UBACYT Fi nº 159.

Esta ponencia está dedicada a dos compañeros entrañables trágicamente desaparecidos, víctimas de una violencia veloz, inexplicable y siempre impune: a Liliana "La Negra" Guzmán, querida compañera, amiga del alma, (muerta en el accidente de Austral el 10 de Octubre de 1997) y a Santiago Wallace, nuestro maestro y amigo, quien fuera el alma mater de este proyecto de Ubacyt, (murió atropellado por un conductor ebrio de asesina velocidad junto a su esposa el 26 de Marzo de 1998 en Mar del Plata). A ellos dos queremos dedicarle este espacio pleno de sus palabras e ideas.

Con todo nuestro amor hacia ellos:
Sus compañeros
Ubacyt Fi 159.


VIH-SIDA y DROGAS. Representaciones y prácticas de profesionales de salud, y usuarios y ex usuarios de drogas inyectables.

Santiago Wallace. Sección Antropología Social. Instituto de Ciencias Antropológicas. Facultad de Filosofía y Letras (UBA).


RESUMEN:

El propósito de esta investigación es estudiar las dimensiones sociales del complejo VIH-SIDA en relación al uso de drogas inyectables, mediante la descripción y análisis de representaciones y prácticas de diferentes actores sociales y de distintas formas de control social, normalización y normatización, que afectan las condiciones de vida de los sujetos involucrados.

Se implementarán dos líneas de investigación: 1) profesionales de salud; 2) usuarios y ex usuarios de drogas inyectables.

En función de dichas líneas, los objetivos generales son: a) describir y analizar las representaciones y prácticas en torno del complejo VIH-SIDA en profesionales de la salud, ligados a la atención de jóvenes y adultos de ambos sexos usuarios y ex usuarios de drogas inyectables en hospitales públicos (zona sur de Capital Federal y Gran Buenos Aires); b) describir y analizar las representaciones asociadas al consumo de drogas inyectables en relación al complejo VIH-SIDA, en sectores de población joven y adulta, usuarios y ex usuarios de drogas, en la misma zona.

Se empleará una metodología cualitativa con técnicas de abordaje antropológico: observación con participación, entrevistas estructuradas y semiestructuradas, registros visuales y audiovisuales.

ABSTRACT: (Inglés)

HIV-AIDS and DRUGS. Representations and practices of health professionals and injecting drug users and ex users. Santiago Wallace. Office of Social Anthropology. Institute of Anthropological Sciences. College of Philosophy. University of Buenos Aires.

The purpose of this investigation is to study the social dimensions of the HIV-AIDS complex in relation to the use of injecting drugs, through the description and analysis of the representations and practices of the different social actors, the ways of social control, normalization and normatization, which affect the life condictions of the individuals involved.

The investigation is focused on two subjects: 1. Health proffesionals; 2. Injecting drug users and ex-users.

The general objectives are: a) to describe and analyse the representations and practices in relation to the HIV-AIDS complex in health proffesionals working in public hospitals (south of the Capital City and Province of Buenos Aires) with young peoplle and adults of both sexs who are injecting drug users and ex-users; b) to describe and analyse the representations associated with the use of injecting drugs in relation to the HIV-AIDS complex in sectors of young and adult population, drug users and ex-users, within the same area.

A cualitative methodology with an antthropological approach is applied: participation, structured and non-pstructured interviews, visual and audio-visual record.


PONENCIA

TITULO: VIH-SIDA y DROGAS. Representaciones y prácticas de profesionales de salud, y usuarios y ex usuarios de drogas inyectables. Santiago Wallace. Sección Antropología Social. Instituto de Ciencias Antropológicas. Facultad de Filosofía y Letras (UBA).

