El indio: entre el racismo, la nación y la nacionalidad colombiana


Armando Moreno Sandoval
Antropólogo
Profesor de la Universidad del Tolima (Ibagué) Colombia
Doctorando en Antropología Social y Cultural
Universidad Autónoma de Barcelona (España)
Los nuevos debates que se están generando en este fin del siglo XX alrededor de la multicularidad y del reacomodamiento del Estado actual invita a reflexionar cómo en algunos países, en particular los de Latinoamérica, se construyó la nación y la nacionalidad y a pensar cómo fue la negación a que estuvieron sometidas las diversas minorías étnicas en la construcción del Estado.

Partiendo de esta reflexión el presente ensayo trata de dar cuenta de las diversas lecturas que en Colombia se han hecho sobre el indio desde el siglo XVIII hasta este siglo XX. Pretendo también desnudar los prejuicios sociales que tenía una elite intelectual y política hacia seres humanos que no coincidían en el color de la piel, el color de los ojos, el cabello, sus costumbres, su idioma, su idiosincrasia. Quiero debatir qué pasó con la identidad a partir de la nacionalidad que quiso construir una elite antes y después de las guerras de independencia. Mi planteamiento, al igual que en el resto de Latinoamérica, es que la nacionalidad sigue todavía en construcción. Puesto que si intentamos buscar la respuesta a la pregunta qué es ser colombiano, encontraremos que hoy por hoy esa identidad ha crecido en un océano de contradicciones marcadas por la marginación, la segregación y la exclusión. Para hacer esta lectura he partido del aporte que ha hecho la antropología en cuanto al cómo de la mirada del objeto entendiéndose éste como un problema teórico y de enfoque metodológico, es decir, la relación que se establece entre el observador y el observado. Como es bien sabido la antropología se ha debatido entre los modelos emic y etic, lo etic como la visión que viene desde afuera -la que hace el observador- y lo emic la visión desde adentro -la que debería hacerse desde el observado-; también es cierto que en estas lecturas que se han hecho sobre la sociedad lo que ha predominando es la visión del observador sobre la del observado.

Sin embargo, las lecturas desde el observado ha contribuido de algún modo a repensar las lecturas homogenizantes que se hacían desde el observador, y a cuestionar aquellos saberes que han anulado la diversidad. Aportes que, por supuesto, han contribuido a que se elabore un discurso donde tenga cabida el otro, la diferencia, la interculturalidad, la diversidad, la multiculturalidad.

Ahora bien, sí tomamos estas propuestas podríamos pensar que la mirada del observador negó la multiétnicidad en la construcción del Estado y de la nación. Si bien la lectura de la sociedad como un todo homogéneo predominó hasta muy entrado este siglo XX es difícil dudar hoy en día que el discurso sea el reconocimiento de la diversidad étnica.Es lo que esta aconteciendo en Latinoamérica, donde las reformas de sus constituciones han reconocido la plurietnicidad de sus Estados. Paradójico decirlo, pero parece que este reconocimiento de movimientos minoritarios y de minorías étnicas vayan de la mano con el proceso de globalización que actualmente se esta llevando a cabo en este fin de siglo XX. Es lo que esta aconteciendo en Colombia a partir de la promulgación de la constitución de 1991. Esta nueva lectura que ahora se hace de la "nación colombiana", así entre comillas, y en particular de sus minorías étnicas, viene desde luego, con la promulgación de la constitución de 1991. Lo más novedoso es el cambio que se encuentra en el preámbulo de la constitución. Si en la constitución de 1886 que es hija de un sin número de guerras que se dieron a lo largo del siglo XIX la soberanía había recaído en la nación, con la constitución de 1991 recae en la de pueblo. Noción de pueblo que obliga al Estado a que reconozca su diversidad étnica, cultural y lingüística y que vacíe el carácter hegemonizante y homogenizante de la nacionalidad colombiana. Si esta es la tarea pendiente que tiene el Estado Colombiano, la cuestión a debatir es cómo una elite intelectual y política jalona la construcción del Estado-nación; cómo una elite, nutrida de ideas, modela una sociedad. O mejor para expresarlo de otra manera: cómo una elite intelectualiza la sociedad que quiere construir y que a su vez le crea un imaginario pero que también, al mismo tiempo, le crea un océano de contradicciones.

