente y de la enfermedad. Este segundo proceso lo realiza solo y en él utiliza una serie de artículos para dicho fin (incienso, veladoras, aceites, etc.), 2) En la segunda fase se conjugan dos elementos: Una racionalidad sobre la enfermedad y una visión mística sobre la misma. Para el curandero la efectividad del tratamiento está obviamente en la conjunción de ambas. Esta consiste en la atención de la enfermedad, la cual está en directa codependencia con dos procesos que se suceden en una temporalidad simultánea: a) El paciente recibe una prescripción para tomar los medicamentos (tanto fármacos como hierbas), y b) El curandero inicia un proceso de “intervención” con el paciente a través de fuerzas espirituales que los ayudará a observar el progreso o retroceso de la condición del paciente. 3) Por último, el paciente asiste periódicamente para un seguimiento del progreso de su salud. Todo este proceso de atención y curación comprende un ' cuadro clínico' de la enfermedad.

    El curandero intenta comprender las enfermedades a través de una forma de un suprasistema. Por un lado psicosomático, y por otro, a través de un análisis visual corpóreo. El diagnóstico no es inmediato. El paciene necesita ser primero examinado, y al segundo día se da el diagnóstico definituvo. Esto porque aunque se reconozca en la primera visita si se trata de la enfermedad diagnosticada, necesita el curandero hacer un examen unificado (lo evidente y lo oculto), posible únicamente por medio de la magia que lo certifiquen  como tal (el uso de candelas, incienso y huevos son comunes), y poder así considerar un tratamiento adecuado. En este proceso se reconoce si la enfermedad es 'natural' o 'sobrenatural'.

La interpretación de la enfermedad es dicotómica. Estas conexiones se conjugan para formar planos relacionales, en donde establece: 1)causa, 2) gravedad, 3) procesos de curación.  Todo conocimiento es empírico.

Conceptualización y adaptación de la enfermedad

    El paciente que padece alguna enfermedad sufre distintos malestares manifestados en lo biológico y lo social. Se trata de un hecho situacional, aislable en un solo aspecto. Quien lo padece es el único que en sí mismo puede explicarse dentro de esta situación -manifestado en el dolor-. Pero este hecho es además modelado en lo social, cultural y relacional. “Sufir es sentir la precariedad de la propia condición personal, en estado puro, sin poder movilizar otras defensas que las técnicas o las morales” explica Le Breton (1999). En cualquier enfermedad se conjugan los aspectos del dolor, que resulta un hecho íntimo, de ensimismamiento, difícil de volverse un proceso emic; y el sufrimiento, que es  aún más difícil de expresar por estar ligado a otros aspectos de la psíque. Los que sufren son y experimentan la necesidad de conceder un sentido a su sitaución y condición de enfermo, recorriendo a la búsqueda de amparo y entendimiento de los que no están en
 su estado. Por lo tanto, cada enfermedad reflejará un tipo de conducta y de actitud que de respuesta a ese dolor y sufrimiento y le aleje de este. El dolor no es una función orgánica, sino la consecuencia de la lesión de una función aclara Betrón. En algunos casos el dolor avisa del peligro o riesgo, o en otros la enfermedad, pero no siempre de modo inmediato. Inlcuso en algunos enfermos (personas insensibles) es silenciado por un desajuste entre lesión y sufrimiento, o padecen el dolor sin una causa patológica (hipocondríacos) (Bretón, 1999).

    Las senhales que ponen de manifiesto si la enfermedad debe ser tratada por un médico o por un curandero son:

  • Reconocimiento de las capacidades en las prácticas convencionales o tradicionales,
  • Manifestación biológica de la enfermedad,
  • Conocimiento previo de la enfermedad,
  • Contacto directo con una persona que haya padecido la enfermedad,
  • Valoración de la gravedad de la enfermedad,
  • Estimación del gasto,
  • Temor al sometimiento del dolor.