PROYECTO

Presentación

El trabajo que presentamos aqui es una sintesis de un proyecto de investigacion aprobado y financiado por la programacion UBACyT 98-2000 que moviliza a un grupo de trabajo recientemente conformado. Por esta razón no presentaremos resultados puesto que la investigación está recién comenzando a marchar, y en medio de dificultades de orden burocrático aún no resueltas. Es nuestra intención que sea considerada como una especie de presentación y apertura al intercambio con otros grupos/investigadores interesados en la temática. No será entonces una ponencia clásica ya que mantendremos básicamente el formato del proyecto, esperando presentar en breve los primeros adelantos de la investigación.

El propósito de la investigación es estudiar las dimensiones sociales del complejo VIH-SIDA en relación al uso de drogas inyectables, mediante la descripción y análisis de representaciones y prácticas de diferentes actores sociales y de distintas formas de control social, normalización y normatización, que afectan las condiciones de vida de los sujetos involucrados.

Se implementarán dos líneas de investigación: 1) profesionales de salud; 2) usuarios y ex usuarios de drogas inyectables.

En función de dichas líneas, los objetivos generales son: a) describir y analizar las representaciones y prácticas en torno del complejo VIH-SIDA en profesionales de la salud, ligados a la atención de jóvenes y adultos de ambos sexos usuarios y ex usuarios de drogas inyectables en hospitales públicos (zona sur de Capital Federal y Gran Buenos Aires); b) describir y analizar las representaciones asociadas al consumo de drogas inyectables en relación al complejo VIH-SIDA, en sectores de población joven y adulta, usuarios y ex usuarios de drogas, en la misma zona.

Hipótesis Principales

1- La construcción biomédica del complejo VIH-SIDA sostenida en el enfoque de "riesgo" reproduce y refuerza procesos estigmatizantes y discriminadores previos que tienden a diferenciar, clasificar e intensificar el control social fundamentalmente sobre sectores de población con problemas con las drogas.

2- Las representaciones de los usuarios y ex usuarios de drogas inyectables acerca del HIV SIDA actualizan de manera tensa, conflictiva y contradictoria el enfoque biomédico de la enfermedad como hecho individual y biológico.

Metodología.

Desde la perspectiva antropológica nos referimos a la aplicación de un enfoque holístico -propio, aunque no exclusivamente antropológico- que implica abordar y analizar globalmente los problemas, contextuadamente a distintos niveles de la realidad y a través de las distintas articulaciones entre esos niveles. La etnografía como metodología de acercamiento a la realidad que supone interacción continuada e intensa con el grupo estudiado en su propio ambiente sociocultural, permite acceder de modo inmediato a los datos de la realidad a nivel microsocial. Si está guiada por un marco teórico consistente, permite contrastar los datos y explicaciones previas de los niveles progresivamente más macro, al mismo tiempo que este ejercicio de ida y vuelta entre los niveles posibilita, otorgar ciertos significados a los datos micro que, en bruto, pueden resultar a veces opacos o engañosos para el investigador.

Respecto de la elección de las unidades de observación orientará nuestra perspectiva un criterio de construción de una muestra estructuralmente pertinente (y no estadísticamente significativa). Nuestra preocupación estará centrada en el sentido cualitativo (calidad, sentido, significación y pertinencia) de los datos obtenidos a fin de producir interpretaciones acerca de los problemas planteados. De acuerdo con ello se implemetarán técnicas cualitativas tales como: observación y registro, entrevistas semi-estructuradas y entrevistas abiertas, y registros visuales (fotografía y video).

REFERENCIAS CONCEPTUALES

Nuestros puntos de partida teóricos se entroncan con enfoques y aproximaciones que en nuestros días tienen plena vigencia en el entramado de sectores que intervienen en el campo de las drogadependencias.

De este modo, si pretendemos entender algo de la vida de un individuo drogadependiente, es necesario que produzcamos un acercamiento que incluya no solamente el devenir de su vida cotidiana en el medio en el que tiene lugar, sino y fundamentalmente, al conjunto de percepciones, saberes, significaciones, categorizaciones, racionalizaciones, etc por las que irá otorgando determinados significados a su trayectoria de vida y a la sociedad en la que discurre, a sus proyecciones hacia el futuro, etc.