Reflexión que está al orden del día puesto que ciertos sectores de la nacionalidad que se creían totalmente integrados al modelo del Estado-nación, irrumpen en este final del siglo XX con una actitud amenazadora orientada sino a destruir el Estado por lo menos a que el Estado los tenga en cuenta; es el caso de Chiapas en México. Estado-nación que en su construcción en algunos casos fue, y sigue siendo, violento, pero que en otros lo que se aprecia es su fuerza para integrarlos y así anularlos. Lucha que en Latinoamérica se ha expresado mejor entre el Estado-nación y las minorías étnicas, en particular las sociedades aborígenes que, desde el siglo XVI, cualquiera que sea la ideología, han intentado asimilarlas, integrarlas pero que, curiosamente al mismo tiempo, han sido excluidas, marginadas y negadas. Pareciera que el único discurso fuese el de juntos pero no revueltos. Discursos que se han orientado con una sola finalidad, el de lograr que el "indio" renuncie a la construcción de su propio destino.

Esta integración a lo largo de la historia ha tenido dos grandes actores: la conversión al cristianismo y la construcción de la idea de nación. Pienso que ha sido más anulador el segundo que el primero. Inicialmente el papel lo cumplió la iglesia con su política evangelizadora cuyo objetivo principal fue el de convertirlos al cristianismo. No obstante, de esta primera experiencia vale resaltar el método de evangelización, que para convertirlos se valieron de su propia lengua materna. Si bien éste método preservaba su idioma, su cultura era presa de transformaciones radicales.

Si esto ha acontecido con la evangelización, valdría la pena reflexionar con lo que aconteció con el despectivo y humillante termino de "indio" en la construcción de la nación.

En Colombia, al igual que en el resto de Latinoamérica, pareciera que el intento de construir una patria y nación fuera la causa de todas desgracias habidas y por haber. En todo caso la idea de nación y patria que según parece aparece en el siglo XVIII, en un comienzo en Colombia no tiene un sentido muy claro. La nación geográficamente no tenía un sentido delimitador, bien podía concebirse como el conjunto de dominios españoles en América, el imperio o el Nuevo Reino de Granada. Había ambigüedad en lo que se quería dar a entender.

Si esta fue la idea inicial no lo sería por mucho tiempo. A finales del siglo XVIII el concepto de nación en la mentalidad de la elite de la época habría de adquirir una nueva significación. Su significado tiene rasgos sociales. Surgiría como una contraposición entre los hijos de españoles nacidos en la colonia (criollos) y los españoles venidos de ultramar. La nación vista así no estaba asociada a la construcción de una identidad. La contraposición tendría más bien una connotación discriminatoria y burocrática. La pregunta que rondaba en la elite intelectual era del por qué los hijos de españoles nacidos en América eran discriminados en los oficios burocráticos. Este problema que se lo había planteaba la elite intelectual deducía que si había una discriminación había que comprenderlo a la luz de las teorías de la época. Creían que la inferioridad estaba asociada a la sangre y al medio geográfico.