    Estos elementos pueden o no funcionar de forma simultánea. La expresión de algún indicador -de manera intensa o leve- es valorada por patrones culturales, en donde las personas depositan su confianza y comprenden la enfermedad. La situación de la enfermedad crea eslabones, incorporando en cada uno  de estos las situaciones de lo gnoseológico -afectivo- emotivo.  Donde uno de estos se haga fuerte, se desencadenará  la acción de la reacción: La búsqueda de uno u otro sistema o práctica de atención/curación. La diferencia entre las prácticas no está basada en un cien por ciento en la eficacia, sino en los significados de valor asignados en cada uno de estos sistemas.

    Si el proceso de enfermedad/ atención se va haciendo cada vez más lento e inefectivo (de la forma que se espera), esto reconfigurará el proceso. Por eso no es de extranhar que existan pacientes que pasen de uno a otro sistema: de la AMC (atención médica convencional) a la tradicional y viceversa, e incluso reiteradamente (AMC-Tradicional-AMC; Tradicional-AMC-Tradicional).

Tal vez una de las diferencias más importantes está representada por la naturaleza de la enfermedad. Esto obliga al paciente a tomar la decisión de 'hacer necesaria' la visita a alguno de los representantes de los sistemas de atención. En el caso del curandero las prácticas de curación están estrechamente relacionadas a un plano del poder sobrenatural, donde quizá no se cure la enfermedad pero se aleje al mal. El factor miedo opera constantemente en el padecimiento de las enfermedades. Barrios (1995) senhala que “Según Mira y López, existen tres modos de presentación del miedo: a)instintivo (orgánico, corporal y ascendente); b)racional sensato (condicionado, psíquico y descendente); c)imaginativo (irracional, de presunción mágico-intuitiva). El miedo está ligado a la pérdida de algo que apreciamos como la salud o la vida.(...)”
    Si bien sabemos que algunos de los curanderos se especializan en determinadas dolencias, muchos tratan el malestar social provocado sin importar el origen biológico de la enfermedad . Hay que tener en cuenta la complicación en algunos trastornos, ante los que la medicina científica no da respuestas satisfactorias, y lleva a quien los sufre al campo de la medicina popular y del curanderismo, en busca de una solución. Poveda apunta con relación a este hecho: “El curandero se presenta como una persona capaz de curar enfermedades que son particularmente temidas por la gente y para las cuales la medicina no posee todavía los métodos terapéuticos más eficientes” (Povada 1997: 28).

    La espontaneidad en lo que hacen muestra que estos terapeutas populares no se basan en un sistema fuertemente instituido sino más bien fluido. Aunque haya comunidades donde pueden mostrar cierta regidez, esta no es la norma general. Cada curandero es una persona peculiar, influida por el medio y la cultura,  e incluso por sus pacientes, quien se deja guiar por lo que podría  parecer su propia intuición e inventa sus prácticas curativas. En esto se opone al sacerdote y al médico que son funcionarios de instituciones fijadas y burocratizadas donde es más difícil la invención (Weber 1971: 450-452).

    El padecimiento de un dolor o malestar provocado por una enfermedad, somete al paciente a una sitaución de 'sumisión' frente a los médicos  que -posiblemente- le tratan y curan. La relación es asimétrica y vertical. No solamente es la ignorancia sobre un conocimiento real y profundo de lo que se padece, sino la inseguridad de poder dar a entender sobre el padecimiento:...la propuesta de Freidson, en términos de que en la relación entre el médico y el paciente está de por medio un juego de poder o, como senhala Kleinman, una realación transaccional donde prestadores de servicios y pacientes negocian condiciones, de acuerdo con los fundamentos que sostienen los modelos mentales con lo que explican el proceso salud/enfermedad 2.
    Si bien es cierto que la práctica de la AMC es objetiva en cuanto a sus diagnósticos y tratamientos, los aspectos subjetivos sobre la cuestión del padecimiento del paciente no es descodificado, ni tomado en cuenta para 'operar' las emociones y sentimientos que despiertan la enfermedad. La enfermedad pasa para el paciente, primero por la razón y conciencia, pero se canalizan en emociones codificadas. Respecto a la enfermedad estudiada en una de las comunidades de El Petén, al preguntarles a los afectados sobre que era para ellos esta enfermedad, respondieron no sobre los padecimientos sintomatológicos de la enfermedad, sino a las actitudes y emociones deribadas de esta (“es una enfermedad que no se cura”, “lo mata a uno”, “es una enfermedad peligrosa”, “le quita tiempo a uno”, “desmoraliza”, “no duerme uno”, etc.); demostrando que el primer razonamiento conceptual sobre la enfermedad está en las Actitudes y en las Emociones, planos donde el curandero suele ser más eficaz que el médico. Por lo tanto, si el tratamiento con el curandero falla existe una reconceptualización de esa actitud y emoción, y se revaloriza el padecimiento: pain es primario y suffering es reconfigurado como parde de este pain.