Sabido es que por una serie de constataciones históricas y etnográficas las distintas sociedades han conocido y usado para distintos fines, individuales o colectivos y desde sus más tempranas épocas distintos productos a fin de alterar sus estados de ánimo, para estimularse, sedarse, etc para con fines religiosos, políticos, culturales. Estos productos son los que hemos unificado bajo el concepto drogas y que podríamos definir como "sustancias químicas caracterizadas por una serie de propiedades básicamente de tipo psicotrópico, cuyas consecuencias y funciones operan sobretodo a partir de las definiciones sociales, económicas y culturales que generan los conjuntos sociales que las utilizan.

El uso de drogas constituye una práctica universal que se puede relacionar con múltiples aspectos de la vida cotidiana de las sociedades. Entre ellos cabe señalar a los fines que nos interesan aquí, el de la automedicación en el contexto de la autoatención (en algunos contextos autocuidados) en salud en tanto ambos constituyen también fenómenos estructurales y universales de las conductas humanas. Podemos hablar de ella en tres niveles: la autoatención (universal) donde se implican el sujeto afectado y su grupo primario; un segundo (no universal) que implica a a los "especialistas" sean curanderos, chamanes o médicos y un tercero (tampoco universal) que supone la existencia de instituciones más o menos especializadas, trátese de ambulatorios, hospitales o santuarios. En cada uno por separado pero fundamentalmente en sus intrincadas articulaciones es posible hallar lo que se conoce por prácticas e ideologías asistenciales, o sea, un conjunto de "…secuencias de acción, de prácticas empíricas, rituales, etc. que están contextuadas en un tipo u otro de organización social y económica, y se relacionan con las ideas sobre el mundo y la sociedad presentes en ellas"(Romaní, O.; 1997: 2).

El otro fenómeno asociado, como planteamos, es el de la automedicación con caracteres específicos y claramente delimitados históricamente, y que supone el tratamiento autónomo a base de emplastos, yerbas, distintas medicinas (entre ellas los fármacos) ubicables en cualquier sociedad.

Drogas y drogadependencias.

Las drogas han sido y continúan siendo en muchas sociedades componentes importantes de los procesos de automedicación y autoatención, sea como remedios empíricos, como eficacia simbólica (en el contexto de variados rituales sociales) o como las dos al mismo tiempo. Y, por lo que nos interesa, en nuestras propias sociedades en que "el problema de la droga" y, por ende, "la droga" como tal ha adquirido una entidad muy visible y específica, desconocida con anterioridad y que no se asocia sistemáticamente con los procesos expuestos, es posible encontrarnos con consumos de drogas que, efectivamente, responden a la función de automedicación.

En nuestras sociedades contemporáneas ha aparecido un fenómeno desconocido anteriormente que aunque pueda ser incluido como parte de un campo más vasto como el de las adicciones posee caracteres específicos. Nos referimos a la "drogadependencia" la que podría ser definida como un conjunto de procesos en los que interactúan un sujeto, una sustancia (o más) y su contexto sociocultural de un modo complejo.

Desde perspectivas psicoanalíticas como conductistas, se concluye que los efectos psíquicos, las alteraciones comportamentales que pueden observarse en la interacción sujeto-droga, dependen centralmente del complejo sociocultural más que de las propiedadaes farmacológicas del producto. En este sentido, desde la Antropología podríamos estar en condiciones de comenzar a resolver dos cuestiones importantes: 1) investigar cómo se produce este fenómeno de determinación sociocultural y, 2) intentar el análisis acerca de la posibilidad de aislar los componentes culturales en los efectos de las drogas para llegar a determinar si existe un comportamiento inducido puramente por lo químico.