Pero la lectura que hacían de la sociedad adquiría otras dimensiones.Un intelectual de la época, Pedro Fermín de Vargas, atribuía a la pereza y desnudez de la gente caliente al medio geográfico. A este influjo negativo del clima le añadía el de la contaminación racial. Semejante problema en la mentalidad de la elite de la época sería eliminando toda diferenciación étnica, emancipar a los esclavos e igualar a los aborígenes con el resto de la población. Solución muy comprensible, puesto que para la época ni negros ni indios se abocaban la idea de asumir la identidad. Esta postura que es agenciada por una elite intelectual marcaría el comienzo de una problemática que habría de adquirir dimensiones cada vez mayores. Que sea el mismo Pedro Fermín de Vargas quien nos sugiera cómo eliminar toda diferenciación étnica frente al Estado. Decía Pedro Fermín de Vargas que era "necesario españolizar a nuestros indios. La indolencia general de ellos, su estupidez y la insensibilidad... hacen pensar que vienen de una raza degenerada... Sabemos por experiencias repetidas que entre los animales, las razas se mejoran cruzándolas, y aun podemos decir que esta observación se ha hecho igualmente entre las gentes de que hablamos, pues las castas medias que salen de indios y blancos son pasaderas. En consecuencia... sería muy de desear que se extinguiesen los indios, confundiéndolos con los blancos, declarándoles libres de tributo... y dándoles tierras en propiedad".

Las ideas de Pedro Fermín de Vargas muestran por un lado la superioridad blanca, pero, por otra parte, también contempla la posibilidad de que se de un proceso de mestizaje como contrapuesto a lo blanco, a lo indio y a lo negro. Esta dicotomía de lo blanco y lo mestizo es lo que permite siglos después que algunos intelectuales abanderen lo blanco como el camino más viable para la civilización pero, en el otro bando, estarían quienes veían en el mestizaje el camino para crear una población homogénea y que de paso sería lo más parecido al concepto de nación del que hacía alusión la ilustración. Lo mestizo como el individuo que superaría las limitaciones de su origen étnico (lo indio y lo negro) y que superaría también a lo blanco, pues al fin y al cabo era un ser extraño a un medio que le sería siempre hostil. El mestizo visto así, sería el hombre ideal para superar la inferioridad generada por la sangre y el medio geográfico (1).

Esta idea de una América mestiza seria el símbolo de muchos intelectuales, escritores, artistas y políticos en Latinoamérica. Es solo en el siglo XX que esta idea decimonónica adquiere fuerza y parece ser el reconocimiento a un esfuerzo hecho por José Martí quien hizo del mestizaje una bandera. Fuerza que se puede apreciar en la literatura con Miguel Angel Asturias en Hombres de maíz, Pablo Neruda en algunos pasajes de su Canto General; en la pintura con Siqueiros y Diego Rivera. Todo parece indicar que donde mayor fuerza tomó fue en la plástica. También es cierto que el movimiento de una América mestiza abarcó muchos países, uno más que otros. Lo que quiero insinuar es que si hubo un país donde el movimiento mestizo fue débil, por no decir que inexistente, es Colombia. Sólo se manifiesta en las pinceladas del muralista Pedro Nel Ospina. Muy curioso que ello sea así, pues contrasta con la génesis de la idea misma; ya que si rastreamos su origen no hay duda de que esta haya surgido, o por lo menos, que se le haya apropiado la elite intelectual de finales del siglo XVIII y que tenga la connotación que hoy tiene. Lo otro sería cuándo y dónde surge.

Pero la pregunta del por qué en Colombia el mestizaje se desvanece solo lo podemos encontrar en la ideas de Simón Bolívar. La idea de Bolívar, y que ha sido tenido en cuenta en un sin fin de textos escolares al considerar que "no somos indios ni europeos, sino una especie media entre los legítimos propietarios del país y los usurpadores españoles"(2), marcaría un giro radical en la construcción de la identidad. Estas ideas de Simón Bolívar veían en el criollo, y él mismo lo era, en un defensor de lo que hoy en día se conoce como minorías étnicas. Lo criollo, como lo sugiere Melo, opuesto a lo español y a lo indio , no podían dejarse ver como los usurpadores de los indígenas. Bolívar que se había nutrido de la revolución francesa encontraría en ella una salida: construir la idea de ciudadano ya que esta suplantaría al indio, negro o criollo. El giro que hace Bolívar es interesante si entendemos que con la idea de ciudadano lo que se hace es crear un sujeto político a partir del Estado y no de particularidades étnicas, culturales o locales y, por supuesto, una ciudadanía equiparable a la de nación. (1990:10) Y que por consiguiente también sería homogenizadora, pues, la diversidad étnica, cultural estaría atada o fusionada a una cultura que representaría a ese sujeto ciudadano representado en un estado-nación.