    Encontramos que en la mayoría de los casos en que se hizo una visita al curandero, las primeras reflexiones fueron sobre este padecimiento (actitud-emoción), segundo lo cultural y tercero lo económico. “Cada pueblo ha ido conservando para la restauración de la salud sus métodos y sistemas ancestrales a través de sus curanderos ya que la misma experiencia los ha hecho especializados en los diagnósticos y tratamientos”. (Mosquera IDEI:1999)
La práxis médica demuestra que no hay nada que atemorice más a los enfermos como el sufrimiento que proviene de causas desconocidas y el dolor de padecerlo. La enfermedad se conceptualizó por las molestias provocadas, sobre la gravedad de la misma, y por las causas provocadas.

Retos en la atención de las enfermedades

    La medicina popular se ha generalizado desde hace varias décadas, ya sea por movimientos que reinvindican tradiciones populares, o bien por el hecho de asistir  al fenómeno de la falta de servicios. El crecimiento poblacional acelerado, la falta de recursos, bienes materiales y el medio circundante, limitan o posibilitan el acceso a dichos servicios públicos y privados. La centralización de estos en el medio urbano, hace que el número y la calidad de los servivios en el área rural sean menores e insuficinetes. Por lo tanto, la presencia de curanderos y brujos chamanes son más comúnes o frecuentes en dichas zonas; pero no significa que sea la presencia/ausencia de la AMC la única razón por la cual existan o no.  La figura del curandero-chamán es tan antigua como el hombre, y su presencia está figurada tanto en crónicas antiguas, como en relatos recientes. A pesar de las grandes diferencias con otras figuras chamánicas de Siberia, Asia, América del Norte y del Sur, los chamanes de esta zona poseen similares connotaciones. Actualmente han surgido en varios países industrializados movimientos neochamánicos que utilizan ciertas técnicas chamánicas para inducir “estados de conciencia alterados” (ECA) , y con ello practicar a pacientes curaciones que por otros medios no pueden ser sanados.

    Para explicar la presencia de dichas prácticas en El Petén, es necesario entender que este fenómeno no se trata  de un anacronismo en la región, o si se quiere de un “sincretismo con diversas culturas” por el hecho exclusivo de no contar con servicios médicos profesionales. La figura chamánica está asociada a otras facultades y poderes que van más allá de la curación física. En la zona de El Petén, los curanderos/chamanes están más presentes que en otras zonas del país, ya que se trata de un lugar con reminiscencias arqueológicas que permiten realizar y formar ideas mágicas sobre el medio social y natural, importantes en los rituales de curación. Por lo tanto, no es sorprendente ni poco común, encontrar que la mayoría de personas que enferman realicen consultas con este tipo de terapeutas, ya sea por tradición cultural o por ser una opción reconocida y de fácil acceso. Las definciones que se tienen sobre estas prácticas oscilan siempre entre polos opuestos: vistos como neuróticos y psicópatas, con poderes sobrenaturales o altamente sensibles para reconocer los humores del resto del grupo; un charlatán o un hombre con prestigio y poder. Todas estas ideas son repeticiones de algunos observadores o ideas preconcebidas de personas que ven desde una religión opuesta a las prácticas chamánicas.  Con respecto a la enfermedad abordada, estudios anteriores pueden aprobar o desacreditar que las plantas y otros métodos que se han utilizado para curar dicha enfermedad  pueden ser o no efectivas; pero lo importante es observar como los pacientes son inducidos para otorgarle efectividad a los tratamientos que el curandero/chamán aplica. El curandero es capaz de “sentir” el padecimiento y el dolor sufrido por sus pacientes, y lo acompanha en cada etapa del proceso regenerativo de la salud. En cambio, en nuestra sociedad occidentalizada encontramos para cada dolencia y padecimiento distintos especialistas, pero el curandero/chamán reúne a varias de estas figuras: como la del médico, psicólogo, sacerdote, brujo y adivino.