La cuestión de la eficacia simbólica (Lévi-Strauss, C.; 1968: 168-185) resulta atinente alrededor de los problemas planteados. Los símbolos son eficaces utilizados convenientemente y su eficacia alcanza sus mayores potencialidades para los casos de enfermedades vinculadas con comportamientos expresivos. El uso de drogas (aunque también instrumental) es básicamente una conducta expresiva. Cuando alguien consume una droga tiene determinadas expectativas en relación a sus posibles efectos. ¿Hasta qué punto los efectos que atribuimos a las drogas actualmente son consecuencia de expectativas culturales y hasta que punto lo son de sus propiedades químicas?.

En relación a todos estos planteos, nos preocupan ciertas cuestiones que - como consecuencia de cierto consenso acerca de los tres factores implicados en el uso de drogas - podemos redefinir en términos operativos poniendo algunas distancias con las construcciones teóricas hegemónicas. Por ejemplo, el concepto de dependencia correlacionándolo con un cierto estilo de vida para subrayar que no hablamos de un efecto farmacológico sino de un proceso sociocultural donde deben considerarse las relaciones sociales del sujeto drogadependiente, el sí mismo, el peso de las expectativas culturales, la construcción de la identidad, las distintas instancias de interacción.

Construcción histórico social de las "drogadependencias"

Como fenómeno de importancia social, las drogadependencias aparecen de forma característica en las sociedades urbano-industriales contemporáneas.

Las condiciones que han permitido la emergencia de las drogadependencias como un problema social son procesos de largo tiempo que comienzan por manifestarse en Inglaterra a fines del siglo XVIII y que continúan hasta nuestros días.

En términos socioeconómicos, la expansión del mercado internacional y la Revolución Industrial constituyen elementos decisivos de estos procesos. La circulación de mercancías como dato clave del nuevo sistema económico que apareja la transformación progresiva de productos, actividades, incluye también a las drogas, cuya expansión responderá entonces a una lógica de mercado en concordancia con este nuevo sistema. Respecto de las industrias químico-farmacéuticas, la Revolución Industrial aparejará cambios importantes: síntesis y serialización de sustancias naturales, estabilizadores de ellas, creación de nuevas drogas, (entre otros) y la magnitud en el desarrollo de los transportes y las comunicaciones que facilitarán el acceso a cualquier producto y a determinado consumo de los mismos, ya que no sólo se comunica el producto sino que, además, se comunican noticias, conocimientos, estereotipos, junto con él.

En términos socioculturales aparecen nuevas condiciones de vida en las ciudades que modelan desde las relaciones de parentesco y vecindad hasta la división de roles, ritmos de la vida social, cambios culturales en la percepción del tiempo, el espacio, etc.

Además, es necesario considerar el desarrollo del proceso de medicalización que, basado en el Modelo Médico Hegemónico, incorpora conflictos sociopersonales a la órbita de un abordaje centrado en el biologismo, la ahistoricidad y el individualismo, transformándolos en problemas médicos (la hiperkinesis, la obesidad, el tabaquismo, el alcoholismo, la drogadicción…). Desde la mitad del siglo XIX, los avances en microbiología inducen a las corporaciones médicas a secundarizar la tradición higienista de la medicina culta occidental y ofrecer al Estado un sistema con bases en la eficacia (técnica y simbólica) que le garantizará una apropiación casi monopólica del campo de la salud/enfermedad no conocido antes.

La eficacia simbólica adosada a la "receta" se afianza posteriormente tanto simbólica como técnicamente con el desarrollo del modelo hospitalario, organizado en torno de la utilización de distintas tecnologías, entre las que el medicamento tiene un papel estratégico.

Modelos conceptuales dominantes sobre "drogas"

El concepto estigmatizante de "droga" tiene origen en los Estados Unidos a fines del siglo XIX y comienzos del XX como consecuencia del control del opio en Filipinas y también en los años de la Primera Guerra Mundial en Europa.