Si a finales del siglo XVIII Pedro Fermín de Vargas postulaba la anulación étnica del indio a través de la integración racial y si Simón Bolívar a la vez que hacia un guiño reconociendo la diversidad étnica imponía la palabra napoleónica de ciudadano, en 1861 José María Samper intelectual, político y militar señalaba en su Ensayo sobre las revoluciones los contrastes y la diversidad de la sociedad de aquel entonces. Samper captaba lo que la sociedad durante tres siglos había logrado consolidar. Pues Colombia a mediados del siglo XIX ya había logrado consolidar diferentes enclaves con cierta singularidad regional y étnica y que le servirían a la elite intelectual y política para marcar los contrastes entre las diferentes regiones y donde los rasgos raciales serían decisivos para definir su componente cultural. Debo señalar que hoy día, la mayor parte de las propuestas de regionalización étnica y cultural no la han podido superar. Me atrevería a pensar que si en Colombia se buscara un pionero en etnología, sin lugar a dudas, este sería José María Samper.

Diversidad étnica, regional y cultural que por supuesto, había sido diseñada partiendo de una pirámide racial. Samper en este mosaico de contrastes encontraría, por una parte, y que estaría en la cúspide de la pirámide, una sociedad que aun guardaba los genes de lo que él creía que era la herencia española: blanco, inteligente, democrático, robusto, bello, distinguido, excelente padre y esposo, negociante, positivista, de ojo expresivo, afable, burlón, de pie pequeño, de andar fácil y elegante, voz suave y de fluido timbre.

En la mitad de la pirámide resaltaría los valores del mestizo. Aquel grupo étnico que a finales del siglo XVIII y comienzos del XIX la elite intelectual había encontrado como el prototipo del hombre que podía equipararse a la idea de nación. Samper reconocía en él el resultado del cruce entre español e indio, el hombre de resistencia física, fiel en el amor, sentimiento heroico, galante, orgulloso, pero, a la vez, no pudiéndole encontrar espacio en la herencia española le añadía algunos defectos como el de ser un individuo con un genio fanfarrón, novelero, inconstante, infiel en el amor, ruidoso, de inteligencia rápida para bellas artes, comercio y jurisprudencia. Y como parte de este segmento de la pirámide, pero, más abajo de los mestizos encontraba al zambo batelero, resultado de las razas inferiores, de fisonomía estúpida, obsceno, indolente, cobarde pero buen machetero, lleno de lubricidad como lo muestra el currulao (que es un baile de la costa norte).

En la base de la pirámide encontraría a los indígenas. Aplicándoles un determinismo geográfico consideraba a los indígenas de las tierras bajas como un "salvaje sedentario", malicioso, astuto, desconfiado, indolente en lo moral, fanático y supersticioso en extremo, fácil de gobernar por los medios clericales pero indomable en rebelión. Mientras que los indígenas de las partes altas son frugales pero intemperantes, pacientes pero estúpidos, ignorantes, conservadores, fanáticos, supersticiosos, desconfiados, tímidos, hospitalarios, regateadores y locuaces, sin aptitudes artísticas, fríos en el amor, fieles a los superiores y poco sinceros en sus tratos.

Pero el problema no terminaría aquí. Si un intelectual como José María Samper daba cuenta de la diversidad, el proyecto político por reformar el Estado haría omisión de ella. Las fronteras politico-administrativas que se estaban erigiendo al interior del estado-nación durante la segunda mitad del siglo XIX, harían que la singularidad étnica fuera perdiendo peso ante la división politico-administrativo que se estaba erigiendo por la época: los estados soberanos. Melo en su ensayo Qué es ser colombiano? plantea que la etnicidad-región se empezaba a diluir. La diversidad étnica se anularía. El indígena y el negro desaparecería y se impondría la región basada en el mestizaje.