    La mayoría de los pacientes asistidos en el Centro de Salud de la misma zona, revelaron haber realizado con anterioridad curaciones con un curandero o hierbero, y posteriormente con médicos. Lo interesante es observar que el período de búsqueda entre uno y otro es bastante largo, y no sucede de forma simultánea. Las ideas sobre la enfermedad tratada no son claras entre los pacientes, y aunque algunos de ellos dicen que seguramente no se trata de una enfermedad sobrenatural, no descartan la posibilidad de que se padezca por dicha causa.

    Por parte de los profesionales médicos persiste aún esceptisismo sobre este tipo de atenciones. Ellos saben cuales realmente son las causas y efectos de la enfermedad tratada en el estudio, y han visto como prácticas inadecuadas crean sobreinfecciones en las heridas que agravan las lesiones y retardan la curación. Afortunadamente, algunos ven la idea de conocer sobre las prácticas de los curanderos y creencias de los pacientes, como algo  positivo  para evitar danhos y enmendar errores. Lamentablemente aún no existe este vínculo de forma real, ya que  la presencia en pequenhas clínicas de atención, la cantidad de pacientes atendidos, y las condiciones ambientales hacen sofocante y poco tolerable el espacio y momento para poder efectuar este acercamiento.

Observaciones finales

    a. El rol de la antropología médica se vinculaba en los anhos 60` y 70` a la capacitación, coordinación y supervisión de los equipos de salud, esto en función de la necesidad de dar cuenta de la dimensión social y cultural del proceso salud-enfermedad-atención, y de la experiencia previa de algunos profesionales de ciencias sociales en el trabajo comunitario. Pero las ciencias sociales han estado por lo general excluidas de las instituciones de salud, y su actividad es asociada en parte a la suversión. Esta negación de lo social en las prácticas institucionales es un elemento importante a la hora de evaluar las discontinuidades y las limitaciones en los aportes de la antropología médica.

    b. Existe una tendencia a realizar consideraciones conceptuales sobre el estado de la salud de los pobladores, la mayoría reduccionistas. Se repiten conceptos e ideas  más que obvias como “pobreza”, “ignorancia”, “falta de atención institucional”, etc., con ideas asistencialistas que nunca llegan a ejecutarse.

    c. Otros países, como en el caso de México, en donde se reconoce la deficiencia del sistema de salud, se han realizado movimientos para restablecer  la posición de curanderos; en el caso de Guatemala estos siguen siendo motivo de mofa.

    d. Los trabajos de antropología médica en Guatemala se han detenido en dos puntos: el paciente y los terapeutas en polos opuestos (médicos y curanderos), pero no se realizan análisis  del mismo fenómeno en estos tres planos interrelacionados, deteniéndose en un solo referente, o quizás dos, para explicar todo un fenómeno.

    e. Las preocupaciones teóricas vinculadas a la construcción de un campo de conocimientos de complejidad, debe permitir se incluyan diversas dimensiones (biológicas y socioculturales) que amplíen la comprensión de los problemas de salud/enfermadad/atención. Los estudios sociales (en particular la antropología médica) no ha concretado propuestas para realizar mejoras en las formas organizativas que adoptan los servicios de salud, su relación con la población afectada, y el peso de figuras terapeutas popolares y científicas, en la definicón de los poblemas de salud. Los escenarios históricos y políticos son otros factores ignorados.

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NOTAS

1Bonte, Pierre; Izard, Michael. Diccionario de Etnología y Antropología. Ediciones Akal, S.A.; Madrid 1996. Pp.236-237

2Freidson E. (1974). Dilemmas in the doctor-patient relationship. En: Cox C., Mead A., ed. A Sociology of medical practice. Londres, Collier Macmillan.

 

 


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