De éste contexto surge un modelo, conocido como modelo jurídico-represivo, que asigna a la sustancia un papel protagónico, en la que ésta es pensada como un sujeto activo. Todo lo que se relaciona con "la droga" se trata como delito, lo que genera, además de la estigmatización-victimización-criminalización del consumidor, la creación de un mercado negro en crecimiento constante desde la mafia americana a las redes ilegales de producción-comercialización que conocemos como "narcotráfico" con sus consabidas secuelas.

Se construirá, en definitiva, un poderoso sistema de control social formal e informal que se sostiene en la figura del "drogadicto" como chivo expiatorio.

En los años veinte, Lewin elaborará sus trabajos que servirán de base para el desarrollo del modelo médico-sanitarista donde el lugar del drogadicto-delincuente será ocupado por el de drogadicto-enfermo, en este caso el drogadependiente mediante el diagnóstico y prescripción, desintoxicación, rehabilitación, reinserción social y en multiplicidad de ocasiones como manera particular de ésta, quedará fijado en el rol social del ex-adicto.

Si bien ambos modelos suelen presentarse como alternativos fundamentalmente por quienes sostienen el segundo, sus articulaciones en los distintos contextos socioculturales son las que, en realidad, definen las ideologías y prácticas dominantes hoy en el campo de las drogas.

El tercer modelo, de vasta influencia y articulado a los anteriores es el modelo sociocultural. En este modelo el énfasis está puesto en el contexto, por lo tanto se afirma que las variables determinantes serán las socioculturales, en la medida en que son las que condicionarán una determinada construcción del sujeto, unas determinadas expectativas sobre el significado de sus acciones, unas determinadas presentaciones materiales de las sustancias, determinadas vías de ingesta, otras determinadas técnicas de uso, dosis, etc.

Este enfoque, donde el eje analítico se sitúa en el contexto, se desarrolló fundamentalmente a partir de estudios etnográficos y antropológicos en las décadas del cincuenta y sesenta en distintas sociedades. En ellas era dable observar cómo lo que nosotros actualmente llamamos drogas constituían elementos más o menos integrados en los sistemas socioculturales en estudio, desde dónde se determinaba quienes podían ingerir la/s droga/s de que se tratase, en qué momentos, de qué modo (técnicas de uso, dosis, etc) lo cual revierte directamente sobre los efectos, además de las expectativas y significados que tenía el hacer/dejar de hacer tanto una cosa como la otra.

VIH - SIDA y Drogas. Un par inquietante.

Partiendo de considerar que el par SIDA-drogas se ha tomado como un síntoma de "crisis de civilización" desde el sentido común, podemos plantear que su construcción social se encontraba ya elaborada desde el paradigma dominante a través del cual se había creado "el problema de la droga", razón por la que la aparición del SIDA no ha hecho más que reforzar y reactualizar la estigmatización/discriminación de ciertos grupos sociales asociados a estos fenómenos. La política claramente prohibicionista del paradigma dominante mencionado ha sido puesta en tela de juicio a partir de la evidencia de que la "propagación" del SIDA entre consumidores de drogas debe ser correlacionada con la forma concreta de incardinación de las drogas en nuestra sociedad.

SIDA-drogas constituyen un par de conceptos que condensan simbólicamente un conjunto de miedos, incertidumbres, prejuicios, ansiedades y angustias que -entre otros- definirían significativamente este fin de milenio. Los años ochenta quedarán marcados, entre otros, con la dominancia del "problema droga" y la sobreposición del fenómeno SIDA. Y ello ocurre muy a pesar de que tanto uno como otro afecten a un número limitado de personas. Sin embargo, sabemos que la definición de un problema social tiene -muchas veces- poco que ver con el índice "objetivo" de peligrosidad factible de ser relacionado con él, sino más bien con la selección arbitraria de determinados rasgos que son atribuidos a ciertos sectores de la población, con la creación concomitante de ciertas imágenes culturales (fundamentalmente estereotipos) sobre ellos3. Esto permitiría diferenciar, clasificar e intensificar el control social sobre determinados conjuntos sociales que, por distintos motivos, se muestran menos decididos a aceptar el consenso social básico, resultando aislados de la posibilidad de interacción social más "normalizada" con el resto de la población. El surgimiento del problema SIDA se enmarca entonces, en un principio, en el mismo modelo dominante que sirvió para definir el "problema de la droga" haciendo evidentes algunas de las contradicciones de dicho modelo, dinamizando así la necesidad de su replanteamiento.