La idea de imponer el mestizaje sería solo fugaz. Lo cierto es que al igual que con la construcción de la nación que no daba cuenta de la realidad social, lo político-administrativo serían muy ajenas a los enclaves étnicos y regionales que había percibido José María Samper. Divisiones que estaban muy lejos de corresponder a una dinámica social, cultural o étnica. La sociedad con su devenir histórico sería desconocida. Eran divisiones políticos-administrativas que no daban cuenta de las raíces de la sociedad pero que tuvieron su razón de ser desde el punto de vista de la administración del Estado. Como en la África del colonialismo inglés o francés, que a medida que avanzaba la escuadra y el compás creando fronteras para repartirse los Estados, las constituciones colombianas del siglo XIX también acorde con los intereses de las elites regionales iban creando sus propias divisiones político-administrativas.

A partir de 1886 la elite política impondría lo colombiano. Se ve claramente en el preámbulo de la constitución de 1886 donde la soberanía del Estado recaía en la nación colombiana. El reconocimiento a la diversidad perdería fuerza y renacería de nuevo la visión integradora. La idea de construir una Colombia blanca los lleva a pensar que la única alternativa es derrotar todos los elementos diferenciadores como serían los regionalismos y las culturas indígenas. Un representante de la elite, como lo fue Francisco Javier Vergara y Velasco, reflexionando que lo colombiano no podía representarse en la diversidad étnica y pregonando a la vez su visión integradora se preguntaba: "¿Será pues raro que en Colombia no exista aún pueblo colombiano, ni lo haya todavía en muchos años si no se combaten las ideas separatistas y el lugareñismo que domina en las varias zonas naturales del país?". Y, continuaba: "En Colombia, salvo el barniz de la característica española, ardiente e impresionante, exagerada a veces por el clima, o la de indios y negros, no hay tipo en verdad nacional; pero si existen tipos locales que tienden a acentuarse divergiendo más y más, y ¡hay de la patria si todos los hombres entendidos no ayuda a combatir sin tregua y con esfuerzo grande tales tendencias!"(3). No encontrando en el mestizaje su tipo nacional se quejaba de que el mestizaje se estaba imponiendo en el país. En todo caso, lo que quiero recalcar es que lo blanco volvería a tomar protagonismo. La idea era que lo colombiano debía de identificarse con lo blanco.

Pero el rechazo y el desprecio a la diversidad en el siglo XX vendrían no por boca de los misioneros sino de la propia elite intelectual que se había nutrido no sólo de las teorías racistas a partir de la interpretación que se le daba al darwinismo social sino también de la idea de progreso que lo entendían como un fin para construir la nacionalidad. Es así como la elite política e intelectual ante el fracaso de industrializar el país culpaban al pueblo del atraso. No obstante al indio se le seguía viendo como un obstáculo para la construcción de la identidad nacional. Pero, como en el siglo XIX esta de por medio otra vez de nuevo que ser colombiano. Varios políticos e intelectuales darían su punto de vista. Esta vez con el agravante de que sus ideas serian plasmadas en los manuales de geografía e historia y que todavía en algunos círculos educativos se siguen pregonando. Varios fueron sus representantes: Miguel Jiménez López, Laureano Gómez, Luis López de Mesa y Alvaro Gómez, hijo de Laureano. Todos ellos, políticos, burócratas e intelectuales, que con sus ideas de corte racistas a través de escritos y conferencias influyeron en la mentalidad de la sociedad de la primera mitad del siglo XX.

En 1919 Miguel Jiménez López definía lo colombiano como la contraposición entre las virtudes raciales del blanco, ojalá ario, y el negativo aporte de indios y negros. En Laureano Gómez, uno de los políticos más influyentes de la primera del siglo XX e ideólogo del Partido Conservador, en sus conferencias afirmaba que el negro, el indígena y el mestizo eran un obstáculo para la unidad política y económica de América Latina. Del mestizo señalaba que conservaba lo que para él eran defectos de indígenas: un ser falso, servil, abandonado y que repugna todo esfuerzo y trabajo. O sea que en el mestizo había más de indígena que de blanco. Como solución pensaba que "solo en cruces sucesivos de estos mestizos primarios con europeos" se podría adquirir y manifestar la fuerza del blanco. Decía una vez más: "El elemento negro constituye una tara: en los países en donde él ha desaparecido, como en la Argentina, Chile y Uruguay, se ha podido establecer una organización política y económica con sólidas bases de estabilidad"

Algunos otros, menos radicales pero al fin esgrimiendo postulados de corte racista como Luis López de Mesa, añoraban un equilibrio racial. De Luis López de Mesa se sabe que además de haber sido un difusor de la sociología, de la siquiatría y del sicoanálisis había sido representante e ideólogo del Partido Liberal. Fue un intelectual influyente dentro de la elite política en la primera mitad del siglo XX. De él se conoce sus aportes sociológicos en cuanto a la formación de la nación colombiana. En su escrito más conocido De cómo se ha formado la nación colombiana consideró que el atraso de la sociedad colombiana se debía a elementos étnicos, como el indio y el negro. Consideraba que la única manera de salir del atraso era abrazar la idea del progreso y "blanqueando" la sociedad. Proponía que el "indio" debía integrarse con "razas" más superiores como la blanca y ponía como modelo de sociedad la europea, más concretamente la alemana.

La idea de este intelectual era que el mestizaje se blanqueara. Señalaba que la "mezcla del indígena con el elemento africano y aun con los mulatos que de él deriven, sería un error fatal para el espíritu y la riqueza; se sumarían en lugar de eliminarse, los vacíos y defectos de las dos razas y tendríamos un zambo astuto e indolente, ambicioso y sensual, hipócrita y vanidoso a la vez, amén de ignorante y enfermizo. Esta mezcla de sangre empobrecidas y de culturas inferiores determina productos inadaptables, perturbados nerviosos, débiles mentales, viciados de locuras, de epilepsia, de delito, que llenan los asilos y las cárceles cuando se ponen en contacto con la civilización". Acerca del indio decía que "es de la índole de los animales débiles recargada de malicia humana".

Sus idas no pasaron desapercibidas. Gran parte de los manuales de enseñanza, y en particular los de geografía e historia, se encuentran los postulados que defendía Luis López de Mesa. Una mirada rápida a estos manuales es fácil apreciar la connotación que se le da al indio, como un ser inferior, perezoso, cizañero, promiscuo y poco apto para el trabajo. Igual acontece con el negro, pero, con otros calificativos.

A la par de este mestizaje blanqueador surgiría otro más optimista. La solución a la tesis central de que las incompletas mezclas étnicas de Colombia había producido mulatos y mestizos desequilibrantes, carentes de estabilidad fisiológica y de rítmica irrigación sanguínea en el cerebro se hallaba en las mismas razas. La propuesta consistía en propiciar una mezcla de razas lo más pura, donde un blanco puro y un negro puro mezclados entre sí diera un mulato puro con energía propia. El problema de un mestizaje como el que se había desarrollado consistía en que era demasiado débil, sumiso. Pues solo un mestizaje completo como el planteado daría como resultado un verdadero mulato completo como sinónimo de hombre completo. Lo cierto es que todo este debate intelectual que se daría en el país, al comienzo de la segunda década del siglo XX terminaría en una ley de inmigración, la ley 114 de 1922. El planteamiento central de esta ley consistía que para propender al mejoramiento de las condiciones étnicas, tanto físicas como morales, había que fomentar la inmigración de individuos que por sus condiciones raciales y personales no puedan o no deban ser motivos de preocupaciones. La ley prohibía la entrada del país de elementos que por sus condiciones étnicas, orgánicas o sociales sean inconvenientes para la nacionalidad y para el desarrollo del país. (Melo,1990).