De esta manera muchas de las imágenes culturales dominantes sobre el SIDA y los "sidosos" tienen un antecedente evidente en el paradigma de "la droga" y el "drogadicto". En función de un conjunto de circunstancias históricas, analizadas, entre otros por Escohotado (1989), durante el primer tercio del siglo XX se sientan las bases del "complejo cultural" contemporáneo de las drogas, o sea, el conjunto de creencias, mitos, fantasías, valores y normas, conductas, hábitos y técnicas de uso, estereotipos, estéticas etc que, asociados a ciertos productos, les otorgan un sentido unificándolos bajo una misma etiqueta, la de "droga" y explican así lo que ella es. Un mecanismo básico para la construcción de este complejo será la criminalización de determinadas sustancias y de sus usuarios, que, a pesar de sus disimilitudes serán presentados con la característica común de facilitar un salto directo (o sea sin justificación social relevante) a estados tan placenteros cuanto percibidos como peligrosos, porque el sólo contacto con esos "paraisos artificiales" tendrá efectos destructivos, tanto sobre la persona que a ellos se acerca como sobre los conjuntos sociales. Así, el objeto prohibido se magnifica, se lo reviste de una potencia mágica tal que termina paradójicamente situado "más allá de las leyes de los hombres" permitiendo justificar acciones y políticas que se realicen invocándola. Las racionalizaciones de este modelo esquemáticamente presentado son, en un principio religiosas, morales, sociopolíticas. La sobreimposición del la medicalización del problema (Lewin), ofrecerá mecanismos de gestión de este conflicto y un discurso muy eficaz para nuestras sociedades como lo fueron las racionalizaciones de conflictos estructuralmente semejantes como el florecimiento de las herejías en la Baja Edad Media o la caza de brujas en el Renacimiento Europeo.

Sintetizando, entonces este modelo se conforma de los siguientes elementos: problematización de ciertas conductas reconvertidas en no normativas, percibidas con una ambivalente carga de atracción-contaminación (la experimentación y placer directo) - riesgos que entraña, alarma social- estigmatización, por ende, factor de identificación (negativo/positivo)- marginalización, aumento de conflictos y riesgos- y castigo adecuado. Este esquemático modelo de control social que el "problema de la droga" ha contribuido a perfeccionar es el terreno de juego previo en el que el SIDA ha aparecido y, como otros conflictos sociomorales, ha venido a confirmar, fundamentalmente en relación a ciertos comportamientos sexuales, lo que para el caso de "la droga" estaba claro: el final del círculo, es decir el castigo.

Sin embargo, las racionalizaciones dominantes y las conceptualizaciones que utilizamos para referirnos a los problemas de salud/enfermedad/atención, responden a modelos de gestión de los riesgos bastante más sofisticados en relación al ejercicio del control (efectos de dominación/sujeción) (Castel, R.; 1984). La constante medicalización de cada vez más amplias áreas de la vida social y la diversificación de formas de control y asistencia se desarrollan a través de ópticas técnicas y administrativas que aparecen como neutras y que permiten establecer en muchos casos, indicadores de riesgo útiles a los fines de "clasificar", "prevenir", etc. Así, el SIDA fue asociado a determinados grupos de riesgo, uno de los cuales son los conocidos como ADVP (adictos a drogas por vía parenteral). En esta construcción queda claro la arbitrariedad de los indicadores de riesgo. Ser un ADVP no implica la pertenencia a un grupo de riesgo de por sí, el único rasgo que introduciría la probabilidad de "riesgo" está constituído por la práctica de compartir jeringas y no por la de consumir drogas vía endovenosa.