No existe un estudio que demuestre los logros étnicos de esta ley. Pero lo que si se demuestra fue que a la par de la ley se dieron nuevas interpretaciones del mestizaje. A la posición de un mestizaje blanqueador basado en la inmigración se contraponía la tesis de quienes defendían el mestizaje existente. Si bien, no abandonaba del todo las caracterizaciones racistas, la debilidad, la pereza y el atraso que había caracterizado a ciertos grupos se comprenderían mejor como resultado de procesos históricos o culturales. Para estos defensores no había degeneración: los blancos de hoy son mejores que los conquistadores, los negros son buenos trabajadores aunque sean más débiles moral e intelectualmente. De los indígenas precisaban que sí se veían abatidos, miserables y desesperados era el resultado de la colonización y la explotación. El deber era proteger a los indios de la selva de los blancos, restituirle los resguardos a los indios "civilizados", rehabilitar el pasado indígena, proteger a los salvajes. Concluían que la higiene y la educación eran los únicos cambios del progreso, no los cambios raciales.

El historiador Jorge Orlando Melo sostiene que este mestizaje reivindicativo sería reforzado en la escena política. Jorge Eliécer Gaitan, que con su asesinato al final de los cuarenta daría comienzo una guerra civil que hoy día no acaba, y Alfonso López Pumarejo que llevaría al país por los caminos de la modernización y de la modernidad en la década de los treinta, fueron los encargados de dimensionar lo mestizo. Reivindicación de lo mestizo que, por supuesto, estaba asociado a un nuevo sujeto social que a partir de la década de los veinte se estaba construyendo y que identificaría lo colombiano: el pueblo. De esta manera a través de la idea de pueblo se reivindicaba no solamente lo mestizo sino la diversidad existente en el país.

Lo que quiero insinuar es que desde mediados del siglo XIX con José María Samper y en el siglo XX con el auge y el aporte que había hecho la etnografía con la puesta en marcha del Instituto Etnológico Nacional, hoy en día Instituto Colombiano de Antropología, Colombia se entendía como un país diverso. Sin embargo, estos aportes académicos e investigativos pasarían desapercibidos para una elite política e intelectual que quería emparentarse con la cultura europea. La sociedad que definía una elite política era más influyente que los esfuerzos académicos. Un representante de esta tendencia se haya en Alvaro Gómez Hurtado, político e ideólogo del Partido Conservador.

De Gómez Hurtado se sabe que influyó en la escena política hasta su asesinato en 1995. Su idea de progreso lo llevó a negar el pasado prehispánico. En su texto más académico, La revolución en América, consideró que la construcción de la historia debe partir del mismo momento de la conquista y los elementos que deben mostrasen para el análisis de la historia son los que ofrecen la europa cristiana. Para Gómez los elementos de la cultura aborigen y africana no cuenta en la construcción de la nacionalidad. Son desechados y, más bien, los que se deben de retomar son aquellos ancestros europeos que persisten dentro de la sociedad.

Lo que he querido señalar es que desde el siglo XIX, quienes jalonaron la idea de nación fue una elite ilustrada que estaba al margen de la realidad social. Una elite que pensó construir un Estado a semejanza de los existentes en Europa. La idea de construir un Estado que encajara con dicha diversidad sería ignorada. Esto conllevo irremediablemente que la sociedad tampoco se identificara con la nación, ni con el estado que los representaba.

Cuál fue la incidencia de estas ideas en la formación de la actual sociedad colombiana? Como resultado de un Estado que no encajaba con la diversidad, el lenguaje que se utilizaría en la construcción de la nación lo que hizo fue generar una serie de marcadores enteramente racistas. Pues la sociedad en un esfuerzo por negarse así misma terminaba rechazando lo que la identificaba: indio, mestizo, negro.

Aspectos de este racismo soterrado y taimado se deja entrever en las maneras de expresarse la sociedad. Pues como se sabe el contenido de un mensaje oral no está en las palabras mismas, sino en el tono, el gesto o en la mirada. Es así como la supuesta sociedad "blanca" avergonzada y molesta por la diversidad recurre a ciertos marcadores como aquel que señala que para tener buenos modales es necesario no ser "tan indio ". Otros mensajes ejemplifican una situación de desprecio como el "de indio comido, indio ido", o, esta otra: "indio, mula y mujer, si no te la han hecho, te la van hacer". Mensajes que sutilmente están indicando una contraposición entre lo indio y lo negro como salvaje y lo blanco como lo civilizado.

A la pregunta que ser colombiano, creo, que todavía no tiene respuesta. Es todavía algo dudoso. Su nacionalidad no ha contado con un arraigo étnico, cultural y lingüístico. Lo que se puede intuir es que lo colombiano es una simple abstracción que desde que se le dio vida ha sido a la vez homogeneizante y segregador. De esta contradicción se deduce que la nacionalidad colombiana aun esta en construcción. Si la confusión del siglo XIX con sus ideas de nación, Estado y progreso no ha terminado, el problema esta en cómo construir la nacionalidad en estos tiempos de la globalización. Cuando sociedades que no habían consolidado o que ni siquiera habían empezado a construir la nacionalidad, de la noche a la mañana, ideas frescas llevadas de ultramar, les desmontan su nacionalidad homogeneizante por una nacionalidad que de cuenta de su diversidad. Diversidad, aunque parezca extraño, va a la par con la sociedad de la globalización, el libre mercado, el internet y del neoliberalismo. Es más, pareciera que el reconocimiento de la diversidad, de la multiculturalidad, de las minorías étnicas, la tolerancia, fueran cogidos de la mano del neoliberalismo y de la globalización.

Notas:

(1) La reflexión y el texto de Pedro Fermín de Vargas es tomado de Melo. (2) Estas ideas de Simón Bolívar se encuentran en su carta de Jamaica. (3) Citado por Melo.

Bibliografía

Gómez Hurtado, Alvaro. La revolución en América. 2a. ed. Bogotá : Plaza & Janes, 1978.

Gómez, Laureano. Interrogantes sobre el progreso de Colombia : conferencias dictadas en el Teatro Municipal de Bogotá. Bogotá : Editorial Revista Colombiana, 1970.

Gómez, Laureano. Interrogantes sobre el progreso de Colombia. Boletín cultural y bibliográfico (Bogotá). -- Vol. 18, no. 1 (1981). -- p. 5-30.

Jiménez López, Miguel. Los problemas de la raza en Colombia. Bogotá : El Espectador, 1920.

Jiménez López, Miguel. Nuestras razas decaen : algunos signos de degeneración colectiva en Colombia y en los países similares. Bogotá : Imprenta y litografía de Juan Casis, 1920.

López de Mesa, Luis. De como se ha formado la nación colombiana. Bogotá : Imp. del Depto., 1934.

Melo, Jorge Orlando. Qué es ser Colombiano. Lecturas Dominicales, El Tiempo (Bogotá), 23 de septiembre de 1990.

Samper, José María. Ensayo sobre las revoluciones políticas y la condición social de las Repúblicas Colombianas (Hispano-Americanas) : con un apéndice sobre la orografía y la población de la confederación granadina. Bogotá : Editorial Centro, 1945.


1er Congreso Virtual de Antropología y Arqueología
Ciberespacio, Octubre de 1998
Organiza: Equipo NAyA - info@equiponaya.com.ar
http://www.equiponaya.com.ar/congreso

Auspicia:


Buscar en esta seccion :