En relación a esto, un primer elemento importante a ser señalado es la falacia ideológica en la presentación de este tema. La frecuencia de aparición de infección por VIH o SIDA no está relacionada con las drogas en general. Ni siquiera tampoco con una vía de administración, la parenteral en abstracto. Sino que resulta bastante claro que debe relacionársela con la generalizada ausencia de medidas profilácticas en su administración.

La alarma social que agrega el SIDA ha llevado a los más fervientes defensores del prohibicionismo a una especie de paroxismo proponiendo "más de lo mismo" aunque aderezándolo con medidas sanitarias y preventivas. Sin embargo, ante modelos de asistencia médico-social a los consumidores de drogas incluidas a pesar de sus variaciones cosméticas en el modelo jurídico-represivo derivado del prohibicionismo y de los que surgen programas que sólo plantean que la única opción es "dejar la droga", un efecto no buscado con la aparición del SIDA ha sido cierto replanteamiento de esta opción única, dinamizando y profundizando las discusiones y debates que permitan avanzar en una manera de gestionar el problema hacia el logro de objetivos sanitarios concretos.

Una de ellas, la reducción de daños (conocida también como limitación de daños, reducción de riesgo o minimización de los daños), constituye una estrategia cuyo discurso preventivo se asienta en la recomendación del uso del preservativo y el empleo exclusivamente personal ( o sea, no compartido) de los equipos de inyección para el caso de consumidores de drogas inyectables.

El concepto de reducción de daños comenzó a utilizarse a finales de 1980 en respuesta a dos factores de presión. El primero, justamente, el problema de la infección por VIH entre usuarios de drogas por vía parenteral y el segundo, la casi seguridad de que las estrategias abstencionistas no mejoraban el problema. Muchos de los programas de reducción de daños han fundado sus resultados en estudios etnográficos previos que hallaron, en algunos casos, preocupaciones entre población usuaria de drogas sobre su potencial exposición al VIH y cooperación en la búsqueda de información e involucramiento voluntario en el estudio, en otros los usuarios entrevistados requerían información vinculada a SIDA, preocupación común tanto de sujetos seropositivos, seronegativos o de serología incierta.

De todos modos, hay una creencia fuerte en que los programas de reducción del daño estimulan el consumo de drogas en tanto parecen una especie de justificación de ese consumo. Sin embargo esto no deja de ser una creencia, pues las evidencias de la aplicación de estos programas en países europeos va en el sentido contrario.

En nuestro país (obvio también en otros) la percepción social dominante que de muchos modos define las respuestas institucionales y la actitud social ante los usuarios de drogas, está condicionada por el marco legal vigente en materia de "estupefacientes" (Ley 23.737) que penaliza su tenencia aun en el caso de consumo personal. Esta ley prevé la pena de privación de la libertad y medidas de seguridad educativas y curativas. La persona detenida por tenencia de drogas para consumo personal, deberá entonces optar entre cárcel o tratamiento. Así, se obstaculizan los accesos espontáneos de población con problemas con las drogas a los servicios de salud pues suele instalarse el temor de ser identificados cuando lo hacen.

Por último en relación a programas preventivos que incluyan la distribución gratuita de preservativos se han suscitado diversas polémicas no resueltas aunque respecto de programas que incluyan el recambio de jeringas el debate casi no ha comenzado.

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1er Congreso Virtual de Antropología y Arqueología
Ciberespacio, Octubre de 1998
Organiza: Equipo NAyA - info@equiponaya.com.ar
http://www.equiponaya.com.ar/congreso

Auspicia:


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